Saul Goodman originalmente iba a morir en 'Breaking Bad', ¿por qué lo salvaron?
ENRIQUE BLANCAS
PUBLICADO 29 ABR 2021 –
Saul Goodman es uno de los personajes más queridos por los fans de Breaking Bad y prueba de ello es su serie en solitario. Sin embargo, Vince Gilligan, creador de Breaking Bad, tenía planes distintos para la vida del abogado.
Saul Goodman, interpretado por Bob Odenkirk, apareció por primera vez en la segunda temporada de Breaking Bad y se convirtió en uno de los personajes secundarios más aclamados de la serie.
Su éxito fue tan grande que Odenkirk se convirtió en protagonista de la serie spin off Better Call Saul, que es una precuela de Breaking Bad.
En la historia original, Walter White y Jesse Pinkman conocieron a Saul cuando necesitaban de un abogado para disuadir a la DEA de la conexión entre Badger y Heinsenberg.
A pesar de que Saul tenía una moral cuestionable, Walt accedió para que se volviera su abogado. Además, Saul conocía la verdadera identidad del narcotraficante.
Durante un tiempo, Walt, Jesse y Saul tuvieron una relación cordial e incluso el abogado les ayudó a encontrar nuevas formas para lavar dinero, a las cuales después se unió Skyler.
También hubo momentos en los que Saul se ensució las manos por Heinsenberg, por lo que se convirtió en uno de sus aliados confiables.
Sin embargo, en la quinta temporada, Saul se dio cuenta que la relación con Walt ya no estaba funcionando y su vida corría peligro.
Heinseberg envenenó a Brock y el comportamiento de Jesse cada vez era más peligroso para lo organización.
Si Saul delataba a Walt, probablemente habría sido asesinado; si no lo hacía, la DEA lo habría encarcelado.
En cualquier caso, el destino del abogado corría peligro, así que decidió huir a Omaha, Nebraska, con una nueva identidad bajo el nombre de Gene Takavic con ayuda de El Desaparecido, Ed Galbraith.
Ese fue el final de Odenkirk en la serie y no se mostró más relación del personaje con la vida criminal; sin embargo, los planes originales para el desenlace de Saul eran distintos.
En una entrevista de 2014 con Entertainment Weekly, el creador de la serie Vince Gilligan habló sobre los finales alternativos de la serie.
Según Gilligan, el equipo de escritores discutió varias ideas del final. Una de ellas incluía matar a todos los personajes principales.
En algún momento de la discusión, también pensaron en matar a Saul Goodman; sin embargo, no encontraron una muerte lo suficientemente satisfactoria para mostrar en pantalla y decidieron darle una segunda oportunidad.
Además, Gilligan llegó a la conclusión de que «Saul es como una cucaracha que sobreviviría a todas las guerras nucleares y seguiría en algún lugar después de que la humanidad se extinguiera».
De esta manera, les pareció una mejor idea dejar un final abierto para el abogado sin saber realmente qué fue de su vida.
La muerte de Saul Goodman no habría detenido el desarrollo de Better Call Saul porque es una precuela; sin embargo, su desarrollo habría estado empañado por su destino fatal.
Además, hay situaciones en Better Call Saul que se conectan directamente con los sucesos de Breaking Bad y habrían sido diferentes con la muerte del abogado.
ADIÓS A SAUL GOODMAN Y KIM WEXLER
UN MUNDO PARA ELLOS DOS
Saul Goodman nació de un problema: Breaking Bad, que había arrancado con un humor potente y ácido, se estaba volviendo demasiado dramática. El personaje secundario se convirtió en spin off y abrió un debate estéril: ¿cuál de las dos es mejor? No sabemos cómo serán las producciones del futuro, pero es improbable que vuelva a existir un universo como el de Breaking Bad + Better Call Saul. Mariana Levy analiza y despide a las dos grandes series que marcaron a una generación de guionistas y espectadores y que transformaron la televisión para siempre.
Con la despedida final de Better Call Saul asistimos al fin de una era. No sabemos cómo va a ser la televisión del futuro pero es muy improbable que alguna vez se vuelva a construir un artefacto como el universo Breaking Bad + Better Call Saul. Ese tipo de narración con ese control, esa libertad y esa capacidad de planear y cocer a fuego lento ya no existe en el mapa actual de los influencers y las cancelaciones sorpresa. La lectura -como serie y fenómeno- es parcial: nos falta perspectiva, dejarla unos años en la barrica de nuestro cerebro y ver cómo envejece, como le sienta el paso del tiempo.
Lo que sigue son algunas reflexiones sobre lo que deja, algunos fragmentos que pude entender del diálogo entre las dos series, en qué se continúan y se potencian, en qué se desmienten, en qué se contradicen. Este texto es una despedida, un agradecimiento a dos grandes series que marcaron a una generación de guionistas y de espectadores, y después de las cuales la televisión cambió para siempre.
1. Saul Goodman, un iceberg cómico en un mar de drama
En 1966 Tom Stoppard escribió “Rosencratz y Guilderstern están muertos”, en el que exploraba las vidas y el devenir de dos personajes muy secundarios de Hamlet. La obra de Stoppard transcurre al mismo tiempo que la de Shakespeare. Asistimos a lo qué están haciendo estos dos personajes secundarios mientras sucede lo que ya sabemos: “Ser o no ser”, la aparición del fantasma, la muerte de Ofelia. Lo más interesante es que no es solamente un ejercicio de estilo, sino que se pregunta sobre la esencia filosófica de qué significa ser un personaje secundario. Rosencratz y Guilderstern -que en Hamlet aparecen siempre juntos, en dupla- tienen un problema de identidad, se confunden entre sí, no saben quién es quién porque no fueron dotados de características distintivas de personalidad, son esencialmente personajes secundarios, al servicio de una historia que no es la suya propia.
Saul Goodman nace de un problema. Breaking Bad, una serie que había arrancado con un humor potente y muy ácido, se estaba volviendo demasiado dramática. El universo del narco volvía todo muy oscuro y poco divertido. Entonces desde el writers room surgió el pedido de incorporar alguna subtrama que trajera lo que en inglés se llama “comic relief”, un remedio cómico, una curita de risa para tanto narco suelto. El excéntrico personaje aparece por primera vez en la nave nodriza en el episodio 8 de la temporada 2, titulado -por supuesto- “Better Call Saul”. La idea original era que fuera un personaje de un solo episodio o a lo sumo un par de entregas.
Bob Odenkirk cuenta que cuando recibió el guión y vio que su personaje tenía monólogos larguísimos, asumió que iba a ser como la mayoría de sus apariciones especiales en otras series. Recibe un guión donde su personaje dice un montón de palabras y chistes y cuando llega al set se lo resumen en “la mesa está servida”. Pero no fue el caso. Saul había llegado para quedarse.
Odenkirk es un comediante. Y previo a la serie de Vince Gilligan sus roles no cómicos se cuentan con los dedos de la mano. Saul Goodman aparece como el iceberg cómico, el refugio de alivio humorístico en el mar de drama de Walter White. Saul es un personaje que fue concebido, del mismo modo que Rosencratz y Guilderstern, para ser secundario. Como dicen los yanquis, un “supporting role”, por diseño, no tiene la profundidad para ser protagonista. Eso hizo que cuando se anunció al mundo que se iba a hacer un spin off basado en el personaje de Saul, mucha gente pensó que iba a ser una comedia. Es más, hasta se pensó que podía ser una sitcom, así de chato y plagado de punchlines se percibía al abogado más chanta de Albuquerque.
Pero la precuela sorprendió a todo el mundo -creo que hasta a sus propios creadores- y se convirtió en una oda a la buena televisión. En las últimas semanas hubo proliferación de debates y think pieces sobre si es mejor o peor que su antecesora. Esa discusión me parece estéril y digna de la profundidad estética de Lalo Salamanca. Ambas series son hijas de su tiempo, son simétricas e iguales en muchas cosas no tan obvias y son diferentes en muchas otras que se esconden a plena vista. Ambas son grandes series. Ambas quedarán en la historia. Y probablemente nunca se haga otra serie igual a ninguna de las dos.
Casi toda Better Call Saul podría resumirse en un pitch de ascensor diciendo “es una serie que le construye una backstory a Saul Goodman”. Como si el hada de Pinocho de los personajes secundarios hubiera venido, dotada de mucho dinero de AMC, y hubiera dicho “Hey, Saul, vamos a convertirte en un personaje principal”. Y acá viene la primera diferencia entre Walt y Saul.
Walt, siendo un personaje casi arquetípico de drama, tiene una backstory y una motivación tan simples que podrían ser las del personaje de una sitcom. Walt es un genio, tiene un trabajo de mierda y es humillado diariamente, merecería ser millonario pero sus ex amigos lo cagaron y le compraron sus ideas por dos pesos y las convirtieron en una mega empresa. Su cuñado está en la DEA y es todo lo que él no es: viril, exitoso, alabado por sus pares. Walt lo odia por eso y quiere vengarse del mundo que siente que le debe algo. Todo lo que podamos agregar a esto (que aprendemos en el primer episodio de Breaking Bad) son detalles, no cambia demasiado el esquema.
Me resulta imposible resumir en un párrafo quién es Saul, cuál es su motivación y por qué hace lo que hace. La serie es una gran exploración de su psiquis. Y casi como esa frase de pacotilla que dice que el payaso en realidad es un ser muy triste, asistimos a la profundidad del infierno que acosa a nuestro estafador favorito.
En estos días circuló mucha indignación por algunos nichos seriéfilos de las redes sociales porque nuevamente Better Call Saul perdió todos los EMMYs a los que fue nominada. A lo largo de las temporadas fue nominada 46 veces y jamás ganó. Más allá de que los premios cada vez se parecen más a un algoritmo de instagram y menos a un ensayo de Cahiers du Cinema, creo que es una especie de halago que Saul no gane premios. No es una serie “premiable” porque para premiarla debería ser mejor que otras en una categoría similar. Y Better call Saul es su propio animal, crea sus propias reglas. No se parece a nada salvo a sí misma. Es rara, es difícil, le escapa bastante al fan service. En Saul los narcos son accesorios, la verdadera droga son Jimmy y Kim, y las historias de amor vienen bastante devaluadas en el ranking de cosas premiables.
2. Breaking Bad, la serie perfecta
Breaking Bad es una serie perfecta. Y cuando digo eso no estoy haciendo un juicio sobre si me gusta más o menos que otras. De hecho creo que envejeció mal, preferiría cualquier día hacer re watch de Mad Men que uno de Breaking Bad, pero es perfecta en su forma, en su plan, en su ejecución. Es la serie que Henrik Ibsen -el dramaturgo icono del realismo clásico- hubiera escrito si viviera durante la tercera edad dorada de la televisión.
¿Qué quiero decir con esto? Vince Gilligan toma la narración clásica y la despliega perfectamente a lo largo de 6 temporadas. Todo lo que Aristóteles dijo en su Poética, o que los dramaturgos y después los guionistas y los profesores de guión interpretamos que Aristóteles dijo, o elucubramos a partir de eso, todo eso está ejemplificado en Breaking Bad. Tengo la teoría personal de que se puede aprender absolutamente todos los conceptos de guión clásico sólo mirandola obsesivamente.
Lo programática y aristotélica de Breaking Bad no se entiende a partir de entrevistas ni de análisis críticos, sino de la propia serie. En el episodio piloto, durante la clase de química que da Walt para estudiantes de secundario que no se merecen a tremendo profesor, él explica que la química (o podríamos leer “el guión”) es el estudio del cambio. “Es la constante de la vida, solución y disolución una y otra vez. Es crecimiento, después decadencia, después transformación”.
¿Les suena? Esquema de tres actos, acción, conflicto. Química pura.
“Toda acción tiene una reacción”, es algo que repite el profesor White, también es una de las leyes de la dramaturgia, y es casi el leit motiv de la serie convertido en “Nada es gratis”. Todo en Breaking Bad tiene consecuencias, nada se escapa, es un sistema cerrado. Si algo se presenta es por algo. Si aparece una cápsula con un veneno mortal alguien va a tener que morir con ese veneno. Como dicen que dijo Chejov: si en el primer acto aparece un revólver, en el tercer acto se tiene que disparar.
En todo esquema de fuerzas hay una escena obligada. En una premisa fuerte ya sabemos cuál es el conflicto y hacia dónde tiene que ir. Como dice Vince Gilligan, él no pretendía con el destino de Walter White hacer algo sorprendente, sino algo “inevitable inesperado”. O sea, lo inevitable es esa escena obligada, con un planteo tan clásico se puede llegar a un solo lugar sin traicionar la premisa. El tema es llegar ahí de una manera inesperada, gloriosa, cosa que la serie del químico narco, creo, consigue con honores.
Por un lado, Walter White tiene que morir. Eso es así por diseño. Si en el primer acto de una serie un personaje es diagnosticado con cáncer terminal, ese personaje debe morir al final de la serie. El tema es si lo mata el cáncer o, como elige Vince, Walt muere en su ley, abrazado a su baby blue.
La muerte sería el final necesario de Walt, pero su escena obligada tiene que ver con Hank. Aristóteles nos enseña en la Poética que para que nuestro héroe trágico tenga un antagonista real, ese antagonista tiene que ser alguien con un vínculo cercano con el protagonista. En el caso de nuestra tragedia moderna marca AMC, el cuñado de quien será Heisenberg tiene un alto cargo en la DEA. La escena obligada es que Hank tiene que enterarse de que Walt es Heisenberg. Y uno de los dos tiene que acabar con el otro.
Todo eso, todo, está contenido en el piloto. Incluso la forma de la serie completa repite el ritmo y los temas de esa primera entrega. Arrancamos con un flash foward, seguimos con el cumpleaños número 50 de Walt, y vamos a ver el arco completo de la serie en esa primera emisión. La última temporada empieza (y termina) con el cumpleaños número 52 del que fue Walt y ahora es Lambert. La temporada final también empieza con un flashforward y el clímax de toda la serie va a ser ese mismo día, el del cumpleaños número 52 del héroe antihéroe, villano, the one who knocks. Arranca con el cumpleaños de 50. Termina con el cumpleaños 52. Perfecta. Redonda. Un sistema cerrado. Una catedral gótica.
3. Better Call Saul, un sistema abierto
Better Call Saul es todo lo contrario a perfecta redonda y cerrada. De Breaking Bad conmueve su estructura. De Saul conmueve todo lo demás.
Es una continuación no sólo en cuanto a universo y a algunos personajes sino en cuanto a un equipo de trabajo, de escritura. Esos guionistas son como una orquesta que toca junta hace rato. Aprendieron a tocar un tipo de sinfonía y lo hacen mejor que nadie. Pero después de algún tiempo, años, tocar la misma sinfonía simétrica y perfecta les empieza a pesar. Cumplen el diseño que les marca ese piloto a la perfección pero para su nuevo proyecto se arman un mapa mucho más libre. Lo único que hay en el mapa es un personaje y un punto temporal y temático al que tienen que llegar, pero pueden llegar hasta ahí por el camino que quieran, frenando a mirar el paisaje. Pueden retroceder y volver a empezar. Pueden ir en auto o caminar.
La serie es el testimonio de un dream team de creadores que se conocen de memoria haciendo lo que realmente quieren, jugando, divirtiéndose, explorando cada vez más profundo las motivaciones y racionalidades de los personajes que crean. AMC les dio la llave de la juguetería para que hicieran lo que quisieran. Tenían una fan base que los iba a acompañar a donde fueran. La mayoría de las series no pueden darse ese lujo. Aunque parezca que Saul tiene muchos límites (porque sucede antes que Breaking Bad y tiene que llegar hasta ahí) en realidad no tiene casi ninguno.
BCS es un sistema abierto porque vive y respira adentro de la mente de sus protagonistas y no en la arquitectura de sus tramas. De hecho, una típica trama Saul suele estar construida con una especie de ingeniería inversa que tiene más que ver con el personaje que con la trama en sí. ¿Cómo es esto? En una trama típica, la intriga está en qué va a pasar, y si van a tener éxito o no en el plan. Un ejemplo perfecto es Dead Freight, el episodio del robo al tren de BrBad. Primero vemos todo el ensayo, lo que quieren lograr, cómo lo van a hacer y los puntos donde puede salir mal. Después vemos el robo en sí y la intriga está en si lo van a lograr o no.
BCS trabaja la intriga de otro modo. Hace algo que podemos asociar con una trama más cercana a Los Simuladores. En Los Simuladores sabíamos que tenían que resolver un caso para alguien, entendíamos cuál era el conflicto, pero después los veíamos todo el episodio haciendo cosas que no tenían relación directa con el objetivo, o en apariencia no tenían nada que ver. El gancho estaba en ir develando lo intrincado del plan, como iban a llegar del punto A al punto B haciendo algo completamente poco convencional. Saul hace exactamente eso. Vemos a Saul y a Kim pegando fechas en un corcho, haciendo llamadas, sacando fotos, buscando gente con barba. Sabemos que traman algo pero podemos pasar varios episodios sin entender qué. La trama está armada de modo tal que no nos importa tanto el éxito o el fracaso del plan sino las cabezas de estas dos personas que están pensando tamaña demencia. Y cómo se divierten mientras lo hacen.
4. Una serie de trama vs. una serie de personaje
Se suele hermanar a estas dos series como si fueran más similares de lo que son. Hay una tentación de ver a Breaking Bad como una serie de personaje, pero en realidad es una serie de trama, a diferencia de Better Call Saul que es la pura exploración de sus personajes.
Walter es rehén de su premisa. ¿Quién sería Walter White fuera de su arco dramático? A quién le interesa ver la vida de un Walter White al que no le detectan cáncer y no se pone a producir metaanfetamina. En cambio, Saul es un buen personaje a pesar de la premisa que le toca. Saul podría existir en múltiples universos. Es un personaje por derecho propio. Está vivo. Es casi imposible escribir fan fiction sobre Walter White pero es facilísimo imaginar aventuras nuevas para Saul Goodman.
Así como en Breaking Bad empezamos con un Walter White con un revólver en la mano y en calzoncillos, y la pregunta del piloto es “¿Cómo llegamos hasta ahí?”, toda BrBad funciona para Better Call Saul como ese punto de llegada, como ese flash foward. Toda precuela es en un punto un gran flashback.
5. Dos series en tres tiempos
Breaking Bad funciona en 3 tiempos. Como buena estructura clásica. Hay 3 cumpleaños: 50, 51 y 52. Y hay 3 identidades: Walter White, Heisenberg y Lambert (la identidad que toma para huir).
Saul es una serie mucho más libre y menos programática que Breaking Bad. Es más experimental. Pero desde la secuencia inicial del primer episodio ya nos anuncia que también va a trabajar en tres tiempos. Sabemos que es una precuela, o sea que vamos a tener los eventos anteriores a Breaking Bad, después tendremos al Saul que ya conocemos, y por último tenemos la vida post escape, a ese personaje en blanco y negro que vende cinamon rolls en un shopping. Nuevamente tres identidades, Jimmy Mc Gill, Saul Goodman y por último Gene Takovic.
También, ya conociendo el final de la historia, cuando volvemos a ver esa primera secuencia nos damos cuenta de que su final trágico está anunciado. La serie abre con la presentación de Gene, un hombre suburbano con una vida tranquila, común. Gerente de un negocio de un patio de comidas de shopping, tiene un trabajo rutinario. No llama la atención. Vuelve a su casa, una casa común, sin lujos. Pero aunque vive su nueva identidad con dedicación y se esfuerza por no ser descubierto, tiene una caja de secretos (que vamos a volver a ver en el último episodio), cosas de su vieja vida. Gene no se resigna a perder del todo a Saul. Y acá aparece su hybris, el foreshadowing (presagio) que nos indica desde el primer episodio que Gene va a caer por su propia vanidad, que haber sido Saul Goodman es lo mejor que le pasó y que no está dispuesto a dejarlo ir así nomás. Gene saca un VHS y se pone a ver los comerciales de Better Call Saul, los mismos comerciales que va a encontrar Marion (Carol Burnet) online y por los que va a descubrir su verdadera identidad y lo va a delatar a la policía.
Ese VHS del primer episodio es lo que lo llevará a recibir una condena de 86 años en prisión.
6. Saul y Walter
Lo interesante de ver las dos series en tándem es que comparten muchos elementos, pero en cada una significan cosas distintas, no valen lo mismo. Breaking Bad es la historia de un arco de transformación, de buen tipo a archivillano. Y Saul es en apariencia lo mismo. De ese Jimmy con una viveza criolla pero buenazo, sin una gota de maldad verdadera, a ese Gene que está a punto de asesinar a una anciana para no ser delatado.
Pero lo que en Breaking Bad es central en Saul es una anécdota. El clímax del series finale de Saul no es la persecución con la policía. La huida se resuelve en el primer bloque del episodio. Incluso a nivel dramático termina repitiéndose como parodia cuando nuestro protagonista es descubierto -después de tantas temporadas escondido- adentro de un tacho de basura.
Si la pregunta sobre Walt es, nuevamente, de trama, “¿hasta donde puede llegar?”, cuan villano puede ser, la pregunta de Saul es de personaje. ¿Quién es realmente? ¿Qué es lo que verdaderamente le importa? ¿Cómo funciona en profundidad la psiquis de un personaje así?
Walt y Saul son ambos personajes altamente inteligentes que se inventan a sí mismos. Pero mientras Walt necesita que todo el mundo le reconozca su obra, la “firma” con ese azul que es su copyright sobre su creación, Saul quiere probarse algo, antes que nada a sí mismo. Walt cree que es el mejor del mundo pero quiere que los demás se enteren. Saul no cree ser el mejor del mundo, muchas veces duda sobre si es bueno, y sus mayores planes son secretos, se está probando algo a sí mismo antes que a alguien más. La mayor satisfacción de Saul, como buen estafador, es poder hacer algo enorme y que nadie lo note. Es un serial killer casi perfecto, no se lleva souvenires, no deja su firma, simplemente desaparece.
Sin embargo, en los últimos episodios esto cambia. Rompe sus propias reglas. Ser Gene ya no le resulta suficiente. Cuando el “público” de Walt era el mundo entero, la DEA, Gretchen y Elliot, el público de Saul era su socia -su amor, su cómplice y todo-, Kim Wexler. El intenta llamarla, establecer nuevamente algún lazo. Quiere que ella le reconozca su acto final, como se hizo millonario y pudo desaparecer, quiere compartir su truco. Pero ella ya no quiere jugar. Ella ya no comparte el código.
7. Kim
Y justamente Kim es el indicador de la gran diferencia entre las dos series. Se dijo mucho sobre Kim Wexler. Que es uno de los grandes personajes de serie de todos los tiempos (CIERTO), que Rhea Seehorn se merece ganar todos los premios de actuación del mundo y es ignorada (CIERTO), que Kim Wexler es la evolución de Skyler White post me too y movimiento feminista (FALSO).
Kim Wexler no es la evolución de Skyler. Es cierto que ambas son el interés amoroso de el protagonista y también es cierto que se convierten en cierto punto en su socia comercial y criminal, pero no tienen el mismo diseño. Skyler White era principalmente un obstáculo en el camino de ascenso de Heisenberg. Ella era no solo alguien a quien ocultarle cosas sino que era un punto débil, algo que como capo narco lo sometía a posibles extorsiones. De hecho, como el fandom más duro de Breaking Bad bancaba a Heisenberg en lo que fuera que hiciese, había gente que insultaba a Anna Gunn por la calle. Skyler era un personaje odiado por no dejar a Walter White ser un súperheroe a la Marvel.
Al ser Breaking Bad una historia de trama, Skyler es accesoria. Podría estar o no estar. Hank es indispensable en el diseño, Skyler no. Con más o menos matices cumple el horrible rol de “la mujer del protagonista”.
También, sobre todo a partir de la escena de la última temporada donde vemos a Kim con Jesse en un flashback con respecto a la línea de Gene, o un flashfoward con respecto a la línea de Jimmy, hay quienes ven a Kim como una nueva versión de Jesse. Y si me apuntan con un revólver y me hacen elegir estoy más cerca de esta postura que de la de verla como una Skyler.
Pero Kim, a diferencia de Skyler y Jesse, existe más allá del protagonista. Kim existe en su propio universo. Y por momentos ese universo, como dos diagramas de Venn, se solapa con el universo en el que existe Saul. Pero ella es su propio planeta. En un mundo de personajes que van del bien hacia el mal, como si fuera un mapa claro, Kim Wexler es alguien cuya brújula es construida por ella misma. Kim se pregunta qué es el bien y qué es el mal. Se pregunta de qué lado quiere estar. Hasta dónde, por cuánto tiempo. Mientras Walt y Saul están cegados por el dinero, a Kim la enciende la trampa, la estafa, pero más por el plan en sí, por ser más inteligente, que por cuanto puede ganar. A Kim le gusta romper las reglas pero la destroza cuando el sistema expulsa a los que menos tienen. Kim es una Robin Hood del sistema legal yanqui, pero no es completamente buena o altruista. No es un personaje de Aaron Sorkin. Kim vive en el gris y va del blanco al negro como para compensar.
En medio de dos series que son llamativamente puritanas, llenas de violencia pero carentes de sexo, Kim y Jimmy tienen una relación altamente erótica. Todas sus escenas, todos sus planes son un gran juego previo, una danza de seducción y cachondeo. Kim y Jimmy se completan, son testigos de la genialidad del otro. Mientras Kim lo mire, Jimmy no necesita que nadie más sepa sobre lo exitosos de sus planes. No necesita que el mundo lo reconozca, solo que ella lo sepa. Jimmy hace todo para los ojos de Kim pero Kim no es una princesa pasiva que solo está ahí para mirarlo, ella al mismo tiempo avanza, duda, se pregunta cosas sobre su propia identidad. Kim tiene sus propios demonios. Y en este juego de subirse mutuamente la apuesta llegan, a los ojos de ella, demasiado lejos. Ella no puede vivir con lo que hicieron. Y por ende no puede vivir más con él.
Durante toda la serie, el futuro de Kim, la razón por la cual no la vemos en Breaking Bad, sobrevoló el imaginario de los espectadores. La mayoría la creían muerta. Imaginaban un final al estilo de Gwyneth Paltrow en Seven, con un Saul heroico, tratando de salvarla y no pudiendo. Pero no es esa historia y no es ese personaje. Lo que nos dice el final de Better Call Saul es que esto fue una historia de amor. Y que lo más doloroso del amor no es que el otro muera, sino que siga viviendo pero que ya no podamos estar juntos.
8. Postdata
Hay una escena en particular en el final de BCS que creo que está puesta ahí para invitarnos a interpretar, su sentido no está cerrado y es altamente llamativa. A lo largo del episodio tenemos tres flashbacks, en palabras de Peter Gould, el creador de Saul, nuestro protagonista es visitado por tres fantasmas. Primero lo vemos con Mike, en el famoso episodio en el que cruzan el desierto caminando, sin agua y llevando un bolso con 12 millones de dólares. El segundo es el mismísimo Walter White, durante el tiempo en el que están ambos en un sótano, esperando que les den sus nuevas identidades. Y el tercer fantasma es su hermano Chuck.
Las tres apariciones tienen un tema en común, qué harías si tuvieras una máquina del tiempo, o, en palabras de Walt, el arrepentimiento. En los últimos episodios aparece que, así como Kim no puede vivir con lo que le pasó a Howard Hamlin, Jimmy se arrepiente de sus acciones que llevaron a su hermano al suicidio. En la escena flashback de Jimmy con Chuck, que pareciera corresponder temporalmente a los hechos de la primera temporada de la serie, Jimmy le lleva víveres a su hermano que vive sin electricidad, pero pasa algo que nunca vimos en la serie. Chuck es amable con Jimmy. Amable en serio, lo trata con amor y respeto, le habla de igual a igual. Incluso le ofrece ayudarlo con sus clientes, habla de los marginales que contratan los servicios de Jimmy con mucha empatía y sin despreciarlos, e incluso explicita que son gente que se merece tener una buena defensa. Jimmy se niega a aceptar la ayuda de su hermano y se escapa. Y la escena cierra con un plano muy particular, un detalle de un libro, La máquina del tiempo de H.G. Wells.
¿Qué significa esa escena o qué significados nos abre? En principio, coquetea con la idea de las realidades paralelas, con que Saul haya efectivamente agarrado 6 millones de dólares del dinero de Lalo y lo haya usado para construir una máquina del tiempo, y esté tratando de enmendar sus errores. Pero por más de que esa idea me seduzca, está un poco fuera del código realista del universo Gilligan-Gould. Por otro lado, mucho más factible, nos abre la posibilidad de que todo lo que vimos hasta ahora haya sido un relato completamente sesgado contado por el propio Jimmy. Que todo lo que vimos de Chuck siendo la peor persona del mundo en realidad solo haya sido la percepción de su demente hermano menor. Que Chuck haya sido mucho más amoroso de lo que Jimmy nos hizo creer. Que toda la serie haya sido un relato de un narrador poco confiable, un poco como la “confesión” que ensaya Saul delante de Marie Schrader y los policías. Que nos haya hecho creer algo que lo mostraba a él como una víctima pero que no fue para nada así.
Por último, la idea de la máquina del tiempo puede ser una reflexión sobre la naturaleza misma de una precuela. Si cambiamos el pasado cambiamos el presente y cambiamos el futuro. Por más de que ya hayamos visto a Saul en BrBad, que eso ya esté escrito, no es el mismo personaje si cambiamos su pasado, lo que sabemos de él, su backstory. El Saul de Breaking Bad podría ser una fachada, como los posteos de gente feliz en instagram. Por sí solo no tiene profundidad, no nos dice nada, es un traje de colores y una sonrisa vacía. Esa imagen solo se completa viajando al pasado, sabiendo qué piensa y qué siente este personaje, qué decisiones toma, qué deja ir, qué arriesga, a quien ama.
Y conociendo ese pasado podemos entender también que su punto de llegada, su truco final, podría ser demostrarle a la única persona que realmente lo entiende, que está dispuesto a pasar 86 años en la cárcel a cambio de no estar solo en el mundo. Un mundo que fue construido solo para ellos dos y que si alguno de ellos se va es un mundo con una puerta cerrada y del que nadie tiene la llave.
No hay comentarios:
Publicar un comentario