El actor italiano clausura el Festival de Otoño a Primavera con 'Elvira', una lección interpretativa de Louis Jouvet |
A Toni Servillo no le gusta que le hagan fotografías. "No tiene paciencia con los fotógrafos ni las cámaras", comentan. Eso explica por qué una de las grandes estrellas europeas apenas acepta hacer reportajes en revistas, pese al carisma que derrocha. Su imagen en la sala Alcalá 31 con gafas oscuras y un purito (sin encender) entre los dedos bastaría para ilustrar la palabra cool. La cámara de Sorrentino le encumbró como Jep Gambardella, un personaje que se quedó en la retina de todo cinéfilo, pero él no es un hombre de imágenes, sino de palabras.
En definitiva, de teatro. "En cualquier escenario me siento en casa. Hice mi primera película importante a los 40 años y cerca de los 60, he hecho 20". En cambio, sólo el pasado mes de enero protagonizó tres obras diferentes en Nápoles: una en un teatro off en un barrio poco recomendable, otra en la parte alta y más burguesa de la ciudad y, además, actuó en el legendario Teatro San Carlo, uno de los templos italianos de la ópera. "Es como si aquí hubiera actuado en el Teatro Kamikaze, el Teatro Español y el Teatro Real", resumió.Servillo ha venido a Madrid para para clausurar el Festival de Otoño a Primavera con Elvira una pieza que precisamente supone una masterclass interpretativa. En el montaje, que dirige el propio actor, se recrean las lecciones que el maestro Louis Jouvet impartió a la actriz Paula Dehelly mientras montaban el Don Juan de Molière en el París ocupado por los nazis.
En definitiva, de teatro. "En cualquier escenario me siento en casa. Hice mi primera película importante a los 40 años y cerca de los 60, he hecho 20". En cambio, sólo el pasado mes de enero protagonizó tres obras diferentes en Nápoles: una en un teatro off en un barrio poco recomendable, otra en la parte alta y más burguesa de la ciudad y, además, actuó en el legendario Teatro San Carlo, uno de los templos italianos de la ópera. "Es como si aquí hubiera actuado en el Teatro Kamikaze, el Teatro Español y el Teatro Real", resumió.Servillo ha venido a Madrid para para clausurar el Festival de Otoño a Primavera con Elvira una pieza que precisamente supone una masterclass interpretativa. En el montaje, que dirige el propio actor, se recrean las lecciones que el maestro Louis Jouvet impartió a la actriz Paula Dehelly mientras montaban el Don Juan de Molière en el París ocupado por los nazis.
Teatro dentro del teatro, sí, pero Servillo quiso dejar claro que su función era mucho más que eso. "Con Elvira no queremos hacernos los pelmazos diciendo que el teatro es maravilloso, que nosotros lo hemos entendido y vosotros, no. Como decía Jouvet, a través de 'Elvira' lo que entendemos es que no entendemos nada de teatro. O dicho de otro modo, el teatro siempre será un misterio, al cual nos acercamos con mucha dificultad. Éste es un espectáculo lleno de vida y pasión, que está muy lejos de lo conceptual o el metateatro, que es algo que a mí no me interesa nada".
En su presentación a la prensa, el actor quiso incidir que ésta es una pieza "marcada por la dualidad, que habla de un hombre que existió y un personaje femenino ficticio, de un maestro y una alumna. Es un montaje sobre la verdad y la mentira, sobre el sentimiento y la técnica, sobre el abandono y el orgullo, sobre el virtuosismo y el dolor... Es un combate feroz, un cuerpo a cuerpo lleno de crueldad y dulzura, en definitiva, las preguntas que plantea van mucho más allá de los problemas para interpretar a Molière".
Las entradas para Elvira en el Teatro Kamikaze, al que Servillo elogió como un espacio "de resistencia y barricada" llevan meses agotadas. "Si la reina Letizia quisiera venir, tendría que darle mi propia entrada", comentaba el Consejero de Cultura, Jaime de los Santos. En el Piccolo Teatro de Milán 30.000 espectadores aplaudieron la obra durante tres meses. Y es que todo el mundo quiere ver a este coloso que, precisamente, recela de "esos teatros que utilizan la popularidad de los actores como reclamo de taquilla, eso no ayuda al teatro ni a los valores que quiere dar".
Servillo es muy crítico con el desprestigio en el que, a su juicio, ha caído la figura del cómico. "Algunos creen que un actor es alguien que toma un Martini tras otro mientras espera a rodar una película". A él le gusta recordar la definición de la interpretación que daba el maestro Jouvet: "El actor es alguien que llega a entregar un mensaje a pesar suyo". "Jouvet sostiene que el comediante es el transmisor del texto, alguien que se acerca al personaje con una modestia particular". Nada que ver con esos que usan los personajes para explicarse a ellos mismos o que se limitan a subirse a un escenario para exhibir su talento.
"Hay muchísimos actores famosos muy malos", recalcó airado. Entonces, ¿qué es para Servillo un auténtico actor?
Las entradas para Elvira en el Teatro Kamikaze, al que Servillo elogió como un espacio "de resistencia y barricada" llevan meses agotadas. "Si la reina Letizia quisiera venir, tendría que darle mi propia entrada", comentaba el Consejero de Cultura, Jaime de los Santos. En el Piccolo Teatro de Milán 30.000 espectadores aplaudieron la obra durante tres meses. Y es que todo el mundo quiere ver a este coloso que, precisamente, recela de "esos teatros que utilizan la popularidad de los actores como reclamo de taquilla, eso no ayuda al teatro ni a los valores que quiere dar".
Servillo es muy crítico con el desprestigio en el que, a su juicio, ha caído la figura del cómico. "Algunos creen que un actor es alguien que toma un Martini tras otro mientras espera a rodar una película". A él le gusta recordar la definición de la interpretación que daba el maestro Jouvet: "El actor es alguien que llega a entregar un mensaje a pesar suyo". "Jouvet sostiene que el comediante es el transmisor del texto, alguien que se acerca al personaje con una modestia particular". Nada que ver con esos que usan los personajes para explicarse a ellos mismos o que se limitan a subirse a un escenario para exhibir su talento.
"Hay muchísimos actores famosos muy malos", recalcó airado. Entonces, ¿qué es para Servillo un auténtico actor?
«La conciencia del verdadero actor es sentirse hombre cada día, cotidianamente. Un gran actor no impondrá jamás su opinión de un personaje, nunca osará haceros creer que lo que estáis pensando es lo que él quiere que penséis ni sobre él ni sobre el personaje. Desconfiad de los que hacen eso. El teatro invita a reflexionar con la propia cabeza. Los actores deben multiplicar la problemática de los personajes, exaltar la contradicción, hacerlos más humanos, darles más dimensiones».
Sin duda, Louis Jouvet es un maestro para Servillo, quien ve su equivalente italiano en el añorado Vittorio Gassman, otra figura que supo combinar teatro y cine de forma singular.
Otros maestros que le inspiran son el Nobel Eduardo Di Filippo o el veterano Carlo Cecchi, aunque Servillo asegura que él aprendió a actuar asomándose a las calles de Nápoles. "Nápoles es una oportunidad para ensalzar la gran comedia humana, es una especie de Comedie Française al aire libre. El napolitano posee de forma natural un sentido de la ironía sobre la existencia, que es una forma en la que la pasión toma distancia de las cosas y ése es el mecanismo de la actuación".
Otros maestros que le inspiran son el Nobel Eduardo Di Filippo o el veterano Carlo Cecchi, aunque Servillo asegura que él aprendió a actuar asomándose a las calles de Nápoles. "Nápoles es una oportunidad para ensalzar la gran comedia humana, es una especie de Comedie Française al aire libre. El napolitano posee de forma natural un sentido de la ironía sobre la existencia, que es una forma en la que la pasión toma distancia de las cosas y ése es el mecanismo de la actuación".
"Elvira"
Ésta no es la primera vez que Servillo actúa en el Festival de Otoño a Primavera. Hace tres años, en pleno boom por La gran Belleza, ya llenó los teatros del Canal con Le voci di dentro. Una comedia de Filippo con la que ya dejó claro su amor por la escena. En esta ocasión, con un texto tan teatral, el actor quiso volver a ahondar en el misterio supone subirse a las tablas frente a los espectadores.
"El teatro es una aventura que consiste en buscar en uno mismo aquello que nos resulta extraño y, por tanto, es familiar a cada uno de nosotros. El teatro es perderse y volverse a encontrar, es el arte de la contradicción». Hace apenas unos meses que Servillo terminó de rodar Loro, su nueva colaboración con Paolo Sorrentino, en la que encarna a Silvio Berlusconi. Pese a las expectativas por el filme, Servillo tiró de un recurso muy de político para no hablar de este trabajo:
"Hoy no estamos aquí por eso". Y se limitó a comentar lo feliz que le hacía volver a trabajar con Sorrentino, un hombre que "me ha cambiado la vida".
¿Sería posible verles colaborando en un escenario?
"No lo creo, a él no le interesa mucho el teatro, pero ¿quién sabe? Ha grabado dos de mis obras de Filippo". Hay un maestro con el que este hombre, que se relaja fuera del trabajo escuchando música clásica y paseando, ya no podrá volver a trabajar: Theo Angelopoulos.
Ambos comenzaron a colaborar en una película en los días más duros de la crisis económica griega. A la semana de rodaje, una moto atropelló al cineasta griego acabando con su vida. Servillo recuerda cómo el cineasta de La eternidad y un día le contaba que los teatros de Atenas estaban llenos mientras la gente apenas tenía dinero para pagar las facturas. La explicación que le daba era la siguiente:
"El teatro es una ocasión para estar unos cerca de otros y sentirse menos solos. En los momentos de crisis el teatro conforta y responde a nuestra soledad".Ese carácter asambleario del teatro es algo que los políticos parecen haber olvidado. Como explica el actor, "en la última campaña a las elecciones italianas no hubo mítines. Ni siquiera hubo un debate electoral entre los políticos, como si las ideas ya no hubiera que debatirlas. En cambio, sea cual sea el género que se use, el teatro siempre es una ocasión para confrontar las ideas".
Y ese debate puede ser la fórmula para escapar de ese narcisismo que Servillo achaca a los políticos. "Todos hablan de yo, yo, yo, y no de nosotros, nosotros, nosotros". Eso sí, de Berlusconi, ni una palabra. Esa comedia queda para la gran pantalla y él en su visita a Madrid quería reivindicarse como lo que es, uno de los grandes hombres del teatro europeo
"El teatro es una aventura que consiste en buscar en uno mismo aquello que nos resulta extraño y, por tanto, es familiar a cada uno de nosotros. El teatro es perderse y volverse a encontrar, es el arte de la contradicción». Hace apenas unos meses que Servillo terminó de rodar Loro, su nueva colaboración con Paolo Sorrentino, en la que encarna a Silvio Berlusconi. Pese a las expectativas por el filme, Servillo tiró de un recurso muy de político para no hablar de este trabajo:
"Hoy no estamos aquí por eso". Y se limitó a comentar lo feliz que le hacía volver a trabajar con Sorrentino, un hombre que "me ha cambiado la vida".
¿Sería posible verles colaborando en un escenario?
"No lo creo, a él no le interesa mucho el teatro, pero ¿quién sabe? Ha grabado dos de mis obras de Filippo". Hay un maestro con el que este hombre, que se relaja fuera del trabajo escuchando música clásica y paseando, ya no podrá volver a trabajar: Theo Angelopoulos.
Ambos comenzaron a colaborar en una película en los días más duros de la crisis económica griega. A la semana de rodaje, una moto atropelló al cineasta griego acabando con su vida. Servillo recuerda cómo el cineasta de La eternidad y un día le contaba que los teatros de Atenas estaban llenos mientras la gente apenas tenía dinero para pagar las facturas. La explicación que le daba era la siguiente:
"El teatro es una ocasión para estar unos cerca de otros y sentirse menos solos. En los momentos de crisis el teatro conforta y responde a nuestra soledad".Ese carácter asambleario del teatro es algo que los políticos parecen haber olvidado. Como explica el actor, "en la última campaña a las elecciones italianas no hubo mítines. Ni siquiera hubo un debate electoral entre los políticos, como si las ideas ya no hubiera que debatirlas. En cambio, sea cual sea el género que se use, el teatro siempre es una ocasión para confrontar las ideas".
Y ese debate puede ser la fórmula para escapar de ese narcisismo que Servillo achaca a los políticos. "Todos hablan de yo, yo, yo, y no de nosotros, nosotros, nosotros". Eso sí, de Berlusconi, ni una palabra. Esa comedia queda para la gran pantalla y él en su visita a Madrid quería reivindicarse como lo que es, uno de los grandes hombres del teatro europeo
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