Carla Nicol Vargas berrios |
Cuando se estrenó Breaking Bad en 2008 casi nadie hizo una crítica del episodio piloto. Yo, tampoco. Recuerdo que se me hizo larguísimo, aburrido, no entendía qué me querían contar. Mi gran error fue pensar que Bryan Cranston iba a hacerme el payaso con el que tanto me reía en Malcolm. Esperé una comedia y me encontré un drama. Continuándola luego, efectivamente, Breaking Bad es una comedia negrísima, que nos pilló (al menos a mí) desprevenidos. Pues bien, de Better Call Saul vamos a hablar TODOS. Todos los que vimos hasta el final de Breaking Bad. Para los que no sepan quién es Heisenberg, pues no entenderán el atractivo de saber quién era su abogado, Saul Goodman. Me refiero, también, a que no le pillarán el guiño escondido, no entenderán las risitas nerviosas en algunas escenas. Sin contar nada que no se pueda contar (veo el piloto de Better Call Saul en un pase de Movistar Series que la estrena el lunes 9 de febrero, un día después de AMC), Vince Gilligan vuelve a jugar con las cartas ganadoras.
¿Qué gracia puede tener un tipo mediocre, abogaducho de tres al cuarto, que intenta sobrevivir con artimañas deleznables?
La misma que el químico venido a menos, profesor frente a unos alumnos que le detestan, con otro trabajo de lavacoches para mantener a su familia. Toda la gracia, claro, ahora sí lo sabemos. Como Walter White, Saul esconde tras su apariencia quijotesca, campechana, un drama. No está enfermo como el futuro Heisenberg, pero lo está su hermano (Michael McKean). Aunque no lo parezca, en el fondo, hace honor a su apellido, es un Good Man, un buen hombre. Pero la vida no parece haberle sido fácil o, al menos, no ha tenido ese pellizco de suerte que saborean unos pocos. Hay un motivo vital, por tanto, humano, para que Saul haga lo que sea con tal de conseguir dinero. Le toca ser ambicioso. Es egoísta, sí, pero como cualquiera de nosotros. Es torpe, pues también, sólo hay que ver el primer caso al que se enfrenta en el piloto (la primera vez que el espectador le ve en acción en un tribunal).
Es espeluznante y él lo prejuzga con una mueca de inconsciencia bastante patética. Saul no es un inocentón, no, pero no lleva una buena mano en esta partida de cartas, hasta que… claro, hasta que conozca el lado oscuro, a la chusma del narcotráfico que le hará ganar dinero rápido, aunque para ello se juegue la vida, y será con esos trabajillos al margen de la ley como conozca a Walter White. Pero no nos adelantemos, porque en el piloto, Vince Gilligan sólo adelanta ese paso, que veremos en el segundo episodio. Cómo (intuímos) Saul formará parte de la familia de los narcotraficantes más peligrosos de Estados Unidos.
En el piloto, el creador de Breaking Bad se regodea en el perfil patético de Saul, cómo vive, cómo trata a sus clientes (la embarazada de Fargo tiene aquí un cameo), cómo es la relación con ese hermano (este diálogo se me hace eterno, tal vez lo peor llevado del piloto), cómo le sale prácticamente todo mal, cómo ha llegado a un límite en el que sólo le queda patear una papelera hasta romperla a pedazos. Saul parece gafado. Pero es alguien que no tiene nada que perder, como Walter White, y cuyo deseo se va a hacer realidad. Ambos protagonistas comparten una habilidad y es salirse con la suya. Con Walter no lo sabíamos (pero lo intuíamos), con Saul, es un spin-off (ambientado en 2002), ya conocemos su futuro, de hecho, el piloto arranca en él. Su elección al formar parte de la mafia de la droga le pasará factura y vivirá de incógnito. El spin-off es un enorme flashback en el que iremos descubriendo cómo se construyó este personaje, de loser a imprescindible. Me da la sensación de que Gilligan va a meter más humor, porque Bob Odenkirk, como Bryan Cranston, tiene una vis cómica latente. Ese traje arrugado, ese flequillo sucio, la cara de alelado, todo le confiere una apariencia gris, del montón, ideal para infiltrarse donde sea y pasar desapercibido.
Si Walter se ayuda de un chaval (Jesse Pinkman), Saul hace un tanto de lo mismo en el piloto. Aprovecha sus recursos aunque éstos provengan de alguien más joven que él (o por eso mismo). Cuando se estrene en los próximos días podré desgranar alguna cosa más que ahora no puedo desvelar (me han hecho firmar un embargo), pero si lo peor de Better Call Saul es exigirle la misma calidad que Breaking Bad (el listón está muy alto, ojalá lo mantenga), lo mejor es saber de antemano todo lo que Vince Gilligan nos tiene preparado, recuperar algunas caras conocidas (Jonathan Banks ya aparece en el piloto, una escena que vimos como suculento adelanto hace unas semanas) e incluir guiños que los fans esperamos. El único spin-off que ha merecido la pena, que recuerde, fue el de Frasier, que se desmarcó de su madre Cheers. Espero que podamos añadir Better Call Saul a esa lista de excepción.
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