Ambiente y Localización.
El mapuche es el grupo indígena más numeroso del país. A la llegada de los españoles, habitaban gran parte del sur de Chile, dividiéndose en subgrupos según la zona geográfica. Los primeros investigadores reconocieron a los picunche, que poblaban desde el río Maule hasta los ríos Itata y Biobío, los araucanos, desde estos últimos hasta el Toltén, los pehuenche en la zona cordillerana, desde Chillán hasta Antuco y los huilliche entre el río Toltén y el Golfo de Corcovado, incluida la isla de Chiloé.
Es decir, los mapuche ocupaban ambientes y paisajes diversos, que iban desde la región subandina hasta la costa y desde climas templados cálidos a climas fríos lluviosos, lo que implicaba diversas adaptaciones y consiguientes diferencias culturales.
Los cambios ocurridos durante la conquista y colonia española produjeron una notable unidad cultural y, sobre todo, política y social de este grupo y, luego del sometimiento a la República de Chile, una parte considerable de este pueblo migró a la ciudad. De hecho, actualmente, la mayoría vive en asentamientos urbanos y no en el campo, concentrándose en las ciudades de las regiones de la Araucanía y la Metropolitana, seguidas por la región de Los Lagos y la de Bío Bío
Economía
La economía mapuche ha variado en el tiempo. En el siglo XVI, ésta se centraba en la caza y recolección, complementándose con la semidomesticación de camélidos y una producción hortícola no intensiva, que consistía principalmente en el despeje de campos mediante quema de bosques para alternar terrenos cultivables. Su economía era de subsistencia, es decir, con escasa acumulación productiva.
La mujer estaba a cargo de las labores domésticas y de la manufactura cerámica y textil (düwekafe/tejedora). La Guerra de Arauco sostenida durante la Colonia determinó una economía propia de la guerra, en que los asaltos y “malocas” eran una fuente de ingresos. En esta misma época se produce la incorporación del caballo, sin el cual no se entiende la economía mapuche tradicional.
Durante los siglos XVII y XVIII se dio la ‘Araucanización de las Pampas’; los mapuche incorporaron la ganadería bovina, inaugurando y encabezando un circuito mercantil fronterizo entre Chile y Argentina, convirtiéndose en los mayores traficantes de caballos y ganado de Chile. También se incrementó la textilería, tanto para uso como para venta, igual la cestería, la cerámica y en especial, la platería, una ocupación masculina (ngutrafe o retrafe/joyero), que alcanzó en el siglo XIX su mayor desarrollo. La denominada ‘Pacificación de la Araucanía’ en 1881 significó el fin de esta etapa de auge económico y la pérdida de su autonomía. Nació la Comisión Radicadora de Indígenas para su reducción y entrega de títulos de merced (propiedad de la tierra).
Tras un período de casi 20 años, la sociedad mapuche se empobreció, pero lograron adaptarse al régimen de hijuelas, haciéndose agricultores de subsistencia con una tecnología precaria y ganaderos a muy pequeña escala. La familia se congregó en torno a la ruka, con un pedazo de tierra de usufructo privado y recursos animales y materiales propios, salvo en el caso de la mediería o, de precisar mucha mano de obra, del mingaco o ‘vuelta de mano’. Consecuencias directas de la vida de los mapuche en reducciones son el sobretalaje de los terrenos, la destrucción de los bosques por la no reforestación y la sobreexplotación de suelos ya pobres. Los efectos indirectos han sido el envejecimiento y la masculinización de la población debido a la migración como mecanismo para regular la presión demográfica, la que, sin embargo, al mismo tiempo ha sido el principal dispositivo de integración del mapuche a la sociedad nacional.
Actualmente, la mayor parte de los mapuche se desenvuelven en la ciudad, si bien mantienen un modo de vida campesino de pequeños productores en el campo, compuesto básicamente por gente mayor que conservan la cultura tradicional. En resumen, hoy los principales factores de producción de los mapuche son su fuerza de trabajo, la tierra y una gran solidaridad interna.
Organización Social
Hasta el siglo XVI, los mapuche poseían una organización social familiar patrilineal, poligámica. En el siglo XVII y la primera mitad del siglo XVIII, se fortalece el cacicazgo, produciéndose una fuerte jerarquización social para tiempos de guerra, donde nace la figura del toki, muy funcional para el sistema de guerra. Las autoridades coloniales tratan de fortalecer la figura del lonko o jefe de comunidad, con muy poco éxito. A partir de la derrota de 1881, se implementa un sistema de protectorado y se procede a conceder tierras a las comunidades familiares, identificando a cada una con el nombre del cacique o lonko.
Sin embargo, ello no resulta en la integración de los mapuche a la sociedad chilena. La comunidad, tal como la crean los nuevos títulos de dominio, no había existido antes del régimen reduccional como concepto ni como realidad.
Hoy, la comunidad es un grupo consanguíneo en su mayoría patrilineal, que proviene del otorgamiento de un título de merced a un jefe y su familia. En ella existe una relativa homogeneidad social de sus miembros. El proceso de diferenciación interno se encuentra en el límite de la comunidad, imponiéndose una solidaridad primero familiar y luego comunitaria. Sin embargo, en nuestros días la mayor parte de la población mapuche reside en sectores populares de las grandes ciudades del país, organizándose en centros culturales que tienen por objetivo principal la re-etnificación de las generaciones urbanas.
Los mapuche son considerados descendientes directos de las culturas arqueológicas prehispánicas Pitrén (100 – 1100 años d.C.) y El Vergel (1100 – 1450 años d.C.), que se desarrollaron en la región, entre el río Bío Bío y el seno de Reloncaví. No obstante, a la llegada de los españoles, su lengua, el mapudungun, estaba difundida desde el Río Choapa hasta Chiloé, lo que no significa una homogeneidad cultural de los diferentes grupos que habitaban este extenso territorio.
La llegada hispana en el siglo XVI fue aparentemente el elemento gatillante para que poblaciones distintas se agruparan y estrecharan sus lazos sociales y culturales, formándose la identidad mapuche conocida históricamente. Los mapuche se rebelaron contra el sometimiento español e incendiaron las ciudades que habían fundado desde el río Bío Bío al sur. Esta rebelión fue el inicio de la Guerra de Arauco que obligó a España a mantener un ejército profesional que resguardara las fronteras, así como a reconocer la autonomía mapuche en sus tierras.
El definitivo sometimiento mapuche sólo terminó ante el Ejército de la República de Chile con la así llamada Pacificación de la Araucanía, en 1882. Esta acción militar se fundamentó en la urgencia por conquistar territorios explotables, impulsada bajo una ideología que propugnaba la eliminación de lo indígena en nombre de la “civilización”. A partir del triunfo militar chileno y para dar inicio a una colonización con elementos criollos y europeos, se controló al indígena por medio de su asentamiento en reducciones de propiedad comunal.
Las consecuencias directas de este proceso para la sociedad mapuche fueron la drástica disminución de sus tierras por reiteradas y masivas usurpaciones, la dependencia en un agente externo, el Estado, y una desorganización social, causada por la pérdida de autoridad de los lonkos. Producto de todo esto, desde inicios del siglo XX, la acción mapuche pasa del campo militar al político, de guerreros a líderes organizacionales, del campo a la ciudad, con una progresiva migración y el surgimiento de una elite intelectual y profesional en el seno de la sociedad mapuche.
En 1910, la primera organización indígena del país, la Sociedad Caupolicán, eleva una serie de peticiones de carácter étnico y campesinas. Desde los años 60 hasta 1973, los mapuche participan sin resultados en la Reforma Agraria para tratar así de recuperar las tierras usurpadas. Había comenzado la progresiva migración del mapuche a la ciudad. A fines de la década setenta, casi un 70% del pueblo mapuche se halla en la ciudad y en la extrema pobreza. A escala nacional se consolida un desarrollo capitalista que concibe el llamado ‘problema indígena’ solo como campesino.
En 1976 el gobierno militar, a través de la Ley de División de Comunidades, intenta hacer que la propiedad comunitaria mapuche se privatice, o sea, que pase a manos de los individuos.
En los años 80 se incrementa el nivel de pobreza del mapuche, lo que conlleva más migración a la ciudad y mestizaje. Hasta comienzos de la década de los 90, las leyes indígenas apuntaban a la incorporación y/o asimilación de éstos a la sociedad chilena, situación que en parte se intenta revertir ya en democracia con la promulgación de la Ley Indígena de 1991, que reconoce, protege y fomenta el desarrollo de los grupos étnicos en el país.
Se estima que la población mapuche prehispánica era aproximadamente de un millón. Hoy en día, los mapuche ascienden a más de 600.000 personas, que corresponden al 87,3% de la población indígena del país.
Culto y Funebria
La religiosidad mapuche actual está teñida por el sincretismo de los conceptos introducidos por la evangelización cristiana, los que se integran a la cosmología mapuche tradicional, generando como consecuencia nuevas dimensiones de lo sagrado, símbolos y ritos. El Admapu es el conjunto de símbolos, prácticas y creencias tradicionales que propugnan que el pueblo mapuche y la tierra (mapu), fueron creados por Nguenechén (“dueño de los hombres”). En tiempos antiguos la figura mítica fundamental fue el Pillán, espíritu del antepasado fundador del linaje.
Existiría un principio ordenador dentro de la cosmovisión mapuche, el de izquierda/derecha, donde la primera se asocia a lo inferior y la derecha a lo superior. Por ende, el dualismo como conjunción de dos principios opuestos, conforma parejas de oposiciones, resultando un sistema cuadripartito que es representado en los diseños que porta el tambor ceremonial o kultrun.
Los o las chamanes (machi) invocan en los ritos a las cuatro grandes deidades: el Anciano, la Anciana, el Joven y la Joven; el Wenumapu se divide en cuatro cielos que ordenan el número de bailes o de oraciones que componen el Nguillatún o rogativa, una de las ceremonias mapuche más importantes.
Las formas de entierro en los cementerios de los antecesores mapuches fueron diversas: en canoas o en troncos ahuecados, en cistas de piedra, inhumaciones directas en la tierra y en urnas funerarias de cerámica; ésta última fue la modalidad de inhumación más común de la cultura El Vergel, entre el Bío Bío y el Toltén. A veces, coexisten enterratorios en urnas y en canoas en un mismo cementerio. En las tumbas de la más antigua cultura Pitrén, se disponen como ofrendas vasijas cerámicas, predominando los jarros simétricos y asimétricos con engobe negro o con decoración negativa de motivos geométricos o fitomorfos.
En los entierros de El Vergel, se acompañan las urnas funerarias con jarros de cerámica pintados con motivos rojos sobre una superficie blanca, un tipo de decoración que después se populariza en el llamado Estilo Valdivia que se desarrolla en la época colonial-hispana, junto con adornos de plata y cobre, herramientas de labores cotidianas y elementos de uso ecuestre.
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