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El teatro.

jueves, 16 de febrero de 2017

Sam Spade (Personaje ficticio) a

Humphrey Bogart personificando a Sam Spade en la
 adaptación cinematográfica de El halcón maltés.


Sam Spade es un detective ficticio creado por el escritor estadounidense Dashiell Hammett. Detective inflexible, irónico y duro, fue llevado a la pantalla en las distintas adaptaciones de la novela El halcón maltés, de las cuales la más famosa es la homónima realizada en 1941 por John Huston, con Humphrey Bogart en el papel de Spade.

Novelas

Se han escrito las siguientes novelas sobre Sam Spade:

"Demasiados han vivido"
"Solo pueden colgarte una vez"
"Un tal Samuel Spade"
"El halcón maltés"

Películas

El halcón maltés (película de 1941), dirigida por John Huston y protagonizada por Humphrey Bogart como Sam Spade.

Autor

Samuel Dashiell Hammett (27 de mayo de 1894 – 10 de enero de 1961) fue un escritor estadounidense de novela negra, cuentos cortos y guiones cinematográficos, además de activista político. Entre los personajes más recordados que creó se encuentran Sam Spade (El halcón maltés), la pareja de detectives Nick y Nora Charles (El hombre delgado) y el agente de la Continental (Cosecha roja). También escribió bajo los seudónimos de Peter Collinson, Daghull Hammett, Samuel Dashiell y Mary Jane Hammett.

Hammett nació en una granja del Condado St. Mary en el sur del estado de Maryland. Sus padres eran Richard Thomas Hammett y Annie Bond Dashiell (el apellido Dashiell procede de una americanización del francés De Chiel). Creció en Filadelfia y Baltimore y dejó la escuela a la edad de 13 años para ejercer varias profesiones antes de convertirse, entre 1915 y 1922, en agente operativo de la Agencia Pinkerton en Baltimore.
En 1918 se alistó para la Primera Guerra Mundial en el American Field Service, un cuerpo de voluntarios que prestaba servicios en Francia y proporcionaba ambulancias y transportes a los aliados. Allí padeció y superó la gripe española, pero la tuberculosis que contrajo un año después provocó, tras su internamiento en un hospital en Tacoma (EE. UU.), que fuera licenciado. Fue en este hospital donde conoció y empezó a tratar a una enfermera, Josephine Dolan, con la que finalmente se casó. Hammett sufrió desde entonces una crónica mala salud a causa de los esporádicos rebrotes de tuberculosis que complicaba su alcoholismo.
En efecto, el trauma de la guerra provocó sus primeros excesos con la botella. Para mantener a su familia, compuesta de una esposa de veinticinco años y de un bebé, al que pronto se añadió otro más, probó como creativo publicitario y finalmente con la literatura, para la que aprovechó su experiencia en la agencia de detectives Pinkerton. Esto le suministró inspiración para sus primeros relatos, que se publicaron principalmente en la revista Black Mask ("Máscara Negra") con Joseph Shaw como su editor.
Aunque se resienten al principio del exceso de violencia del modelo hard boiled de la literatura pulp, la calidad y realismo de sus cuentos destacaron desde el principio y poco a poco fue refinando su estilo hasta dejar los 65 que han llegado hasta nosotros. El primero publicado en Black Mask fue "The Road Home" ("El Camino a Casa") bajo el pseudónimo de Peter Collinson (diciembre de 1922). El personaje del Agente de la Continental apareció por primera vez en el número de octubre de 1923 en el cuento titulado Arson Plus. El Agente de la Continental llegaría a aparecer en 28 cuentos y dos novelas.
El detective Sam Spade apareció algo después, pero en todas estas narraciones surgen situaciones y personajes que luego pasarían a ser tópicos del género repetidos por todos los escritores que lo frecuentaron. Por ejemplo: la femme fatale o mujer fatal es la Elvira de "La chica de los ojos de plata"; la pelirroja de "La Casa de la calle Turk"; la ladrona rusa de "El saqueo de Couffignal" o la rubia de "El ángel ladrón"; el personaje quedaría por fin conformado en la Brigid O'Shaughnessy de una novela larga, El halcón maltés (1930).2​ En 1934, también escribió el guion de una historieta (Agente Secreto X–9) para King Features, ilustrada por Alex Raymond.

Hammett consiguió el prestigio literario gracias a sus novelas publicadas entre 1929 y 1931, en plena crisis económica; las dos primeras, Cosecha roja (Red Harvest, 1929) y La maldición de los Dain (The Dain curse, 1929) le llevaron rápidamente a la fama, aunque su novela más famosa (aunque no unánimemente considerada la mejor) fue El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1930).
Muchos de sus libros fueron adaptados al cine; destaca El halcón maltés (película en 1941, dirigida por John Huston), cuyo diálogo fue a veces transcrito del libro palabra por palabra. También fue contratado como guionista en Hollywood.
Debido a su tuberculosis los servicios de Salud informaron a Hammett de que era conveniente que su mujer y los niños no vivieran con él a tiempo completo. Así pues, Dolan alquiló una casa en San Francisco donde Hammett visitaba a su familia los fines de semana; este régimen de vida y el alcoholismo del escritor abocaron a que su matrimonio se viniera pronto abajo, aunque él siguió apoyando económicamente a su esposa e hijas con los ingresos que hizo de su escritura. 
De 1929 a 1930 Hammett mantuvo una relación amorosa con la escritora Nell Martin, a la que dedicó su novela La llave de cristal, y en 1931 Hammett se embarcó en otra que duraría treinta y tres años con diversas separaciones y reencuentros con la dramaturga Lillian Hellman. Escribió su última novela en 1934 y desde ese año ya no volvió a publicar, sino que se consagró casi todo el resto de su vida al activismo en la izquierda política. Fue un activo anti-fascista en la década de 1930 y, en 1937, se afilió al Partido Comunista de los Estados Unidos de América.

Declarada la segunda guerra mundial y a pesar de que era un veterano físicamente disminuido y víctima de la tuberculosis, luchó por ser admitido en las fuerzas armadas hasta lograr su ingreso en 1942; pasó la mayor parte de la guerra como sargento en las Islas Aleutianas editando un periódico del ejército.

Tras la guerra Hammett se asoció con el New York Civil Rights Congress (Congreso de Derechos Civiles de Nueva York), una organización izquierdista que algunos llamaban comunista. Cuando cuatro comunistas relacionados con la organización fueron detenidos y encarcelados, Hammett recaudó dinero para lograr pagar su fianza. Cuando estos huyeron, fue interrogado sobre su paradero y en 1951 pasó seis meses en la cárcel por haber rehusado proporcionar información al tribunal del Comité de Actividades Antiamericanas del famoso senador republicano Joseph McCarthy, luego desacreditado y acusado de corrupción.
Durante la década de 1950 el Congreso Estadounidense lo investigó y, aunque declaró sobre sus propias actividades, fue incluido en listas negras y rehusó proporcionar información sobre las identidades de otros miembros del partido comunista.
Hammett falleció en el Hospital Lennox Hill en Nueva York por un cáncer de pulmón que le había sido diagnosticado dos meses antes. Como veterano de las dos guerras mundiales, fue enterrado con honores en el Cementerio Nacional de Arlington, en Washington.
La Asociación Internacional de Escritores Policíacos otorga anualmente el Premio Internacional de Novela Dashiell Hammett durante la Semana Negra de Gijón a la mejor novela policíaca escrita en español.

Obra


Las obras de Hammett fundaron un nuevo subgénero literario, la novela negra, sublimando el popular hard boiled. Su ejemplo trascendió e importantes escritores reconocieron su influjo, como Ernest Hemingway, Raymond Chandler o el francófono Georges Simenon. Aparte de crear la mayoría de las iconografías, personajes y esquemas argumentales del género, utiliza un estilo lacónico e impresionista que selecciona pocos pero significativos detalles para que el lector vaya construyendo su propia imagen de personajes y ambientes. 
Otra señal distintiva es su realismo: conoce profundamente la materia de la que escribe, y la corrupción que late en el interior de la sociedad norteamericana en un ambiente noqueado por el crack del 29 y la Gran Depresión en que publicó sus principales obras, lo que inspira el profundo pesimismo que invade en general a sus figuras, y, aunque hoy puedan parecer tópicas algunas de las situaciones que expone, en su tiempo eran novedad y es la repetición machacona de sus discípulos la que ha hecho posible tal confusión. Por otra parte, al contrario que otros novelistas policíacos, especialmente los de escuela inglesa, no le interesan las argucias del crimen, sino lo ético, lo humano y lo social que se ven comprometidos por este fenómeno.

Nota

Agresivo e impredecible. Cínico, solitario, egoísta y machista. Un perdedor, también. El detective Sam Spade es estas y otras muchas cosas, buenas y malas, y por eso me gusta, por eso vuelvo a él, a sus frases y circunloquios, a sus cigarros, a sus bofetadas. Buenistas y amantes de la corrección política, aléjense de este personaje creado por Dashiell Hammett, reducido a una novela magistral, El halcón maltés, y tres relatos cortos (todos los casos reunidos se encuentran en la edición de RBA, traducción de Luis Murillo), grandioso cuando las cosas se ponen mal y saca lo mejor de sí para, como no podía ser de otra manera, volver a perder.
Con este homenaje a Sam Spade seguimos con la serie Los detectives de nuestra vida, que este mes de agosto nos ha permitido recordar al agente de la Continental, ir a las raíces del Tartan noir con Laidlaw, recordar a ese clasicazo español llamado Méndez y descubrir una extraña distopía nazi. Y para el que quiera más, todos los post del verano anterior.
Hay un momento genial en el Halcón Maltés. Spade come con Brigid O’Shaughnessy, mujer fatal perfecta, adaptación a la novela de aquella inolvidable Elvira, alias Jean Delano, de La chica de los ojos plateados que tantos problemas crea a el agente de la Continental. Ella miente y le oculta detalles esenciales del lío en el que están metidos; él lo sabe pero no importa. Ella le ha acusado varias veces de “agresivo e impredecible”; él, riéndose, replica: “Suelo enterarme de las cosas a base de sabotear la situación de la manera más agresiva e impredecible. Por mí no hay inconveniente, si tú estás segura de que por ese sistema no vas a salir perjudicada”. Ese es Sam Spade. Cínico, amenazante, verbalmente brutal.
Nuestro amado detective tiene 38 años, es fuerte y de dedos gruesos, mide más de 1,80, fuma tabaco de liar y bebe lo que haya: bacardi, botella de Manhattan ya preparado… Es un personaje de excesos y contradicciones: adora a las mujeres pero siempre va a parar con la que no le conviene; le gusta el dinero aunque suele andar escaso; odia no devolver un puñetazo; acaba de perder a su socio Archer y no lo siente, no lo podía ni ver, pero investiga su muerte como si fuese la de su ser más querido por honestidad, profesionalidad y porque nadie es quien para matar a su socio sin recibir castigo.
Pero es en su relación con las mujeres y en sus grandes discursos donde Spade despliega toda su fuerza. O’Shaughnessy es fría y perversa, egoísta, ambiciosa. Se presenta desvalida, con gestos de colegiala. Spade sabe que no es real, que detrás no hay más que problemas, pero pica el anzuelo. Trata de apartarla, pero vuelve a picar. Hay un monólogo en el que Spade le explica por qué no se puede fiar de ella que es grandioso. En la película dirigida por John Huston en 1941 se respeta casi en su totalidad, como en tantas otras ocasiones, el texto original, con lo que es mejor verlo recitado por Humphrey Bogart que escrito.

Su secretaria Effie Perine es la otra mujer de su vida. Cualquier mente bien pensante dirá que su relación está marcada por el machismo. Yo veo, sin embargo, una amistad en la que siempre se sugiere algo más, una relación llena de confianza y complicidad, de guiños y grandes diálogos de pocas palabras, algo muy parecido al amor, al bueno. ¿Anticuado? Para mí su relación es muy parecida a la que Ray Donovan tiene con su ayudante lesbiana en la serie de televisión que tan encarecidamente recomiendo y de la que hemos hablado en Quinta Temporada. Puro siglo XXI. Es lo que tienen los clásicos.
A veces Spade padece de incontinencia verbal. En esos momentos grandiosos firmaría debajo de todo lo que dice. Hay alguna diatriba que me recuerda tanto a la furia dialéctica llena de deseos de venganza del agente de la Continental que no puedo evitar reproducir:

“- ¡No hay peros que valgan! - dijo Spade-. Es la única manera. - Ahora tenía la frente enrojecida y sus ojos eran como dos piedras candentes. El hematoma de la sien había adquirido un tono cobrizo-. Sé de lo que hablo. He pasado por ello otras veces y quiero pensar que no será la última. En un momento u otro he tenido que mandar al cuerno a todo tipo de gente, del Tribunal Supremo para abajo, y no me ha pasado nada. Y si no me ha pasado nada es porque nunca he perdido de vista que tarde o temprano llega el día del ajuste de cuentas; y cuando llegue ese día quiero estar en condiciones de entrar en la jefatura precedido por una víctima propiciatoria y decir: “¡Eh chicos, aquí tenéis al criminal!”. Mientras pueda hacer eso, nada me impedirá reírme en la cara de todos los jueces y todas las leyes habidas y por haber. La primera vez que me falle, soy hombre muerto”. Esa primera vez no ha llegado todavía y no va a ser esta. Ya se lo digo yo”.


Brutal oda a la incorreción política de un personaje único, que se encara con policías o fiscales como si fueran matones, que pacta con unos, con otros y con ninguno al mismo tiempo. Una creación puramente Hammett, a la que Huston y Bogart terminaron de dar imagen y a la que tantos, tantos, deben tantísimo, lo reconozcan o no.

Al igual que el agente de la Continental, necesita de sus excesos y su verborrea para ser grande, se crece en la violencia y se diluye en los relatos en los que se reduce al trabajo detectivesco más clásico. Puede que no guste a muchos, que hay quienes crean que ha envejecido mal, que es un machista insoportable, ja, que su moral es de otro mundo, que su radicalidad y su sinceridad no van a ninguna parte. En efecto, por eso le queremos. Larga vida al hard boiled.

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