El conocimiento histórico de la literatura chilena del siglo XIX necesita ampliarse a través del estudio de los géneros de la literatura carnavalesca. Esta literatura fue amplísima, básicamente oral, campesina, y se puede rastrear en muchos poetas populares de la época. El estudio de la literatura de cordel puede dar amplias perspectivas de estudio. En este artículo nos detenemos en particular en los rasgos de la obra de Juan Rafael Allende. Allí se expresa el rico mundo del realismo grotesco basado en la `transferencia al plano material y corporal de lo elevado, espiritual, ideal o abstracto' (Mijail Bajtin). Esto es especialmente importante en un siglo visualizado desde ese mundo elevado e ideal, purista y elitista tal como lo concibió y enseñó desde la década de 1830 Andrés Bello, un intelectual decididamente conservador y anticarnavalesco.
JUAN RAFAEL ALLENDE: LOS QUIEBRES DE LA DECENCIA
_¡Quítate, roto atrevido!
Pero él, respondió advertido:
_¡Miéchica! tanto alboroto
Después que miras al roto
Por verle lo descosido.
Poesías Populares, 1882, VII, 26.
¡Ay! aquella jamoncita
Tiene un cuerpo tan bonito…
¡Y qué seno! ¡ayayaicito!…
¡Y qué cadera y qué nalga!…
_Mire: ¡qué chicas
Con tan lindas prominencias!
_¡Jesús! ¡Jesús!, ¡qué indecencias!
_Sí, ¡que indecencias tan… ricas!
El Padre Padilla, 11.2.1888.
El periodista, dramaturgo y poeta popular santiaguino Juan Rafael Allende Astorga nació en La Chimba de Santiago el 24 de octubre de 1848 y falleció en la misma ciudad el 20 de julio de 1909, realizó una verdadera revolución cultural en su tiempo con su prensa humorística y sus poesías firmadas bajo el nombre de El Pequén. En este artículo vamos a presentar la obra de Allende específicamente de la década de 1880 a través de sus diez tomos de Poesías Populares como El Pequén (1881-1886) y su labor en El Padre Padilla, periódico de caricaturas que publicó entre el 30 de agosto de 1884 y el 4 de julio de 1889. Completamos también con su periódico de caricaturas titulado Don Cristóbal, publicado entre el 1 de abril y el 11 de octubre de 1890.
Pedro Pablo Figueroa dijo de nuestro autor en 1885:
"Allende es el más espiritual de los escritores satíricos chilenos. Su vida es una odisea. Larra no tuvo más larga ni más interesante historia… Sus libros de poesías populares lo han colocado a la altura de los más afamados poetas peninsulares. La luz que destella su pluma, alumbra i quema. […]. [Publicó] la serie de poesías festivas que con el seudónimo de el `Pequén', han circulado a millares por la República. Juan Rafael Allende es un escritor jocoso sin rival en el país… Como poeta satírico, lo creemos superior a Juan Martínez Villergas… El periodismo, la poesía popular, los estudios de costumbres i la sátira picante no han sido los únicos jéneros literarios que ha cultivado con injenio Juan Rafael Allende, también ha escrito varias obras dramáticas mui dignas de aplauso… En ["El Jeneral Daza"] desempeñaba él mismo, el rol del roto chileno con una perfección admirable, con arte i gusto…".
La población de los centros urbanos de Santiago y provincias -cada vez más numerosa a fines del siglo XIX- lo consideró su autor predilecto. La literatura popular y picante de Allende era un elemento de su cultura cotidiana. Sus periódicos empapelaban las habitaciones del pueblo, los restaurantes y tiendas, o las fondas para las Fiestas Patrias.
Juan Rafael Allende fue criticado en su tiempo por su producción satírica valiente y desenfadada. Fue excomulgado por el alto clero de Santiago en dos oportunidades. La primera vez por edicto arzobispal del 29 de septiembre de 1886. Allende no hizo caso del edicto y contestó con un contraedicto en los días 19, 21 y 23 de octubre del mismo año 1886.
"[Es] nuestra intención interponer toda nuestra autoridad de defensores de los derechos del pueblo i de apóstoles de la verdad para aconsejar a nuestros hermanos que lean, compren, vendan, retengan, distribuyen i cooperen a la difusión del periódico titulado El Padre Padilla, uno de los que más eficazmente combate a las castas privilegiadas, a las aristocracias i a las oligarquías que oprimen al pueblo".
Al año siguiente, en 1887, fundó el Partido Democrático, primera y valiente agrupación política de obreros y trabajadores en Chile. El 3 de agosto de 1895 el clero volvió a excomulgarlo, junto al periódico radical La Ley, como autor de "diarios blasfemos e inmorales". Entonces volvió a reírse de la autoridad que lo condenaba. Allende, aborrecido por la burguesía conservadora triunfante de 1891, fue condenado a muerte. Carlos Walker Martínez gestionó personalmente la idea -finalmente desechada- de ahorcar al `pasquinero' Allende en la Alameda.
Años después, el político conservador expresaría:
"Nunca podremos arrepentirnos lo bastante de no haber fusilado a Juan Rafael Allende". Allende, por su parte, llamó a Walker Martínez, "Bocas de Mastines".
Cuando el clero lo excomulgó por segunda vez, Allende tuvo el respaldo del poeta popular nortino Daniel Meneses.
En sus últimos años recibió el apoyo de Luis Emilio Recabarren, quien organizó una colecta en su favor. En 1904 existía un Centro Filarmónico Juan Rafael Allende, y en 1910 funcionaba un Centro Dramático Juan Rafael Allende.
Sus contemporáneos lo reconocieron como un personaje inexcusable, del cual era imposible no hablar, aunque se discrepara de sus ideas libertarias o indecentes. Luis Orrego Luco lo llamó "periodista de grande ingenio y dudosa moralidad", de "ingenio agudo y espíritu mordaz y terrible".
Jorge Huneeus Gana, académico de la Lengua, fundador del Ateneo de Santiago y presidente del Consejo Superior de Letras y Bellas Artes -creado por el presidente de la República Pedro Montt en 1909- dijo en 1910:
"[Los] periódicos de Juan Rafael Allende […] han roto los diques de la cultura y de la moral, pero […] hay que darles un lugar, aunque sea para censurarlos, en la historia del talento". Sus cuadros de costumbres en tono ligero, agregó Huneeus, son "en estilo salado y en colores subidos hasta más allá de lo que debiera permitirse". Allende demostró, un "talento enorme" que "hay que recordar para censurar sin duda su aplicación y sus excesos, pero para reconocerlo también como uno de los ingenios satíricos más fecundos y más talentosos producidos en Hispano-América".
En el prólogo a su antología sobre la dramaturgia nacional de 1912, Nicolás Peña dijo de Juan Rafael Allende:
"Si este hombre, en su azarosa vida, no hubiera herido a tantas gentes, ni traspasado los lindes de la decencia en sus periódicos o en algunas de sus obras en versos, ya habría sido consagrado como el primero de los poetas populares del país. El ingenio lo derramaba a raudales aun en sus mayores groserías, como un Rabelais o un Aretino -qué grandes nombres dirán los lectores- en versos extremadamente fáciles, en donde palpitaba lo más castizo del alma del hombre del pueblo… Sin decaer su ingenio festivo, se hizo años más tarde muy agresivo y su amor al pueblo convirtió se en odio a las clases acomodadas y después a los partidarios del Congreso en la revolución de 1891. A raíz del triunfo de los congresales, Allende fue casi linchado en la calle pública, arrastrado a la cárcel y condenado a muerte;… Sin embargo, ni en medio de sus más ardorosas campañas de diatribas, contra la alta sociedad, dejó de escribir para el teatro, pues siempre pensó en el teatro genuinamente nacional, con argumentos y tipos criollos, ensalzando el patriotismo y buenas cualidades del hombre del pueblo"
El rector de la Universidad de Chile Domingo Amunátegui Solar lo presentó con estos términos en 1925:
"Poseía una vena satírica inagotable, que realmente prodigó en diez periódicos de este género. Por desgracia, a menudo salpicaba sus escritos con chistes indecentes… De escasa ilustración, tenía una gran inteligencia, y desparramaba en sus escritos un tesoro inagotable de chistes. De culta que era, su pluma degeneraba a menudo en grosera y chabacana; pero, después de caer muy abajo, volvía a levantarse en alas de la fantasía. Allende habría sido un distinguido literato, si, educado con esmero, la vida le hubiera hecho merced de los privilegios que acompañan a la fortuna. Hasta la edad de treinta años, más o menos, permaneció en las filas del Partido Conservador; pero más tarde hizo gala de irreligiosidad y de clerofobia… Debe confesarse que el autor describía con mayor exactitud las costumbres del pueblo que las de la alta sociedad… Los versos de Allende [junto a los de Carlos Pezoa Véliz] son un feliz presagio de lo que promete con el tiempo nuestra poesía popular"
En su Antología de poetas chilenos del siglo XIX de 1937 Raúl Silva Castro reprodujo tan solo dos poemas más bien decentes de Allende y observó con aire de reprobación:
"Como era partidario ardiente de Balmaceda, se entregó a todos los excesos a que puede conducir la pasión política y llegó a escribir una hoja infamante para las familias de los opositores"
Entre las décadas de los cuarenta a los setenta del siglo XX la figura de nuestro autor pasó a ser curiosamente olvidada por la crítica y la historia literarias. Solo lo destacaron excepcionalmente Ricardo Donoso y Juan Uribe Echevarría. El historiador Ricardo Donoso estudió detenidamente a Allende en tres capítulos de su ensayo La sátira política en Chile de 1950. Allí habló con extensión de su "genio festivo, cáustico e intencionado", de su "pluma corrosiva", de su habilidad para "burlarse…, con pluma incisiva, de cuántos figuraban en el primer plano de la vida política y literaria de la nación", de su "pluma ingeniosa e incendiaria", de su "sangrienta ironía".
Al fin de cuentas, argumentó Donoso, "nadie podrá disputarle el lugar que ocupa entre los más mordaces, agudos e incisivos escritores satíricos de Chile". Juan Uribe Echevarría en la década de los sesenta y los setenta reconoció y destacó la figura de Allende. Como un autor nacional indispensable lo colocó en su Antología para el Sesquicentenario 1810-1960, de 1960, con sus composiciones "Brindis de El Pequén por los marinos chilenos" y "Canto a María Santísima para la Novena de Pascua de 1893".
En 1973, Uribe reeditó "La República de Jauja" y "Un drama sin desenlace", obras dramáticas de Allende. De esta última comentó que "como una carga de dinamita olvidada, permanecía prácticamente desconocida por los críticos especializados y los lectores contemporáneos".
En "La República de Jauja", escribió Juan Uribe, "afloran constantes históricas que todavía persisten en el desarrollo de las democracias de Hispanoamérica. Obra de actualidad que supera las fronteras nacionales y parece escrita en nuestros días. El autor denuncia todos los vicios, abusos y errores políticos y sociales que siguen sufriendo muchas de las subdesarrolladas repúblicas sudamericanas".
Esta obra -prohibida en 1889 porque uno de sus personajes, La Verdad, aparecía casi desnuda- fue presentada en Santiago por el Teatro La Feria en 1980, reconociendo la prensa en ella "la obra de un chileno inteligente, que supo ver más allá de su tiempo"
En 1981 Gonzalo Vial Correa consideró a Allende, por supuesto, de una "rebeldía social muy extrema". En sus estudios de 1991 y 1992 sobre el movimiento popular y el Partido Democrático en la época de Balmaceda, Sergio Grez prácticamente desconoció el papel político y cultural de Juan Rafael Allende.
Maximino Fernández Fraile en su Historia de la literatura chilena de 1994, ignorando aun la trascendencia histórica del personaje, reprodujo la displicente opinión de Mariano Latorre sobre el autor. Allende sería portavoz de "una filosofía simplista y populachera, a la manera de los discípulos de Bilbao…".
¿Qué decía Juan Rafael Allende de sí mismo?
Él se sabía un autor lleno de humor y picardía. Presentando sus popularísimos versos de `El Pequén' decía rebosante de entusiasmo que sus obras reemplazarían libros y periódicos:
"Hasta que al fin llegue un día / En que libros ni periódicos / Nadie lea, sino versos / Apequenados tan solo"
El valor de `El Pequén' reemplazaba, a su juicio, el de las monedas y sucios billetes de banco:
"Entra un chiquillo a un despacho / En busca de moscatel, / Velas, azúcar y yerba, / I gritar le escuchareis: / -Medio Pequen de aguardiente, / I otro de velas de a tres, / Pequen i medio de azúcar / I de yerba otro Pequen; /…". `
El Pequén' se jactó de imprimir 24.000 ejemplares del primer tomo de sus Poesías Populares, una cifra arrasadora en relación a la menguada literatura de élite.
Es que `El Pequen' inflamaba de risa y calor al pueblo:
"-De chistes siempre está lleno / Todo el Pequen… i es tan bueno… / -Pero, dime, Rosarito, / ¿Cómo lo sabes? -Porque, / Si me lo lee José, / Apenas lo empiezo a oir, / Me pongo como un fueguito / Con lo que me hace reir".
Sus versos eran sabrosos como el pan y… se vendían como pan caliente: "Hasta ahora, publicados / Van ocho libritos ya, / I diez mil de cada uno / Se han vendido como pan"29.
Anunciándose a sí mismo dijo en 1886:
"Acaba de salir a luz el 10º tomo del celebérrimo Pequén, poeta popular como hai pocos en Chile por lo chistoso i ocurrente". Por su parte, `El Padre Padilla', junto a su buen humor, se enorgulleció de poner en guardia al país frente a los explotadores del pueblo, como el empresario inglés del salitre Mr. North, el "Coronel Esterlino"
En fin, Allende claramente se definió como un cantor de los pobres:
"… i no querría, / Aunque soi tan roto i pobre, / Que dijeran que dedico / Mis humildes producciones / A los que sangran al pueblo / I en su cuello un dogal ponen / Quiero ser independiente; / No quiero que me abochornen / Llamándome adulador / De los por el oro nobles! / No soi cantor de los ricos! / Soi el cantor de los pobres!".
A Allende, por su parte, no se le escapó que sus enemigos consideraran su ingenioso `Padre Padilla' "un periodicucho inmundo, que no podía entrar a los salones, por su estilo procaz y violento".
Juan Rafael Allende introdujo en la poesía popular decimonónica un espíritu ciertamente más satírico, insurgente y contestatario que el de Bernardino Guajardo, por ejemplo. Según la opinión de Juan Uribe Echevarría:
"Como poeta popular, Allende fue la antítesis de Guajardo. Este último es un trozo de chilenidad decimonónica. A excepción de sus versos dedicados a la guerra, su canto es dulce y resignado. Guajardo representa al pueblo humilde y respetuoso del orden tradicional impuesto por los señores. Por el contrario, Allende expresa otra fibra del temperamento nacional. Su acerada rebeldía cívica solo admite comparación en nuestro siglo con la poesía de vates como Pablo de Rokha"
. Guajardo comentó en una oportunidad de Allende:
"… / No es de admirarse, señores, / que el Pequén injurie a un viejo, / cuando les saca el pellejo / a los mismos senadores. / Desde el primer magistrado, / este Pequén vivaracho, / a todos les raspa el cacho / sin dejar ningún empleado"
A pesar de sus grandes diferencias, sin embargo, ambos expresaron, cada uno a su manera, el vigor de la poesía popular de Chile en el siglo XIX. Juan Rafael Allende sugirió que se nombrara a Bernardino Guajardo miembro del jurado del certamen literario Federico Varela en 1886. En vez de representantes de la literatura de salón como Augusto Orrego Luco, Vicente Grez y Carlos Robinet, propuso festivamente el gran autor satírico:
"¡Por qué no se nombra mejor al popular ño Bernardino Guajardo, al poeta Lillo del Mercado Central, i al vate Contreras, de las provincias del Sur?"