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El teatro.

miércoles, 18 de octubre de 2017

El Gran Teatro del Liceo de Barcelona, conocido como El Liceo.-a

Interior del Gran Teatro del Liceo.
Carla Nicol Vargas berrios
Inaugurado en 1847, el Gran Teatro del Liceo es el teatro en activo más antiguo y prestigioso de Barcelona. A lo largo de los años el teatro ha conservado su función como centro cultural y artístico, llegando a convertirse en uno de los símbolos de la ciudad.

(Gran Teatre del Liceu o El Liceu en catalán), es el teatro en activo más antiguo y prestigioso de Barcelona, especialmente como teatro de ópera, entre los que es considerado uno de los más importantes del mundo.
Situado en La Rambla de Barcelona, ha sido escenario desde 1847 de las más prestigiosas obras interpretadas por los mejores cantantes del mundo. Durante casi dos siglos ha sido símbolo y lugar de encuentro del poder, la nobleza y burguesía catalanas, en los pisos inferiores, por un lado, mientras que los aficionados de las clases sociales menos adineradas compartían su pasión por la ópera en los pisos 4º y 5º, que hasta las últimas reformas tuvieron una entrada independiente por la calle de San Pablo.
Las entradas sin butaca, que existieron hasta la última reconstrucción del teatro, permitían disfrutar a los apasionados de la ópera por unos precios muy reducidos al alcance de muchos barceloneses. Hoy las butacas laterales, sin visibilidad pero con TV, del 4º y 5º piso son de precios también muy reducidos.

Historia del Gran Teatro del Liceo
Carla Nicol Vargas berrios

La Sociedad Dramática de Aficionados

En el año 1837, el 8º Batallón de Línea de la Milicia Nacional, nacida a imagen y semejanza de las milicias revolucionarias francesas, con el patricio Manuel Gibert Sans al frente, en su calidad de comandante, debía buscar sus propios fondos para su funcionamiento. A pesar de la elevada extracción de la mayoría de sus miembros, se encontraban en un difícil momento económico. El cabo Pedro Vives defendió, en una reunión celebrada en una lujosa vivienda de la calle de Escudillers, la idea de fundar un pequeño teatro en el que celebrar conciertos, funciones dramáticas y bailes, con los cuales recaudar fondos para, entre otras cosas, pagar la renovación de los ajados uniformes. La idea fue calurosamente acogida por todos.
El batallón puso manos a la obra para construir una sala con un aforo de 600 localidades, que pronto empezaría a hacer la competencia al Teatro de la Santa Cruz, que era el teatro oficial de Barcelona. La función inaugural de la sala, situada en el exconvento de Montesión (en la calle de Montsió, cerca de la avenida Puerta del Ángel), fue el 21 de agosto de 1837. La milicia fue disuelta el 14 de octubre de 1838, tras haberse apaciguado el país después de los disturbios y quema de conventos de la Revolución de 1835.

El Liceo Filodramático de Montesión

Para evitar la desaparición de la sala, que empezaba a tener su público, Manuel Gibert propuso la constitución del Liceo Filodramático de Montesión. La nueva sociedad fue autorizada por el Gobernador Civil de Barcelona. La finalidad de la nueva entidad era, por una parte, promover la enseñanza musical (de aquí el nombre de Liceo) y, por otra, la organización de representaciones escénicas de teatro de ópera, por parte de los alumnos.
La presencia del pujante Liceo Filodramático inclinó a los propietarios del Teatro de la Santa Cruz a cambiar su nombre por el de Teatro Principal. En 1838, la entidad cambió el nombre por el de Liceo Filarmónico Dramático de S.M. la Reina Isabel II. Los partidarios de una u otra sala, se les conocía como Cruzados y Liceístas, acogiendo los primeros a colectivos carlistas y más tradicionales, mientras que eran Liceítas los colectivos liberales y moderados. En ambos casos, se trataba de grupos sociales transversales en los que participaba gente de todas las clases sociales, como era tradición en la ópera en Barcelona.
La falta de espacio y las presiones de las monjas dominicas, antiguas propietarias del convento, que habían recuperado unos derechos que habían perdido, y reclamaban volver, motivaron que el Liceo Filarmónico Dramático de S.M. la Reina Isabel II abandonara el Convento de Montesión en 1848.
A cambio, le fue concedida la compra del edificio del Convento de los Trinitarios, situado en el centro de la Rambla de Barcelona. Inmediatamente se iniciaron los trabajos de demolición de este convento para edificar un nuevo edificio capaz de acoger todas las actividades del Liceo.

El primer edificio del Gran Teatro del Liceo


Carla Nicol Vargas berrios

A diferencia de otras ciudades europeas, donde la monarquía se hacía cargo de la construcción y mantenimiento de los teatros de ópera, en Barcelona la construcción del Gran Teatro del Liceo se tuvo que hacer mediante las aportaciones de accionistas particulares, según una estructura similar a una sociedad mercantil. Este hecho condicionó hasta la estructura del nuevo edificio, falto, por ejemplo de palco real.
Dada la gran afición que había en Barcelona, el teatro que se construyó era el de mayor aforo de Europa, y lo fue durante más de un siglo. Aún hoy, con la reducción del aforo a la mitad del inicial, pero con la comodidad de tener todas las plazas sentadas, el Liceo es el teatro de ópera con mayor aforo de toda Europa, excepto aquellos más recientes como la Opera de la Bastilla (2.703 butacas) o el Metropolitan Opera House (3.800 butacas + 195 de pie en la parte trasera de la platea).
La Sociedad del Gran Teatro del Liceo tiene el origen en el año 1837, pero no fue hasta el año 1844 cuando Joaquim Gispert, socio impulsor de la sociedad Liceo Filarmónico de Montesión, compró el antiguo convento de los trinitarios descalzos de la Rambla para construir un nuevo teatro.
La primera autoría arquitectónica mantiene algunas incógnitas, pero se sabe que intervinieron Joaquim Gispert, su hijo Frederic, que era ingeniero, el maestro de obras Francesc Batlle, Francesc d'Assís Soler, etc. pero fue Miquel Garriga i Roca el arquitecto encargado de la construcción del Liceo. Las obras se iniciaron el 11 de abril de 1845, y el Teatro se inauguró el 4 de abril de 1847.
La historia arquitectónica y social del edificio es convulsa y variada, como reflejo de las circunstancias y variaciones de la sociedad de cada momento.
El edificio fue destruido en gran parte por el incendio del año 1861, salvándose, como en el siguiente incendio, la entrada y el salón de los espejos, conocido entonces como El Vergel que, junto con la entrada desde la Rambla, es lo único que queda del primitivo teatro.

El segundo Gran Teatro del Liceo...

Tras el incendio de 1861, los gestores del Liceo Filarmónico Dramático de S.M. la Reina Isabel II encargaron a Joaquín de Gispert y de Anglí un proyecto que hiciera viable la construcción del nuevo edificio. Este proyecto preveía la creación de dos entidades: la Sociedad de Construcción y la Sociedad Auxiliar de Construcción. Los accionistas de la primera obtenían, a cambio de sus aportaciones económicas, el derecho de uso a perpetuidad de algunos palcos y butacas del futuro teatro. En cambio, los de la segunda aportaban el resto de dinero necesario a cambio de la propiedad de otros espacios del edificio.
La Sociedad Auxiliar de la Construcción sería el origen del Círculo del Liceo. El teatro fue reconstruido en sólo un año bajo la dirección de Josep Oriol Mestres. Después sufrió el atentado anarquista de 1893, la conocida como Bomba del Liceo. y, más recientemente, el gran incendio de 1994.
Hasta el año 1980 el edificio y las actividades que tenían lugar en el mismo fueron mantenidos totalmente por la Sociedad del Gran Teatro del Liceo. En este año se construyó el Consorcio del Gran Teatro del Liceo, en el que actualmente participan la Generalidad de Cataluña, el Ayuntamiento de Barcelona, la Sociedad del Gran Teatro del Liceo, la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura.

El actual edificio del Liceo

Estilo arquitectónico: eclecticismo

Capacidad: 
actual 2292 localidades sentadas [aforos históricos: 1847, 3500 sentadas + 1000 (o más) de pie (cuando Barcelona tenía 60 000 habitantes); 1862, 3400 sentadas (se suprimieron las butacas del anfiteatro de 2º piso, delante de los palcos); 1952, 3000 localidades, todas sentadas (con motivo del Festival de Bayreuth se suprimieron las entradas de a pie de las filas traseras de 4º y 5º piso). Tras las últimas reformas, se han suprimido las entradas de palco («de águila») que permitían completar a precio reducido, los sitios de los palcos con más asientos que entradas, o ver la ópera de pie en los pasillos de puertas de la sala, especialmente en la trasera de platea, así como los palcos de los pisos 2º y 3º]. personas.


Actualmente, tras la reordenación jurídica que se acordó en 1994 para poder afrontar su rehabilitación, el Liceu es un teatro de titularidad pública, propiedad de las cuatro principales administraciones presentes en Barcelona:
la Generalidad de Cataluña, el Ayuntamiento de Barcelona, la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura de España.

La administración es gestionada por la Fundación del Gran Teatre del Liceu, que ha contado con la incorporación, además de las citadas instituciones, del Consejo de Mecenazgo y la antigua Sociedad del Gran Teatro del Liceo.
Debe resaltarse que en el mismo edificio convive junto al teatro, el Conservatorio Superior de Música del Liceo y el Círculo del Liceo, una sociedad civil privada independiente creada en el año 1847, propietaria de un sector del edificio que no ha sido afectado por ninguno de los incendios y que conserva su decoración modernista como ejemplo de la implicación de la burguesía catalana en las actividades culturales.
Tras el incendio de 1994, el teatro fue reconstruido, siguiendo el proyecto y la dirección de los arquitectos Ignasi de Solà Morales, Xavier Fabré y Lluís Dilmé, y se volvió a inaugurar en el año 1999. La reconstrucción respetó el ambiente de la sala y amplió considerablemente el escenario para adaptarlo a las más modernas especificaciones, para lo que hubo que demoler diversas casas que rodeaban el teatro.


vestíbulos
Carla Nicol Vargas berrios

Desde el punto de vista arquitectónico cabe destacar el vestíbulo, la escalinata, el salón de los espejos (El Vergel)y la reconstrucción de la sala con el mismo estilo decorativo, mientras que desde el punto de vista urbanístico el edificio se puede considerar uno de los hitos arquitectónicos más relevantes de la Rambla de Barcelona.
El Liceo tiene doce niveles, tres fachadas y una medianera, y dispone de una cubierta plana en el extremo triangular de las Ramblas con la calle de San Pablo y otras cubiertas planas a diferentes niveles en el resto del nuevo edificio.
Se deben evaluar las tres fachadas, entendidas como elemento principal que define el espacio público y urbano, como el diálogo y el ejercicio de una evolución culta y trabajada y donde se han utilizado unos materiales y una relación de lleno/vacío que confieren una enorme actualidad al debate que supone trabajar con el pasado y sus preexistencias. Una vez más se ha hecho realidad la posibilidad de establecer un diálogo y no una confrontación mimética entre el pasado y el presente.
El monumento debe considerarse como una unidad artística a pesar de las diversas fases y épocas de construcción y reconstrucción a las que ha estado sometido desde el año 1844 y hasta el año 1999.
Es importante saber que estamos ante un caso singular, porque se debe tener presente hasta qué punto toda la ampliación que ha sufrido el edificio ha pasado a tener la condición de indisociable respecto a todos aquellos fragmentos originales del siglo XIX que no sufrieron las consecuencias de los distintos incendios. Por lo tanto, se ha establecido el criterio y el concepto de unidad en todo el edificio y en toda la arquitectura que responde, sirve y acoge toda la funcionalidad del Gran Teatro del Liceo.
La nueva arquitectura, los nuevos espacios, responden a un funcionamiento que como primera finalidad tiene el óptimo desarrollo de todos los actos que se realizan en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. En 1972 el gran Lauri Volpi canto Nessun Dorma a los 79 años.

Nota histórica: EL RENACER DE UN ESPACIO LÍRICO
Barcelona 3 FEB 1994

El director general del Liceo, Josep Caminal, aseguró ayer a este diario que las administraciones están decididas a que el nuevo teatro sea de titularidad exclusivamente pública, lo que modificará sustancialmente el papel de los actuales propietarios del teatro.

 "Estos días se ha hecho evidente que el empuje de la sociedad civil es fundamental. Sería un error histórico gravísimo que los actuales propietarios pretendieran mantener la exclusiva de la representación de esta sociedad civil que, es mucho más amplia y más variada de lo que ellos representan", dijo La Sociedad de Propietarios se reunirá en los próximos días para analizar el alcance de la catástrofe y decidir el destino del importe de la póliza de seguros contra incendios, que asciende a 2.000 millones de pesetas.

Las negociaciones entre propietarios y administraciones, unos y otras integrados en el Consorcio del Liceo, han estado plagadas de tensiones en los últimos 10 años por diferentes causas. A finales de los noventa, sin embargo, dichas tensiones se ven agudizadas por un proyecto que se abre paso en el horizonte: la ampliación del teatro. La cuestión que se plantea es muy simple: cómo invertir dinero público en una obra cuando la titularidad del edificio mantiene su condición privada.
Hasta el momento de la catástrofe, los privados, de forma oficiosa, todavía no refrendada en asamblea, se declaraban dispuestos a ceder dicha titularidad, siempre y cuando las administraciones se comprometieran en firme a realizar la reforma y además estuvieran dispuestas a mantenerles de terminados privilegios —"derechos", desde su punto de vista—, como la preferencia a la hora de escoger los turnos de las funciones y el usufructo de palcos y butacas de su propiedad por un periodo que se negociaría.
La Sociedad de Propietarios está integrada por cerca de 400 personas. Son en parte descendientes de aquella gran burguesía industrial y financiera que en 1847 fundó el Gran Teatro del Liceo, aunque a lo largo de la historia los títulos han ido pasando de unas manos a otras a precio de mercado. Los propietarios son los titulares colectivos de todo el edificio, y luego, de manera individual, lo son de determinados palcos y butacas, que representan aproximadamente un 35% del aforo total. Las localidades privadas son básicamente palcos de platea y de primero, segundo y tercer piso, y butacas de platea y anfiteatro.
Entre los nombre más destacados de este colectivo figuran los del empresario Carlos Ferrer Salat, Eduardo Bueno —ex presidente del Partido Popular de Cataluña, Antoni Serra Santamans —del grupo Catalana de Occidente-, Manuel Bertrand —cuyo padre, industrial textil, financió los estudios de Montserrat Caballé, — Félix Millet, —hijo de uno de los fundadores del Banco Popular y ex consejero de Banca Catalana—, Félix GüelI —descendiente del vizconde de GüelI— y el marqués de Alella, Juan Peláez.

Red de relaciones Los

Los orígenes de la propiedad se remontan a la propia construcción del edificio. Joaquim de Gispert, uno de los socios más conspicuos del Liceo Filarmónico-Dramático barcelonés —embrión de la actual sociedad—, movió una tupida red de relaciones sociales para conseguir lo que parecía un sueño inalcanzable: que la burguesía de Barcelona contara con uno de los teatros más esplendorosos de toda Europa. En su empeño, quiso recabar el apoyo de la reina Isabel II, que, sin embargo, fue cicatero, ya que no fue mucho más allá de la mera cesión del real nombre para adornar a la sociedad. Este hecho motivó que, a la hora de construirlo, el Liceo no contara con palco real: la Reina ocuparía, por todo privilegio, el central del anfiteatro, pero el aspecto de éste no variaría del de los ricos burgueses situados a sus lados.
Con un ingeniosísimo sistema muy propio de la clase a la que pertenecía, Gispert consiguió financiar el teatro vendiendo como acciones localidades del mismo. Estableció un complejo baremo del valor de las futuras localidades y logró venderlas a cambio de la promesa de espectáculos fastuosos. Los palcos equivaldrían a un número convencional de acciones, dependiendo del lugar más o menos privilegiado que ocuparan. De este modo, los propietarios quedaban vinculados no sólo a la construcción del edificio, sino al desarrollo de las actividades teatrales.

Los antepalcos que ardieron el lunes eran un testimonio vivo de este sistema de división de la propiedad. Cada titular los decoró a su gusto y según sus propias necesidades. Así, un suntuoso palco de proscenio de segundo piso, que en tiempos perteneció a un grupo de amigos regidos por un reglamento que vetaba explícitamente el ingreso a sus legítimas esposas, disponía de baño propio: otro se hallaba decorado con extraordinarios frescos de temática wagneriana; otro aún, situado en el tercer piso, contenía preciosos grabados con un único motivo central: el desnudo femenino. Y es que el tercero era a la sazón el piso de los solteros, que acudían al teatro movidos por pasiones alejadas de la lírica.
No sólo los antepalcos respondían a este sentido de la privacy. Toda la arquitectura del Liceo refleja la tradicional discreción burguesa de puertas afuera, y los oropeles más suntuosos de puertas adentro. La fachada, que ha permanecido intacta, se íntegra con la máxima discreción en el tejido urbano, rodeada de comercios. Es el reverso de los teatros de corte que ocupan un espacio propio, distanciado de la ciudad, con las paredes expuestas a los cuatro vientos, signo exterior del unicum de la realeza. Por si ello no bastara, el propio espacio interior es compartido con otras instituciones, como el Círculo del Liceo, un club recreativo de inspiración inglesa al que pertenecieron muchos de los fundadores del teatro, pero que orgánicamente nada ha tenido que ver con él. O el Conservatorio de Música. De generación en generación y de cambio de propiedad en cambio de propiedad, la titularidad privada se ha mantenido hasta hoy.

Decadencia burguesa

Desde 1980, dichos herederos no pudieron ya organizar privadamente sus temporadas, confiadas hasta ese momento a empresarios de su propia elección, el último de los cuales fue Joan Antoni Pàmias, que rigió los destinos artísticos entre 1947 y 1980. En ese año se crea el consorcio, en el que participan las administraciones: primero la Generalitat, la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona, y desde 1984 el Ministerio de Cultura.
A partir de ese momento, las prerrogativas de los privados fueron quedando progresivamente limitadas hasta la actualidad. Por estatuto, los propietarios estaban obligados a adquirir por lo menos un turno de abono de funciones. Ello ha supuesto para el consorcio un ingreso fijo de cerca de 250 millones de pesetas por temporada, ya que muchos de los titulares se quedaban con más de un turno. Su único privilegio actual era precisamente éste: antes de que se abriera la taquilla al público, tenían derecho a escoger calendario. Sus propiedades quedaban a disposición del consorcio para el resto de las funciones. Entre sus otras obligaciones, figuran el mantenimiento de los palcos —en los cuales podían hasta hace poco efectuar reformas, bajo la supervisión del consorcio— y el pago del seguro del edificio: 40 millones de pesetas anuales.
Desde su creación, el consorcio ha ido adquiriendo localidades, limitando de este, modo el peso de los privados. Pero la cuestión de la titularidad sigue levantando suspicacias, entremezcladas con un difuso sentimiento nunca del todo precisado: el reconocimiento histórico hacia unas gentes que hicieron grande Barcelona. Esos propietarios, herederos o no de los antiguos fundadores, consiguieron desde mediados del siglo pasado y hasta 1980 mantener la única temporada estable de toda España. El tacto en las negociaciones entre ellos y las instituciones es uno más de los complejos aspectos de la sociedad catalana.
[Ayer, el juez paralizó el desesescombro del teatro para evitar que la retirada de las ruinas perjudiquen la investigación. Los vecinos afectados por las expropiaciones que conllevará la reconstrucción del Liceo exigieron una investigación a fondo del incendio para esclarecer si fue realmente fortuito. Por otra parte, el presidente de Castilla y León. Juan José Lucas, criticó el "agravio comparativo" que supone la reacción del Ministerio de Cultura ante el desastre del Liceo y el nulo apoyo que ha recibido su comunidad.]

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