WALTER WHITE
Comenzamos con el personaje más complejo y mejor escrito, con el permiso de Don Draper y Tony Soprano, que ha dado la televisión. Lo mucho que su carácter cambia a lo largo de las temporadas no deja de ser proverbial (el mismo título de la serie habla del asunto), y el hecho de que toda la trama orbite en torno a su flamante calva garantiza un ecléctico catálogo musical.
La relación con su esposa Skyler, que llega a cambiar casi tanto como él mismo, nos remite a baladas agresivas en tanto a su frustración (“Puta Desagradecida” de Enrique Bunbury devendría un título elocuente), o a melancólicas piezas no exentas de optimismo desesperado (el clásico karaokero “Ni tú ni nadie” de Alaska y Dinarama). Por otro lado, su determinación, la rebeldía con la que decide encauzar su existencia con la amenaza del cáncer planeando, encontraría una sintonía impecable con la excepcional “Mi Voluntad”, de Extremoduro, o “Boss of Me”, de They Might Be Giants (la cual, como no podía ser de otro modo, fue la canción del opening de Malcolm in the Middle: la primera vez para muchos en que el formidable Bryan Cranston entró en nuestras vidas).
La avaricia desquiciada que va degradando al personaje acabaría fundiéndose con el “
Ecstasy of Gold” que compuso Ennio Morricone para El bueno, el feo y el malo y del que acabó apropiándose Metallica en forma de epiquísima instrumental; mientras que en los instantes de calma, acaso esos penosos meses de exilio que Walter pasó en la cabaña lamiéndose las heridas, cuando apretaban la pérdida y la culpa y hacía muchísimo frío, el “Me olvidé de vivir” del gran Julio Iglesias remataría la faena. El mismo Vince Gilligan, consciente de la grandeza de su criatura, quiso ambientar cierto roce con las autoridades con el muy apropiado “A Horse With No Name”, de America; mientras que para el trágico final de la serie recurrió a los no menos trágicos Badfinger y a su canción “Baby Blue”. Dos elecciones inexcusables que bastarían por sí solas para resumir la psique de Heisenberg (y su afición por las cosas azules).
WALTER WHITE JR.
Seguimos con el primogénito de los White, un personaje que nunca ha tenido demasiada relevancia en cuanto al argumento general, optando por ser utilizado como enésima evidencia de la podredumbre moral de su padre, pero por el que cierto pequeño colectivo (presidido por mí) guarda un especial cariño. La relación que le une a éste, de admiración casi ciega por parte de Jr., y de culpabilidad y cuasi desprecio por parte de Walter, es tan dramática y cercana que, con ciertos reajustes en sus caracteres, podría haber sido estudiada perfectamente por Harry Chapin en su genial “Cat’s in the Cradle”, o sometida a un hostil sarcasmo en la inquietante “Chirpy Chirpy Cheep Cheep”, de Middle of the Road. Sus fútiles intentos de reafirmación adolescente deberían ser registrados por el “No Controles” de Olé Olé, mientras que su pantagruélica adicción a desayunar cada vez que ve una cámara (sobre esto hay un cachondeo monumental en la red del que sí o sí había que hacerse eco), podría contar con la ominosa banda sonora de Newsboys y su “Breakfast”. Por último, el “Tequila” de Café Quijano sería perfecto para ambientar cierta escena de la segunda temporada con su padre y su tío, en la cual beben… sí, tequila. No me he calentado mucho la cabeza.
SKYLER WHITE
La mujer de Walter White ha desencadenado siempre un odio visceral, uno que a menudo ha impedido al público advertir lo excepcionalmente construido que está, o lo atractivo que se vuelve por momentos (su evolución tiene qué envidiarle a la de su marido, pero tampoco demasiado).
En éstas, su dificilísima convivencia con Heisenberg atravesaría por diversas etapas, desde las moderadas pero venenosas “No me beses en los labios” de Aerolíneas Federales o “Frente a frente” de Jeanette, hasta las tensísimas “Ratonera” de Amaral o “Bang Bang” de Nancy Sinatra en el momento en que su vida doméstica se convierte en un auténtico infierno. Entretanto, la mal disimulada codicia de la que hace gala esta posmoderna Lady Macbeth sería abanderada por el “Money” de Pink Floyd, y el final resentimiento fruto del que sí, ha amado, y duele, se reduciría al tan desgarrador como inequívoco “Te Odio” de Los Seis Días (feat. Santi Balmes). Destacar por último la sensualidad y atractivo felino de los que pese a todo hace gala esta señora, exacerbado en el “Happy Birthday, Mr President” de Marilyn Monroe que le canta al pobre Ted Beneke, superado por las circunstancias como suele.
JESSE PINKMAN
Con él, prácticamente coprotagonista del show, ocurre lo opuesto que con Skyler; la audiencia lo adora, y todo eso sin ser especialmente carismático, como Walter, ni tan divertido como Saul Goodman. Su único secreto radica en que, esencialmente, es un buen chico, con unos principios que no traicionará caiga quien caiga (y siempre suele caer él). Su tristísimo periplo por lo más bajo de la delincuencia hallaría un engañoso solaz en la alegre “Street Life” de Randy Crawford, mientras que las palizas que religiosamente recibe cada temporada lo acercan al vapuleado protagonista de “Historia de un perdedor”, de Nacho Vegas.
El romance bañado en heroína que mantiene con Jane (abocado, como todo en Breaking Bad, a la tragedia) se consumaría entre los narcóticos acordes de “Islandia”, de McEnroe; y las secuelas del mismo, paseadas por terapias y clínicas de intoxicación, escocerían aún más con el “Heroína” de Los Calis o, indistintamente, el “Heroin” de The Velvet Underground. La espiral de decadencia que en el arco de Jesse no parece tener fin se trasluce en piezas como “Down Under” de Men at Work o “Loser” de Beck, pero es posible que ninguna canción lo resuma todo tan acertadamente como “Lo malo de ser bueno”, de El Cuarteto de Nos. «Ya está, cuánta ambigüedad, esta vida me va a matar… Mi corazón vacío no soporta una ausencia más… Y sé que dijo una vez el Noble de la Paz asesinado al caer… Es lo malo de ser bueno en este mundo cruel”. Larga vida a Jesse Pinkman. En Alaska o dondequiera que esté ahora.
HANK SCHRADER
El cuñado de Walter White, agente de la D.E.A., lo tendría incluso más fácil que Skyler para suscitar el odio del respetable (no en vano, es un cuñado), y su petulancia, brutalidad y nefasto sentido del humor redundarían en ello. Sin embargo, al igual que Jesse, es un hombre de principios, para el que nada hay más importante que la familia y la ley, y que sufre una intensa crisis al descubrir la identidad secreta de Heisenberg, el narcotraficante que tantos años llevaba persiguiendo. La decisión que toma al respecto habría sido tomada con mayor convicción si entonces hubiera sonado de fondo “I Won’t Back Down” de Tom Petty & The Heartbreakers, dejando atrás los momentos de “Personality Crisis” de New York Dolls o los sinsabores motivados con “People Ain’t No Good” de Nick Cave & The Bad Seeds. Así, se habría abalanzado sobre Walter para cantarle con mucha ira el “Villancico para mi cuñado Fernando” de Love of Lesbian y, después de hacer lo que tenía que hacer y destrozar a su familia, se refugiaría en el “Boys Don’t Cry” de The Cure. Tendría entonces que seguir soportando a su mujer Marie (“Te favorece tanto estar callada” de Niños Mutantes como penicilina), pero al menos habría comenzado por fin con su negocio de venta de cerveza casera (“Visite nuestro bar” de Hombres G a todo tren en el garaje). Todo esto, claro, no ocurrió así, pero habría estado bien. Porque Hank lo peta.
MARIE SCHRADER
Con ella no caben medias tintas. Marie es un petardo. No es un mal personaje, por supuesto, pero sí uno que da gusto odiar. Histérica, superficial, envidiosa, charlatana, falsa. Una ‘drama queen’ que no llegó a tener mucho que hacer en medio de los tejemanejes de Heisenberg, por suerte (o por desgracia; de ser así quizás no habría llegado a la quinta temporada con vida y eso que nos llevábamos). Su banda sonora sería un compendio de temas ridículamente festivos, con una maliciosa concepción de la femineidad que ella no comprendería. Joaquín Sabina habló de cosas así en “Yo quiero ser una chica Almodóvar”, y Mecano en su infumable (y a la vez delicioso) hit “Maquillaje”, pero nadie podría entender a Marie mejor que las integrantes de Sleater Kinney, quienes en su “Modern Girl” realizaron un estudio portentoso de la frivolidad femenina. Por supuesto, no todo eran luces de neón en la psique de Marie; también había puntos oscuros, revelados cuando sucumbía a sus arrebatos cleptómanos y, por más que lo hubiera intentado, vaya, “She’s Lost Control” (Joy Division).
MIKE EHRMANTRAUT
El viejo Mike mola tanto que aún cuesta creerlo. Un hombre con el aspecto de un abuelito adorable, cuya habilidad para el asesinato y el crimen en general no soslayan el genuino amor que siente por los suyos (en especial, por su nieta), así como la perenne desazón de quien arrastra un pasado oscurísimo, que en Better Call Saul hemos empezado a vislumbrar. Alguien tan abocado a los callejones sórdidos, tan diestramente conocedor de lo más bajo del ser humano, sólo encontraría en alguien parecido a Tom Waits un alma gemela (y quizá en “God’s Away On Bussiness” su pieza más característica); mientras en las largas noches en vela, añorando a los caídos, la indescriptible voz de Roy Orbison cantando “Only the Lonely” ambientaría sus recuerdos, así como “Solitary Man”, de Neil Diamond, le animaría a levantarse al día siguiente. Encarando impertérrito la “Reckless Life” que, sin saber de la misa la mitad, festejaban Guns N’ Roses, siempre encontraría un momento para visitar a su querida nieta, exhibiendo un cariño que en la música sólo supo expresar Phil Lynott, de Thin Lizzy, en aquel “Sarah” que escribió para su hija recién nacida. Cursiladas aparte, aquí llega el honorable y rígido Mike Ehrmantraut, que si le tiene que partir los morros a alguien que se esté pasando de listo, se los parte. Como John Wayne. Como “Feo, fuerte y formal”, de Loquillo.
GUS FRING
El gerente de Los Pollos Hermanos pasaría por ser el mayor villano que ha pasado por Breaking Bad y, por ende, la televisión, si no fuera por Walter White. En cualquier caso, este tío es terrorífico. Ese aspecto tan engañosamente inofensivo. Esa elegancia natural. Esa frialdad que haría palidecer a Michael Corleone. Gustavo Fring es tan grande como la escena de su muerte (de las poquísimas concesiones ‘peliculeras’ que llegó a hacer Vince Gilligan, y por una buena causa), y su soundtrack iría tornándose más agreste a medida que le conocemos. “Chicken Fried”, de Zac Brown Band, sería una muy buena opción para ambientar alguno de esos anuncios en los que Gus promocionaba su tapadera para vender droga. Era pollo frito, pero también era meta azul, y el “I Want to Take You Higher” de Sly & The Family Stone se haría eco de las verdaderas intenciones del amiguete, cuya total sangre fría acabaría de cristalizar con la desengañada “No Feelings” de los Sex Pistols. Una cosa son los negocios, sin embargo, y otra el objetivo vital por el que Gus se metió en ese fregado, para cuya comprensión hay que remontarse a sus años en México y sus primeros roces con “La Migra” (La Pulquería). En un episodio memorable descubríamos que Gus Fring, como tantos otros grandísimos personajes, estaba obsesionado con la venganza: la muerte del capo Don Eladio en represalia al cruel asesinato de su socio Max. En un episodio más memorable aún, Gus conseguía su propósito. Y la enloquecida “Revenga”, de System of a Down, no habría desentonado para nada.
Gale Boetticher
«Major Tom (Coming Home)» (en alemán: Major Tom (völlig losgelöst)) es una canción y sencillo del cantante alemán Peter Schilling publicado en 1983 y perteneciente a su disco de estudio Error in the System. Con un carácter no oficial, el personaje del "Major Tom" de la canción hace referencia al también protagonista homónimo de la canción de David Bowie Space Oddity, en la que se narra un accidente espacial en el que el protagonista está atrapado.
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