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El teatro.
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miércoles, 13 de junio de 2018

El Teatro Abbey.-a

Carla Nicol Vargas berrios

 (The Abbey Theatre en inglés), también conocido como el Teatro Nacional de Irlanda, está ubicado en Dublín (Irlanda). El Abbey abrió por primera vez sus puertas al público el 27 de diciembre de 1904 y pese a perder su edificio original tras un incendio en 1951, continúa presentando obras más o menos continuamente hasta el presente. El Abbey fue el primer teatro subsidiado por el estado en el mundo angloparlante; desde 1925 ha recibido un subsidio anual del Estado Libre de Irlanda.

En sus primeros años, el teatro estuvo fuertemente asociado a los escritores del renacimiento céltico, muchos de los cuales se involucraron en su fundación y la mayoría de los cuales presentaron sus obras allí. El Abbey fue la escuela de muchos de los escritores irlandeses destacados del siglo XX. Además, a través de su extensivo programa de giras y su gran visibilidad en el extranjero, particularmente de audiencias norteamericanas, se convirtió en una parte importante de la industria turística de Irlanda.

Antes del Abbey

La fundación del Abbey fue el resultado de la conjugación de tres fuerzas diferentes. La primera fue el Teatro Literario Irlandés. Fundado por lady Gregory, Edward Martyn y W. B. Yeats en 1899 —con ayuda de George Moore— este teatro presentó varias obras en antiguas salas de concierto y en el Teatro Gaiety, con aprobación de la crítica pero poco interés del público.

El segundo acercamiento fue obra de dos hermanos irlandeses, William y Frank Fay. William trabajó un tiempo, en la década de 1890, en una compañía turística en Irlanda, Escocia y Gales, mientras, Frank estaba fuertemente involucrado en dramas aficionados en Dublín. Luego del retorno de William, los hermanos comenzaron a montar producciones en salas de la ciudad. Finalmente, formaron la Compañía Nacional Irlandesa de Drama de W. G. Fay, focalizada en el desarrollo de los talentos artísticos irlandeses. En abril de 1902, los hermanos Fay dieron tres funciones de la obra de Æ titulada Deirdre y de la obra de Yeats llamada Cathleen Ní Houlihan en una sala llamada Salón o Hall de Santa Teresa, en la calle Clarendon de Dublín. Las presentaciones eran hechas principalmente para la clase trabajadora, más que para la clase media de Dublín, que solía ir al teatro. La representación fue un gran éxito, en parte gracias a que Maud Gonne lideró la obra de Yeats. La Compañía continuó con su trabajo en los Salones del Concierto Antiguo, con obras de Seumas O'Cuisin, Fred Ryan y Yeats.

El tercer y último elemento fue la presencia en Dublín de Annie Elizabeth Fredericka Horniman, una inglesa de clase media con experiencia previa en la producción teatral, que se había involucrado en la presentación de la obra de George Bernard Shaw Arms and the Man en Londres en 1894. Fue a Dublín en 1903 como secretaria de Yeats y a hacer vestimentas para una producción de su obra The King's Threshold. Fue el dinero de ella el que hizo del Teatro Abbbey una realidad viable.

Fundación del Abbey

A la luz del éxito de la presentación en el Hall de Santa Teresa, en 1903, lady Gregory, Æ, Martyn, John Millington Synge y Yeats formaron la Sociedad Nacional de Teatro Irlandés, con Yeats como presidente. Los fondos fueron otorgados por Annie Horniman. Al principio, las presentaciones fueron hechas en Molesworth Hall. Cuando el Teatro de Variedades Hibernian en Lower Abbey Street y un edificio adyacente a Marlborough Street estuvieron disponibles luego de un incendio local, las autoridades cerraron el Hibernian. Horniman y William Fay acordaron su compra y acondicionamiento para cumplir con las necesidades de la sociedad. El 11 de mayo de 1904 la sociedad aceptó formalmente la oferta de Horniman de usar el edificio. Como Horniman no era una residente normal de Irlanda, la Royal Letters Patent solicitó que esta pagara, pero que lo garantizara lady Gregory. William Fay fue nombrado gerente del teatro y tomó la responsabilidad de entrenar a los actores del nuevo elenco de la compañía. El hermano de Yeats, Jack Yeats se encargó de pintar retratos de todas las figuras relevantes en la sociedad para la recepción y Sarah Purser diseñó algunos cristales acerados para ese mismo espacio.

El 27 de diciembre las cortinas se izaron en la noche inaugural. El programa constaba de tres obras de un acto cada una: On Baile's Strand y Cathleen Ní Houlihan de Yeats, y Spreading the News de lady Gregory. La segunda noche, In the Shadow of the Glen de Synge reemplazó la obra de Yeats y estos dos programas se alternaron durante cinco noches. Frank Fay, interpretando a Cúchulainn en On Baile's Strand, fue el primer actor en el escenario del Abbey. Aunque Horniman diseñó vestuarios, ni esta ni lady Gregory estaban presentes. Horniman, de hecho, volvió a Inglaterra y su papel principal en el Abbey, además de dar fondos, fue organizar publicidad y reservas para giras de producciones del Abbey en Londres y lugares de la provincia inglesa. En 1905, Yeats, lady Gregory y Synge decidieron transformar el teatro en una Compañía de Responsabilidad Limitada sin consultarlo adecuadamente con Horniman. Enojada por este tratamiento, esta contrató a Ben Iden Payne, un antiguo empleado del Abbey para representar el repertorio de su nueva compañía en Mánchester.

Los primeros años

El nuevo teatro se encontró con un gran éxito popular con grandes multitudes que volvían a ver la mayoría de las producciones. También tuvo la fortuna de contar con Synge, uno de los dramaturgos angloparlantes más grandes de la época, como miembro clave. El teatro también presentó obras de autores eminentes como Yeats, lady Gregory, Moore, Martyn, Padraic Colum, Oliver St. John Gogarty, F. R. Higgins, Thomas MacDonagh (uno de los líderes del Easter Rising en 1916), T. C. Murray y Lennox Robinson. Muchos de estos autores también estuvieron en el consejo, resultando que el Abbey ganó una reputación duradera como teatro de escritores.

Sin embargo, las cosas iban a empeorar en enero de 1907 con la apertura de la obra de Synge, The Playboy of the Western World. Alentados por nacionalistas que creían que el teatro no era lo suficientemente político y con el pretexto de una ligereza percibida en virtud de las mujeres irlandesas en el uso de la palabra shift (cambio), una parte importante de la multitud se alborotó, causando que el resto de la obra fuera actuada como un espectáculo vergonzoso. La ira nacionalista fue más allá provocando la decisión de llamar a la policía. Aunque la opinión de la prensa se volvió en contra de los manifestantes y las protestas (ahora conocidas como las Playboy Riots) se esfumaron, el Abbey fue estremecido y la siguiente obra de Synge (y la última completada) The Tinker's Wedding (1908) no fue presentada por miedo a nuevos disturbios.

El mismo año, la asociación de los hermanos Fay con el teatro finalizó cuando emigraron a Estados Unidos y el manejo diario del teatro pasó a las manos de Lennox Robinson. El 7 de mayo de 1910, cuando todos los otros teatros de la ciudad cerraron como señal de respeto a la muerte del rey Eduardo VII del Reino Unido, Robinson mantuvo abierto el Abbey. La relación con Annie Horniman ya estaba tensa y, cuando ella supo de la decisión de Robinson, decidió finalmente romper su conexión con el Abbey. Según su opinión, ella había gastado 10 350 libras esterlinas (aproximadamente 1 millón de dólares estadounidenses en 2004) de su propio pecunio en el proyecto, una suma considerable para la época.

Con las pérdidas de Horniman, Synge y los hermanos Fay, el Abbey tendió a naufragar bajo la administración de Robinson y perdió interés entre el público y la consiguiente reducción de la recaudación de taquilla. Tal crisis sería detenida temporalmente con la aparición de Sean O'Casey, como heredero de Synge en el panorama de la nueva dramaturgia irlandesa, y cuya carrera teatral comenzó con la obra The Shadow of a Gunman, presentada en el Abbey en 1923. Obra que tendría su continuación con Juno and the Paycock (1924) y The Plough and the Stars (1926). El estreno de esta última provocó algunos disturbios, reminiscencia de aquellos producidos por el Playboy del Mundo Occidental diecinueve años antes. En consecuencia, el Abbey rechazó la siguiente obra de O'Casey (que poco tiempo después se exilió en Inglaterra). Uno de los que apoyaron a O'Casey fue el más tarde hispanista Walter Starkie, que en ese periodo formaba parte del equipo director del Abbey.

El Abbey después de Yeats

En 1924, Yeats y lady Gregory ofrecieron el Abbey al gobierno del Estado Libre como un presente al pueblo irlandés. A pesar de cierta resistencia por parte del Ministerio de Finanzas, la oferta fue aceptada, en parte por el compromiso del teatro de producir obras en Irlanda. Como consecuencia, en 1925 el Abbey se convirtió en la primera compañía de teatro de habla inglesa en ser mantenida por el estado. Al año siguiente, la Escuela de Actuación del Abbey y la Escuela de Ballet del Abbey fueron abiertas. La última, que fue cerrada en el año 1933, fue dirigida por Ninette de Valois, quien también hizo las coreografías de varias obras de Yeats.
En este tiempo, se adquirió espacio adicional y un pequeño teatro experimental, el Peacock, fue iniciado en el sótano del teatro principal. En 1928 Hilton Edwards y Micheál MacLiammoir iniciaron el Teatro Gate, en un principio usando el escenario del Peacock para presentar importantes obras de dramaturgos europeos y americanos. El Gate buscó obras de nuevos dramaturgos irlandeses y la historia de cómo tal obra llegó a sus manos ilustró el hecho de que el Abbey había entrado en un período de decadencia artística. Cuando Denis Johnston envió su primera obra, Shadowdance, al Abbey, esta fue rechazada por lady Gregory y devuelta al autor con un «The Old Lady says No» («la anciana señora dice que no») escrita sobre el título de la obra. Johnson decidió retitular la obra y The Old Lady Says 'No' fue presentada por el Gate en el Peacock en 1928.
La tradición del Abbey como teatro de escritores sobrevivió a la salida de Yeats de sus funciones de gerencia del día a día. Por ejemplo, Frank O'Connor estuvo en el directorio entre 1935 y 1939, sirviendo como director general desde el año 1937 y presentó dos de sus obras en este período. Desafortunadamente, se vio obligado a renunciar después de la muerte de Yeats. Durante las décadas de 1940 y 1950, la actividad básica del Abbey era la farsa cómica en un mundo bucólico e idealizado, el cual de haber existido, ya no tendría mayor relevancia en las vidas de la mayoría de los ciudadanos irlandeses. Entonces continuó la disminución de la audiencia, que podría haber sido más dramática, si no fuera por varios actores populares, incluyendo a F. J. McCormick y dramaturgos, como George Shiels, quienes aún congregaban multitudes. Otro administrador del Abbey fue Austin Clarke de la Sociedad de Declamación Poética de Dublín, que luego se transformaría en el Teatro Lírico, el cual fue operado por el Peacock entre 1941 y 1944 y el Abbey entre 1944 y 1951.
El 18 de julio de 1951, el edificio fue destruido por un incendio del que sólo se salvó el Peacock. La compañía arrendó el viejo Teatro Queen en septiembre y continuó en esta situación temporal hasta el año 1966. El Queen había sido el teatro de la compañía Happy Gang, un grupo de comediantes que hacían comedias, farsas y pantomimas a vastas audiencias. En algunos aspectos, con sus comedias bucólicas, los nuevos arrendatarios no se alejaron de la línea ya existente. Un indicador del estado de las ambiciones del Abbey en ese momento era que ninguno de los más interesantes dramaturgos irlandeses de los años 1950, Brendan Behan ni Samuel Beckett, presentaron sus obras allí. En febrero de 1961 las ruinas del Abbey finalmente fueron demolidas y se hicieron planes para su reconstrucción, con un diseño del arquitecto irlandés Michael Scott. El 3 de septiembre de 1963, el presidente de Irlanda, Éamon de Valera, puso la primera piedra del nuevo teatro. El Abbey reabrió sus puertas el 18 de julio de 1966.


domingo, 29 de abril de 2018

El teatro de Irlanda.-a

Un póster para la sesión inaugural del Teatro Abbey
 el 27 de diciembre de 1904 a 3 de enero de 1905.

Se conoce como teatro de Irlanda o teatro irlandés el drama representado en la isla de Irlanda o producido por dramaturgos nacidos o relacionados con ella. Su historia comienza con el alzamiento de la administración inglesa en Dublín al comienzo del siglo XVII. Durante los siguientes 400 años este país hizo una contribución al teatro en inglés que no guarda relación con su pequeño tamaño.
En los primeros años de su historia, las producciones teatrales de Irlanda tendían a servir a propósitos políticos de la administración, pero conforme abrieron más teatros y la audiencia popular creció, se fueron representando una cantidad más variada de entretenimientos. Muchos teatros con sede en Dublín desarrollaron relaciones con sus equivalentes londinenses y los intérpretes y producciones de la capital británica con frecuencia alcanzaron la escena irlandesa. Sin embargo, la mayor parte de los dramaturgos irlandeses, desde William Congreve hasta George Bernard Shaw tuvieron que marchar al extranjero para establecerse.
A comienzos del siglo XX, los teatros y las compañías teatrales se dedicaron a representar obras irlandesas y comenzaron a aparecer escritores indígenas, directores e intérpretes autóctonos, comenzó a emerger. Esto permitió que muchos destacados dramaturgos irlandeses aprendieran su oficio y establecieran su reputación en casa, más que marchándose a Gran Bretaña o a los Estados Unidos.

Comienzos modestos

Aunque parece que hubo representaciones de obras sobre temas religiosos en Irlanda en fecha tan temprana como el siglo XIV, la primera ocasión bien documentada de un producción teatral en Irlanda es la puesta en escena en 1601 de Gorboduc presentada por Charles Blount, primer Conde de Devon, Lord Mountjoy Señor Teniente de Irlanda en el Gran Salón del castillo de Dublín. La obra había sido escrita por Thomas Sackville, primer conde de Sorset, y Thomas Norton para las festividades de la Navidad de año 1561-2 en el Inner Temple en Londres y parece que se seleccionó porque era la historia de un reino dividido que cayó en la anarquía, lo que era aplicable a la situación de Irlanda en la época de la representación. Mountjoy comenzó una moda, y las representaciones privadas se hicieron bastante corrientes en las grandes casas de toda Irlanda durante los siguientes treinta años.

La corte en Kilkenny

En 1642, como resultado de la rebelión de 1641, los realistas dublineses se vieron obligados a dejar la ciudad. Muchos se fueron a Kilkenny para unirse a una confederación de antiguos ingleses e irlandeses que se formó en esa ciudad. Kilkenny tenía una tradición de representaciones dramáticas que databa de 1366, y la compañía de Dublín, muy debilitada, se instaló en su nuevo hogar. En Kilkenny se publicó, al menos, una obra nueva: A Tragedy of Cola's Fury, or, Lirenda's Misery, una obra flagrantemente política en la que la «Lirenda» del título era un anagrama de «Ireland» (esto es, 'Irlanda' en inglés).
Con la restauración de la monarquía en 1661, a John Ogilby le encargaron diseñar arcos triunfales y escribir mascaradas para la entrada del nuevo rey en Londres. Ogilby fue reinstalado como maestro de ceremonias y regresó a Dublín para abrir un nuevo teatro en Smock Alley. Aunque comenzó bien, este nuevo teatro estaba básicamente bajo control de la administración del castillo de Dublín y representaba principalmente obras pro-Estuardo y clásicos shakesperianos. Como resultado de ello, los dramaturgos irlandeses y actores con verdadero talento debían marchar a Londres.

La Restauración

Un ejemplo temprano de esta tendencia fue William Congreve, uno de los más destacados escritores para la escena del siglo XVIII. Aunque nació en Yorkshire, Congreve creció en Irlanda y estudió con Jonathan Swift en Kilkenny y en el Trinity College de Dublín. Después de graduarse, Congreve se trasladó a Londres para estudiar Derecho en el Temple y seguir una carrera literaria. Su primera obra, El solterón (The Old Bachelor) (1693) fue apoyada por John Dryden, y siguió escribiendo al menos otras cuatro obras más. La última de ellas, Así va el mundo (The Way of the World) (1700) es una de las obras de Congreve que se siguen representando con regularidad en los escenarios modernos. Sin embargo, al tiempo de su creación, fue un fracaso relativo, y no volvió a escribir más para el teatro.
Con la ascensión al trono de Guillermo de Orange, todo el espíritu de la época cambió en el castillo de Dublín, incluyendo su actitud hacia el teatro. Smock Alley siguió existiendo hasta 1811 y durante el siglo XIX se abrieron nuevos teatros, tales como el Teatro Real, Queens' Theatre, y el Gaiety Theatre. Sin embargo, una constante durante los siguientes 200 años fue que la acción principal del teatro irlandés transcurrió fuera, principalmente en Londres.

El siglo XVIII

El siglo XVIII vio emerger dos grandes dramaturgos irlandeses, Oliver Goldsmith y Richard Brinsley Sheridan, que fueron dos de los más exitosos dramaturgos de los escenarios londinenses del siglo XVIII.
Goldsmith nació en Roscommon y creció en un ambiente extremadamente rural. Entró en el Trinity College en 1745 y se graduó en 1749. Regresó a la casa familiar y, en 1751, comenzó a viajar, estableciéndose finalmente en 1756 en Londres, donde publicó poesía, prosa, y dos obras, The Good-Natur'd Man (1768) y She Stoops to Conquer (Ella se inclina para vencer, 1773). Esta última fue un enorme éxito y aún se sigue representando con regularidad.
Sheridan nació en Dublín, en una familia de fuerte tradición literaria y teatral. Su madre era escritora y su padre dirigía el Teatro de Smock Alley. La familia se trasladó a Inglaterra en la década de 1750, y Sheridan estudió en la Harrow Public School. Su primera obra, The Rivals (Los rivales, 1775), fue representada en Covent Garden y con un éxito inmediato. Siguió trabajando para convertirse en uno de los más significativos dramaturgos londinenses de finales del siglo XVIII con obras como The School for Scandal (La escuela del escándalo) y The Critic. Era propietario del Teatro de Drury Lane, que compró a David Garrick. El teatro ardió en 1809, y Sheridan vivió el resto de su vida en circunstancias de pobreza. Está enterrado en el Rincón de los poetas de la Abadía de Westminster.

El siglo XIX

Después de Sheridan, el siguiente dramaturgo irlandés de importancia histórica fue Dion Boucicault (1820–1890). Boucicault nació en Dublín pero fue enviado a Inglaterra para completar su educación. En el colegio, comenzó a escribir escenas dramáticas y pronto empezó a trabajar para los escenarios con el nombre de Lee Moreton. Su primera obra fue Legend of Devil's Dyke (1838) que él mismo interpretó en Brighton. Su primera producción londinense fue London Assurance (1841). Fue un gran éxito y parece que se puso a trabajar para convertirse en el mayor escritor de comedias de la época. Sin embargo, sus siguientes obras no tuvieron tanto éxito y Boucicault se encontró con deudas. Recobró parte de su reputación con The Corsican Brothers (1852), un melodrama bien construido.
En 1853, se trasladó a Nueva York, donde pronto se convirtió en un éxito con obras como The Poor of New York (1857), Dot (1859, basada en la obra El grillo del hogar, «The Cricket on the Hearth» de Charles Dickens) y The Octoroon (1859). Estas obras trataron temas como la pobreza urbana y la esclavitud. Boucicault también participó en la lucha por la aprobación de la ley de 1856 sobre copyright por el Congreso. Su última obra en Nueva York fue The Colleen Bawn (1860). Ese año, Boucicault regresó a Londres para poner en escena The Colleen Bawn y la obra alcanzó 247 representaciones en el Teatro Adelphi. Escribió unas cuantas obras más, con éxito, incluyendo The Shaughran (1875) y Robert Emmet (1884). Estas últimas obras ayudaron a perpetuar el estereotipo del irlandés borracho, impulsivo y charlatán que ha proliferado en la escena británica desde los tiempos de Shakespeare. Otros dramaturgos irlandeses de la época fueron John Banim y Gerald Griffin, cuya novela The Collegians sirvió de base para The Colleen Bawn.
Boucicault es considerado generalmente como el más Ingenio (inteligencia)ingenioso dramaturgo irlandés entre Sheridan y Oscar Wilde (1845–1900). Wilde nació en Dublín en una familia literaria y estudió en el Trinity College, donde tuvo una carrera brillante. En 1874 ganó una beca para acudir al Magdalen College de Oxford. Aquí comenzó su carrera de escritor, ganando el Premio Newdigate por su poema Ravenna. Sus estudios acabaron abruptamente durante su segundo año en Oxford cuando su padre murió dejando cuantiosas deudas.

Durante una carrera literaria corta pero brillante, Wilde escribió poesía, cuentos cortos, crítica y una novela, pero sus obras dramáticas probablemente representen su legado más perdurable. El primer éxito teatral de Wilde fue El abanico de Lady Windermere (1892), que dio como resultado que se convirtiera en el dramaturgo del que todos hablaban en Londres. A esta obra le siguieron Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y su obra más famosa La importancia de llamarse Ernesto ese mismo año.
Con estas obras, Wilde dominó el teatro británico de finales de la época victoriana. Sus obras destacan por la ligereza de su ingenio, pero también consiguió tratar algunos temas serios sobre los roles sexuales y de clase, así como sobre la identidad, como escribió él mismo 'tratando las cosas serias con ligereza y las ligeras con seriedad'. Los acontecimientos en la vida personal de Wilde superaron su éxito literario y murió en París en 1900. Sigue siendo una de las grandes figuras en la historia del teatro irlandés y sus obras se representan con frecuencia por todo el mundo amgloparlante.
El contemporáneo de Wilde George Bernard Shaw (1856–1950) era un tipo de escritor muy diferente. Nacido en Dublín, Shaw se trasladó a Londres en 1876 pretendiendo convertirse en novelista. Aquí intervino activamente en política socialista y se convirtió en miembro de la Sociedad Fabiana. Era un vegetariano muy público. Sus obras dramáticas estuvieron muy influidas por Henrik Ibsen. Sus primeras obras políticas no fueron populares, pero dio un gran paso adelante con La otra isla de John Bull (1904). Shaw fue extremadamente prolífico, y su obra completa llena 36 volúmenes. Muchas de sus obras han caído hoy en el olvido, pero un grupo de ellas, que incluyen Mayor Bárbara, Santa Juana (normalmente considerada su obra maestra) y Pigmalión aún se representan con regularidad. Pigmalión fue la base de la película My Fair Lady, hecho que benefició a la Galería Nacional de Irlanda pues Shaw dejó los derechos de autor de la obra a la galería. Una estatua del dramaturgo se encuentra actualmente en el exterior de la entrada a la galería. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1924.

El Teatro Abbey

El renacimiento de un teatro autóctono en la isla vino de mano del movimiento nacionalista, que culminó en el Tratado de independencia de 1921. La principal figura de este cambio fue W.B. Yeats, quien en 1892 fundaría la Sociedad Literaria Nacional y, en 1903, la Sociedad Teatral Nacional de Irlanda.
W. B. Yeats y lady Gregory fueron fundadores del Teatro de la Abadía (Abbey Theatre). En 1899 se estableció en Dublín el Teatro Literario Irlandés ("Irish Literary Theatre"), que más tarde se convertiría en el Teatro de la Abadía. La historia de este teatro está bien documentada, y su importancia puede verse en la lista de escritores cuyas obras se representaron por primera vez aquí a principios del siglo XX. Entre ellos están el propio Yeats, Lady Gregory, John Millington Synge, George Moore, y Sean O'Casey. Igualmente importante fue la introducción, a través de Yeats, por vía de Ezra Pound, de elementos del teatro Nō de Japón, una tendencia a mitologizar situaciones cotidianas, y un foco particularmente fuerte en escritos en dialectos de hiberno-inglés, el Abbey iba a crear un estilo que ha mantenido una fuerte fascinación para futuros dramaturgos irlandeses. De hecho, puede casi decirse que el Abbey creó los elementos básicos de un estilo teatral nacional.
Como dramaturgo, Yeats nunca dejó de ser lírico, destacando sus obras Deirdre (1907), Catheleen ní Houlihan (The Countess Cathleen, 1892) y, sobre todo, La tierra del deseo del corazón (The Land of Heart's Desire, 1894) y Las aguas de las sombras. Influyó en sus contemporáneos, lady Gregory y Synge, para que se dedicaran al teatro. La primera de ellas se dedicó sobre todo a obras de un acto con temas populares.
Por su parte, John Millington Synge, pese a su breve carrera, fue el más destacado dramaturgo irlandés de la época. Explora el mundo lingüístico del campesinado irlandés en obras como Jinetes al mar o Deirdre de los pesares, obra en la que trabajaba cuando falleció. Chocó con los límites ideológicos que el nacionalismo y la iglesia católica establecían a lo que un dramaturgo podía contar sobre su país con motivo de la representación de El Playboy del mundo occidental (1907).
Su línea estética fue seguida por Sean O'Casey, sólo que en lugar de dedicarse al mundo rural irlandés, creó obras ambientadas en los barrios bajos de Dublín, reproduciendo la forma de hablar de la clase trabajadora. En sus obras, las mujeres son fuertes, realistas, sacrificadas, mientras los hombres resultan vanos y charlatanes; mezclaba comedia y tragedia. En 1923 estrenó The Shadow of a Gunman en el Teatro de la Abadía. Se le recuerda sobre todo por sus primeras obras: Juno y el pavo real (Juno and the Paycock, 1924), ambientada en la guerra civil que tuvo lugar en Irlanda en los años 1920; y El arado y las estrellas (The Plough and the Stars, 1926). La representación de esta última produjo un tumulto en el Abbey, lo que de nuevo indicaba que ciertos temas podían escandalizar, lo cual se vio confirmado cuando el Teatro de la Abadía rechazó su obra The Silver Tassie (La copa de plata) en 1928, lo que motivó su exilio a Inglaterra.
Este período vio también el auge de las obras escritas en irlandés, especialmente después de la formación, en 1928, de An Taidhbhearc, un teatro dedicado al idioma irlandés. El Teatro Gate, también fundado en 1928 con dirección de Hilton Edwards y Micheál MacLiammoir, presentó al público irlandés muchos de los clásicos del teatro europeo.

Mediados del siglo XX

El siglo XX vio un número de dramaturgos irlandeses destacados. Samuel Beckett es probablemente el más significativo de ellos. Beckett tuvo una larga carrera como novelista y poeta antes de que su primera obra, Esperando a Godot (1953) lo hiciera famoso. Esta obra, junto a la segunda, Final de partida (1957), es una de las grandes obras del teatro del absurdo. Beckett recibió el Premio Nobel en 1969.

El Teatro Lírico de Dublín, fundado en 1944 por Austin Clarke tuvo su base en el Abbey hasta 1951 y produjo muchas de las propias obras en verso de Clarke. Desde mediados de los años 1950, la Iglesia Unitaria de St Stephen's Green, Dublín, albergó el Amharclann an Damer (el Teatro Damer). El Damer produjo teatro tanto profesional como aficionado, en lengua irlandesa. Aquí tuvo lugar, en 1957, el estreno mundial de la obra de Brendan Behan titulada An Giall (El rehén). El teatro cerró a finales de la década de los años 1970. Behan siguió siendo un dramaturgo extremadamente popular, en particular por su obra con el Teatro real de Joan Littlewood en Stratford, Londres Este.

Otros dramaturgos irlandeses importantes de este período fueron: Denis Johnston, Thomas Kilroy, Tom Murphy, Hugh Leonard, y John B. Keane.

Acontecimientos recientes[editar]
En general, el Abbey fue la influencia dominante en el teatro en irlanda a lo largo del siglo XX. El ejemplo de Beckett ha sido casi totalmente ignorado, aunque sus obras se representan regularmente en los escenarios irlandeses. Behan, usando canciones y dirigiéndose directamente al público, estuvo influido por Bertolt Brecht y Denis Johnston usó técnicas modernistas incluyendo textos encontrados y collage, pero sus obras tuvieron poco impacto en los dramaturgos que vinieron después de ellos. Desde la década de 1970, han surgido una serie de compañías que desafían el dominio del Abbey e introducen diferentes estilos y acercamientos. Entre ellas están Focus Theatre, The Children's T Company, la Project Theatre Company, Mangled Ferret, Druid Theatre, TEAM y Field Day. Estas compañías han nutrido un número de escritores, actores y directores que desde entonces han marchado a tener éxito en Londres, Broadway y Hollywood o en otros campos literarios. Entre ellos puede mencionarse a Roddy Doyle, Peter Sheridan, Brian Friel, Stephen Rea, Garry Hynes, Martin McDonagh y Gabriel Byrne.

De todos ellos, quizá el más relevante de las últimas décadas sea Brian Friel, con sus obras claramente intemporales, que retratan la vida rural de Irlanda. Los problemas de falta de comunicación entre generaciones o entre países se ven reflejados en sus obras Philadelphia, Here I Come (Filadelfia, aquí estoy, 1964) y Translations (Traducciones, 1981). Dancing at Lughnasa (Bailar en Lughnasa, 1990) es considerada su obra maestra.

lunes, 25 de diciembre de 2017

Las actrices en el Renacimiento.-a


1. LAS ACTRICES EN EL RENACIMIENTO.

Con el Renacimiento tiene origen una nueva visión de la mujer y, al mismo tiempo, se asiste a la creación de la mujer moderna. Las mujeres tienen un papel fundamental en el desarrollo y en las conquistas del Renacimiento. Podemos decir que sin esta presencia activa pero en segundo plano de las mujeres no se habría llegado al pleno esplendor de la época.
 Recordemos que es la época en la que el hombre se adueña nuevamente del conocimiento que hasta ahora había sido un atributo exclusivo de Dios. Época de grandes acontecimientos como el descubrimiento de América, la muerte de Lorenzo de’ Medici, el inicio del papado de Rodrigo Borgia, el sacerdocio de Erasmo de Rótterdam o el momento en el que en Granada se emana el edicto contra los hebreos y los moros, que poco después abre las puertas a la Inquisición. 
Una época que viene descrita como “quel rifiorire dell’arte e del pensiero; quel rigoglioso sviluppo di ogni attività dello spirito; quella concezione del vivere tutta incentrata nel concetto di umanità intesa come libertà, pensosa dell’interiorità ove l’uomo celebra veramente se stesso; quella brama ansiosa di una vita piena e santa nella sua libera esplicazione” (Garin, 1980: 11) y que en cierto sentido también representa el renacer de la mujer.
Un factor importantísimo para hacer, de algún modo, despegar a las mujeres de esta época hacia un interés diferente dentro de las sociedades que no fuese simplemente el papel de la esposa, la viuda o la monja fue la invención de la imprenta con caracteres móviles de Gutemberg a finales de la edad media. Esta invención representa para las mujeres la posibilidad de empezar a construir un espacio de igualdad, al menos sobre el papel, con los hombres. 
La introducción y difusión de la imprenta representa y comporta una revolución de los estudios. Con Aldo Manuzio, estableciéndose en Venecia a finales del siglo XV, la tipografía se vuelve arte, instrumento de un pensamiento más libre y medio de expresión cultural. Varios factores influyen en la ampliación de la sociedad literaria de la época, ya que la codificación del vulgar como lengua culta y literaria y el desarrollo de la imprenta hacen que un público mayor pueda acceder a la cultura y es una gran oportunidad para que algunas mujeres hagan públicos sus pensamientos y se den a conocer en este campo tan hostil para ellas.
De este modo las mujeres empiezan a tomar parte activa en la vida intelectual. En el nuevo clima espiritual, la comunicación obtiene un papel fundamental, y sólo a través del saber se manifiesta, para las mujeres, la posibilidad de mostrarse como individuos. A finales del siglo XVI ya están en circulación unos nueve millones de libros impresos contra unos cuarenta mil manuscritos, hasta ese momento único producto de escritura y fuente de saber (cfr. Quondam, 1997).
Elevándose culturalmente, las mujeres adquieren la capacidad de discutir, de expresar su propia opinión y de gobernar, algo que hasta el momento se daba en contados casos. Se podría afirmar que el Renacimiento, refiriéndose al movimiento femenino, toma impulso del nuevo status de la mujer (cfr. Niccoli, 1991).
Un grupo de mujeres, algunas de ellas pertenecientes a la burguesía y a la aristocracia, aprovechan este movimiento de emancipación del individuo que invade a los humanistas y conquistan un espacio para ellas utilizando la escritura El saber es instrumento de liberación para las mujeres, o mejor dicho, para aquellas que tienen acceso a él. Si una mujer tiene la capacidad de leer y escribir bien, automáticamente adquiere un status único por su condición, no importa si se trata de una dama o de una cortesana (cfr. Servadio, 2007: 30).
Jacob Burckhardt afirma que:
“Finalmente, per bene intendere la vita sociale dei circoli più elevati del Rinascimento, è da sapere che la donna in essi fu considerata pari all’uomo” y que “l’educazione della donna nelle classi più elevate era essenzialmente uguale a quella dell’uomo; gli Italiani del Rinascimento non esitarono a far impartire ai loro figli d’ambo i sessi l’identica istruzione letteraria e perfin filologica” (Burckhardt, 2008: 292).
 Sin embargo también precisa que a la mujer no se le pide una intensa actividad literaria, sino, como mucho, poemas que expresen una armonía del alma. Es decir, estas mujeres no tienen que pensar en un público, sólo tienen que ganarse la consideración de los hombres más representativos que frecuenten sus casas. A la mujer que escribe se le concede un papel social, más que artístico-literario. 
Esto sigue confirmando que desde la antigüedad, a las mujeres, se les asigna un papel social subalterno con respecto a los hombres, favorecido por un prejuicio antiguo que atribuye sólo al hombre la posesión de la razón, relegando a la mujer al ámbito de la naturaleza, de la sensibilidad. Obvio que de este modo la historia haya reconocido pocas veces a las mujeres la capacidad de elaborar un pensamiento racional, y esto vale también para el arte. Por ejemplo, Vittoria Colonna intenta conversar como si fuese uno más con los humanistas de su tiempo, pero sólo se le concede audiencia una vez que exhibe, junto con su erudición, su intacta virginidad y su pietas. 
No es fácil ser considerada una más entre los humanistas pero se pueden destacar varios ejemplos de mujeres que lucharon para alcanzar un puesto privilegiado entre las “donne illustri” de la época, como la ya nombrada Vittoria Colonna, Lucrezia Marinelli o Gaspara Stampa, o en la vida política como Margherita di Parma o Isabella Gonzaga, quien tuvo mucha influencia en la política y más poder que sus maridos.
En realidad el Renacimiento presenta también un lado oscuro al lado del de gran esplendor, ya que el cuadro sobre la posición de la mujer dentro de la civilización renacentista es probablemente menos brillante de cómo lo presenta Burckhardt si pensamos en su todavía inferioridad fisiológica, moral, jurídica o política.
Fue específica en el Renacimiento la toma de conciencia, por parte de la mujer, del mito cultural de su inferioridad contra la verdad de la naturaleza. La mujer humanista, como por ejemplo Isotta Nogarola, afirma el derecho a la autonomía en la igualdad jurídica pero teólogos y juristas temen que la igualdad moral de la mujer lleve a una subversión jurídica y a derechos socio-políticos.
La mujer escritora polémica sabe que para salir de la minoría tiene que valerse de su propio intelecto, sin la guía de los maestros, como empezó a hacer Christine de Pisan. En realidad, esta soledad a la hora de la lucha por un lugar, bien merecido, en las páginas de la historia constituye la esencia del Renacimiento femenino, el fundamento de la conciencia moderna de la mujer.

2. LA MUJER EN EL TEATRO DEL RENACIMIENTO

Mientras en Inglaterra, en Francia y en España el Renacimiento es la época en que la tradición teatral deja todos los autores clásicos, en Italia el teatro es un ámbito en el que los verdaderos profesionales son los actores. Grandes textos de teatro italiano de este siglo son sobre todo obra de actores profesionales o de intelectuales que se prestan, por entretenimiento, a la escritura teatral. La tradición teatral italiana se caracteriza por el hecho de que mientras el ámbito de los actores se profesionaliza, el ámbito de la escritura teatral queda fundamentalmente a un nivel de aficionado. Esto no quiere decir que en esta época no haya textos teatrales de valor sino que no hay autores profesionales.
También en las tradiciones teatrales, como en todas las manifestaciones de ingenio humano, la aportación femenina siempre ha sido considerada de escaso valor con respecto a la masculina, a no ser que fuese de mujeres consideradas, de algún modo, dentro de los cánones que los hombres habían elegido para ellas. Hay que darse cuenta de que el teatro vive del espectáculo por lo tanto es un arte muy completa, hecha de escritura, de recitación, de artes visivas, de música y de dirección. En este trabajo presentaremos tres ejemplos de mujeres que han vivido la experiencia teatral como espacio de emancipación, escribiendo, recitando y contribuyendo de formas diferentes a la creación teatral. En estos casos para estas mujeres el teatro ha representado también una ocasión para encontrar un espacio que les permitiese afirmar plenamente su propia creatividad y, por lo tanto, reivindicar el reconocimiento de sus derechos y de su dignidad.
En estos siglos el espectáculo teatral no goza de muy buena fama, ya que se identifica con un lugar de prostitución y esto implica una valoración moral negativa. Condenado como lugar de perdición el teatro resalta a la mujer en todos sus aspectos tanto negativos como positivos. Hasta cierto punto los espectáculos teatrales son definidos como cosas de prostitutas o pornográficas, en 1508 el decreto de diciembre del Consiglio dei Dieci de Venecia prohíbe cualquier tipo de producción teatral pero especialmente en recepciones privadas y festejos nupciales. Estos personajes femeninos cantan, danzan, se mueven por el escenario, se abrazan, se besan, cometen adulterio y hasta asesinan, y son representados por jóvenes actores, lo que refuerza la conexión entre el teatro y la sexualidad transgresiva. La homosexualidad y la ambigüedad sexual son los ingredientes de la provocación fundamental consistente en sacar personajes femeninos fuera de la casa. Más tarde estos jóvenes serán sustituidos por actrices profesionales que en muchos casos serán consideradas prostitutas y en pocos elogiadas como artistas (cfr. Duby, 1997: 290-291). Los papeles representados eran por una parte el normativo (joven virgen, esposa casta y viuda ejemplar) y por la otra el transgresivo (adultera, prostituta o cortesana).
El suponer que las actrices estén a un paso de ser prostitutas y viceversa asedia continuamente a las mujeres antes y después de que obtengan el derecho a ejercer la profesión teatral. El reconocimiento profesional de estas mujeres tanto en Italia, en Francia como en España coincide con la profesionalización del teatro en estos países especialmente con la aparición de las compañías de la comedia del arte durante la mitad y final del siglo XVI. Aunque la recitación era una profesión precaria y difícil los más dotados de talento podían hacer una carrera de gran éxito, como por ejemplo Isabella Andreini, de quien hablaremos a continuación. Famosa por sus interpretaciones, tanto de personajes femeninos como masculinos, se salvó de ser considerada una prostituta gracias a su matrimonio ejemplar e incluso recibió sepultura cristiana. Isabella demuestra que las mujeres pueden hacer una carrera más allá de las paredes domésticas que sea artística y no tenga que ver con el sexo. El temor a la mala reputación de las mujeres que se dedican a esta profesión y la preocupación de distinguir la profesión de actriz de la de prostituta, son una constante en la compañía teatral de la que ella forma parte.
A pesar de todo la opinión pública general no deja de considerar la recitación una profesión nada respetable. Incluso las mejores actrices dotadas de talento y muy reconocidas no dejan de ser víctimas de cotilleos y difamaciones y tienen que defenderse de prejuicios, discriminaciones e incluso de continuos acosos. Las relaciones entre actrices y nobles estaban en boca de todos y suscitaban resentimientos aunque alguna termina en matrimonio. De todas formas y como sigue sucediendo hoy en día, normalmente las actrices reciben un sueldo menor que sus compañeros de reparto masculinos y en contadas ocasiones llegan a alcanzar un estatus literario y social como el que algunos actores llegaron a tener.

3. TRES EJEMPLOS DE EMANCIPACIÓN FEMENINA DENTRO DEL TEATRO DE LA ÉPOCA

A) Antonia Tanini Pulci
Rappresentazione di santa Domitilla, circa 1495

Muchas dudas acompañan a los datos que de esta escritora han llegado hasta nosotros como la fecha de nacimiento que probablemente fue en 1452 y la de su muerte de la que poco sabemos, dudas también en torno al origen de su nombre que Elissa B. Weaver nos aclara explicando el error en el que muchos estudiosos habían caído atribuyéndole el apellido Giannotto a la familia para después descubrir que en realidad se trataba de Tanini.
Nacida en el seno de una familia numerosa y de mercaderes, tiene cinco hermanas, un hermano y dos hermanastros, aprende a leer y a escribir gracias a su madre que es una literata (cfr. Weaver, 1999: 474). Se casa con el más joven de los hermanos Pulci, Bernardo di Jacopo Pulci, que goza de buena fama en la corte de Lorenzo el Magnifico y se dedica sobre todo a la poesía religiosa. Gracias a este ambiente literario en el que entra a formar parte, por motivos familiares, a partir de 1483 Antonia empieza su propia actividad de escritora, orientándose hacia el teatro componiendo sacre rappresentazioni. Su primera obra es de este mismo año Rappresentazione di Santa Domitilla. A finales de siglo la “Raccolta Miscomini” publicará este primer trabajo y otras dos, Rappresentazione di Santa Guglielma y la Rappresentazione di San Francesco. En dicho volumen también se encuentra Rappresentazione di Giuseppe figlio di Giacob, que probablemente sea también de la escritora. Posteriormente una edición de la Rappresentazione del figliuol prodigo publicada en 1550 se atribuirá directamente a ella.
A la muerte de su marido en 1488 Antonia se convierte en una ammantellata y deja su casa para ir a vivir al convento dominicano de San Vincenzo con el nombre de Annalena, donde es probable que abandone la composición de las sagradas representaciones. Una vez recuperada su dote de matrimonio compra una casa donde funda la casa terziarie agostiniane llamada Santa Maria della Misericordia en 1502.
Antonia Tanini Pulci es la única mujer italiana que publica textos teatrales en el siglo XV. Las figuras femeninas de sus obras son fuertes e intensas. Santa Domotilla y Santa Guglielma son dos ejemplos, cada una dentro de su propio estatus social, el virginal para Domitilla y el de mujer casada para Guglielma, de mujeres que luchan contra grandes adversidades.
Como sucede en la tradición de este género, especialmente en la experiencia de las escritoras florentinas de su tiempo que escriben sobre milagros y misterios, también Antonia, para sus historias se mantiene fiel a las fuentes, sin embargo esto no significa que no se conceda algunas “divagaciones” que son sin duda dictadas por un conocimiento de los mecanismos de la escena.
Tanto en la Destruzione di Saul e il pianto di David con el martirio de la mujer de Saúl y en la Rappresentazione di San Francesco con la visita de Jacopa de’ Sottesoli al lecho de muerte de San Francisco llama la atención que, en ambos casos, las protagonistas de las escenas de gran impacto sean siempre mujeres, quienes encuentran, en los textos de la autora y su puesta en escena, el espacio para afirmar una profunda dignidad humana, intelectual y espiritual.
Otro ejemplo muy claro es el personaje de Santa Guglielma que afronta su martirio sabiendo que es completamente inocente, lo que hace que el sacrificio sea completamente inexplicable. Aquí la muerte parece paradójicamente la única respuesta al incomprensible castigo y se convierte, a través de un giro conceptual, en la única consolación, como se ve en las últimas palabras de los Ángeles: Se t’è in piacere, insieme in compagnia / con esso noi piglierai la tua via.
Las obras de teatro de Antonia se publican y se editan varias veces durante el siglo XVI y gozan de mucha aceptación, también por la necesidad de encontrar mucho material para las representaciones de las hermanas que pondrán en escena los espectáculos dentro de los conventos. Las de mayor difusión son la Rappresentazione di Santa Domitilla, la Rappresentazione di San Francesco y la Rappresentazione di Santa Guglielma, mientras la Rappresentazione del figliuol prodigo y la Destruzione di Saul e il pianto di David caerán en el olvido durante siglos, para ser descubiertas editorialmente sólo en el siglo XIX y en el siglo XX.

3.2 Suor Beatrice del Sera

Si Antonia Tanini Pulci es el ejemplo más asombroso de libre autora de teatro del siglo XV, Suor Beatrice del Sera, al contrario, es uno de los ejemplos más significativos de autoras que viven en una condición de auténtica esclavitud, donde el teatro asume, al mismo tiempo, la función de vía de escape y de testimonio de tal condición.
Existe también un tipo de teatro donde algunas mujeres tuvieron la oportunidad de levantar su voz, se trata del teatro religioso, de las llamadas sacre rappresentazioni. Gran parte de las mujeres que toman los hábitos en el siglo XVI lo hacen contra su propia voluntad, incluso en algunos casos desde niñas, por necesidad y voluntad de las familia. Sin embargo sólo los lamentos de algunas llegan a nosotros para expresar lo que muchas sienten sin poder exteriorizarlo.
Uno de los casos más conocidos es el de la veneciana Arcangela Tarabotti, quien se revela contra el mundo con una serie de tratados y cartas escritas durante sus treinta y dos años de clausura forzada, donde defiende al sexo femenino, protesta contra la reclusión a la fuerza en monasterios y lanza un llamamiento a la libertad.
Algunas de las jóvenes encerradas a la fuerza en monasterios y conventos logran huir y aunque Suor Beatrice del Sera pertenece al grupo de mujeres encerradas contra su voluntad, no pertenece al de las fugitivas, que serán una minoría. Si bien la huida de los monasterios constituye una posibilidad, aunque solo para unas pocas, las mujeres que terminan viviendo en los conventos son muy instruidas, ya que habitualmente no se enseña a leer ni escribir a las hijas, a no ser que estén destinadas a una vida religiosa (cfr. King, 1991:103). El porqué está claro: o ignorantes en el mundo, o cultas pero fuera del mundo, de este modo el deseo de emancipación femenina no se difunde, como una epidemia, entre las mujeres.
Por esto muchas de ellas, una vez en clausura, producen textos para testimoniar los sufrimientos dentro de las instituciones religiosas. Teniendo mucho tiempo para leer, estudiar y escribir, las mujeres “encerradas” se dedican a una producción de obras de género popular-devocional.
Dentro de estos escritos encontramos algunos textos teatrales, se trata de las sagradas representaciones que se escriben en ocasión de las festividades de la Iglesia y se representan con meticulosidad ante un público de religiosas que viven en clausura. Son obras importantes, no sólo desde el punto de vista de la reconstrucción histórica de la vida social de la época, sino porque representan una de las formas y posibilidades de expresión de las “encerradas”.
Suor Beatrice del Sera (1515-1586) nace en el seno de una familia de mercaderes toscanos que en un momento determinado sufren problemas económicos, por este motivo la joven Beatrice se ve obligada a tomar los hábitos sin posibilidad de alternativa. No puede hacer otra cosa que describir la vida “desde dentro” y esto la conduce a la creación de Amor di virtù. El texto es un drama devocional en versos, escrito probablemente entre 1548 y 1549. En el epílogo, titulado “Storia fatta per piacere di leggere e non per recitare”, la autora afirma que el texto está basado en el Filocolode Boccaccio. El texto narra la historia de una “giovane cortese”, llamada precisamente Fiammetta, y la autora declara que se trata de una historia de amor humano para leer como alegoría del amor espiritual. Sin embargo desde un principio la misma autora deja claro la oportunidad de poner en escena el texto sólo dentro del convento.
La declaración de que la historia narrada haya sido escrita para la lectura y no para la representación lo hace menos accesible al pueblo, que no sabe leer y por tanto atenúa su poder revolucionario. También la referencia a Boccaccio hace de máscara, sin duda tal referencia existe, sin embargo para ella esto se convierte en la ocasión de reflexionar sobre la condición de prisionera del convento y de las convenciones sociales de la época, que proponen como única solución para la joven que no quiere contraer matrimonio y busca la independencia el tomar los hábitos.
Como bien explica Margareth King el verdadero sentido de la alegoría expresada secretamente en las imágenes de las murallas, de la roca, de la piedra y de la torre representan el claustro donde las mujeres permanecían prisioneras contra su propia voluntad. Éstas no habían nacido para la felicidad, se lamentaba uno de los personajes, sino para ser prisioneras, esclavas y súbditas. Al final la heroína se salva de la temida esclavitud. La autora, por el contrario, continua lamentándose de su negada libertad en tierna edad y espera una recompensa eterna por su paciencia (cfr. King, 1991:104). Estas imágenes de la alegoría son imágenes que sólo las monjas pueden identificar con su significado real. Por esto, el recurrir a la costumbre de las representaciones teatrales internas en el convento es, en este caso, oportuno. Pero, al mismo tiempo, es necesario evitar el riesgo de que “fuera” se capte el sentido del texto, por este motivo es mejor representarlo sólo en el ámbito de la comunidad de las monjas. Sobre todo porque no hay solución y el universo masculino sigue manteniéndose indiferente ante tal problema.

C Isabella Andreini

Lejos de los conventos, entre los personajes que habitan el mundo de la Comedia del Arte (desde saltimbanquis a bufones), existen también mujeres casi divinas, entre ellas una en especial, considerada la más grande de la historia del teatro italiano, se trata de Isabella Andreini.
Natural de Padua y proveniente de buena familia, Isabella Canali recibe una educación muy superior con respecto a otras mujeres de su época y tiene la oportunidad de moverse por el ambiente cultural paduano donde la participación femenina no es escasa.
Pronto inicia la carrera de actriz y poetisa, reconocida en Italia, Francia y España. Como actriz, interpreta magistralmente el papel de Innamorata y como autora, escribe una fábula pastoral, la Mirtilla, treinta y un diálogos dramáticos, publica las Rime en 1601 y póstumo, en 1607, su marido publica sus Lettere (una colección de ensayos literarios).
En 1575 se casa con el comediógrafo Francesco de’ Cerrachi di Pistoia y ambos toman el apellido Andreini, con él tiene siete hijos y en 1578 entra a formar parte de la Compagnia dei Comici Gelosi que representa el testimonio de una revolución apenas iniciada en el mundo de la Comedia del Arte, la profesionalización del oficio de actor.
Isabella sobresale también en el canto y en la música y recita en varios idiomas con gran elocuencia. Antes de morir la actriz entra a formar parte de una academia literaria, algo raro para una mujer en la época, poco después en 1604, durante el viaje de vuelta a Italia, después de una gira por Francia a acusa de un aborto.
Además de la pericia escénica, lo que más fascina de Isabella Andreini es el sentido metateatral de su modo de actuar, la estrategia utilizada, junto con su marido y su hijo, para construir la persona del actor y diferenciarla del personaje, con el fin de obtener la estima y el respeto social merecido a una categoría de artistas.
El verdadero esfuerzo de Isabella no es tanto el de conseguir un triunfo escénico sino el de borrar el aspecto “meretricio” de la profesión de actriz a través de la construcción de una imagen pública “virtuosa y honorada”, esposa y madre ejemplar, docta literata y admirada poetisa académica, y de superar de este modo el límite del efímero teatral para conquistar la gloria y fama eterna.
Escrito sobre ella y para ella, La pazzia di Isabella es una exhibición en la que la gran actriz pone en escena en primera persona la propia vena interpretativa, con un éxito de público que pasará a la historia.
Tomándose ciertas libertades con respecto al canovaccio (cfr. Scala, 1976), Andreini revoluciona todos los cánones de la recitación del personaje de plaza, construyendo un personaje que muestra todas sus habilidades interpretativas. De hecho, teniendo que presentar a una joven que enloquece por amor y al final recobra la razón, Isabella empieza su exhibición con su personaje clave, la Innamorata, para dejar tras de sí todas las convenciones hasta ese momento utilizadas para representar la locura, improvisando algo literalmente memorable.
La autora subdivide la gran escena de la locura en tres acciones: el “grammelot” de los idiomas, el regalo de la esposa y la parodia de las máscaras.
Desde el principio es la propia naturaleza de su “locura” la que se manifiesta como algo radicalmente diferente con respecto a los razonamientos ilógicos del arte escénica habituales del momento: Isabella no se presenta furiosa y no cede a la tentación de fácil solución. El hecho, verdaderamente nuevo, que caracteriza la “locura” de Isabella es la pérdida de identidad. Precisamente la pérdida de sí misma determina que Isabella hable un lenguaje confuso e imprevisto, un “grammelot”, con desconocidos y personajes imaginarios. Isabella no encuentra su papel de Innamorata y por esto se identificará por turnos, en la tercera atracción, en todas las máscaras de su compañía. Andreini, crea una situación escénica en la que, jugando con la pérdida de identidad del personaje, se puede permitir salir como y cuando quiera del personaje, mirarlo desde fuera y ponerlo en ridículo.
Al final de la gran escena de la locura, Andreini “vuelve a entrar” en el plot, de este modo su personaje, después de haber bebido un agua especial, hace una sabia y aguda disertación sobre las pasiones de amor y los problemas que éstas pueden provocar en el ánimo humano. Después de haber escenificado una escena dinámica, construida sólo sobre la esencia del teatro, voz y cuerpo, ahora la actriz le da la vuelta a todo, pasando a un final de tono más meditativo, rico de reflexiones y fundado sobre el contenido expresado a través de la palabra. Pero sin embargo, el final no representa la vuelta al personaje de la Innamorata, sino la aparición en escena de Andreini intelectual y literata que habla de la naturaleza y las consecuencias del amor.
Isabella autora publica en Venecia su “favola bochereccia”, La Mirtilla, inspirada en la Aminta de Torquato Tasso, donde reinterpreta la historia poniendo mucha más atención a los mecanismos de la escena. Andreini, además de ser la autora de la comedia, ocupa dos papeles: el de la Dea Venere, que recita el prólogo (dialogando con Amore) y el de la ninfa Filli, nombre que Isabella se atribuirá también en muchas Rime. En realidad las relaciones entre la comedia de Tasso y la fábula pastoral de Andreini no sólo tiene que ver en la puesta en escena. Una atenta lectura nos lleva a notar más diferencias.
De la Aminta, Isabella toma el tema del amor no correspondido pero multiplicando los personajes y uniéndolos a todos en una cadena amorosa. Desde este punto de partida emerge el elemento que marca la diferencia más importante entre los dos textos: la sabiduría escénica. Tasso es un gran literato pero sus conocimientos de los mecanismos de la escena son inferiores con respecto a los de Andreini, quien siendo actriz escribe un texto menos elaborado estilísticamente pero muy eficaz en el momento de pasar de la lectura a la puesta en escena. Se podría decir que mientras Tasso escribe un texto para el teatro, Andreini escribe un guión para uso y consumo de una compañía.
Esto se aprecia muy bien en una escena en especial, la del Sátiro y la ninfa. En el texto de Tasso el Sátiro es un monstruo enamorado sin esperanzas que lo lleva a agredir a su amada. En cambio el Sátiro de Andreini no sólo se compone de sus comportamientos sino también de las razones que lo llevan a estos comportamientos.
El Sátiro, al principio incrédulo, se deja convencer por las dulces palabras y promesas con doble sentido de Filli que promete besarlo después de que éste le recite unos versos. El Sátiro cae y se revela un ingenuo enamorado y es aquí donde Andreini-autora realiza la obra maestra, superando la dureza de la escena de la violación de la obra de Tasso, ella le da la vuelta completamente. El juego escénico consiste en atar al Sátiro a un árbol mientras la ninfa le hace una serie de provocaciones sexuales y le promete un beso que nunca llegará. Al final el Sátiro se da cuenta de que todo es una burla de Filli y enfurece pero ya es demasiado tarde y ella le abandona dejándole sólo atado al árbol. La descripción de esta escena deja ver claramente la sabiduría teatral de Andreini, quien no se limita a parodiar la escena de la Aminta, sino que la desarrolla en un modo original, gracias a los profundos conocimientos de los mecanismos de la escena y al espíritu de libertad que caracteriza la cultura femenina del siglo XVI.
Cuando Andreini morirá lo hará de un modo muy femenino, precisamente ella que con su inteligencia había intentado alargar los límites de un destino predeterminado por su sexo. Sin embargo su ingenio sobrevive todavía hoy y, quizás, en esa máscara apasionada y decidida a conquistar el mundo y sus maravillas.

martes, 15 de agosto de 2017

Teatro en el Renacimiento.-a



https://arteescenicas.wordpress.com/2009/11/22/unidad-didactica-ii-3-teatro-renacentista/

El Renacimiento recuperó el goce de vivir, al ser humano como centro del interés cultural, la valoración del amor entre hombres y mujeres, la reivindicación del cuerpo humano frente al rechazo medieval de la vida  y el cuerpo, en beneficio del alma y de la muerte, que llevaría a las almas al más allá. Estos principios, naturalmente, tienen la máxima importancia en el desarrollo del teatro, que es reflejo de la vida y revelación de la humanidad subyacente en ella.

Como ocurre con otras artes, el teatro renacentista tiene una gran importancia en Italia, si bien su valor consiste sobre todo en su aportación a la técnica de representación y a los aspectos espaciales y escenográficos. Durante esta época también se desarrolla un tipo de teatro popular, la llamada Commedia dell’ arte, que tendrá la máxima trascendencia e influencia en el teatro posterior europeo.

El teatro se desarrolla en las cortes italianas con gran despliegue de medios visuales y musicales, acompañado de danza y música, con espectaculares vestuarios y tramoya. Se solía representar una obra, la mayoría de las veces de origen clásico (romana o griega, sobre todo comedia), pero el interés estaba en los llamados intermezzi, donde toda imaginación tenía su lugar. Danzas supuestamente exóticas, moriscas o de la Antigüedad clásica, mundos fantásticos y mitológicos, eran representadas en estos intermedios, que terminaron devorando literalmente al drama o parte teatral. Estos alardes de luces, coreografías, vestuario y escenografía, impidieron el desarrollo de un teatro autónomo, como el que ya empezaba en Inglaterra y España, pero por otra parte aportaron innovaciones considerables a la escenografía y maquinaria teatral. Una de estas innovaciones fue obra de pintores y arquitectos, con el descubrimiento de la perspectiva y sus principios, que permitieron la elaboración de decorados que sugerían las tres dimensiones; con ellos nace la escenografía moderna.

La Commedia dell’Arte

Como ya se ha dicho, se desarrolla en Italia una forma de teatro popular, que se improvisaba sobre un escenario, sin texto previo; los actores usaban máscaras y vestuario tipificado según el personaje interpretado, que era fijo y característico: Pantalone, Il Dottore, Arlecchino, Colombina, etc. Cada personaje procedía de una región italiana y hablaba con su acento peculiar. Los actores que los interpretaban fueron los primeros actores profesionales, pues vivían de su trabajo y solían estar especializados en un determinado personaje. Los argumentos eran improvisados; se han catalogado más de ochocientos. Los tipos de personajes eran la pareja de enamorados, los viejos, los criados, las vecinas murmuradoras y los fanfarrones. El argumento era siempre una historia de amores contrariados e infidelidades. Los actores tenían una gran habilidad para combinar los fragmentos fijos con las variaciones, e iban siguiendo los derroteros argumentales que proponían sus compañeros de grupo, a veces modificados por los gustos del público del lugar donde actuaban. La escenografía era invariablemente una calle y dos casas enfrentadas, pues no se concebía la representación dentro de una casa, cuyas paredes impedirían ver los sucesos del interior.
La Commedia dell’Arte tuvo una vida larga; aparece en el siglo XVI en Italia y se extiende por toda Europa. Lope de Vega conoció los primeros textos y Shakespeare se inspira en ellos para escenas de sus comedias. Molière inventa a mediados del siglo XVII el personaje de Pierrot inspirado en Arlecchino, y la carrera triunfal de este género se extiende a lo largo del XVII y XVIII, sobre todo por Francia y España.

España: La Celestina



La obra más importante de la transición entre la Edad Media y el Renacimiento en España es la llamada “Comedia de Calisto y Melibea”, más tarde “Tragicomedia de Calisto y Melibea”, y finalmente “La Celestina”, debido a la fuerza del personaje de la alcahueta que mueve los hilos en la trama realista de la obra. Su autor era un judío converso, Fernando de Rojas, un hombre culto, conocedor del Humanismo y de las fuentes clásicas. Mucho se ha discutido sobre el género literario de “La Celestina”, debido a su extensión y variedad de escenarios y tiempos, tanto que si se considera teatro, muchos estudiosos la ven como irrepresentable; pero el hecho es que ha sido representada en numerosas ocasiones. Tiene formalmente todas las condiciones de un texto teatral, pero parece ser que era, como algunas obras clásicas de profundo sentido, para ser leída en voz alta; se trataría entonces de una “comedia humanística”. Sin embargo, tiene suficientes elementos dramáticos, en los personajes, en el argumento, en la tensión y conflicto planteado, como para que sea considerada parte de la historia del teatro. Su argumento y sus dos personajes principales han sido comparados con la pareja formada por Romeo y Julieta, con los cuales comparten la torpeza juvenil que les hace fracasar en la consecución de su amor.

martes, 14 de marzo de 2017

Historia de Teatro.-a

Vista panorámica del Teatro de Epidauro

La Historia del teatro estudia la evolución del arte dramático a través del tiempo. El concepto del teatro es muy amplio: cualquier grupo de personas que desarrolla un espectáculo en un tiempo y espacio determinado forman un espectáculo teatral. El teatro tiene una base literaria, un guion o argumento escrito por un dramaturgo. Pero ese texto dramático requiere una puesta en acción, para la cual es imprescindible la interpretación por medio de actores o personajes que desarrollen la acción, así como elementos como la escenografía y decorados, la iluminación, el maquillaje, el vestuario, etc. Ciertos espectáculos pueden ser igualmente sin texto, como en el caso de la mímica y la pantomima, donde destaca la expresión gestual. Por otro lado, un elemento indispensable para la comunicación es la presencia de un público. El teatro tiene una función de socialización de las relaciones humanas, ya que presenta cierto grado de ritualización.

Los orígenes del teatro se encuentran en antiguos ritos de origen prehistórico, donde el ser humano empezó a ser consciente de la importancia de la comunicación para las relaciones sociales. Ciertas ceremonias religiosas tenían ya desde su origen cierto componente de escenificación teatral. En los ritos de caza, el hombre primitivo imitaba a animales: del rito se pasó al mito, del brujo al actor. En África, los ritos religiosos mezclaban el movimiento y la comunicación gestual con la música y la danza, y objetos identitarios como las máscaras, que servían para expresar roles o estados de ánimo. Estos ritos reforzaban la identidad y la cohesión social: los gun de Porto Novo (Benín) hacen el kubitó, ceremonia mortuoria donde los participantes, con técnicas de prestidigitación, desaparecen del público; los ibo de Nigeria celebran el odo, sobre los muertos que retornan; los dogon de Malí practican el sigui cada 60 años, en celebración del primer hombre que murió; los abidji de Costa de Marfil tienen el dipri, fiesta agrícola de año nuevo, donde se clavan cuchillos en el vientre, cicatrizando luego las heridas con una pasta. En la América precolombina se desarrolló una forma de teatro en las culturas maya, inca y azteca: el maya estaba relacionado con fiestas agrícolas, e ilustraba historias del Popol Vuh; el azteca desarrolló notablemente la mímica, y tenía dos vertientes, una religiosa y otra burlesca; el inca, escrito en quechua, servía a intereses del estado.

Teatro antiguo.

En Grecia nació el teatro entendido como «arte dramático». El teatro griego evolucionó de antiguos rituales religiosos (komos); el ritual pasó a mito y, a través de la «mímesis», se añadió la palabra, surgiendo la tragedia. A la vez, el público pasó de participar en el rito a ser un observador de la tragedia, la cual tenía un componente educativo, de transmisión de valores, a la vez que de purgación de los sentimientos («catarsis»). Más adelante surgió la comedia, con un primer componente de sátira y crítica política y social, derivando más tarde a temas costumbristas y personajes arquetípicos. Apareció entonces también la mímica y la farsa. Los principales dramaturgos griegos fueron: Esquilo, Sófocles y Eurípides en tragedia, mientras que en comedia destacaron Aristófanes y Menandro.
El teatro romano recibió la influencia del griego, aunque originalmente derivó de antiguos espectáculos etruscos, que mezclaban el arte escénico con la música y la danza: tenemos así los ludiones, actores que bailaban al ritmo de las tibiae –una especie de aulos–; más tarde, al añadirse la música vocal, surgieron los histriones –que significa «bailarines» en etrusco–, que mezclaban canto y mimo (las saturae, origen de la sátira). Al parecer, fue Livio Andrónico –de origen griego– quien en el siglo III a.C. introdujo en estos espectáculos la narración de una historia. El ocio romano se dividía entre ludi circenses (circo) y ludi scaenici (teatro), predominando en este último el mimo, la danza y el canto (pantomima). Como autores destacaron Plauto y Terencio.
En Oriente destacó el teatro indio, que tiene su origen en el Nāṭya-śāstra, libro sagrado de Brahma comunicado a los hombres por el rishi Bharata Muni, donde se habla de canto, danza y mímica. Generalmente, la temática es de signo mitológico, sobre las historias de los dioses y héroes indios. La representación es básicamente actoral, sin decorados, destacando únicamente el vestuario y el maquillaje. Había diversas modalidades: Śakuntalā, de siete actos; Mricchakaṭikā, de diez actos. Como dramaturgos destacaron Kālidāsa y Śūdraka.

Teatro medieval

El teatro medieval era de calle, lúdico y festivo, con tres principales tipologías: «litúrgico», temas religiosos dentro de la Iglesia; «religioso», en forma de misterios y pasiones; y «profano», temas no religiosos. Estaba subvencionado por la Iglesia y, más adelante, por gremios y cofradías. Los actores eran en principio sacerdotes, pasando más tarde a actores profesionales. Las obras fueron en primer lugar en latín, pasando a continuación a lenguas vernáculas. El primer texto que se conserva es el Regularis Concordia, de san Æthelwold de Winchester, que explica la representación de la obra Quem quaeritis?, diálogo extraído del Evangelio entre varios clérigos y un ángel.
El teatro medieval se desarrolló en tres principales tipologías: «misterios», sobre la vida de Jesucristo, con textos de gran valor literario y elementos juglarescos; «milagros», sobre la vida de los santos, con diálogos y partes danzadas; y «moralidades», sobre personajes simbólicos, alegóricos, con máscaras tipificadas. En esta época nació el teatro profano, con tres posibles orígenes —según los historiadores—: la imitación de textos latinos de Terencio y Plauto; el arte polivalente de los juglares; o los pequeños divertimentos escritos por autores de signo religioso para evadirse un poco de la rigidez eclesiástica.
En la India, el teatro evolucionó sin grandes signos de ruptura desde época antigua, en espectáculos donde, junto a dramas de tipo mitológico sobre la cosmogonía hindú, destacaban el canto, la danza y la mímica. En esta época destacaron dos modalidades principales: el mahanataka (gran espectáculo), sobre las grandes epopeyas indias; y el dutangada, en que un actor recita el texto principal mientras otros lo escenifican con ayuda del mimo y la danza.
En Japón apareció en el siglo XIV la modalidad denominada nō, drama lírico-musical en prosa o verso, de tema histórico o mitológico. Su origen se sitúa en el antiguo baile kakura y en la liturgia sintoísta, aunque posteriormente fue asimilado por el budismo. Está caracterizado por una trama esquemática, con tres personajes principales: el protagonista (waki), un monje itinerante y un intermediario. La narración es recitada por un coro, mientras los actores principales se desenvuelven de forma gestual, en movimientos rítmicos. Los decorados son austeros, frente a la magnificencia de vestidos y máscaras. Su principal exponente fue Chikamatsu Monzaemon.

Teatro de la Edad Moderna

El teatro renacentista acusó el paso del teocentrismo al antropocentrismo, con obras más naturalistas, de aspecto histórico, intentando reflejar las cosas tal como son. Se buscaba la recuperación de la realidad, de la vida en movimiento, de la figura humana en el espacio, en las tres dimensiones, creando espacios de efectos ilusionísticos, en trompe-l'oeil. Surgió la reglamentación teatral basada en tres unidades (acción, espacio y tiempo), basándose en la Poética de Aristóteles, teoría introducida por Lodovico Castelvetro. En torno a 1520 surgió en el norte de Italia la Commedia dell'arte, con textos improvisados, en dialecto, predominando la mímica e introduciendo personajes arquetípicos como Arlequín, Colombina, Pulcinella (llamado en Francia Guignol), Pierrot, Pantalone, Pagliaccio, etc. Como principales dramaturgos destacaron Niccolò Machiavelli, Pietro Aretino, Bartolomé Torres Naharro, Lope de Rueda y Fernando de Rojas, con su gran obra La Celestina (1499). En Inglaterra descolló el teatro isabelino, con autores como Christopher Marlowe, Ben Jonson, Thomas Kyd y, especialmente, William Shakespeare, gran genio universal de las letras (Romeo y Julieta, 1597; Hamlet, 1603; Otelo, 1603; Macbeth, 1606).

En el teatro barroco se desarrolló sobre todo la tragedia, basada en la ineluctabilidad del destino, con un tono clásico, siguiendo las tres unidades de Castelvetro. La escenografía era más recargada, siguiendo el tono ornamental característico del Barroco. Destacan Pierre Corneille, Jean Racine y Molière, representantes del clasicismo francés. En España el teatro era básicamente popular («corral de comedias»), cómico, con una muy personal tipología, distinguiéndose: bululú, ñaque, gangarilla, cambaleo, garnacha, bojiganga, farándula y compañía. Destacaron Tirso de Molina, Guillén de Castro, Juan Ruiz de Alarcón y, principalmente, Lope de Vega (El perro del hortelano, 1615; Fuenteovejuna, 1618) y Pedro Calderón de la Barca (La vida es sueño, 1636; El alcalde de Zalamea, 1651).
En el siglo XVIII el teatro siguió modelos anteriores, contando como principal innovación la reforma que efectuó Carlo Goldoni de la comedia, que abandonó la vulgaridad y se inspiró en costumbres y personajes de la vida real. También se desarrolló el drama, situado entre la tragedia y la comedia. La escenografía era más naturalista, con un mayor contacto entre público y actores. Los montajes solían ser más populares, atrayendo un mayor público, dejando el teatro de estar reservado a las clases altas. Al organizarse espectáculos más complejos, empezó a cobrar protagonismo la figura del director de escena. Como dramaturgos destacan Pietro Metastasio, Pierre de Marivaux, Pierre-Augustin de Beaumarchais y Voltaire. En España, Nicolás Fernández de Moratín se enmarca en la «comedia de salón» dieciochesca, con base en Molière.9​

El teatro neoclásico tuvo pocas variaciones respecto al desarrollado a lo largo del siglo XVIII, siendo su principal característica la inspiración en modelos clásicos grecorromanos, seña de identidad de esta corriente. Destacan: Vittorio Alfieri, Richard Brinsley Sheridan y Gotthold Ephraim Lessing y, en España, Leandro Fernández de Moratín y Vicente García de la Huerta.

En la India, el teatro derivó en esta época del antiguo dutangada —donde predominaba la danza y la mímica— a una nueva modalidad denominada kathakali, que igualmente ponía énfasis en la música y la gestualidad. En esta interpretación adquirió gran relevancia el lenguaje de las manos (mudras, con 24 posiciones básicas y otras combinadas), así como la expresión del rostro y los movimientos de los ojos (navarasya). También tenía importancia el maquillaje, donde los colores eran simbólicos, identificando al rol o personaje.
En Japón surgió la modalidad del kabuki, que sintetizó las antiguas tradiciones tanto musicales e interpretativas como de mímica y danza, con temáticas desde las más mundanas hasta las más místicas. Así como el nō era de tono aristocrático, el kabuki sería la expresión del pueblo y la burguesía. La puesta en escena era de gran riqueza, con decorados donde destacaba la composición cromática, vestidos de lujo y maquillaje de tono simbólico, representando según el color diversos personajes o estados anímicos. La dicción era de tipo ritual, mezcla de canto y recitativo, en ondulaciones que expresaban la posición o el carácter del personaje

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