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El teatro.
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viernes, 5 de marzo de 2021

"EL ESPACIO VACIO" de Peter Brook.-a

«Un incomprensible equívoco persigue a este libro desde su aparición. Pese a tratarse de una obra tan clara y profunda como entretenida, mucha gente todavía cree, a tenor de su título, que El espacio vacío es un texto sobre esencialismos escenográficos o, peor todavía, un tratado abstruso y teórico sobre teatro experimental según el signo de los tiempos: el caótico pero vivísimo final de la década de 1960.» Con estas palabras arranca el prólogo de esta nueva edición de El espacio vacío. Nada más justo y cierto. Nos encontramos con un texto, que apareció en 1968, que es mucho más que un tratado sobre el teatro. El autor mira el mundo con una intensidad inusitada (dentro y fuera del ámbito teatral) y en su aproximación a la realidad nos vemos reflejados. Dice Brook: «una obra de teatro es un juego.» Juguemos (y aprendamos) con los libros buenos, imprescindibles. Sin miedo.Los editoresMucho más que un tratado sobre teatro experimental


Habla sobre algunos aspectos  que debemos cuidar cuando hacemos teatro, que vienen siendo los “espacios vacíos” por medio de experiencias y anécdotas que ayudan a explicar lo que piensa y las conclusiones a las que ha llegado.

El espacio vacío, da un parámetro que permite ver en qué punto nos encontramos con  respecto al teatro que estamos haciendo y que tan vivo es nuestro teatro, dividido en 4 secciones:

1).-EL TEATRO MORTAL.

     Llama particularmente la frase que da inicio a este libro:

 “Puedo tomar cualquier espacio vacío y llamarlo un escenario desnudo, lo único que necesito es alguien que camine en este espacio y otro que lo observe para llamarlo un acto teatral.”

Los 4 teatros de los que hablaremos, coexisten y se relacionan. Cuando hablamos del teatro mortal, es importante tomar en cuenta que mortal, no es lo que está muerto, sino lo que está por morir y tiene posibilidad de refrescarse para levantarse.

El teatro mortal, es el teatro malo, hablamos del teatro engañoso. Hoy en día, el teatro no aporta porque es insuficiente para la sociedad. No hay una relación establecida entre la gente y el teatro, qué da inicio a esta relación a partir de la escena. En este tipo de teatro, los creadores trabajan por dinero, como los llamaba Stanislavski “actores payaso”, que como en Brodway, el teatro se convierte en  un negocio que vaya la gente o no vaya, el equipo de trabajo no pierde(actores, directores, escenógrafos, tramoyeros, etcétera). Todo esto, ha contribuido a que la gente deje de asistir al teatro, la razón es que se encuentran decepcionados del teatro y por eso ya no quieren arriesgarse a pagar un boleto, mejor esperan a que se presente gratis: “por si las dudas, no sea que no valga la pena”.

Menciona Peter Brook textualmente lo siguiente: “Si el buen teatro depende de un buen público, entonces todo público tiene el teatro que se merece. No obstante, debe ser duro para los espectadores que les hablen de la responsabilidad de un público”.

En un espectáculo, si la gente no se lleva nada, es mortal, empieza a aburrirse, a toser, a atender a necesidades externas a la presentación y los perdemos. Los que mejor nos muestran esto, son los niños, pues a veces , entre nosotros también cuesta trabajo ver donde deja de ser inmortal para hacerse mortal, ya que nos dejamos de tomar en cuenta la chispa, la magia del teatro y lo suplimos por una técnica muy bien ejecutada por ejemplo. Quienes nos pueden dar la respuesta con respecto a lo vivo que es el espectáculo, son los niños.

Cada vez buscamos acercarnos más a la verdad, por eso cuando vemos un texto serio o rebuscado, nos cuesta trabajo representarlo orgánicamente y terminamos por imitar la forma, sin darle vida, intención ni  sentimiento.

 ¿Cómo logramos esto?

 Antes de hablar, el actor debe analizar y crear mediante la exploracion una serie de estímulos que llenen el espacio vacío que hay entre el texto y la acción. Ayudaría también que en los textos no haya tantas acotaciones para abrir paso a la imaginación.

Para hacer teatro ,no podemos encasillarnos en 1 solo estilo, porque es ponerle límites al teatro, y esto, lo hace mortal, debemos ser versátiles y estar abiertos a nuevos paradigmas y a estar constantemente refrescando la informaciones tenemos, aunque a veces es difícil saber qué cosas se pueden cambiar y que cosas son imprescindibles.

El teatro busca comunicar. El director, tiene un mensaje en común con los actores y el director encuentra la forma de comunicar al espectador este mensaje por medio del actor.En ocasiones, ésta comunicación es posible incluso aunque el espectáculo no esté en el idioma del espectador, y aun así puede transmitir, pero en otras aun compartiendo el mismo contexto social, no se logra.

Otro factor importante que debemos tomar en cuenta, es la cultura de los espectadores, porque mientras para unos es un espectáculo perfecto y magnifico, para otros, en un contexto distinto, puede resultar un fracaso rotundo. El teatro ha ido perdiendo importancia alrededor del mundo porque no tiene un objetivo preciso ni constante.

Esta inconstancia se ve desde la formación. Cuando el estudiante deja de estudiar y se estanca en un estilo, en un tema, en un método que se hace arcaico y obsoleto, no distribuye bien su tiempo, haciendo que cada vez se aleje más de un progreso como actor y como persona. 

¿A QUE ATRIBUIMOS QUE EL TEATRO SEA MORTAL?

La respuesta es muy corta y clara: la incompetencia.

2).-EL TEATRO SAGRADO.

El teatro debe llevar a la escena lo que no se ve de la vida, lo que no apreciamos. Para llevar a cabo un proyecto, debemos apasionarnos todos por ese proyecto y tener algo que decir. Si por ejemplo, el director siente, contagia a los demás y estos reflejan esta conmoción a los espectadores. Peter Brook dice  para aclarar este punto, que en Europa, el objetivo era recuperar de entre las ruinas, las esperanzas de un pueblo desolado, que trae el existencialismo con el Expresionismo por ejemplo. Esto nos enlaza con el teatro mortal, que si no tenemos un objetivo, no podremos hacer que el teatro deje de ser mortal.

El secreto está en no “imitar” algo  de lo que no se tiene idea, debemos ser capaces de encarnar lo invisible. Como ejemplo tenemos al kathakali*, entre otras teatralidades orientales, que aun funcionan porque estudian no solo las formas que en si son complejas, sino todo lo que hay detrás, desde el origen y logran llenar el espacio entre el actor y la acción, siendo que son representaciones que llevan haciéndose muchos años, siguen vigentes.

En occidente, necesitamos un objetivo, mismo que debe hacernos ver el teatro como algo de suma importancia. Para esto es necesario que el actor estudie y sea capaz de adquirir una conciencia de lo que hace y así poder usar la imaginación como una herramienta. Todos ir hacia el mismo objetivo juntos, porque el ritual por el ritual, sólo lo deterioramos, ya que no sabemos qué celebrar ni cómo hacerlo y lo hacemos porque sí, perdiendo con esta pseudo representación, la capacidad de apreciar el silencio.

En lo personal creo que es una cuestión cultural el que ahora no nos permitamos apreciar aquellas cosas que también se necesitan, como la respiración y el simple hecho de escuchar el silencio. Claramente podemos ver esto en el teatro cuando por inercia aplaudimos, siendo que a veces es necesario el silencio, que puede decir mucho más que un aplauso si se siente de verdad.

 Peter Brook menciona que evitamos lo sagrado porque nos ha decepcionado y con el teatro sagrado, hemos dejado en el olvido a la poética* y hace referencia a Antonin Artaud, que decía que tampoco con el texto podemos llenar esta parte de sentimientos y significado, por eso decía que si no sientes la necesidad de hablar, no hables, porque es como irse por el camino fácil de la expresión .Sin creatividad. En el caso de Bertolt Brecht, la palabra es un auxiliar de la imagen. Para contribuir a la construcción de una carga emocional con qué llenar el texto y la acción, Peter Brook cuenta sobre algunos ejercicios y dinámicas que utilizaba con sus alumnos, todo para alcanzar una verdadera expresión y una vez que tenemos la capacidad de sentir y recibir, sigue la parte en la que nos convertimos en reflectores de estos impulsos y emociones, eso es la acción.

3).-TEATRO TOSCO.

La diferencia entre el teatro sagrado y el teatro tosco, es que el teatro sagrado, se enfoca en la parte interna y cubre lo invisible, la parte emocional, mientras que el teatro tosco es rustico*, directo e impactante; busca algo más de fiesta. Es el teatro popular. Se ocupa de las cosas que hacemos los hombres diario, así como el happening*, que se apoya en la sorpresa, interceptando al público que no tiene idea de que se convertirá en espectador. Brecht habla sobre la alienación.

¿EN QUE SE RELACIONAN LA ALIENACION Y EL TEATRO TOSCO?

En que la alienación, es un estímulo al pensamiento del público (transfiere a escena lo mejor de la razón) y el happening elimina las reglas de la razón que rigen al pensamiento y provocan al espectador a dejarse llevar y salir de su rutina.

Ambos usan la sorpresa y el ataque al espectador.

Con Chejov por otro lado, vemos que aunque pareciera ir en contra de Brecht al dar la ilusión de la realidad, no es así, ya que es otra forma de lograr la reflexión del espectador.

Hemos visto que ahora la respuesta la buscamos en los orígenes del teatro, es decir, nos estamos lleno a buscar en el ritual, pero necesitamos una belleza que nos convenza .El teatro debe estar en constante revolución y entre más nos acercamos a la esencia del teatro su campo se hace más amplio y se hace tan vigente como el cine o la televisión.

En el teatro contemporáneo la tosquedad esta más viva y lo agrado está casi muerto.

Debemos convencer de que no estamos fingiendo en la escena, que la magia realmente ocurre y no “abaratar nuestro trabajo”. Sólo así podemos atraer al espectador y lograr su permanencia.

El actor que impacta: El actor debe estar al tanto de todo lo que ocurre en su entorno para poder hacer un teatro de calidad, acertivo, propositivo, eficaz y útil (inmortal).

Nosotros consideramos esto un aspecto importante para lograr captar la atención del espectador, porque no podemos transmitir, provocar ni conmover si no tenemos idea de las cosas que les afectan. Con esto quiero decir que debemos analizar el entorno del espectador y el terreno en el que nos estamos metiendo. Debemos comparar y hacernos de una opinión y un criterio propio sobre lo que está pasando en el país, ir atando cabos, sacar conclusiones, relacionar y aplicar los conocimientos que se adquieren a diario, aprender a escuchar lo que dice alguien más, incluso si es de una clase social distinta, si su vida es muy distinta a la mía,… Tomar lo que creo que es importante  ver desde otro ángulo y llevarlo a escena.

REFERENCIAS Y TERMINOLOGIA

Kathakali: Tiene su origen en Kerala, India. Es una teatralidad oriental donde se necesita un entrenamiento de  entre 8 y 10 años. Consiste en un lenguaje muy complejo de gestos tanto de la cara como de manos y pies. Para poder alcanzar la flexibilidad y el control muscular, para un bailarín de Kathakali es necesario seguir un entrenamiento extenuante, riguroso acompañado de  masajes.


(Art India http://www.artindia.net/kathakali.html :)

Poesia: Manifestacion de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra en verso o en prosa. Cuando hablamos de algo poético en el trabajo teatral, nos referimos a la forma de darle vida a la poesía.

viernes, 26 de febrero de 2021

El kabuki.-a

 

La fundadora del Kabuki Izumo no Okuni,
 llevando una espada samurái y una cruz cristiana.

El kabuki (歌舞伎) es una forma de teatro japonés tradicional que se caracteriza por su drama estilizado y el uso de maquillajes elaborados en los actores.

Los caracteres kanji individuales, leídos de izquierda a derecha, significan «cantar» (歌 ka), «bailar» (舞 bu), y «habilidad» (伎 ki). Frecuentemente se traduce kabuki como "el arte de cantar y bailar". Existen sin embargo, caracteres ateji que no reflejan la etimología actual, y que la palabra kabuki se cree que en realidad está derivada del verbo kabuku, que significa "inclinarse", o "estar fuera de lo ordinario", de modo que el significado de kabuki puede ser interpretado también como teatro "experimental" o "extraño".

1603-1629: Kabuki femenino

La historia del kabuki comenzó en 1603, cuando Izumo no Okuni, una miko del Santuario Izumo, comenzó a realizar un nuevo estilo de danza dramática en las riberas secas del río Kioto.2​ Las ejecutantes femeninas interpretaban tanto los papeles femeninos como masculinos en situaciones cómicas de la vida cotidiana. Este estilo se hizo popular de una manera casi instantánea, tanto así que incluso se le pidió a Okuni que hiciera su interpretación frente a la Corte Imperial. Dado el rotundo éxito, no tardaron en aparecer rivales, y el kabuki nació como un conjunto de drama y danza ejecutado por mujeres, una forma muy diferente de su encarnación moderna. Muchas de las ejecuciones en este período fueron de carácter indecente, las ejecuciones sugestivas eran realizadas por muchas imitadoras; estas actrices estaban comúnmente disponibles para la prostitución, y los miembros masculinos de la audiencia podían requerir libremente de los servicios de estas mujeres. Por esta razón, el kabuki era también escrito como 歌舞妓 (prostituta cantante y bailarina) a partir de período Edo.

1629-1652: Jóvenes masculinos kabuki

La atmósfera escandalosa y en ocasiones violenta de las ejecutantes de kabuki atrajo la atención del shogunato Tokugawa, y en 1629 las mujeres fueron expulsadas de los escenarios con el supuesto propósito de proteger la moral pública. Algunos historiadores sugieren que el gobierno estaba preocupado dado que la popularidad del kabuki dramatizaba la vida cotidiana (en vez del pasado heroico) y dio a conocer escándalos recientes, algunos de los cuales involucraban a oficiales del gobierno.

Puesto que el kabuki ya era tan popular, los actores jóvenes masculinos tomaron el lugar de las mujeres. Junto con el cambio de los ejecutantes, el género cambió a su vez el énfasis de la ejecución: la tensión creciente fue puesta más en el drama que en la danza. Estas actuaciones resultaron igualmente obscenas, y muchos actores estaban también disponibles para la prostitución (incluso para clientes homosexuales). Las audiencias se alborotaban frecuentemente, y de vez en cuando explotaban las reyertas, en ocasiones para requerir los favores de un joven actor atractivo en particular, llevando al shogunato a prohibir también las actuaciones de actores jóvenes en 1652.

Después de 1653: Hombres kabuki

Desde 1653, solo hombres maduros podían realizar kabuki, lo que se convirtió en una forma sofisticada y altamente estilizada llamada yarō kabuki (野郎歌舞伎, "Kabuki de hombres"). Esta metamorfosis de estilo estaba altamente influenciada por el teatro cómico kyōgen (狂言), que fue extremadamente popular en este tiempo. Hoy en día el "yarō" ha decaído, pero, hasta hace relativamente poco tiempo, todos los roles interpretados en el kabuki eran ejecutados solo por hombres. Los actores que se especializaban en interpretar papeles de mujeres eran conocidos como onnagata u oyama (ambos se escriben 女形). Los onnagata comúnmente provenían de familias especializadas en este estilo. Otros dos roles principales eran aragoto (荒事, estilo áspero) y wagoto (和事, estilo suave).


Actor Kabuki, por Shunsho Katsukawa (1726-1792).

1688-1704: El período Genroku

Durante la era Genroku el kabuki prosperó. Las estructuras donde se llevaban a cabo las funciones kabuki fueron formalizadas durante este período, así como muchos otros elementos de estilización. Se determinaron los diferentes tipos de personajes convencionales. Durante este período estuvieron asociados los teatros kabuki y ningyō jōruri (人形浄瑠璃) — la forma elaborada del teatro de marionetas que luego se dio a conocer como bunraku—, y cada uno influenció el desarrollo del otro. El famoso dramaturgo Chikamatsu Monzaemon, uno de los primeros dramaturgos profesionales del kabuki, produjo varios trabajos influyentes, aunque su pieza más conocida y significativa, Los amantes suicidas de Sonezaki (Sonezaki Shinjū, jp: 曾根崎心中), fue escrita para ejecutarse en el bunraku. Como muchas obras bunraku sin embargo, esta fue adaptada al kabuki, y esta encontró muchos imitadores —esta y otras obras causaron imitaciones de suicidios en la vida real por lo que el gobierno prohibió los shinju mono (obras sobre suicidios dobles de amantes) en 1723. Ichikawa Danjuro quien también vivió en este período, se le acredita el desarrollo de la pose mie​ y el maquillaje kumadori que asemeja una máscara.​

A mediados del siglo XVIII, el kabuki dejó de ser el favorito de la época, y el bunraku tomó su lugar como la primera forma de entretenimiento de tarima entre las clases sociales bajas. Esto se debió en gran medida al surgimiento de varios dramaturgos bunraku exitosos en ese período. Se dieron pocos desarrollos en el kabuki hasta el final de ese siglo, cuando comenzó a resurgir.

El kabuki después de la Restauración Meiji

El enorme cambio cultural que comenzó en 1868 tras la caída del shogunato Tokugawa, la eliminación de la clase samurái, y la apertura de Japón hacia los productos e ideas de Occidente contribuyeron a encender la chispa que marcó el resurgimiento del kabuki. Mientras que la cultura luchaba para adaptarse a su nueva carencia de aislamiento, los actores se esforzaron por aumentar la reputación del zkialo entre las clases altas y adaptar los estilos tradicionales a los gustos modernos. Los intentos en este sentido rindieron frutos; en una ocasión, se le dio una función al Emperador Meiji.

Muchas casas kabuki fueron destruidas por bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, y las fuerzas de ocupación prohibieron esporádicamente las ejecuciones de kabuki después de la guerra. Sin embargo, en el año 1974 la prohibición fue levantada, y las funciones comenzaron una vez más.

El kabuki en la actualidad

En el Japón moderno, el kabuki continúa siendo relativamente popular; es el más popular de los estilos tradicionales de drama japonés, y sus actores estelares aparecen con frecuencia en papeles de cine y televisión.​ 

Algunas compañías teatrales actualmente utilizan actrices en los papeles onnagata, y la Ichikawa Kabuki-za (una compañía de solo actrices) fue formada después de la Segunda Guerra Mundial. En el 2003, se erigió una estatua de Okuni cerca del distrito de Ponto-chō de Kioto.

Elementos del kabuki

El kabuki utiliza una extensión adicional del escenario conocida como hanamichi (花道; literalmente camino florido), una calzada que se extiende hasta la audiencia en donde se hacen las entradas y salidas dramáticas. Los teatros y escenarios kabuki se han ido sofisticando tecnológicamente de forma constante, y entre las innovaciones se encuentran las puertas y escenarios giratorios, introducidos en el siglo XVIII, mejorando en gran medida la escenografía en las obras kabuki.

En el kabuki, así como en otras ejecuciones de arte japonés, los cambios de escenografía son en ocasiones realizados a mitad de escenas, mientras los actores continúan en el escenario y las cortinas se mantienen abiertas. Los encargados de añadir y quitar objetos del escenario son conocidos como kuroko (黒子), van siempre vestidos completamente de negro y son tradicionalmente considerados "invisibles".

Existen tres categorías principales de obras kabuki: jidaimono (時代物, "histórica", o prehistorias del período Sengoku), sewamono (世話物, "doméstico", o poshistorias del período Sengoku), y shosagoto (所作事, piezas de danza).

Algunas características importantes del teatro kabuki incluyen el moye (見得), en el cual el actor toma una pose pintoresca para establecer su papel. El keshō, o maquillaje, provee un elemento de estilo fácilmente reconocible incluso por aquellos que no están familiarizados con esta forma de arte. El polvo de arroz es utilizado para crear la base blanca conocida como oshiroi, y el kumadori realza o exagera las líneas faciales para producir máscaras sobrenaturales o de animales para los intérpretes.

jueves, 4 de febrero de 2021

Comedia del arte.-a


La comedia del arte (Commedia dell'Arte en italiano) o comedia del arte italiana es un tipo de teatro popular nacido a mediados del siglo XVI en Italia y conservado hasta comienzos del siglo XIX. Como género, mezcla elementos del teatro literario del Renacimiento italiano con tradiciones carnavalescas (máscaras y vestuario), recursos mímicos y pequeñas habilidades acrobáticas. Su aparición es contemporánea de la profesionalización de los actores y la creación de compañías estables. Los argumentos más típicos, tramas muy sencillas, suelen relatar las aventuras y vicisitudes de una pareja de enamorados (por ejemplo Florindo e Isabella) ante la oposición familiar (Pantaleone o Il Dottore) o tipos del entorno social como Il Capitano. Las intrigas, mimos y acrobacias corren a cargo de los «zanni» ('criados'), que encarnan personajes tipo como Arlequín y su novia Colombina, el astuto Brighella, el torpe Polichinela o el rústico Truffaldino.

Muchas de las claves de la «comedia del arte» fueron usadas por maestros clásicos como Shakespeare, Lope de Vega o Molière. Tras su desaparición en el siglo XIX, tuvo continuidad en géneros como la pantomima, el melodrama de estereotipos y la vertiente teatral de los payasos. A finales del siglo XX se reconocía en claves esenciales del teatro independiente, el cine burlesco y, como modelo didáctico, en la ideología de un teatro completo (basado en el actor y el colectivo), recuperador del poder del gesto y la improvisación, como se percibe en la obra de Meyerhold, Jacques Copeau, Jean-Louis Barrault y, en especial, de Dario Fo.

Argumentos

Commedia del arte, ilustración del siglo XIX

La Commedia dell'Arte tomó inicialmente sus tramas y situaciones de la commedia erudita, pero a diferencia de ésta, cuyo texto se escribía íntegramente, ahora la improvisación libre de los actores era privilegio esencial, por lo que se llamó también commedia all'improviso.

 Además de las intrigas y escenarios típicos de la «comedia erudita», se incluían en el repertorio pasajes de tradiciones o mitos populares y, en su periodo de mayor apogeo, tragedias, tragicomedias, óperas e incluso obras de autor. El código más completo Dell'arte representiva, premediata e all'improviso, que hasta dos siglos después no se reconocería como Commedia dell'Arte, fue compilado por Andrea Perucci y publicado en Nápoles en 1699.

Ricard Salvat, en «El teatro como texto, como espectáculo», enumera como principales colecciones de argumentos de la «comedia del arte» (los canovacci,​ guiones esquemáticos sobre los que improvisa el actor),nota ​ las de Basilio Locatelli, los publicados en 1611 por Flaminio Scala y los recopilados por Antonio Passanti en 1699, el zibaldone del padre Plácido Adriani, el manuscrito de Biancolelli, la colección del cardenal-duque de Saboya y las de la Biblioteca Nacional de Nápoles.

Compañías

Los nombres de las principales compañías estables de comedia del arte montadas entre 1575 y 1625 se toman de las academias culturales; así nacieron: los «Celosos» (I Gelosi o Comici Gelosi), los «Ardientes», los «Confidentes», los «Deseosos», los «Fieles», los «Unidos» y la compañía de Zan Ganassa, uno de los primeros y más populares Arlequines.​

Representación de la compañía «I Gelosi» (1571-1604), en una pintura flamenca del siglo XVI de autor desconocido. Museo Carnavalet de París. Obsérvese que, siguiendo la tradición francesa, los actores no llevan máscaras.

Antes y después

Orígenes

Algunos estudios han situado el posible origen de la «comedia del arte» en las farsas atelanas romanas (relacionando zanni ('criado') con sannio, nombre dado al bufón de dichas farsas romanas), las jacculatori y el mimo «Centunculus» de los latinos, y en el mimo clásico.Otras fuentes apuntan a la fusión de actividades de juglares y malabaristas y claves cómicas de los bufones renacentistas con elementos del Carnaval;​ y como influencias más próximas a Commedia dell'Arte, las comedias populares dialectales de «Ruzzante» (1502-1542).

Dialectos

La riqueza de las tradiciones orales populares, la antigua división regional italiana y por consiguiente su variedad de lenguas y jergas locales, utilizadas coloquialmente por los actores en sus improvisaciones hicieron que en la práctica, cada región de Italia crease la máscara de su dialecto local. Por ejemplo, «Arlequín» y «Brighella» proceden de Bérgamo; «Pantalón», de Venecia; «El Doctor», de Bolonia; «Stenterello», es la máscara local florentina; y «Pulcinella», «Coviello» y «El Capitán», son de origen napolitano.

Difusión

La influencia de la comedia del arte en el teatro europeo quedó marcada por el fuerte espíritu itinerante de sus compañías a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII. Un espíritu itinerante no siempre voluntario. De hecho, el gran éxodo de la Commedia dell'Arte se inició durante la Contrarreforma, cuando la Santa Sede decretó el desmantelamiento de los teatros, en especial de los romanos, tras acusar a los cómicos de graves ofensas a la ciudad santa.​

La Commedia dell'Arte fuera de Italia

La comedia del arte, bien por razones político-religiosas, bien por su raíz ambulante, no tardó en propagarse no solo por toda Italia sino por buena parte de Europa. Del Reino de Nápoles saltó a la península ibérica y, cruzando los Alpes, se extendió por toda Francia, llegando algunas compañías hasta el imperio austríaco, Alemania, Inglaterra y, ya en el siglo XVIII, a Rusia.

En España

Cómicos ambulantes, una alegoría de Francisco de Goya pintada en 1793. Museo del Prado.

Ya en 1538 se registra en Sevilla la visita del Mutio, compañía en la que pudo trabajar un joven Lope de Rueda.

Así mismo, hay noticia documentada de la presencia en España desde 1574 de la compañía de Alberto Naselli (o Naseli), alias «Ganassa» o «Zan Ganassa», que actuó en Madrid, Sevilla, Toledo, Guadalajara y Valladolid, permaneciendo en la península al menos hasta 1584.Otra referencia la aporta el propio Lope de Vega, quien en 1599, y con ocasión del enlace entre el rey Felipe III de España y Margarita de Austria, eligió como disfraz en las fiestas celebradas en Valencia la máscara de «Bottarga».​

Conviene no olvidar que en España se desarrolló un fenómeno paralelo, y quizá complementario, conocido como «teatro de los cómicos de la legua».​ Se ha percibido la clara influencia de los lazzi (recursos gestuales y gags prefijados) en los entremeses, en concreto en el llamado «entremés de repente» o improvisación dentro de un diálogo.

En Francia

Con obras que se hicieron tan populares como Gargantua y Pantagruel,​ los franceses ya habían dejado patente su gusto por la farsa y la sátira, continuando la tradición de la literatura goliardesca sobre héroes del ámbito carnavalesco tan característicos de la comedia del arte que en Francia se etiquetó el género como teatro de feria («Théâtre de la Foire»). La presencia en 1571 de la compañía de «Zan Ganassa» actuando en la corte del rey Carlos IX da una idea del arraigo que la comedia italiana tenía ya en la segunda mitad del siglo XVI en Francia, donde la «Comédie à l'Impromptu» llegaría a alcanzar una personalidad propia.

Variantes galas

En Francia los personajes de la Commedia dell'Arte se hicieron más poéticos y elegantemente superficiales, perdiendo buena parte de su riqueza original de registros y posibilidades dramáticas. También se produjeron cambios estéticos, tan inconsistentes como significativos; por ejemplo, los actores franceses a menudo no usaban máscaras, ni siquiera actores consagrados como el veronés Angelo Costantini (llamado "Mezzettino" o "Mezetin") interpretando a su clásico Arlequín en las representaciones oficiales parisinas.14​ Por el contrario, sí aumentó el uso de elementos ajenos a la improvisación, como el maquillaje (harinas blancas) y la presencia de los acróbatas y bailarines. En Francia, las compañías italianas coincidieron con las experiencias ambulantes juveniles de Molière, que más tarde aplicaría algunas de sus claves en obras como El enfermo imaginario.

En Rusia

Portada de Konstantín Sómov para Teatro de feria de Aleksandr Blok. Durante la década de 1910, Sómov ilustró las obras de Blok y recreó algunos personajes de la comedia del arte.

Se ha documentado la presencia de la comedia italiana en Rusia desde 1733,​ donde llegó a hacerse muy popular en Moscú y San Petersburgo (ciudad de aspecto veneciano por sus canales) a finales del siglo xviii. Se trataba no obstante de la versión francesa y acaparada por tanto por el taciturno Pierrot, más afín a la sensibilidad rusa que los tipos originales italianos. La llegada al poder en 1796 del zar Pablo marcó el declive de la comedia del arte en tierras rusas coincidiendo con su práctica desaparición en la propia Italia.

No obstante, el interés demostrado por una serie de dramaturgos, actores y pintores rusos a principios del siglo xx, resucitó muchos de los esquemas básicos de la «Commedia dell'Arte». Así se percibe en la puesta en escena de Meyerhold del drama de Aleksandr Blok “Балаганчик” (La barraca de feria, 1906), estrenado en 1906 en el teatro de la actriz Vera Komissarzhévskaya, donde el propio Meyerhold encarnó el papel de Pierrot.

Asimismo, en la pintura rusa del primer cuarto del siglo xx, los tipos de la comedia del arte aparecen en los trabajos de cartelistas como Konstantín Sómov, Aleksandr Yevguénievich Yákovlev y Serguéi Sudeikin.

Claves

Hay que considerar que un fenómeno teatral que duró más de tres siglos y que se desarrolló con personalidad propia en varios países, no puede describirse con claves absolutas y concretas... La máscara, por ejemplo, es un elemento característico de la comedia del arte, pero hay abundantes ejemplos y fuentes que demuestran que no siempre se usó. El mismo criterio habrá que aplicar a las siguientes diez claves:

  1. Personajes fijos.
  2. Improvisación
  3. Herencia de juglares, bufones y malabaristas.
  4. Creación colectiva
  5. Interactividad de los actores con el público.
  6. Esquema de "bandos": los enamorados (o "bando grave"); los amos o ancianos ("bando ridículo"); y los criados, distribuidos en primer «zanni» y segundo «zanni».
  7. Puesta en escena adelantada a su tiempo.
  8. Disfraces y travestismos.
  9. Abuso del quiproquo.
  10. El ritmo y la ilusión dramáticos priman sobre lo verosímil.

Personajes

Al contrario de lo que ocurría en el teatro inglés de la época, cuyas compañías estaban exclusivamente formadas por hombres (que hacían los papeles femeninos), en la "comedia del arte" también había actrices. Todos los personajes usaban máscara (media máscara para facilitar los parlamentos), con la excepción de los enamorados.​ Esta es la representación de algunos de ellos en los figurines del ilustrador francés Maurice Sand (hijo de George Sand).



La riqueza, muchas veces confusa, de personajes principales de la «Commedia dell'Arte», se debió a su desarrollo paralelo en zonas diferentes de la península italiana: Venecia, Nápoles y Roma. De ahí que convenga hacer una distribución:

Personajes masculinos del modelo veneciano

Pantaleón, Pantalón, «Pantalone» o «Pantaleone» (el viejo avaro), identificado otras veces como "el Magnífico", "Cassandra", el "Uberto" de la ópera bufa de Pergolesi La serva padrona, e incluso con el Shylock de El mercader de Venecia. Su máscara se corresponde con el águila.

«Il Dottore» (el otro viejo verde), oriundo de Bolonia y entre otros nombres: "El Doctor (médico)", "Balanzone", "doctor Graziano". Su máscara se corresponde con el toro.

Brighella, el primer bufón, «zanni» cómico y pícaro originario de Bérgamo.

Arlequín o «Arlecchino» (el segundo cómico o criado tonto), confundido a veces con "Mezzettino" , "Truffaldino" y "Tabarin".

Personajes masculinos del modelo napolitano

"Tartaglia" (el juez tartamudo), uno de los viejos o amos en el modelo napolitano.

"Il Capitano" o Capitán (versión del «miles gloriosus» de Plauto), soldado fanfarrón y cobarde, que generó a su vez a Scaramuccia (el francés "Scaramouche"). Su máscara se corresponde con el gallo.

"Coviello" (el primer cómico o criado listo).

"Pulcinella" o Polichinela (el segundo cómico o criado tonto).

Lelio (el joven enamorado), otras veces llamado "Orazio", "Lucio" "Flavio", "Florindo", etc.

Personajes femeninos comunes

"Rosaura" (la joven enamorada), por otros nombres: "Luchinda", "Vittoria", y que a veces tomaba el nombre de la actriz que interpretaba ese papel (como en el caso de la "Isabella" de Isabella Andreini).

Colombina (pareja de Arlequín y criada con más protagonismo), identificada unas veces y confundida otras con las: Fantesca, Fiametta, Smeraldina, Franceschina, Mariolina, Ricciolina, Arlequina, Pasquetta, Diamantina, Turchetta, Sineraldina...

Manuscritos

Placido Adriani (1734): Selva overo zibaldone di concetti comici raccolti dal P.D.Placido Adriani di Lucca. Manuscrito Biblioteca Municipal (A 20), Perusa.

Stefanello Bottarga (hacia 1580): Zibaldone (cuaderno de notas de una compañía italiana de comediantes), Palacio Real, Real Biblioteca (II/1586), Madrid.

Doménico Bruni (1621): Prologhi de Domenico Bruni, Biblioteca Nacional Braidense, Ag. XIV. 24, Milán.

Casanatense (mediados del siglo XVII): Manuscritos, Biblioteca Casantense (4186) Roma.

Correr (anterior a 1630): 51 manuscritos del Museo Correr (núm. 1040), Venecia.

Corsini, Raccolta di Scenari piu scelti d'Istrioni Divisi in Due Volumi. Manuscrito de la Real Accademia dei Lincei (Códices 45G.5 y 45G.6), Palacio Corsini, Roma.

Basilio Locatelli (1622): Scenario. Della Scena de' Soggetti Comici et Tragici di Basilio Locatello Romano, Manuscrito Biblioteca Casanatense, Códices 1211, 1212.

Antonio Passanti (recopilador, 1700): Manuscritos copiados para el conde de Casmarciano, Biblioteca Nacional (XI.AA. 40 y 41), Nápoles.

Vaticano (finales del siglo XVII): Manuscritos, Biblioteca Vaticana (Barb. Lat. 10244 y 3895), Ciudad del Vaticano.

En Picasso

La pasión que Pablo Picasso demostró por diversos personajes de la comedia del arte, reunida más tarde en diferentes «suites» ("Suite de los Arlequines", "Suite de los Saltimbanquis", etc), ofrece una mirada poética de un mundo evocado por el pintor malagueño a partir de escenas circenses y otros espectáculos populares del París del primer cuarto del siglo XX. Desde sus cuadros del periodo rosa, como La familia de saltimbanquis (1905) o La mujer del acróbata (1904), hasta esculturas como la cabeza de El loco (cabeza de arlequín), modelada en barro tras una visita al Circo Medrano; pasando por su variopinta serie de arlequines, Polichinelas y Pierrots, en la que se incluyen un par de famosos retratos de sus hijos Paulo y Claude.

No menos intensa fue la dedicación de Picasso al diseño de vestuario para un total de cinco ballets, entre 1915 y 1924, en colaboración con Serguéi Diáguilev, y a través de su amistad con Jean Cocteau.

Notas

 Otros importantes autores dramáticos que recuperaron claves o recibieron influencias de la comedia del arte, fueron: Lope de Vega (1562-1635), Paul Scarron (1610-1660), Cyrano de Bergerac (1619-1655), Molière (1622-1673), Carlo Sigismondo Kapeche (1652-1719), Pierre Marivaux (1688-1763), Carlo Goldoni (1702-1793), Aleksandr Sumarókov (1717-1777), Carlo Gozzi (1720-1806), Arthur Schnitzler (1862-1931), Mijaíl Kuzmín (1872-1936) y Aleksandr Blok (1880-1921).

 También ha recibido los nombres de commedia popolare (popular), commedia de maaschere (de máscaras), buffonesca o di buffoni (burlesca), commedia a soggetto (de tema o temática), commedia di zanni (de criados), commedia d'istrioni y de un modo más general commedia italiana.

 Pavis cita por ejemplo obras del dramaturgo francés Marivaux adaptadas en Italia por las compañías de Luigi Riccoboni o del propio Goldoni.

 Un ejemplo de la extremada concisión a que podía llegar un canovacci sería este:

Sale a escena un rico veneciano y una dama a la que describe las alegrías del amor. Al pronto, recibe una carta que le aleja un instante de la hermosa cortesana que le acompañaba. Ausencia que Pantalón y su criado aprovechan para cortejarla. Aparece entonces un noble español como rival privilegiado. Siguen escenas de confusiones y palizas. serenatas disparatadas, batallas quijotescas, todo muy embarullado. Por fin, tras una reconciliación, se hacen las paces y actores y espectadores se unen en una danza italiana.

 Entre los casos documentados está el del Teatro Tordinona, desaparecido por orden papal y a instancias de la presión ejercida por la burguesía conservadora de la época.

 «Bottarga» fue miembro de la compañía de Naselli, de la que se separó para formar la suya propia en Valladolid, ciudad en la que se casó con la actriz Luisa de Aranda, viuda del autor de comedias Juan Granado. (Ojeda Calvo, María del Valle. "Nuevas aportaciones al estudio de la «Commedia dell'Arte» en España"; número 63 de la revista Criticón (1995), pp. 119-138).

 Asimismo, como señaló Ricard Salvat en sus análisis del Teatro Campesino, muchas de las técnicas populares del teatro chicano de la década de 1960 eran una versión americana de los lazzi y la temática «a soggetto» de la Commedia dell'Arte, con personajes-tipo como "Esquirol", "Patroncito", "Honest Sancho", "Moctezuma", "Coyote", "La Mamá", "La Muerte"... Que sustituían en el esquema de la commedia a los "Arlequín", "Colombina", "El Doctor" o "Pantaleone".

 La primera mención sobre el uso de las máscaras data de 1555.

Referencias

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 Páginas de referencia en el eBook del manual de Ricardo Salvat Consultado el 24 de octubre de 2013.

 Gómez García, Manuel (1997). Diccionario del teatro. Madrid, Ediciones Akal. pp. 206 y 207. ISBN 8446008270.

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 Pavis, Patrice (1996). Diccionario de teatro. Barcelona, Paidós Ibérica. p. 83. ISBN 8449306361.

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 Estudio de María del Valle Ojeda (Universidad de Sevilla). Consultado el 27 de octubre de 2013

 Salvat, Ricard (1974). El teatro de los años 70. El Teatro Campesino entre Brecht y Cantinflas. Barcelona, Ediciones Península. pp. 62 - 66. ISBN 84-297-1023-X.

 de la Fuente, Ricardo; Amezúa, Julia (2002). Diccionario del teatro iberoamericano. Salamanca, Ediciones Almar. p. 108. ISBN 8474550637.

 Soto Reveco, Guillermo. «Risa y carnavalización: una lectura ambivalente de la obra de Francois Rabelais». Consultado el 11 de noviembre de 2015.

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 A. K. Dzhivelegov; La comedia popular italiana. Academia de Ciencias de la URSS, 1954; pp. 204-298

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 El mito de la Comedia del Arte en el siglo XX. Canal UNED Consultado en enero de 2014

 Jaffé, Hans L.: Pablo Picasso. Ediciones Nauta, Barcelona (1970).

 "Vestido por Picasso" (figurines teatrales). Consultado en enero de 2014


jueves, 21 de enero de 2021

La edición de obras dramáticas en el Siglo de Oro.-a

peliculas


Germán Vega García-Luengos

(Universidad de Valladolid)

El teatro fue parte sustantiva del esplendor cultural del Siglo de Oro, por la originalidad de sus planteamientos estéticos, su capacidad de implicar al resto de las manifestaciones artísticas y la amplitud de su recepción sociológica. Por otro lado, pocas manifestaciones literarias españolas han tenido tanta fuerza expansiva para repercutir más allá de su territorio y para seguir vigentes en nuestros días. A lo largo del siglo XVI se habían desarrollado a ritmo creciente las distintas propuestas experimentales que culminaron los años ochenta en la configuración de una fórmula dramática triunfante en los escenarios hasta entrado el siglo XVIII, cuyos componentes básicos habrían de ser explicados y justificados por Lope de Vega, su principal promotor, en el Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo. Los cambios en el componente literario se produjeron al alimón de los que afectaron a la puesta en escena o la organización administrativa y comercial. Los espectáculos dramáticos se instituyeron como la forma principal de atender el ocio y las celebraciones de los distintos grupos sociales durante muchas décadas. Este éxito dilatado generó un enorme volumen de textos, sin parangón en los teatros nacionales de su época, ni de otras; lo que requirió un tráfico intenso de manuscritos entre escritores, copistas y comediantes.

Pero los versos de los dramaturgos no quedaron recluidos únicamente en ese ámbito escénico, por mucho que el género al que pertenecen marque como destino primigenio el ser pronunciados sobre el escenario, tal como afirma Lope al prologar en 1617 el primero de los libros de comedias del que se hizo cargo:

“No las escribí con este ánimo, ni para que de los oídos del teatro se trasladaran a la censura de los aposentos”. 

Y, sin embargo, lo cierto es que alcanzaron los espacios particulares de lectura de manera copiosa y  perdurable.

El primer encuentro del teatro español con la imprenta había tenido lugar ya en la etapa de los incunables con las églogas de Juan del Encina incluidas en su Cancionero (Salamanca, 1496). En la segunda mitad del siglo XVI habría que destacar la labor del escritor y editor valenciano Juan de Timoneda, quien además de los textos propios (1559) publicó los de Alonso de la Vega (1566), Lope de Rueda (1567 y 1570) y algunos dramaturgos de la ciudad del Turia (1563-1565). Importante en los momentos cercanos ya a la implantación de la nueva fórmula dramática fue la publicación en Sevilla de la Primera parte de las tragedias y comedias de Juan de la Cueva (1583).

El gran cambio cuantitativo y cualitativo se produjo con la llegada a las prensas de las comedias  elaboradas conforme al Arte nuevo. No ocurrió inmediatamente, sino que habían transcurrido unos veinte años desde su normalización en los escenarios cuando apareció el que puede considerarse como primer hito, el libro titulado Seis comedias de Lope de Vega Carpio y de otros autores (1603), con tiradas y estados diferentes a nombre de Pedro Craesbeeck (Lisboa) y Pedro Madrigal (Madrid). En él se adelantan ya aspectos que caracterizan la larga trayectoria que se abría por delante: así la utilización de recursos comerciales no del todo veraces, como la mención en el título del poeta más afamado, cuando solo una comedia de la media docena es suya con seguridad; también será pauta la poca claridad en la responsabilidad de las ediciones. Por otra parte, el número de piezas recopiladas, media docena, habría de repercutir de alguna manera en la fijación del que quedaría como patrón, la docena completa.

Así pues, sobre el Fénix recayó también –aunque sin contar con su voluntad en este caso– un papel relevante en los inicios de ese desvío de la recepción primera del teatro, a cuya fijación como espectáculo tanto había contribuido. Por delante se abría un largo tiempo de más de dos siglos, en que de modo continuado las piezas dramáticas de muchos poetas se acogieron en las imprentas y librerías, de acuerdo con unos modelos que se establecieron pronto y que no habrían de experimentar variaciones sustanciales.

A diferencia del teatro publicado en la centuria anterior, cuya iniciativa había partido de los propios escritores o sus allegados, ahora iban a ser instancias ajenas las que lo empujaran hacia las prensas: fueron coleccionistas y libreros los que tomaron la decisión en los primeros momentos, con el enfado en ocasiones de los dramaturgos. Así ocurrió con el libro de 1603 mencionado o con algunos otros de los que seguirían a continuación hasta conseguir asentar un éxito editorial indiscutible. El teatro, tanto en su cauce escénico como libresco, era un producto de mercado de gran demanda y obedecía sus leyes. Los escritores se beneficiaban económicamente de la venta de sus obras a las compañías, por las que recibían cantidades estimables cuando se trataba de los más celebrados, pero a cambio tuvieron que renunciar a la propiedad artística, que la legislación de la época no amparaba como en la actualidad, en beneficio del comprador, ya fuera un empresario del espectáculo (un “autor de comedias”, como se le llamaba entonces) o un editor (un “librero”, en la terminología coetánea). No faltan testimonios concretos de que así fue: cuando Lope en 1616 reclamó judicialmente a Francisco de Ávila por la publicación de dos libros con dos docenas de comedias suyas, la justicia falló en favor del derecho de quien las había adquirido, y aunque el veredicto también señalaba el del poeta a corregir los textos, no es práctica que hayan refrendado las noticias de que disponemos.

El teatro, de tan buena acogida en los escenarios, fue considerado un buen producto por algunos profesionales del libro en unos momentos en que la crisis del sector les había impulsado a especializarse en impresos de fácil fabricación y venta. Por otro lado, las características materiales de sus textos, como su composición en versos, aptos para disponerse a doble columna, o su discreta extensión, facilitaron su encauzamiento a través de los distintos formatos que la imprenta había desarrollado, en un intento de llegar a los distintos tipos de clientes.

Los aficionados con posibles, y con deseos de incorporar el teatro a sus bibliotecas, podrían adquirirlo en libros de tamaño cuarto, que cuando se tratara de comedias (que predominaron con mucho sobre los dedicados a autos sacramentales o a obras breves, por las razones que luego se apuntarán) normalmente estarían compuestos por una docena, según el modelo que muy pronto se impuso. La denominación de “partes” que recibieron se debe a que cada unidad en cuestión formaba “parte” de una serie de volúmenes. Rara fue la publicación de tomos aislados; lo más normal son las colecciones, que pueden dividirse en dos tipos, no en todos los casos diferenciados con claridad: las que recogen las obras de un mismo dramaturgo, y las que agrupan las de varios. Recientemente este producto editorial ha suscitado el interés de los investigadores que se han preguntado si su selección y ordenación obedecían a unas pautas o eran más bien azarosas. Esto último parece ser con mucho lo predominante, aunque no faltan testimonios de cierta coherencia.

Los menos pudientes podían comprar “a buen precio” –así consta en algún colofón publicitario– las llamadas “sueltas”, impresos de entre 30 y 40 páginas, por lo general, en las que caben a dos columnas los alrededor de 3.000 versos que tiene una comedia (menos los autos sacramentales y navideños, y sobre todo los entremeses y otras piezas del teatro cómico breve, para los que además suele utilizarse el tamaño octavo). Estos impresos, cuyo físico, y en parte también su espíritu, los emparienta con los pliegos sueltos, terminaron por convertirse en el cauce fundamental de difusión del teatro de los dramaturgos áureos hasta bien entrado el siglo XIX. La causa estriba tanto en las facilidades que esta fórmula da al comprador como en la multiplicación del beneficio para el fabricante. De todas formas, “partes” y “sueltas” no constituyeron compartimentos estancos, y desde el principio del proceso se registran abundantes muestras de versatilidad:

 “partes” construidas a base de comedias cuyos pliegos podían desglosarse y “sueltas” que se juntaban de doce en doce para formar “partes”.

Las conexiones con los pliegos sueltos son aún más claras en el tercer tipo de impresos teatrales, las llamadas “relaciones”, conformadas por las dos hojas de medio pliego. No consisten en resúmenes de obras, a la manera de los publicados en colecciones en tiempos mucho más cercanos, sino en fragmentos de comedias, más raramente de autos: concretamente, de los largos monólogos en romance que pronuncian algunos personajes en la práctica totalidad de las obras, en los que se explican acontecimientos de la vida anterior, se exponen reflexiones y se manifiestan intenciones, eso que los contemporáneos llamaban precisamente “relaciones” – “las relaciones piden los romances”, dice Lope en el Arte nuevo. Cobraron relevancia a fines del XVII y alcanzaron su auge en el primer cuarto del XVIII, sobre todo en Andalucía. Se diría que con ellas el teatro le compensaba al romancero por las muchas piezas de las que se había apoderado desde los orígenes de la Comedia Nueva. Su atractivo para los clientes no solo consistía en su lectura sino que está atestiguado que servían también para el recitado en público con mayor o menor acompañamiento escénico.

Casi todos los dramaturgos principales tienen colecciones de “partes” publicadas con mayor o menor intervención suya. Las de Lope, el “monstruo de naturaleza” por la calidad y las cifras de sus obras, alcanzaron las 25, aparecidas entre 1604 y 1647, de las que algunas tuvieron diferentes reediciones; la intervención explícita del propio escritor se inició con la IX (1617), aunque no debió de ser tan cuidadosa como confiesa en los prólogos y dedicatorias; las cinco últimas vieron la luz entre 1635 y 1647, ya muerto el escritor. Son nueve las “partes” de comedias de Calderón, publicadas entre 1636 y 1691. Las cinco primeras salieron antes de su muerte: en la I (1636) y la II (1637) figura como editor su hermano José, y la V (1677) sufrió el repudio del escritor al haberse publicado totalmente al margen de su voluntad. Juan de Vera Tassis prosiguió esta edición “oficial” con la Verdadera V parte (1682) y las sucesivas hasta la IX (1691); también reeditó las cuatro primeras (1685-1688). Para ello no parece que contara con papeles ni indicaciones especiales de Calderón. El único volumen del que este se responsabilizó directamente fue uno de autos sacramentales (1677).

De las comedias de Tirso de Molina se publicaron cinco “partes” entre 1627 y 1636, que presentan abundantes problemas de legalidad editorial y autoría. Son tres las que nos han llegado de Moreto (1654-1676); dos de Guillén de Castro (1624-1625), Ruiz Alarcón (1628-1634), Pérez de Montalbán (1635-1639), Rojas Zorrilla (1640-1645) y Diamante (1670-1674); una de Cervantes, Ocho comedias y entremeses (1615), Matos Fragoso (1658) y Solís (1681). El renombre alcanzado por estos dramaturgos fue una de las razones que propiciaron la existencia de colecciones particulares, y estas a su vez contribuyeron a consolidar su prestigio y a mantenerlo en el tiempo, influyendo también en la valoración de los estudiosos actuales. Llama la atención que Luis Vélez de Guevara y Antonio Mira de Amescua no cuenten con ellas, a pesar de su fama y fecunda producción, de la que ha sobrevivido cerca de un centenar de obras de cada uno de ellos.

La calidad de los textos varía mucho en cada caso e, incluso, dentro de un mismo volumen. No es garantía que el autor o una persona allegada afirme que ha cuidado de su edición. Es claro que los dramaturgos, por lo general, consideraron secundaria esa vida de sus obras en los libros, y que no pudieron o no quisieron atender su salud textual, al no disponer de suficientes medios para su control una vez vendidas o por creer que se trataba de un esfuerzo poco rentable. La actitud escrupulosa que la mayoría de los editores de textos clásicos manifiesta hoy para restablecer las lecturas auténticas, hasta la última coma, dista mucho de la que tenían los que entonces se encargaron de copiarlos y difundirlos, para quienes se trataba de productos vivos de consumo diario, susceptibles de ser modificados voluntaria o involuntariamente.

Las colecciones de “partes” de comedias más extensas que vieron la luz en el siglo XVII no fueron las que recogían obras de un mismo dramaturgo, sino las de varios. Entre las destacadas por su tamaño y cronología, y, sobre todo, por el número de comedias que tienen en ella sus testimonios más antiguos, figura la conocida como Diferentes Autores. También es la más complicada de controlar. Aparentemente contó con 44 “partes”, este es el número que figura en la última conservada, aparecida en 1652, pero hay muchas de las que hoy no se conoce ningún ejemplar. La explicación para la falta de las veinte primeras la dieron A. Restori y M. G. Profeti: en realidad no existieron como tales, sino que deben identificarse con las “partes” de Lope de Vega. La alteración del mercado editorial que provocó la suspensión de licencias para imprimir comedias y novelas en el reino de Castilla promovida por la Junta de Reformación en 1625, y que duró hasta 1634, motivó la bifurcación de la colección del Fénix a partir de la Parte XX: una de sus ramas estaría formada por la continuación de las “partes” del dramaturgo propiamente dichas, de la XXI (1635) a la XXV (1647); la otra, por las “partes” de la de Diferentes Autores, que se iniciaría con la XXI y acabaría con la susodicha XLIV (1652). Y hay más huecos llamativos en la colección de Diferentes, como el que abarca de la Parte XXXIV a la XL.

Efectivamente, los años sin licencias, que coincidieron además con la que para muchos fue la fase de mayor riqueza del teatro del Siglo de Oro en los tablados, añadieron más problemas a los que ya de por sí presentaba la edición de textos en su época. Los empresarios del libro, sobre todo sevillanos, intentaron burlar la legalidad con productos que no solo falseaban los pies de imprenta (haciendo constar fechas anteriores al periodo de suspensión o lugares fuera de Castilla) sino también las atribuciones. Fue también el momento en que se activó la publicación de “sueltas”.

Entre 1652 y 1681 se publicaron los 47 volúmenes de la otra gran colección de la centuria, a la que se denomina Comedias Nuevas Escogidas, o simplemente Escogidas. De su importancia nos da una idea el número de 577 comedias que incluyó, la que más de todas, bastantes de las cuales se editaron por única o primera vez en la serie y en fecha cercana a su escritura. En 1704 todavía vio la luz una pretendida Parte XLVIII.

La colección conocida como Jardín ameno, desarrollada entre 1686 y 1704, es la última grande de varios autores de este siglo, con prolongación al siguiente. A diferencia de las anteriores, la responsabilidad corresponde a una sola empresa, la madrileña de los Herederos de Gabriel de León. Con ella se aprecia claramente la propensión hacia el formato de “sueltas” de la edición teatral, pues las 342 que la componen fueron publicadas en distintos talleres como tales y marcadas con su número de serie correspondiente (en ocasiones hay más de un título por cada uno), contemplando al tiempo la posibilidad de comercializarlas en volúmenes, con un total de 28, en cuya portada consta Jardín ameno de varias y hermosas flores, cuyos matices son doce comedias escogidas de los mejores ingenios de España. Estas ediciones debieron de tener un papel relevante en la difusión impresa de las obras de los dramaturgos áureos en las series teatrales del siglo XVIII y primer tercio del XIX.

Otras colecciones de varios autores de tamaño menor son la de Poetas valencianos, la primera de todas cronológicamente, con dos volúmenes publicados en Valencia en 1608 y 1616; y la denominada Doce comedias las más grandiosas, compuesta por cinco “partes” impresas en Lisboa entre 1646 y 1653.

Como se adelantó, las “sueltas” fueron el otro de los dos grandes cauces de la edición teatral y el que, a la postre, terminaría dominando. Kurt Reichenberger ha calculado que su volumen alcanzaría la espectacular cifra de las 40.000 tiradas. Las publicadas en el siglo XVII en las principales plazas (especialmente Madrid, Sevilla y Valencia) no solían llevar datos de imprenta, por lo que es difícil precisar el año y lugar de publicación. Hacia finales del siglo sus portadas fueron incorporando números de serie, con los que al parecer se pretendía controlar los depósitos de colecciones cada vez más amplias a la par que fomentar el coleccionismo en los aficionados. Las series numeradas con un predominio de los textos del siglo precedente se hicieron habituales en el XVIII: 269 alcanzó la madrileña de los Sanz; las sevillanas de Leefdael, Hermosilla y Padrino llegaron, como poco, a 324, 301 y 250, respectivamente; 240 y 216, las barcelonesas de Sapera y Suriá; 331, la valenciana de los Orga; 184, la salmantina de la Santa Cruz.

Su tamaño reducido y poco lustre provocarían que muchas se perdieran o se descontrolaran entre los fondos bibliográficos con más facilidad que otros impresos. También ha dificultado su atención la falta de datos de imprenta de bastantes de ellas, que, sin embargo, son las más interesantes a priori, por lo que antes de dijo. A ello se ha unido el menor interés que tradicionalmente despertaron en los estudiosos, que preferían los manuscritos y las ediciones en “partes”. Esto se ha ido enmendando en la actualidad y ha aparecido un buen número de estudios y catálogos, pero faltan muchos aún.

De lo expuesto hasta aquí, se hace evidente la importancia que alcanzó la edición teatral y, por lo tanto, el interés, y la necesidad, de atenderla cuando se quiere tratar de la cultura de ese largo tiempo. A falta de trabajos específicos que examinen con detalle el panorama tipobibliográfico de las distintas fases, la impresión es que las obras dramáticas superaron largamente a otras de ficción. Las piezas teatrales, y especialmente las comedias, frecuentaron las librerías y las casas particulares convertidas en objetos de lectura preferidos de quienes querían leer (o escuchar leer) literatura. Ya en otro lugar he señalado el predominio de Calderón en el panorama general de la lectura en el Antiguo Régimen; un predominio no solo sobre Tirso, Moreto, Rojas Zorrilla y el resto de los dramaturgos (incluido Lope de Vega), sino también sobre Quevedo, Góngora y el resto de los escritores de literatura de ficción (incluido Cervantes). De acuerdo con los indicios materiales que permiten aproximarnos a una actividad tan personal, y a menudo privada y hasta secreta, como es la lectura, el autor de La vida es sueño apuntaría como el autor de textos ficcionales más leído de los Siglos de Oro, al menos durante la trayectoria del libro antiguo, es decir, desde las primeras ediciones hasta el primer tercio del XIX. Precisamente el drama de Segismundo es la pieza de todo el repertorio barroco que hoy por hoy tiene constatados más testimonios conservados, con un total de 55, cuyo análisis ecdótico permite además proponer como hipótesis un número enorme de ediciones perdidas, por encima del centenar y medio. Pero no solo obras, como la antedicha, a las que hoy se da importancia alcanzan cifras altas de ediciones de los siglos XVII y XVIII supervivientes, también las hay que hoy no gozan de esa fama y pueden superar la veintena o la treintena: 35 son, por ejemplo, las de El Mariscal de Virón de Pérez de Montalbán, de la que hoy nadie que no sea un especialista ha oído hablar.

Los problemas que presentan estos impresos son grandes. El arte dramático llegó a la imprenta y prosperó en ella impulsado principalmente por los móviles económicos de sus profesionales. Desde el primer momento, estos llevaron la iniciativa y a los poetas no les quedó otro remedio que desentenderse o ir a remolque para paliar en lo posible los desperfectos. Los negociantes del libro, obedientes a las siempre implacables leyes del mercado, dejaron su marca en los testimonios: establecimiento de formatos, puntuación de los textos, manipulaciones varias de los mismos desde las letras a las atribuciones, falsificaciones tipográficas, etc.

No solo el texto se componía descuidadamente casi siempre, es que también, por norma, se utilizaban papel malo y tipos desgastados; los de calidad se reservaban para los impresos de prestigio. Todas las obras del gran teatro del Siglo de Oro, incluidas las maestras, salieron muy desaliñadamente vestidas de los talleres del Antiguo Régimen. François López consideraba que tan plebeyas galas tipográficas repercutieron en su prestigio socio-cultural y contribuyeron a la deserción de los doctos.

No obstante, los servicios prestados por los impresos teatrales fueron múltiples. Lectores hubo que prolongaron con ellos su adicción a los espectáculos: sería el caso de uno de los primeros constatados, el estudiante florentino Girolamo di Sommaia, quien da cuenta en su diario de la asiduidad a las funciones ofrecidas por las compañías que recalaban en Salamanca y cómo un día de 1604 compró un ejemplar de la Parte I de Lope y se la “devoró” en tan solo cinco días; obedecería, pues, a la tipología que consignó unos años más tarde, en 1620, Antonio Liñán y Verdugo en su Guía y aviso de forasteros:

 “Levántanse con el libro de las comedias; acuéstanse con haber visto en la representación lo que leyeron escrito”. 

También las ediciones servirían para la puesta en escena de las obras por grupos no solo de aficionados sino también de profesionales: así se atestigua en las referencias contemporáneas a esta práctica y sobre todo en la existencia de abundantes ejemplares conservados con anotaciones y señales que lo reflejan.

Pero seguro que sirvieron para más cosas y de mayor calado. Entre ellas, habría que plantearse cómo influyó la conciencia de los escritores de que sus versos podían recibirse no solo con la rapidez y confluencia de signos visuales y sonoros de la puesta en escena, sino también mediante la lectura y relectura calmadas, en el incremento de su consistencia literaria, fenómeno especialmente evidente en las cuatro primeras décadas del siglo XVII. Asimismo, debería considerarse si la abundancia de estos materiales impresos no influyó sobre la trayectoria del teatro, favoreciendo la práctica de las refundiciones que caracteriza las décadas bajas del siglo XVII y haciendo, en última instancia, que prolongara su vigencia.

Y más allá de sus repercusiones sobre la dimensión escénica, merecerá la pena  sondear hasta qué punto la decantación de los lectores por el género dramático no perjudicó el desarrollo de otros destinados específicamente a la lectura, la novela principalmente. Las especiales características de la Comedia Nueva fueron determinantes para ello: así, la libertad del tratamiento del espacio y el tiempo, su fuerte componente narrativo, la escasez de acotaciones que interfieran la lectura. No es mucho lo que separa una comedia de una novela dialogada, a la manera de El coloquio de los perros o El viaje entretenido. Y esto quizá sea uno de los factores principales para explicar por qué los autos o entremeses no gozaran de la misma atención por parte de los lectores, a pesar de los primores alegórico-literarios de los primeros y el éxito de los segundos en los escenarios: a ambos les faltarían esos elementos ficcionales narrativos que hacen de las comedias cuasi novelas en estilo directo.

Deben acabar estas reflexiones con la mención del que, desde nuestra perspectiva, es el principal beneficio de aquella adicción a la lectura teatral: el haber preservado un enorme repertorio de obras, que permiten a los investigadores conocer mejor uno de los capítulos más destacados de la dramaturgia universal y, al público en general, disfrutar con la vigencia de una parte de ellos en los escenarios actuales.

El teatro japonés.-a

Introducción.

El teatro japonés, que se forma durante el siglo XIV pero hereda varios siglos de bailes rituales y espectáculos de entretenimiento variados, se caracteriza por un repertorio profundamente arraigado en la literatura y por una fuerte tendencia hacia la estilización y la búsqueda de esteticismo.

Tres períodos marcan la historia del teatro japonés. En primer lugar, los orígenes del arte teatral se buscan desde la antigüedad hasta el siglo XIV en las danzas rituales sintoístas o budistas, fiestas y entretenimiento popular y chistes y pantomimas, tanto indígenas como importados de Asia. El segundo período es el de teatro clásico, definido por tres géneros distintos: NOHGAKU (Noh y Kyogen), drama lírico refinado y poético, bunraku o ningyō jōruri, teatro de marionetas literaria y kabuki, espectáculo dramático de la burguesa. El tercer período cubre el teatro moderno, después de la apertura de Japón al mundo en la era Meiji. Los japoneses rompen con el período clásico primero a través del shingeki, el teatro experimental en Occidente, y luego con la preponderancia de la vanguardia. Cada época ha dado a luz a grandes dramaturgos que han hecho la historia del arte teatral japonesa, entre los que figuran Zeami teórico nō, Chikamatsu, instigador de un verdadero drama, Kawatake Mokuami, renovador kabuki después de la apertura del país, o Kaoru Osanai, artesano del desarrollo del teatro moderno.

Cada forma de teatro japonés, clásico o moderno, tiene características de juego y dramaturgia variadas, las más típicas son el uso recurrente de máscaras refinadas o caricaturizadas, la importancia de la danza y la música acompañante, gesto estilizado de los actores, así como la fuerte jerarquización de los roles en los grupos de teatro.

Hoy, el arte del teatro japonés es reconocido mundialmente por su calidad, con sus tres géneros clásicos inscritos en el patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Kabuki

El kabuki (歌舞伎) es seguramente el género más popular de entre los tres. Los símbolos de la palabra kabuki signfican cantar, bailar y habilidad, aunque también existe la creencia de que la palabra deriva del verbo Kabuku, que significa "raro" o "extraño", algo que se relaciona con la naturaleza experimental del género. Los primeros pasos del género se dan en el periodo Azuchi-Momoyama (1573-1603), aunque se termina de consolidar en el periodo Tokugawa (1603-1867).

Proviene de entre la clase obrera como forma de expresión cultural y entretenimiento. Se trata de un teatro muy dinámico en cuanto a las representaciones, a los cambios de escenario. Los personajes se caracterizan por tener una vestimenta peculiar y bastante llamativa. Además de esto, los personajes están todos maquillados y muy estilizados con pelucas. Llama la atención también la exageración a la hora de gesticular por parte de los actuantes; esto tenía como fin el evidenciar aún más la trama, ya que por norma general la comunicación entre público y actor era complicada debido a la difícil comprensión del habla japonés antiguo. La temática del género kabuki suele abarcar dramas de amor, escenas de la historia japonesa o de la tradición budista. Llegaron a hacerse muy famosas las obras sobre suicidios, por ejemplo. A diferencia de los demás géneros, en un principio era un género representado por mujeres, algo que hizo que el gobierno viera una provocación y una actuación que iba en contra de la moral pública, pasando a ser un género exclusivamente para actores masculinos, incluso si tenían que hacer papeles con un rol femenino.

El teatro nō se representa sobre un escenario con dos zonas de actuación: un escenario principal y un puente que une ese escenario con la habitación despejada. Muchas obras cuentan con historias budistas e incluyen un poema recitado por los artistas.


El nō (能?) o noh es una de las manifestaciones más destacadas del drama musical japonés que se ha realizado desde el siglo XIV (periodo Muromachi).​ Estas representaciones combinan canto, drama, danza y orquestación de tres o cuatro instrumentos y tienen como principio regidor el yūgen (elegancia, belleza, misterio).​ El teatro nō es popular entre un grupo amplio de japoneses; desde quienes cantan las canciones nō (utai) hasta quienes bailan pequeñas secuencias (shimai) guiados por la tutela de actores profesionales.

Concepto

Se trata de un drama lírico japonés que tuvo su apogeo en el siglo XVII, época en que datan los primeros textos impresos, atribuidos a Kwanami y a su hijo Zeami (ambos de comienzos del siglo XIV). El nō procede de las danzas rituales de los templos, de las danzas populares, de los escritos budistas y de la poesía, mitología y leyendas populares japonesas y chinas. En oposición al teatro kabuki, es un drama aristocrático que sigue teniendo su público en la actualidad y se representa en un cuadrilátero elevado y rodeado por dos lados de público.

En uno de sus lados hay un balcón con un coro de diez cantantes y en el fondo un estrado para cuatro músicos. No hay telón de fondo y los decorados se reducen a cuatro postes con un tejado para representar un palacio, un templo o cualquier otro lugar. Hay dos actores principales acompañados en algunas escenas, vestidos con gran riqueza. El primer actor lleva máscara durante la danza que constituye el núcleo de la obra. Entre las cinco piezas que constituyen un programa dramático nō se intercalan interludios cómicos de carácter entremesil o farsesco (kyōgen), representados con trajes corrientes, sin máscaras y con un lenguaje vivo y actualizado. La temática de los dramas nō es solemne y trágica, y siempre alude a algún tipo de redención usando el simbolismo aparente de alguna leyenda o hecho histórico; el lenguaje está muy elaborado, es aristocrático y elevado y abunda en arcaísmos. Un programa nō contiene cinco piezas y cuatro farsas kyōgen y dura de cuatro a cinco horas.Su desarrollo se remonta al siglo XIV. Junto con la muy emparentada farsa kyōgen, evolucionó a partir de diversas artes populares y aristocráticas, incluyendo el dengaku, el shirabyōshi y el gagaku. Kan'ami y su hijo Zeami Motokiyo dieron al nō su forma actual durante el período Muromachi. Posteriormente, este estilo influiría en otras formas dramáticas, como el kabuki y el butō.

El nō es único por su lentitud, su gracia austera y por el uso distintivo de máscaras, y representa verdaderamente un rasgo específico de la cultura japonesa, que consiste en encontrar la belleza en la sutileza y formalidad.

Historia

Sarugaku y dengaku

Hasta el siglo XIV, el nō era conocido como sarugaku no nō, o simplemente sarugaku. Este último término proviene de sangaku que designa toda la gama de artes del espectáculo, incluida la acrobacia, el malabarismo, la prestidigitación y la pantomima, importada de China. Progresivamente la pantomima cómica se convirtió en la principal atracción produciendo el cambio de nombre (sarugaku puede ser entendido como espectáculo de mímica).

Durante la misma época, las tradiciones y los ritos campesinos habían dado nacimiento al dengaku, conjunto de bailes y rituales destinados a asegurar buenas cosechas y apaciguar a los malos espíritus que eran efectuadas principalmente en los períodos de las cosechas de arroz. Practicadas en conjunto con las prácticas adivinatorias del budismo esotérico, estos rituales tenían el apoyo de grandes señores feudales pertenecientes a grandes templos budistas. Este respaldo acercó a los bailarines dengaku a enfatizar la dimensión dramática de su arte. El kagura, a menudo mencionado como una fuente esencial del nō, es asimismo una forma de dengaku.

Kan'ami y Zeami

La popularidad del dengaku estaba en su apogeo cuando nació Kiyotsugu Kan'ami (1333-1384), que en 1345, fue patrocinado por Yoshimitsu Ashikaga, futuro shōgun. El apoyo de este poderoso personaje permitió a Kan'ami desarrollar una síntesis de la pantomima sarugaku con los bailes y canciones del dengaku dando como resultado un arte elegante y refinado, adaptado a los gustos de un público aristocrático.

La autoría del nō se debe, sin embargo, al hijo de Kan'ami, Motokiyo Zeami (1363-1443), actor en la compañía de su padre, quien también gozó del favor del shōgun. Llevando la estilización más lejos de lo que había hecho su padre, impuso el yūgen, la elegancia tranquila, denotando el espíritu sutil y profundo, y el hana, que indica la novedad, como ideales del nō. Zeami fue al mismo tiempo actor, productor, y autor prolífico, escribiendo cada una de las piezas y manuales teóricos que llegarían a ser las fuentes del nō. Es probable que haya revisado y profundizado la mayoría de las piezas escritas por su padre, como también las obras creadas con anterioridad. Debido a la limitación impuesta por estas nuevas reglas, el aspecto cómico del sarugaku encontró su expresión en la forma cómica del kyōgen cuyas representaciones se vinculan como un contrapunto a las del nō. El ensayo esencial de Zeami es la Transmisión de la flor y el estilo (Fushi Kaden), escrito en 1423, que sigue siendo una obra fundamental para los actores contemporáneos.

Shogunatos y nō

La historia posterior del nō está estrechamente vinculada a sus relaciones con el poder. Así pues, después de la muerte de Kan'ami, tres personas compartieron la dirección del teatro. Él mismo Zeami, su primo On'ami (muerto en 1467) y su hermano adoptivo Zenchiku Konparu (1405-1470). Adeptos a un estilo más extravagante que el de Zeami, y sin duda mejores actores, On'ami y Konparu recibieron el favor de los sucesores de Yoshimitsu Ashikaga, los shōgun Yoshinori Ashikaga (1394-1441) y Yoshimasa Ashikaga (1436-1490), mientras que Zeami cayó en desgracia.

La Guerra de Ōnin, que ocasionó el debilitamiento del poder de los shōgun, fue un grave golpe para el nō. Con el fin de sobrevivir, los descendientes de On'ami y de Zenkichu Konparu intentaron dirigirse a un público más amplio presentando más acción y a más personajes.

Sin embargo, el renacimiento del nō tuvo lugar bajo los auspicios de Oda Nobunaga (1534-1582) y de Toyotomi Hideyoshi (1537-1598), este último un gran aficionado al nō, quienes garantizaron la protección de las compañías. Al mismo tiempo, la cultura espléndida de la época Momoyama marcó profundamente al nō, transmitiéndole el gusto por los trajes majestuosos, la forma de las máscaras (empleadas hasta el día de hoy) y la forma del escenario. Es también en esta época que se establece el repertorio del nō.

Esta protección continuó durante el período Edo bajo la autoridad del shogunato Tokugawa, siendo designado ceremonia ritual por el gobierno shogunal. Ya profundamente vinculado a una transmisión familiar, el nō pasó a ser completamente un asunto de familia, donde cada actor debía pertenecer al clan (la adopción de adultos era entonces una práctica corriente, permitiendo de esta forma integrar nuevos actores). Esta evolución debe entenderse en relación con la división de la sociedad en clases cada vez más herméticas que tiene lugar durante esta época.

Elemento esencial del entretenimiento de los shōgun y por extensión de los samurái, el nō quedó prácticamente reservado a estos últimos. Bajo la influencia de este público, las representaciones se hicieron más solemnes y más largas, volviéndose un arte serio que exigía una gran concentración de parte del público.

Hacia el nō contemporáneo

El nō, junto a sus protectores, casi desapareció durante la Era Meiji y aunque había perdido el apoyo gubernamental, recibió junto al kyōgen el reconocimiento oficial como dos de las tres formas nacionales de drama. El nō volvería en gracia y majestad a partir de 1912, siendo en esta época, cuando se comienza a utilizar el término nōgaku, para designar el conjunto formado por el nō y el kyōgen, construyéndose además las primeras salas exclusivamente dedicadas a este arte.

De nuevo amenazado, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, el nō consigue sobrevivir y constituye en el siglo XXI una de las artes tradicionales más establecidas y mejor reconocidas. El nō fue la primera forma de arte dramático en inscribirse, en 2001, en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco como parte del nōgaku, conjuntamente al kyōgen.

Dramaturgia

Son dramas breves (entre treinta minutos y dos horas): una jornada de nō está formada por cinco partes, de categorías diferentes.

Como fuente importante para el nō (y posteriormente para otras formas dramáticas), se puede mencionar El Cuento de los Heike, un cuento medieval sobre el auge y caída del clan Taira, originalmente cantado por monjes ciegos que se acompañaban con la biwa. Otra fuente mayor es El Cuento de Genji, un trabajo del siglo XI, denominada alguna vez la primera novela del mundo. Los autores también se inspiran en los períodos clásicos japoneses de Nara y Heian, y en fuentes chinas.

El escenario

Escenario de nō (Teatro Nacional de Nō, Tokio).

El escenario procede de un esquema chino: un cuadrilátero vacío de aproximadamente 6 por 6 metros, excepto la kagami-ita (pintura de un pino en el fondo de la escena), abierto sobre tres lados entre las pilastras de hinoki (ciprés japonés) que señalan los ángulos. Existen variadas explicaciones para la utilización de la pintura del pino en el escenario. Una de las más comunes nos dice que simboliza un medio por el cual las deidades descienden a la tierra en el ritual shinto. Se dispone de una pequeña puerta para permitir la entrada de los músicos y del coro. El escenario, en altura, siempre se cubre de un techo, incluso en interiores, para reproducir la presentación original que en los antiguos tiempos tenía lugar al aire libre, y se rodea al nivel del suelo de grava blanca en la cual se ubican pequeños pinos al pie de los pilares. Bajo el escenario se encuentra un sistema de jarras de cerámica que amplía los sonidos en las danzas. Los detalles de este sistema son patrimonio de las familias que fabrican el escenario del nō.

El acceso al escenario para los protagonistas se hace por el hashigakari, estrecha pasarela a la izquierda de la escena que representa la unión del mundo de los vivos con el mundo de los muertos, posteriormente evolucionaría en kabuki en el Camino de las flores (hanamichi). Considerado como parte integral del escenario, este camino está bloqueado, por donde entran los actores, por una cortina de cinco colores. El ritmo y la velocidad de apertura de esta cortina da al público indicaciones sobre el ambiente de la escena. La longitud del hashigakari logra unas entradas espectaculares. A lo largo de esta pasarela existen tres pequeños pinos, que además de reforzar una ilusión de lejanía, definen zonas donde el protagonista puede hacer una pausa para decir algunas palabras, antes de su llegada al escenario. Según el lugar determinado donde el protagonista se ha detenido, el público comprende el tipo de papel que interpreta. También, según si el actor va sobre la pasarela más cerca o más distante del público, este último puede conjeturar el grado de humanidad del papel. Todos estos elementos así como las propiedades de resonancia de la escena obligan a los protagonistas a utilizar un particular paso deslizado, sin choque de los pies sobre el suelo y con las caderas muy bajas (suriashi).

Escenario de nō.

A causa de la amplia apertura del escenario, el público está dispuesto prácticamente sobre tres lados. Por lo tanto, el protagonista debe prestar una atención especial a su colocación. Debido a que las máscaras limitan severamente su campo de visión, el protagonista utiliza los pilares como guías para moverse, ubicándose a la izquierda del escenario.

En contraste con el sencillo escenario, los trajes son majestuosos. Muchos actores, especialmente aquellos en el papel del Shite, usan telas de seda exquisitamente elaboradas y de líneas severamente simples. Los dibujos de los distintos vestuarios, así como el color de estos son de naturaleza simbólica y se destacan por sus audaces diseños de extravagante belleza y una sensitiva delicadeza de detalle. El uso del color se encuentra predeterminado por la edad y sexo del personaje, mientras la juventud se representa por tonos alegres, rojos y brillantes, la mujer mayor está representada por tonalidades más oscuras y menos llamativas, además el diseño del vestuario permite a los espectadores descubrir las motivaciones o sentimientos que mueven al personaje.

Música y texto

Los músicos en el nō.

Además de los actores, el escenario está ocupado por cuatro músicos dispuestos en la parte posterior del escenario en un espacio entarimado de 120 cm de profundidad que deben en todo momento realizar movimientos que se encuentren en armonía con la kagami-ita, y un coro de ocho a doce personas que se sitúan al lado derecho en una extensión de aproximadamente 1 metro. La música se produce por medio de tres tipos de tambores de tamaño creciente, que llevan el compás; un tambor al hombro (ko-tsuzumi), cuyo parche requiere humedad para emitir un tono embozado; un tambor de rodilla (ō-tsuzumi), cuyo parche se seca para emitir un tono alto y estruendoso; y un tambor aplanado (taiko), que marca el ritmo con dos baquetas de ciprés. A esto se suma una flauta de bambú, único instrumento que lleva la melodía, con siete agujeros (fue), construida para hacer sonidos extraños y precarios. Los dos primeros tambores tienen el cuerpo de cerezo, mientras que el tercero es de olmo y sus parches son hechos de cuero de caballo ajustados por cuerdas de lino. La música tiene por función crear el ambiente, a menudo una atmósfera extraña, en particular cuando intervienen elementos sobrenaturales, pero no debe interferir de manera alguna ni sobreponerse a la actuación del bailarín. Debido a que las antiguas máscaras nō se sostenían por la boca y los actores no podían pronunciar texto, era el coro el que antiguamente hablaba en su lugar. Actualmente, el coro se encarga de proporcionar los elementos de narración y de decir las réplicas al actor cuando este realiza una danza o de ampliar la intensidad dramática de un monólogo. El predominio de las percusiones en la música destaca la importancia fundamental del ritmo en la representación del nō.

El nō, como drama cantado, es considerado por muchos como la ópera japonesa. Sin embargo, el canto en el nō involucra un rango tonal limitado, con largos y repetitivos pasajes en un rango dinámico pequeño. Ciertamente, la melodía no es el centro de la canción del nō. Aunque, los textos son poéticos, utilizan considerablemente el ritmo familiar siete-cinco japonés, que se conoce en el temprano waka y en el posterior haiku, con una economía de expresión y una abundancia de alusiones.

A causa del establecimiento del repertorio a finales del siglo XVI, el texto está en japonés antiguo, incomprensible para los japoneses contemporáneos, por lo que la mayoría de las salas proponen traducciones del texto.

Actores

Existen cuatro categorías mayores de actores en el nō y ocho categorías principales de papeles:


Shitekata: corresponde al tipo de actor de obras más representado. Estos actores interpretan distintos papeles, shite (actor principal), tsure (acompañante del shite), jiutai (coro, usualmente 6-8 actores) y koken (ayudantes de escena, usualmente 2-3 actores).

Wakikata, personifica los papeles de waki, personaje secundario que son la contraparte del shite.

Kyogenkata, estilo de obra reservado a los actores que desempeñan los papeles populares en el repertorio del nō y toda la distribución de las piezas kyōgen (representadas como intermedio entre dos obras nō).

Hayashikata, son los instrumentistas que tocan los cuatro instrumentos utilizados en el nō.

Los actores que interpretaran papeles de shite y waki son instruidos separadamente, bajo la dirección de profesores diferentes. Es imposible pasar de una categoría a otra, lo que aumenta el contraste, en la obra, entre los dos tipos de protagonistas.

El shite

El shite es el actor que interpreta al personaje principal de la obra y quien ejecuta las danzas. Debe poder interpretar una extensa gama de personajes, yendo de niño a dios, pasando por anciano o mujer. Todos los actores son hombres y la naturaleza de un personaje es señalada por su traje, muy elaborado, y sobre todo por su máscara, más pequeña que el tamaño real. Solo los actores shite se ponen máscaras, siendo capaces de concentrar la esencia del personaje que interpretan y de esta forma alcanzar una mayor profundidad emocional. Cuando el personaje es un hombre de edad madura, el shite actúa sin máscara. Debe entonces guardar una cara severamente inexpresiva, al igual que las otros personajes presentes sobre escena, y actuar como si llevara una máscara (hitamen).

El actor implicado como shite puede también verse obligado a actuar como personaje secundario cuando estos son mujeres, niños, animales o seres sobrenaturales.

El waki

El papel esencial del waki es interrogar al shite para darle una razón para efectuar su danza y de vincular a las criaturas de otro mundo representadas por el shite con el mundo real. Actuando sin máscara, el waki es un humano varón que vive en el presente en el momento de la pieza. Puede tratarse de un aristócrata, cortesano, enviado, sacerdote, monje, samurái o de un hombre del pueblo. Su función social es indicada por su traje.

Piezas

Una típica representación de nō involucra todas las categorías de actores. Existen aproximadamente 250 obras que son desarrolladas en el repertorio actual las cuales pueden ser distribuidas en dos grupos según su realismo, o en seis categorías organizadas en líneas generales por tema. Esto último influirá sobre el momento en que una obra se representa durante una jornada tradicional de nō, que está compuesta por una obra de cada una de las categorías.

Genzai nō y mugen nō

El genzai nō designa las partes realistas. El personaje principal es entonces un ser humano vivo, y la historia se desarrolla en tiempo real. La obra se centra en torno a los sentimientos del personaje, siempre en una situación dramática. El diálogo hablado constituye el medio esencial de la exposición.

El mugen nō, por otro lado, es un ruego a criaturas imaginarias, divinidades, fantasmas o demonios. Estas criaturas siempre son actuadas por el shite. Las obras se dividen entonces en dos actos. En el primero, la criatura se le aparece al waki, que ha venido a visitar un lugar consagrado o famoso, bajo el aspecto de un ser humano. Durante el segundo, se revela y realiza una danza. Este segundo acto se supone que se desarrolla en un sueño o en una visión del waki, de ahí el nombre de mugen, que designa este tipo de experiencia.

El tema de los mugen nō hace generalmente referencia a una leyenda o a una obra literaria. Escrito en una lengua anticuada y poética, el texto se canta según entonaciones obedeciendo a normas estrictas de kata (formas impuestas por la tradición). Del mismo modo, los protagonistas adoptan para este tipo de obras un paso deslizado característico, y se codifican mucho los propios movimientos de las danzas. Esta estilización extrema reparte a cada movimiento y entonación un significado convencional propio.

La puesta a punto de las características esenciales del mugen nō se asigna a Zeami. Más que intentar reconstruir la belleza sobre la escena, su objetivo es suscitar en la audiencia un estado de ánimo consustancial a la contemplación de la belleza, su referencia es el sentimiento experimentado ante la belleza de una flor.

Los seis tipos de obras

Como se mencionó, las obras de nō generalmente se clasifican por tema, que regulan su orden de representación. Este orden constituye una herencia del tiempo del shogunato Tokugawa:

Okina/Kamiuta

1.ª Categoría: Obras de Divinidades

2.ª Categoría: Obras de Guerreros

3.ª Categoría: Obras de Mujeres

4.ª Categoría: Obras Misceláneas

5.ª Categoría: Obras de Demonios

Okina/Kamiuta

Se trata de una obra única que combina danza y ritual shinto. En todo rigor, no se trata de nō, pero es una ceremonia religiosa que utiliza el mismo repertorio de técnicas que el nō y el kyōgen. Representa la bendición concedida por una divinidad a la asistencia. La máscara es entonces un objeto religioso en pleno derecho.

Estas obras también se conocen bajo el nombre de sanban, "los tres rituales", en referencia a las tres partes esenciales chichi-no-jo, okina, y kyōgen sanba-sarugaku. El papel principal lo ejecuta un actor de nō y el papel secundario es realizado por un actor de kyōgen.

Estas obras no forman parte de las jornadas de nō y se realizan con motivo del año nuevo o como representaciones especiales, presentándose siempre al principio del programa.

Nō de divinidades

Llamadas también waki nō, tienen una divinidad como personaje principal. Típicamente, el primer acto es el encuentro de un sacerdote con otro personaje en un lugar famoso o en marcha hacia tal lugar. Al final del acto, el otro personaje se revela una divinidad. Esta, o un divinidad vinculada, vuelve de nuevo durante el segundo acto para realizar una danza y bendecir la asistencia, un templo o las cosechas. Ejemplos de obras: El Viejo Pino, Los Dos Pinos, Po Chu-i, El Arco del templo de Hachiman, La Diosa de los cerezos, La Reina-madre del Oeste, Kamo, Los Dioses del templo de Shirahige, La Isla de los bambúes de la diosa Benten, etc.

Nō de guerreros

En japonés shura-nō, estas obras se centran en torno al espíritu de guerreros muertos caídos en el infierno después de su muerte. Vuelven entonces para contar la vida durante el ashura (infierno de la guerra), o su última batalla. Ejemplos de obras: El General Tamura-maru, Yoshitsune en Yashima, El Carcaj de Kagetsue, El Belicoso Michimori, El Ahogamiento de Kyotsune, El Viejo Sanemori, Minamoto no Yorimasa, La Dama Tomoe.

Nō de mujeres enamoradas

Llamadas «nō de mujeres» o «nō con peluca» (kazura-nō), estas obras se desarrollan en torno al espíritu de mujeres hermosas, de jóvenes nobles, o incluso de plantas o diosas. El momento esencial de estas obras es una danza graciosa.

Nō misceláneas

Esta categoría agrupa las obras nō que no pertenecen a los otros grupos. Representan en general a un personaje femenino que cae en la locura, por celos o a raíz de la muerte de un ser querido.

Nō de demonios

También llamadas «nō del final» (kiri nō), estas obras incluyen a un personaje sobrenatural, un demonio, rey-dragón u otro espíritu de este tipo, aunque el personaje central de algunas sea un joven simplemente noble. Estas partes tienen un ritmo más rápido, apoyado por la utilización del tambor aplanado (taiko). Una rítmica danza constituye su punto culminante, que es también el fin de la jornada de nō.

El nō en el siglo XXI

Existen alrededor de 1500 actores profesionales de nō en Japón, y esta forma de arte está empezando a crecer nuevamente. Contrariamente al kabuki, que siempre ha sido muy popular, el nō poco a poco se volvió una representación solo para una determinada elite intelectual. Las cinco escuelas existentes de actuación nō son: Kanze (観世), Hosho (宝生), fundada en el siglo XIV, Komparu (金春), Kita (喜多), y Kongo (金剛). Cada escuela tiene una familia principal conocido como Sō-ke, y la cabeza de cada familia tiene el derecho de crear las nuevas obras o revisar las piezas existentes. La sociedad de actores de nō es totalmente feudalista, y estrictamente protege las tradiciones heredadas de sus antepasados.

Obras nō famosas

(Categorizada según la escuela Kanze)

Aoi no huye — "La Dama de la Corte Aoi" (Categoría 4)

Dojoji — "Dojoji" (Categoría 4)

Hagoromo — "El Manto de Pluma" (Categoría 3)

Izutsu — (Categoría 3)

Matsukaze — (Categoría 3)

Sekidera Komachi — Komachi a Sekidera (Categoría 3)

Shakkyo — "El Puente de la Piedra" (Categoría 5)

Shojo — "El Elfo de Tippling" (Categoría 3)

Yorimasa — "Yorimasa" (Categoría 2)

Yuya — "Yuya" (Categoría 3)

Máscaras en las obras nō

Máscara nō de mujer.


Máscara nō de mujer.

Un ko-jo (viejo) la máscara, en la colección del Museo de los Niños de Indianápolis

Todas las máscaras utilizadas en las representaciones de nō (能面 nō-men o 面 omote, característica) tienen nombre.

Usualmente solo el shite, el actor principal, lleva máscara. Sin embargo, en algunos casos los tsure pueden también llevarlas, en particular para roles femeninos. Las máscaras nō son usadas para representar a un personaje femenino o no humano (divino, demoniaco o animal), existiendo también máscaras para representar jóvenes o ancianos. Por otra parte, los actores de nō que no llevan máscara representan el rol de adultos alrededor de los veinte, treinta o cuarenta años de edad. El waki tampoco lleva máscara.

Cuando son usadas por un actor experimentado, las máscaras nō poseen la habilidad de representar distintas emociones de acuerdo a la postura de la cabeza y a la iluminación. Una máscara inanimada puede tener apariencia de felicidad, tristeza o una variedad de sutiles expresiones. Estudios realizados por Michael J. Lyons del ATR Intelligent Robotics and Communication Labs en Kioto, Japón, y Ruth Campbell, del University College de Londres, han explorado este aspecto de las máscaras.[cita requerida]

Influencia en el teatro occidental

La apertura de Japón, al final del siglo XIX, suscita el interés de varios artistas occidentales. En 1921, el poeta Paul Claudel, a la sazón embajador de Francia en Japón, quedó impresionado por la estructura dramática del nō y su musicalidad. Esta idea queda expuesta en algunos de sus textos críticos como El Nō y El Drama y la música. La influencia que el teatro nō pudo tener sobre la dramaturgia misma de Claudel es sobre todo formal. Al mismo tiempo en Irlanda, William Butler Yeats, Premio Nobel de literatura en 1923, se inicia en el nō y se impregna de todo su arte. Stanislavski o Meyerhold examinan también la dramaturgia japonesa, y hacen algunas experiencias de puesta en escena, pero inspirándose más bien en el kabuki por su aspecto más coloreado y exóticamente espectacular. Bertolt Brecht, después de haberse apasionado por el teatro chino, adapta en 1930 una obra nō: Taniko, bajo el título Der Ja-sager (aquel que dice sí).

Más recientemente, los nō modernos de Yukio Mishima, gracias a la traducción francesa de Marguerite Yourcenar, dieron a conocer a la opinión pública algunos elementos esenciales del nō, como los "fantasmas vivos" o las metamorfosis animales.

Actualmente en Suiza, el director de teatro Armen Godel, apasionado del nō y traductor del japonés, monta en particular obras de Racine, Corneille o bien del mismo Mishima, impregnándolos del yūgen (palabra típica del «nō» que René Sieffert traduce como encanto sutil). En Francia, desde 1980, la puesta en escena por el director de teatro Junji Fuseya inicia a artistas occidentales a la técnica adaptada de su propia formación tradicional de nō y kyōgen. Es necesario tener en cuenta aún la inspiración que ciertamente Peter Brook encontró en Yoshi Oida, con el cual trabajó de numerosos años.

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