Titulo del blogger

El teatro.
Mostrando entradas con la etiqueta teatro español. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta teatro español. Mostrar todas las entradas

miércoles, 18 de octubre de 2017

El Gran Teatro del Liceo de Barcelona, conocido como El Liceo.-a

Interior del Gran Teatro del Liceo.
Carla Nicol Vargas berrios
Inaugurado en 1847, el Gran Teatro del Liceo es el teatro en activo más antiguo y prestigioso de Barcelona. A lo largo de los años el teatro ha conservado su función como centro cultural y artístico, llegando a convertirse en uno de los símbolos de la ciudad.

(Gran Teatre del Liceu o El Liceu en catalán), es el teatro en activo más antiguo y prestigioso de Barcelona, especialmente como teatro de ópera, entre los que es considerado uno de los más importantes del mundo.
Situado en La Rambla de Barcelona, ha sido escenario desde 1847 de las más prestigiosas obras interpretadas por los mejores cantantes del mundo. Durante casi dos siglos ha sido símbolo y lugar de encuentro del poder, la nobleza y burguesía catalanas, en los pisos inferiores, por un lado, mientras que los aficionados de las clases sociales menos adineradas compartían su pasión por la ópera en los pisos 4º y 5º, que hasta las últimas reformas tuvieron una entrada independiente por la calle de San Pablo.
Las entradas sin butaca, que existieron hasta la última reconstrucción del teatro, permitían disfrutar a los apasionados de la ópera por unos precios muy reducidos al alcance de muchos barceloneses. Hoy las butacas laterales, sin visibilidad pero con TV, del 4º y 5º piso son de precios también muy reducidos.

Historia del Gran Teatro del Liceo
Carla Nicol Vargas berrios

La Sociedad Dramática de Aficionados

En el año 1837, el 8º Batallón de Línea de la Milicia Nacional, nacida a imagen y semejanza de las milicias revolucionarias francesas, con el patricio Manuel Gibert Sans al frente, en su calidad de comandante, debía buscar sus propios fondos para su funcionamiento. A pesar de la elevada extracción de la mayoría de sus miembros, se encontraban en un difícil momento económico. El cabo Pedro Vives defendió, en una reunión celebrada en una lujosa vivienda de la calle de Escudillers, la idea de fundar un pequeño teatro en el que celebrar conciertos, funciones dramáticas y bailes, con los cuales recaudar fondos para, entre otras cosas, pagar la renovación de los ajados uniformes. La idea fue calurosamente acogida por todos.
El batallón puso manos a la obra para construir una sala con un aforo de 600 localidades, que pronto empezaría a hacer la competencia al Teatro de la Santa Cruz, que era el teatro oficial de Barcelona. La función inaugural de la sala, situada en el exconvento de Montesión (en la calle de Montsió, cerca de la avenida Puerta del Ángel), fue el 21 de agosto de 1837. La milicia fue disuelta el 14 de octubre de 1838, tras haberse apaciguado el país después de los disturbios y quema de conventos de la Revolución de 1835.

El Liceo Filodramático de Montesión

Para evitar la desaparición de la sala, que empezaba a tener su público, Manuel Gibert propuso la constitución del Liceo Filodramático de Montesión. La nueva sociedad fue autorizada por el Gobernador Civil de Barcelona. La finalidad de la nueva entidad era, por una parte, promover la enseñanza musical (de aquí el nombre de Liceo) y, por otra, la organización de representaciones escénicas de teatro de ópera, por parte de los alumnos.
La presencia del pujante Liceo Filodramático inclinó a los propietarios del Teatro de la Santa Cruz a cambiar su nombre por el de Teatro Principal. En 1838, la entidad cambió el nombre por el de Liceo Filarmónico Dramático de S.M. la Reina Isabel II. Los partidarios de una u otra sala, se les conocía como Cruzados y Liceístas, acogiendo los primeros a colectivos carlistas y más tradicionales, mientras que eran Liceítas los colectivos liberales y moderados. En ambos casos, se trataba de grupos sociales transversales en los que participaba gente de todas las clases sociales, como era tradición en la ópera en Barcelona.
La falta de espacio y las presiones de las monjas dominicas, antiguas propietarias del convento, que habían recuperado unos derechos que habían perdido, y reclamaban volver, motivaron que el Liceo Filarmónico Dramático de S.M. la Reina Isabel II abandonara el Convento de Montesión en 1848.
A cambio, le fue concedida la compra del edificio del Convento de los Trinitarios, situado en el centro de la Rambla de Barcelona. Inmediatamente se iniciaron los trabajos de demolición de este convento para edificar un nuevo edificio capaz de acoger todas las actividades del Liceo.

El primer edificio del Gran Teatro del Liceo


Carla Nicol Vargas berrios

A diferencia de otras ciudades europeas, donde la monarquía se hacía cargo de la construcción y mantenimiento de los teatros de ópera, en Barcelona la construcción del Gran Teatro del Liceo se tuvo que hacer mediante las aportaciones de accionistas particulares, según una estructura similar a una sociedad mercantil. Este hecho condicionó hasta la estructura del nuevo edificio, falto, por ejemplo de palco real.
Dada la gran afición que había en Barcelona, el teatro que se construyó era el de mayor aforo de Europa, y lo fue durante más de un siglo. Aún hoy, con la reducción del aforo a la mitad del inicial, pero con la comodidad de tener todas las plazas sentadas, el Liceo es el teatro de ópera con mayor aforo de toda Europa, excepto aquellos más recientes como la Opera de la Bastilla (2.703 butacas) o el Metropolitan Opera House (3.800 butacas + 195 de pie en la parte trasera de la platea).
La Sociedad del Gran Teatro del Liceo tiene el origen en el año 1837, pero no fue hasta el año 1844 cuando Joaquim Gispert, socio impulsor de la sociedad Liceo Filarmónico de Montesión, compró el antiguo convento de los trinitarios descalzos de la Rambla para construir un nuevo teatro.
La primera autoría arquitectónica mantiene algunas incógnitas, pero se sabe que intervinieron Joaquim Gispert, su hijo Frederic, que era ingeniero, el maestro de obras Francesc Batlle, Francesc d'Assís Soler, etc. pero fue Miquel Garriga i Roca el arquitecto encargado de la construcción del Liceo. Las obras se iniciaron el 11 de abril de 1845, y el Teatro se inauguró el 4 de abril de 1847.
La historia arquitectónica y social del edificio es convulsa y variada, como reflejo de las circunstancias y variaciones de la sociedad de cada momento.
El edificio fue destruido en gran parte por el incendio del año 1861, salvándose, como en el siguiente incendio, la entrada y el salón de los espejos, conocido entonces como El Vergel que, junto con la entrada desde la Rambla, es lo único que queda del primitivo teatro.

El segundo Gran Teatro del Liceo...

Tras el incendio de 1861, los gestores del Liceo Filarmónico Dramático de S.M. la Reina Isabel II encargaron a Joaquín de Gispert y de Anglí un proyecto que hiciera viable la construcción del nuevo edificio. Este proyecto preveía la creación de dos entidades: la Sociedad de Construcción y la Sociedad Auxiliar de Construcción. Los accionistas de la primera obtenían, a cambio de sus aportaciones económicas, el derecho de uso a perpetuidad de algunos palcos y butacas del futuro teatro. En cambio, los de la segunda aportaban el resto de dinero necesario a cambio de la propiedad de otros espacios del edificio.
La Sociedad Auxiliar de la Construcción sería el origen del Círculo del Liceo. El teatro fue reconstruido en sólo un año bajo la dirección de Josep Oriol Mestres. Después sufrió el atentado anarquista de 1893, la conocida como Bomba del Liceo. y, más recientemente, el gran incendio de 1994.
Hasta el año 1980 el edificio y las actividades que tenían lugar en el mismo fueron mantenidos totalmente por la Sociedad del Gran Teatro del Liceo. En este año se construyó el Consorcio del Gran Teatro del Liceo, en el que actualmente participan la Generalidad de Cataluña, el Ayuntamiento de Barcelona, la Sociedad del Gran Teatro del Liceo, la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura.

El actual edificio del Liceo

Estilo arquitectónico: eclecticismo

Capacidad: 
actual 2292 localidades sentadas [aforos históricos: 1847, 3500 sentadas + 1000 (o más) de pie (cuando Barcelona tenía 60 000 habitantes); 1862, 3400 sentadas (se suprimieron las butacas del anfiteatro de 2º piso, delante de los palcos); 1952, 3000 localidades, todas sentadas (con motivo del Festival de Bayreuth se suprimieron las entradas de a pie de las filas traseras de 4º y 5º piso). Tras las últimas reformas, se han suprimido las entradas de palco («de águila») que permitían completar a precio reducido, los sitios de los palcos con más asientos que entradas, o ver la ópera de pie en los pasillos de puertas de la sala, especialmente en la trasera de platea, así como los palcos de los pisos 2º y 3º]. personas.


Actualmente, tras la reordenación jurídica que se acordó en 1994 para poder afrontar su rehabilitación, el Liceu es un teatro de titularidad pública, propiedad de las cuatro principales administraciones presentes en Barcelona:
la Generalidad de Cataluña, el Ayuntamiento de Barcelona, la Diputación de Barcelona y el Ministerio de Cultura de España.

La administración es gestionada por la Fundación del Gran Teatre del Liceu, que ha contado con la incorporación, además de las citadas instituciones, del Consejo de Mecenazgo y la antigua Sociedad del Gran Teatro del Liceo.
Debe resaltarse que en el mismo edificio convive junto al teatro, el Conservatorio Superior de Música del Liceo y el Círculo del Liceo, una sociedad civil privada independiente creada en el año 1847, propietaria de un sector del edificio que no ha sido afectado por ninguno de los incendios y que conserva su decoración modernista como ejemplo de la implicación de la burguesía catalana en las actividades culturales.
Tras el incendio de 1994, el teatro fue reconstruido, siguiendo el proyecto y la dirección de los arquitectos Ignasi de Solà Morales, Xavier Fabré y Lluís Dilmé, y se volvió a inaugurar en el año 1999. La reconstrucción respetó el ambiente de la sala y amplió considerablemente el escenario para adaptarlo a las más modernas especificaciones, para lo que hubo que demoler diversas casas que rodeaban el teatro.


vestíbulos
Carla Nicol Vargas berrios

Desde el punto de vista arquitectónico cabe destacar el vestíbulo, la escalinata, el salón de los espejos (El Vergel)y la reconstrucción de la sala con el mismo estilo decorativo, mientras que desde el punto de vista urbanístico el edificio se puede considerar uno de los hitos arquitectónicos más relevantes de la Rambla de Barcelona.
El Liceo tiene doce niveles, tres fachadas y una medianera, y dispone de una cubierta plana en el extremo triangular de las Ramblas con la calle de San Pablo y otras cubiertas planas a diferentes niveles en el resto del nuevo edificio.
Se deben evaluar las tres fachadas, entendidas como elemento principal que define el espacio público y urbano, como el diálogo y el ejercicio de una evolución culta y trabajada y donde se han utilizado unos materiales y una relación de lleno/vacío que confieren una enorme actualidad al debate que supone trabajar con el pasado y sus preexistencias. Una vez más se ha hecho realidad la posibilidad de establecer un diálogo y no una confrontación mimética entre el pasado y el presente.
El monumento debe considerarse como una unidad artística a pesar de las diversas fases y épocas de construcción y reconstrucción a las que ha estado sometido desde el año 1844 y hasta el año 1999.
Es importante saber que estamos ante un caso singular, porque se debe tener presente hasta qué punto toda la ampliación que ha sufrido el edificio ha pasado a tener la condición de indisociable respecto a todos aquellos fragmentos originales del siglo XIX que no sufrieron las consecuencias de los distintos incendios. Por lo tanto, se ha establecido el criterio y el concepto de unidad en todo el edificio y en toda la arquitectura que responde, sirve y acoge toda la funcionalidad del Gran Teatro del Liceo.
La nueva arquitectura, los nuevos espacios, responden a un funcionamiento que como primera finalidad tiene el óptimo desarrollo de todos los actos que se realizan en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona. En 1972 el gran Lauri Volpi canto Nessun Dorma a los 79 años.

Nota histórica: EL RENACER DE UN ESPACIO LÍRICO
Barcelona 3 FEB 1994

El director general del Liceo, Josep Caminal, aseguró ayer a este diario que las administraciones están decididas a que el nuevo teatro sea de titularidad exclusivamente pública, lo que modificará sustancialmente el papel de los actuales propietarios del teatro.

 "Estos días se ha hecho evidente que el empuje de la sociedad civil es fundamental. Sería un error histórico gravísimo que los actuales propietarios pretendieran mantener la exclusiva de la representación de esta sociedad civil que, es mucho más amplia y más variada de lo que ellos representan", dijo La Sociedad de Propietarios se reunirá en los próximos días para analizar el alcance de la catástrofe y decidir el destino del importe de la póliza de seguros contra incendios, que asciende a 2.000 millones de pesetas.

Las negociaciones entre propietarios y administraciones, unos y otras integrados en el Consorcio del Liceo, han estado plagadas de tensiones en los últimos 10 años por diferentes causas. A finales de los noventa, sin embargo, dichas tensiones se ven agudizadas por un proyecto que se abre paso en el horizonte: la ampliación del teatro. La cuestión que se plantea es muy simple: cómo invertir dinero público en una obra cuando la titularidad del edificio mantiene su condición privada.
Hasta el momento de la catástrofe, los privados, de forma oficiosa, todavía no refrendada en asamblea, se declaraban dispuestos a ceder dicha titularidad, siempre y cuando las administraciones se comprometieran en firme a realizar la reforma y además estuvieran dispuestas a mantenerles de terminados privilegios —"derechos", desde su punto de vista—, como la preferencia a la hora de escoger los turnos de las funciones y el usufructo de palcos y butacas de su propiedad por un periodo que se negociaría.
La Sociedad de Propietarios está integrada por cerca de 400 personas. Son en parte descendientes de aquella gran burguesía industrial y financiera que en 1847 fundó el Gran Teatro del Liceo, aunque a lo largo de la historia los títulos han ido pasando de unas manos a otras a precio de mercado. Los propietarios son los titulares colectivos de todo el edificio, y luego, de manera individual, lo son de determinados palcos y butacas, que representan aproximadamente un 35% del aforo total. Las localidades privadas son básicamente palcos de platea y de primero, segundo y tercer piso, y butacas de platea y anfiteatro.
Entre los nombre más destacados de este colectivo figuran los del empresario Carlos Ferrer Salat, Eduardo Bueno —ex presidente del Partido Popular de Cataluña, Antoni Serra Santamans —del grupo Catalana de Occidente-, Manuel Bertrand —cuyo padre, industrial textil, financió los estudios de Montserrat Caballé, — Félix Millet, —hijo de uno de los fundadores del Banco Popular y ex consejero de Banca Catalana—, Félix GüelI —descendiente del vizconde de GüelI— y el marqués de Alella, Juan Peláez.

Red de relaciones Los

Los orígenes de la propiedad se remontan a la propia construcción del edificio. Joaquim de Gispert, uno de los socios más conspicuos del Liceo Filarmónico-Dramático barcelonés —embrión de la actual sociedad—, movió una tupida red de relaciones sociales para conseguir lo que parecía un sueño inalcanzable: que la burguesía de Barcelona contara con uno de los teatros más esplendorosos de toda Europa. En su empeño, quiso recabar el apoyo de la reina Isabel II, que, sin embargo, fue cicatero, ya que no fue mucho más allá de la mera cesión del real nombre para adornar a la sociedad. Este hecho motivó que, a la hora de construirlo, el Liceo no contara con palco real: la Reina ocuparía, por todo privilegio, el central del anfiteatro, pero el aspecto de éste no variaría del de los ricos burgueses situados a sus lados.
Con un ingeniosísimo sistema muy propio de la clase a la que pertenecía, Gispert consiguió financiar el teatro vendiendo como acciones localidades del mismo. Estableció un complejo baremo del valor de las futuras localidades y logró venderlas a cambio de la promesa de espectáculos fastuosos. Los palcos equivaldrían a un número convencional de acciones, dependiendo del lugar más o menos privilegiado que ocuparan. De este modo, los propietarios quedaban vinculados no sólo a la construcción del edificio, sino al desarrollo de las actividades teatrales.

Los antepalcos que ardieron el lunes eran un testimonio vivo de este sistema de división de la propiedad. Cada titular los decoró a su gusto y según sus propias necesidades. Así, un suntuoso palco de proscenio de segundo piso, que en tiempos perteneció a un grupo de amigos regidos por un reglamento que vetaba explícitamente el ingreso a sus legítimas esposas, disponía de baño propio: otro se hallaba decorado con extraordinarios frescos de temática wagneriana; otro aún, situado en el tercer piso, contenía preciosos grabados con un único motivo central: el desnudo femenino. Y es que el tercero era a la sazón el piso de los solteros, que acudían al teatro movidos por pasiones alejadas de la lírica.
No sólo los antepalcos respondían a este sentido de la privacy. Toda la arquitectura del Liceo refleja la tradicional discreción burguesa de puertas afuera, y los oropeles más suntuosos de puertas adentro. La fachada, que ha permanecido intacta, se íntegra con la máxima discreción en el tejido urbano, rodeada de comercios. Es el reverso de los teatros de corte que ocupan un espacio propio, distanciado de la ciudad, con las paredes expuestas a los cuatro vientos, signo exterior del unicum de la realeza. Por si ello no bastara, el propio espacio interior es compartido con otras instituciones, como el Círculo del Liceo, un club recreativo de inspiración inglesa al que pertenecieron muchos de los fundadores del teatro, pero que orgánicamente nada ha tenido que ver con él. O el Conservatorio de Música. De generación en generación y de cambio de propiedad en cambio de propiedad, la titularidad privada se ha mantenido hasta hoy.

Decadencia burguesa

Desde 1980, dichos herederos no pudieron ya organizar privadamente sus temporadas, confiadas hasta ese momento a empresarios de su propia elección, el último de los cuales fue Joan Antoni Pàmias, que rigió los destinos artísticos entre 1947 y 1980. En ese año se crea el consorcio, en el que participan las administraciones: primero la Generalitat, la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona, y desde 1984 el Ministerio de Cultura.
A partir de ese momento, las prerrogativas de los privados fueron quedando progresivamente limitadas hasta la actualidad. Por estatuto, los propietarios estaban obligados a adquirir por lo menos un turno de abono de funciones. Ello ha supuesto para el consorcio un ingreso fijo de cerca de 250 millones de pesetas por temporada, ya que muchos de los titulares se quedaban con más de un turno. Su único privilegio actual era precisamente éste: antes de que se abriera la taquilla al público, tenían derecho a escoger calendario. Sus propiedades quedaban a disposición del consorcio para el resto de las funciones. Entre sus otras obligaciones, figuran el mantenimiento de los palcos —en los cuales podían hasta hace poco efectuar reformas, bajo la supervisión del consorcio— y el pago del seguro del edificio: 40 millones de pesetas anuales.
Desde su creación, el consorcio ha ido adquiriendo localidades, limitando de este, modo el peso de los privados. Pero la cuestión de la titularidad sigue levantando suspicacias, entremezcladas con un difuso sentimiento nunca del todo precisado: el reconocimiento histórico hacia unas gentes que hicieron grande Barcelona. Esos propietarios, herederos o no de los antiguos fundadores, consiguieron desde mediados del siglo pasado y hasta 1980 mantener la única temporada estable de toda España. El tacto en las negociaciones entre ellos y las instituciones es uno más de los complejos aspectos de la sociedad catalana.
[Ayer, el juez paralizó el desesescombro del teatro para evitar que la retirada de las ruinas perjudiquen la investigación. Los vecinos afectados por las expropiaciones que conllevará la reconstrucción del Liceo exigieron una investigación a fondo del incendio para esclarecer si fue realmente fortuito. Por otra parte, el presidente de Castilla y León. Juan José Lucas, criticó el "agravio comparativo" que supone la reacción del Ministerio de Cultura ante el desastre del Liceo y el nulo apoyo que ha recibido su comunidad.]

El Teatro Real.-a

Carla Nicol Vargas berrios


El Teatro Real es el teatro de la ópera de Madrid. Se encuentra situado en la plaza de Oriente, frente al Palacio Real. Su construcción comenzó en 1818, y fue inaugurado en 1850. Se mantuvo de forma ininterrumpida como teatro de ópera hasta 1925, cuando tuvo que cerrar a causa de problemas estructurales en el edificio. No volvió a abrir sus puertas hasta 1966, como sala de conciertos sinfónicos. Entre 1988 y 1997, sufrió una importante remodelación que lo volvió a convertir en coliseo operístico.

Historia
Isabel II
Carla Nicol Vargas berrios

El rey Fernando VII promovió la construcción en Madrid de un teatro de ópera incluido dentro del proyecto de remodelación de la Plaza de Oriente, que encargó al Arquitecto Mayor de Palacio Isidro González Velázquez. Para ello, se ordenó la demolición del antiguo Teatro de los Caños del Peral. El proyecto del edificio del nuevo teatro se encargó al Arquitecto Mayor de la Villa de Madrid, Antonio López Aguado, que diseñó un edificio con forma hexagonal irregular, cuya fachada principal miraría a la Plaza de Oriente y la otra, de menor empaque, recaería sobre la actual plaza de Isabel II.
 La construcción del nuevo "Teatro de Oriente" se inició en abril de 1818, pero la escasez de fondos de la Casa Real impidió que las obras arrancaran antes de 1830. A la muerte del arquitecto, el proyecto fue asumido, sucesivamente, por Custodio Teodoro Moreno y Francisco Cabezuelo. 
Tras la subida al trono de la reina Isabel II, numerosos acontecimientos políticos y burocráticos paralizaron la ejecución del proyecto, hasta que el 7 de mayo de 1850, por medio de una Real Orden, se impulsaron las obras del Teatro, exigiendo su finalización en un plazo de seis meses, como así se hizo.
En la decoración interior trabajaron los artistas y decoradores más importantes de la época, como Rafael Tejeo, Eugenio Lucas, que pintó los techos, o Humanité-René Philastre, que diseñó el telón de boca. Aparte del auditorio, que se decía que tenía capacidad para 2800 espectadores (aunque en realidad debía rondar las 2200),4​ había dos salones de baile, tres salones de descanso, una confitería, un café, un tocador y un guardarropa. Todas estas comodidades se habían copiado de los grandes teatros europeos de la época, como el San Carlo de Nápoles o La Scala de Milán.

El teatro se inauguró el 19 de noviembre de 1850, coincidiendo con la onomástica de la soberana. La obra elegida para el estreno fue la ópera La favorita de Gaetano Donizetti y actuaron artistas de renombre, como la contralto Marietta Alboni, la soprano Erminia Frezzolini o el director de orquesta Michele Rachele. 

Primeras temporadas

Tras las pérdidas que ocasionó la primera temporada, y debido al enorme coste que tenía una representación, en torno a 1.200.000 reales y a las deudas por su construcción, el Gobierno decidió trasladar la gestión del teatro a manos privadas, mediante concesión. Durante los años sucesivos se fueron alternando diferentes empresarios privados, que solían abandonar la gestión tras sufrir enormes pérdidas. El primero fue el conocido libretista y compositor italiano Temistocle Solera. La segunda temporada se inició con la representación de Los mártires, de Donizetti. Fue una temporada breve con tan solo 69 representaciones, con gran éxito entre la aristocracia madrileña que disfrutaba con la asistencia a la ópera.

En estas primeras temporadas predominaron las óperas de Donizetti y Bellini, con presencia también de Rossini y Verdi, que pronto se convirtió en el compositor favorito del público madrileño. La visita del propio Verdi al teatro, con motivo del estreno en España de su obra La forza del destino en 1863, fue todo un acontecimiento social en el Madrid de la época. En los primeros años frecuentaron el teatro algunas de las mayores figuras líricas del momento (además de Alboni y Frezzolini destacan Marietta Gazzaniga, Rosina Penco, Giulia Grisi, Giorgio Ronconi, Italo Gardoni, Mario de Candia, Emilio Naudin, Gaetano Fraschini, Geremia Bettini, Felice Varesi o Antonio Selva). Durante los primeros veinticinco años del teatro destacó la prestación como director musical de Daniel Skoczdopole. A pesar de que, por contrato, los empresarios estaban obligados a presentar al menos una obra de autor español en cada temporada, normalmente se evitaba el cumplimiento de este compromiso. La primera representación de una ópera española fue el 26 de abril de 1854, con Ildegonda, de Emilio Arrieta.
Cada uno de los ciclos tenía un promedio de 120 representaciones, la mayoría óperas, ballets y conciertos. La plantilla del teatro ascendía a 447 empleados, más los artistas que participasen en las obras concretas. Como anécdota, el joven Emilio Castelar realizó su primer gran discurso desde uno de los palcos de este teatro, en 1854.

La historia prestigiosa del Real

Los años de esplendor del Teatro Real se iniciaron en el último cuarto del siglo XIX. Se presentaron en el teatro las voces más prestigiosas del panorama europeo, como Adela Borghi, Marie Sasse, Adelina Patti, Christina Nilsson, Luisa Tetrazzini, Mattia Battistini, Julián Gayarre, Angelo Masini, Francesco Tamagno o Enrico Tamberlick. Se produjeron representaciones memorables, como la del 23 de diciembre de 1880, en la que Patti y Gayarre cantaron Lucia di Lammermoor, de Donizetti. El propio Gayarre protagonizó uno de los episodios históricos del teatro al manifestar durante una representación de Los pescadores de perlas, en diciembre de 1889, los primeros síntomas de la pulmonía que le llevaría a la muerte un mes más tarde.

Durante esos años se pusieron al frente de la orquesta una serie de grandes directores españoles (Oudrid, Barbieri, Goula, Saco del Valle, Villa o Arbós) o extranjeros, como Franco Faccio, Edoardo Mascheroni, Leopoldo Mugnone, Cleofonte Campanini o Luigi Mancinelli, que durante siete temporadas fue director musical del Teatro.

En 1876 se representó por primera vez en el Real una ópera de Wagner, Rienzi, aún lejos del gran éxito que tendrían sus composiciones en este teatro quince años más tarde. En esta etapa, grandes compositores españoles como Tomás Bretón, Ruperto Chapí o Emilio Serrano pudieron ver sus obras representadas. En los años ochenta estuvo como director escénico el decano de la escena José García Fernández.


El Real en el siglo XX

En el primer cuarto del siglo XX destacó la presencia en el Real de grandes cantantes españoles, como María Barrientos, Ofelia Nieto, Ángeles Ottein, María Gay, Miguel Fleta, Hipólito Lázaro o Francisco Viñas. También de las grandes figuras líricas extranjeras (Rosina Storchio, Gabriella Besanzoni, Tito Schipa, Titta Ruffo, Giuseppe Anselmi, Giacomo Lauri-Volpi...). El director italiano Luigi Mancinelli ejerció de director musical, impulsando el prestigio internacional del Teatro. Dominaban el repertorio las óperas de Puccini (Tosca, La Bohème) y Wagner (Lohengrin o La valquiria). La Filarmónica de Berlín dio conciertos en el teatro, dirigida por Arthur Nikisch, en 1901 y Richard Strauss, en 1908.

A partir de entonces, el teatro sufrió poco a poco un enorme declive, ya que a pesar de la representación de grandes óperas y la dirección de habilidosos conservadores como Andrés Coello, las crisis económico-políticas y diversos factores (incendio del teatro en 1867) causaron su ruina. Pero se volvió a levantar durante años un sólido proyecto en el que fueron partícipes Rafael Calleja Gómez y Luis París; las mejores óperas de Europa fueron traducidas y estrenadas gracias a José María Alvira, el maestro de su academia, y otros maestros, y el coliseo gozó de momentos de gloria, como cuando vio pasar por su escenario al gran bailarín Nijinsky, en la que sería una de sus últimas actuaciones, en 1917; o cuando Igor Stravinski dirigió en persona su ballet Petrushka, en 1921, ambos integrados en la compañía de los Ballets Rusos de Sergéi Diágilev, que visitaron el teatro varias veces, con gran éxito.
El 6 de noviembre de 1925, el Teatro Real se cerró por Real Decreto, ya que corría el peligro de derrumbarse debido a la inestabilidad de sus cimientos, agravada por las obras del Metro que se hacían en sus inmediaciones y que utilizaban explosivos, suspendiéndose la nueva temporada que estaba a punto de iniciarse.

Reapertura como sala de conciertos

A pesar del cierre del teatro en 1925, el gobierno siempre barajó la posibilidad de remodelarlo y volverlo a abrir, creando numerosos proyectos como el que se encargó al arquitecto Antonio Flórez Urdapilleta, arquitecto conservador del edificio, quien, junto a Pedro Muguruza, planteó un ambicioso proyecto de remodelación y modernización que incluía el aumento en altura y profundidad de la caja escénica y la reedificación de toda su estructura, utilizando hormigón armado. Además, se decidió levantar una planta más alrededor de todo el perímetro del edificio, lo que le otorgó al teatro su aspecto de bloque macizo actual. Sin embargo, dificultades económicas y de planificación fueron retrasando la finalización del proyecto. Se llegó a ejecutar la parte de consolidación y reconstrucción, pero la remodelación interior no se llegó a comenzar. Las obras se detuvieron en 1936, con el inicio de la Guerra Civil, durante la cual el edificio quedó dañado, fundamentalmente tras la explosión de un polvorín que se había instalado en su interior. 
En 1940, Luis Moya y Diego Méndez González intentan finalizar el proyecto de Flórez, que no consigue avanzar significativamente, antes de que, a finales de los años 50, las obras se paralicen definitivamente.

A principios de los años 60 se planteó seriamente la demolición del edificio, por considerar que no era recuperable como un teatro de ópera moderno,3​ mientras que la Fundación Juan March promovió la construcción de un nuevo teatro de ópera en el Paseo de la Castellana (proyecto que no se hizo realidad, aunque llegó a realizarse un concurso internacional). Simultáneamente, se planteó la remodelación del edificio del Real como sede del Conservatorio de Madrid, y de su sala como "Salón de actos del Ministerio de Educación", proyecto que finalmente acabó como gran sala de conciertos, para servir de sede a la Orquesta Nacional, y de alojamiento a toda la actividad sinfónica de la capital.
​ El proyecto se encargó al arquitecto José Manuel González Valcárcel, y la reapertura se produjo en 1966. Para este evento, se organizó un concierto de la Orquesta Nacional (dirigida por Rafael Frühbeck de Burgos) y el Orfeón Donostiarra al que asistieron el Jefe del Estado Francisco Franco, los príncipes Juan Carlos y Sofía, la Reina de Grecia y su hija Irene.

Desde esa fecha hasta 1988 (con la apertura del Auditorio Nacional) fue la única sala de conciertos de Madrid, en la que desarrollaron sus temporadas tanto la Orquesta Nacional como la recién creada Orquesta Sinfónica de RTVE. Además, durante este periodo, actuaron en su escenario las principales orquestas sinfónicas del mundo (Filarmónica de Viena, Filarmónica de Berlín, Concertgebouw, Filarmónica de Leningrado, Philharmonia, Sinfónica de Londres, Sinfónica de Chicago...) y los grandes directores de orquesta (Herbert von Karajan, Sergiu Celibidache, Leonard Bernstein, Claudio Abbado, Carlo Maria Giulini, Evgeni Mravinsky, Georg Solti, Igor Markevitch o Daniel Barenboim).


En 1969 acogió el XIV Festival de Eurovisión, con un decorado diseñado por Salvador Dalí; única vez que este evento se ha celebrado en España.


El nuevo Teatro Real
La sala del Teatro Real, desde la boca del escenario.
Carla Nicol Vargas berrios



La remodelación


Tras cesar su actividad sinfónica en el verano de 1988, en enero de 1991 comenzaron las obras de remodelación para la reconversión del Teatro en una sala operística. El proyecto lo dirigió el mismo arquitecto que había proyectado la transformación en Sala de Conciertos, José Manuel González Valcárcel, que se encontró con dificultades que retrasaron los trabajos. Estas dificultades culminaron con el fallecimiento del propio arquitecto en el mismo Teatro durante una visita de la prensa a las obras, en enero de 1992.
 El Ministerio de Cultura encargó a otro arquitecto, Francisco Rodríguez de Partearroyo un estudio de alternativas que pronto se transformó en un nuevo proyecto, que fue aprobado para su ejecución. El edificio quedó terminado a finales del año 1995: a continuación comenzó el proceso de organización técnica, administrativa, artística y funcional que dio lugar a que la inauguración en 1997 se produjera ya con un teatro y una compañía a pleno rendimiento.

La sala principal y las zonas públicas

La sala del Teatro Real mantuvo la estructura original, de estilo italiano, y recuperó la decoración original de la época de la década de 1880. A pesar del pequeño tamaño del patio de butacas, el aforo total alcanza las 1746 localidades como máximo, gracias a las 15 filas que acoge la zona denominada "Paraíso", por encima de la cuarta planta, que aprovecha el aumento de la altura de la cubierta conseguido en las obras de los años 20, como ya se hiciera en la reforma de 1966. Se consiguió aumentar ligeramente el tiempo de reverberación, hasta situarlo en un término ideal para una sala de ópera de estas dimensiones.
Fuera de la sala, el foyer de entrada se decoró con una columnata elíptica forrada de madera tropical. El segundo piso, accesible para todo el público asistente, permite circular por todo el perímetro del edificio, comunicando el vestíbulo con el restaurante, situado en el antiguo salón real de baile, en la fachada posterior. Un vestíbulo superior, que se abre con grandes ventanales a la parte superior de la fachada sobre la Plaza de Oriente, completa las zonas públicas del Teatro.
En 2007 se inauguró la Sala Gayarre, con 190 localidades, que se utiliza para diversas actividades complementarias, como conciertos y representaciones de ópera de cámara, recitales, actividades pedagógicas, conferencias, coloquios, cursos y proyecciones.

La caja escénica
Restaurante
Carla Nicol Vargas berrios

Carla Nicol Vargas berrios

Carla Nicol Vargas berrios

Carla Nicol Vargas berrios

Carla Nicol Vargas berrios

Carla Nicol Vargas berrios

Carla Nicol Vargas berrios

Carla Nicol Vargas berrios

Carla Nicol Vargas berrios

Carla Nicol Vargas berrios

palco real
Carla Nicol Vargas berrios

Aprovechando el inmenso volumen resultante de la ampliación de la caja escénica en los años 20, que proporciona un vano de más de 80 metros desde los sótanos a la parte más alta de la torre de telares, se diseñó una compleja maquinaria concebida para efectuar movimientos escénicos en vertical, ante la carencia de espacio lateral, obligada por el diseño de la planta del teatro. El espacio escénico disponible para las escenografías supera los 600 metros cuadrados en el nivel cero, y llega hasta los 1.430 si se le añaden las áreas de montaje a 16 metros por debajo del escenario y el patio de butacas. El suelo del escenario está compuesto de 9 plataformas que permiten mover las escenografías entre ambos niveles. 
La amplia embocadura escénica dispone de 18 metros de ancho y 14 de alto, y la torre escénica sitúa la parrilla de la que cuelga toda la tramoya (motorizada, y controlada electrónicamente) a 37 metros de altura sobre el suelo del escenario. La entrada de material situada en el zaguán de la Plaza de Isabel II comunica directamente con la caja escénica y permite depositar la carga directamente desde los remolques de los camiones en el mismo suelo del escenario.

Las zonas de trabajo


Prácticamente todos los espacios implicados en el trabajo de elaboración de un espectáculo operístico se encuentran alojados en el propio edificio del teatro, desde las oficinas administrativas hasta los almacenes de material o los talleres de maquinaria. Las salas acondicionadas para la orquesta, el coro y el cuerpo de baile, así como una sala de ensayos de escena de las mismas dimensiones del escenario principal se construyeron sobre la cubierta del edificio. También se encuentran en el edificio los talleres de utilería, sastrería, peluquería y caracterización, además de varias salas de ensayo individuales para los artistas.

sábado, 13 de mayo de 2017

María Calderón (Actriz) a


(Madrid, 1605 - Madrid, 1678), hermana de «La Calderona», fue una afamada actriz de teatro, amante del rey Felipe IV y madre del bastardo real Juan José de Austria.

Su vida se suele confundir o mezclar con la de su hermana Juana Calderón, también actriz y cantante. En el catálogo de actores del siglo xvii ("Genealogía, origen y noticias de los comediantes de España") fuente auténtica, original y de la época, ambas hermanas tienen entradas distintas, y sobre María Calderón se aclara que es la hermana de actriz "la Calderona". 
Además una carta de Lope sitúa a "La Calderona" con la compañía de Amarillis y Andrés de la Vega, (que actuaron en el verano y otoño de 1628 en Valencia) mientras, María Calderón actuaba en Madrid y Alcalá en las mismas fechas. En "Genealogía, origen y noticias..." también se aclara que "la Calderona actuó en Valencia". 

Relación con el rey

Felipe IV conoció a La Calderona en 1627, en su debut teatral en un corral de comedias de Madrid, el Corral de la Cruz. A la sazón La Marizápalos estaba ya casada, y era amante de Ramiro Núñez de Guzmán, duque de Medina de las Torres, viudo de la hija del Conde-Duque de Olivares.
Su relación con el rey la obligó a abandonar los escenarios en pleno éxito. Provocó algunos incidentes. Así el enfado de la reina Isabel de Borbón cuando el rey cedió a María un palco distinguido de la Plaza Mayor de Madrid para asistir a las festividades y espectáculos. A partir de entonces, la actriz fue puesta en lugar más discreto de la Plaza, que el pueblo bautizó como «balcón de Marizápalos».
Don Juan José de Austria, el hijo extramatrimonial del rey, nació en la madrileña calle de Leganitos, la noche del 6 al 7 de abril de 1629. A pesar de los deseos de María, a los pocos días fue apartado de su lado y entregado a una familia de confianza para su educación como príncipe. Fue entregado a una mujer de origen humilde llamada Magdalena que se trasladó con el niño a León, ciudad en la que pasó los primeros años de su vida y donde fue confiada su educación al poeta Luis de Ulloa, gran amigo del conde-duque de Olivares. Al haber sido la amante del duque de Medina de las Torres, se propagaron rumores tendentes a adjudicar al duque la paternidad del bastardo:

"así en las facciones del cuerpo, como en las habilidades e inclinaciones del ánimo, salió este niño una vivísima imagen de Don Ramiro de Guzmán, semejanza que se ha ido recogiendo más claramente, al paso que ha ido adelantándose en la edad, el talle, el semblante, el pelo, la voz, la lascivia, la ambición, la venganza, el fausto, la fantasía, la ineficacia y las facciones se ven, tan correspondientes en uno y en otro, como la copia corresponde al original. B.N.M., Mss. 8344, fols. 28 y 29. Relato anónimo de un declarado enemigo de don Juan. "

El niño fue bautizado como «hijo de la tierra» (esta era la forma en que se inscribían en el libro de bautizados a los hijos de padres desconocidos) en la parroquia de los Santos Justo y Pastor, actuando como padrino un caballero de la Orden de Calatrava, ayuda de cámara del rey.
En 1642, Felipe IV reconoció a don Juan José como hijo suyo.
Tras el nacimiento de don Juan, había terminado la relación entre el rey y la Calderona. Siguió en Madrid, hasta que se le ordenó ingresar en el monasterio benedictino de San Juan Bautista en Valfermoso de las Monjas, Guadalajara. Fue abadesa entre los años 1643 y 1646.

Juan José de Austria

 (Madrid, 7 de abril de 1629 – ibídem, 17 de septiembre de 1679) fue un político y militar español, hijo extramatrimonial del rey Felipe IV y la actriz Juana Calderón.

(LLamado el «segundo» Juan de Austria) Militar y político español (Madrid, 1629-1679). Hijo natural que tuvo Felipe IV de España con la actriz María Calderón (la Calderona). Fue criado en secreto, pensando en destinarle a la carrera eclesiástica; pero, por consejo del conde-duque de Olivares, el rey le reconoció en 1642 para suplir la eventual falta de herederos varones. En 1643 fue elevado a la dignidad de príncipe y se le nombró prior de la orden militar de San Juan para los reinos de Castilla y León; sin embargo, el rey rechazó siempre su pretensión de ser legitimado y reconocido como infante.

Juan José de Austria

Empezó a emular las hazañas del primer Juan de Austria con sólo 18 años, cuando fue puesto al mando de la flota enviada a sofocar la revuelta de Nápoles (1647-51). Su crédito aumentó al dirigir el sitio de Barcelona de 1652, que puso fin a la larga guerra de la Corona contra la rebelión de Cataluña, recibiendo el nombramiento de virrey de aquel territorio (1653-56).
Después fue virrey de Flandes (1656-59), tarea en la que obtuvo algunos éxitos frente a los franceses, como el levantamiento del cerco de Valenciennes o la toma de Condé, pero no pudo evitar la pérdida de Dunkerke. Por último, Felipe IV le puso al mando del ejército español que intentaba recuperar el control de Portugal, tarea en la que fracasó (1661-64).
Desde la muerte de Felipe IV (1665) cambió la actividad militar por la política cortesana. A la vista de los problemas sucesorios y de la debilidad en que estuvo la Corona durante el reinado de su hermanastro Carlos II, don Juan de Austria se esforzó por lograr una legitimación que le facilitara el acceso a la gobernación de la Monarquía. Incluso planeó casarse con una hija del rey difunto y alarmó a la rama austriaca de la Casa de Habsburgo con sus poco disimuladas aspiraciones al Trono.
La lucha por el poder le enfrentó a la reina gobernadora Mariana de Austria y a su valido, el jesuita austriaco Nithard. Éstos intentaron apartarle destinándole a Flandes para contener un nuevo ataque francés; pero rechazó el nombramiento (1668). En aquel mismo año fue desterrado al descubrirse su implicación en un complot contra Nithard; antes de ser detenido, huyó a Cataluña y se puso al frente de una fuerza armada, con la que marchó hacia Madrid, forzando la caída de Nithard (1669). No obstante, no se atrevió a atacar la capital y vio cómo el poder quedaba en manos de un nuevo valido, Valenzuela; eludió como pudo nuevos intentos de la reina por alejarle de España destinándole a Flandes (1670) y a Nápoles (1675).
En 1675 regresó fugazmente a Madrid, al cumplir Carlos II la mayoría de edad y llamarle para que le prestara juramento con honores de infante, en una tensa lucha del joven rey para librarse de la regencia de su madre y del poder de Valenzuela; pero fue alejado de la corte enseguida por influencia de la reina madre. Fue la presión de los grandes de España y de los militares la que logró su rehabilitación después de la caída de Valenzuela (1676). Desde que en 1677 se instaló en la corte, dirigió el gobierno de la Monarquía, hasta su muerte. En esos tres años, aparte de ajustar cuentas vengándose de la reina madre y de Valenzuela (al que desterró a Filipinas), sólo cabe destacar la Paz de Nimega (1678), por la que España cedió a Francia amplios territorios.

La serie de televisión Breaking Bad.-a

Introducción  Breaking Bad es una serie de televisión dramática estadounidense creada y producida por Vince Gilligan. Breaking Bad...