Por Javi Marcos
La figura que más ha impactado la historia de Poniente en miles de años fue la de Aegon I el Conquistador, que tomó con fuego y sangre (casi todo) el continente unificando los reinos bajo el poder del Trono de Hierro. ¿Pero por qué lo hizo? En este sensacional ensayo obra de Wadege y publicado originalmente en Tower of the Hand se intenta debatir sobre su motivación para este hecho.
La motivación de Aegon
¿Por qué Aegon conquistó Poniente? Es una pregunta que académicos de Poniente y atentos lectores se han estado preguntando durante años.
¿Fue por orgullo y gloria? ¿Por qué entonces no volvió su mirada hacia el este en lugar del oeste, hacia el mayor premio que sería conquistar Essos y sus Ciudades Libres, algunas de las cuales activamente habían pedido asistencia Targaryen? Aunque no renegó de su reinado ponienti, Aegon nunca pareció disfrutar activamente de ser rey de la manera en que lo harían algunos de sus sucesores, desechando la noción de que la vanidad de la corona era su inspiración definitiva.
¿Era para expandir la conquista valyria, los asuntos sin resolver del Feudo Franco? El estilo de conquista de Aegon sugiere otra cosa. Con un gran foco en la asimilación, Aegon se convirtió a la Fe de los Siete, adoptó la heráldica ponienti para la casa Targaryen, descartó matrimonios incestuosos y poligámicos (para futuras generaciones al menos), respetó las leyes y costumbres locales y no hizo ningún esfuerzo para suplantar la lengua común con el valyrio, asegurando que casi nada de la cultura valyria fuera importada a Poniente.
¿Fue en respuesta a un insulto? ¿Específicamente, las manos cortadas de su enviado al Rey de la Tormenta? Entonces, ¿por qué conquistar todo Poniente y no solo las Tierras de la Tormenta? Para un aparentemente inteligente y estable Targaryen, esta misión ampliada parece poco habitual.
Aegon es mencionado como un enigma en múltiples ocasiones, tanto para aquellos que le conocían como para los escribas de la historia, casi como para tentar a los lectores a que descubrieran su motivación definitiva. El incentivo que ha sido ignorado hasta ahora es la profecía.
El dragon de tres cabezas ha sido asociado desde hace mucho tiempo como símbolo de la casa Targaryen, pero quizás no por tanto tiempo como algunos piensan. Esta heráldica es una costumbre ponienti, no usada por las familias de Valyria.
Adoptar el uso de emblemas era una de las estrategias de Aegon para atraer a los señores de Poniente, así que parece seguro asegurar que este símbolo no existía para la casa Targaryen antes. Personajes contemporáneos al texto principal como Jorah Mormont interpretan el emblema como representación de Aegon el Conquistador y sus hermanas Rhaenys y Viseynya, pero un significado más profundo existía anteriormente.
Las tres cabezas de dragón son por supuesto el tema de cierta profecía que también es el nombre de la saga, Canción de hielo y fuego. Oímos por primera vez acerca del dragón de tres cabezas mencionado por Rhaegar en la Casa de los Eternos, y más adelante por el maestre Aemon en su lecho de muerte.
Maestre Aemon por Jean Pascal.
Los lectores han sido introducidos a profecías similares en el texto: la Guerra por el Amanecer y el Príncipe que fue Prometido, Azor Ahai el Guerrero de la Luz contra la Oscuridad. El mundo de hielo y fuego introduce aún más figuras salvadoras contra el apocalipsis de profecías y fábulas, la mayoría de las cuales parecen ser una reinterpretación del mismo tema, adaptado a varias culturas.
Los Targaryen por supuesto que no son extraños a las profecías y muchos miembros han tenido sueños o visiones proféticas. De particular interés son los académicos Targaryen que tomaron interés en esas visiones a través de su reinado. Rhaegar es el ejemplo más reciente, pero su abuelo Jaehaerys II también era consciente del príncipe que fue prometido, tanto que casó a sus hijos en base a las predicciones de una bruja del bosque.
El tío de Jaehaerys, Aemon, era similarmente consciente y habló de este tema con Rhaegar durante su vida. El propio tío de Aemon, el rey Aerys I, fue notablemente célebre por su obsesión con las profecías y los grandes misterios (y su falta de interés en gobernar). Incluso antes de la conquista los Targaryen estaban afectados por la profecía: Aenar el Exiliado célebremente dejó Valyria por el consejo de su hija Daenys la Soñadora, 12 años antes de que la Maldición ocurriera.
Las visiones proféticas no están limitadas a los Targaryen como podría parecer. En El mundo de hielo y fuego, el septón Barth escribió que los sacerdotes valyrios habían profetizado la maldición del hombre, que vendría de la tierra al otro lado del Mar Angosto. En la misma cita, Barth argumenta que esa era la verdadera razón por la cual los valyrios llegaron a Poniente.
Mientras que el rey Baelor el Bendito vio el trabajo de Barth como antinatural y lo hizo quemar, los lectores atentos saben que deben prestar atención siempre que el septón Barth y sus normalmente correctas especulaciones son mencionadas. Desde aquí nos podemos enfocar en las verdaderas motivaciones de Aegon: que él conquistó Poniente para unificar el reino contra la llegada de la maldición del hombre.
¿Se veía Aegon a sí mismo y a sus hermanas como una manifestación de la Canción de hielo y fuego? Sabemos que otros Targaryen como Rhaegar creían ser su culminación. Como Rhaegar, Aegon podría haber cambiado su opinión mientras se hacía mayor, decidiendo que las tres cabezas de dragón no eran la actual generación Targaryen, sino que el cumplimiento llegaría a través de su progenie.
Por supuesto, esta conjetura nos alza nuevas cuestiones. Si la conquista de Aegon fue un paso proactivo para detener la maldición del hombre, ¿por qué otros pasos que podrían parecer naturales no le siguieron? ¿Por qué Aegon no puso la capital en el Muro, por ejemplo, o financió masivamente la Guardia de la Noche? ¿Por qué no divulgó la información de una invasión futura, incluso ni a los miembros de su familia, que al margen de los académicos de cada generación permanecieron ignorantes de este gran propósito?
La única posible explicación que se puede ofrecer es que la profecía existía de una forma increíblemente vaga y poco específica, sin mencionar nada que pudiera ser fácilmente conectado con los Otros, las arañas de hielo o la Larga Noche. Aegon, podría parecer, quería un reino unido para la Maldición del Hombre, en cualquier forma en que pudiera venir.
Además de dar más sustancia al personaje de Aegon, su motivación profética añade relevancia histórica a los eventos modernos de la historia principal. Las batallas futuras de Daenerys así como de otros Targaryen menos conocidos contra los Otros toman la forma de una batalla que lleva forjándose 300 años, o incluso más. George R.R. Martin ha dicho con frecuencia que Juego de Tronos es el punto de entrada del lector en la saga, pero no representa el inicio de la narrativa, con eventos hace cientos o incluso miles de años en el pasado teniendo un impacto en la historia.
Aún más, vemos un continuo tema de la profecía sirviendo como una voluble amante de aquellos que quieren alcanzar el conocimiento. Muchos personajes, históricamente y en la historia principal, han buscado utilizar el conocimiento profético para su ventaja, solo para malinterpretarla resultando en irónicas e imprevistas consecuencias.
Los esfuerzos de Aegon no son distintos: a través de un reino unificado, podría haber intentado contrarrestar la Maldición del Hombre; pero lo que no sabía es que sus esfuerzos indirectamente llevarían a Poniente a estar lo más fracturado y dividido posible para cuando la era de la Larga Noche finalmente llegara. Algunos incluso podrían argumentar que la relativa paz bajo el reinado Targaryen redujo la llegada de prisioneros a la Guardia de la Noche y aceleró su ya notable declive.
Finalmente, las lentes a través de las cuales vemos y juzgamos la conquista inicial puede ser alteradas. El mundo que George ha creado está lleno de conquistas, como el viaje de Nymeria, la invasión ándala y la llegada de los Primeros Hombres. Algo común a todas las conquistas tanto en el mundo real como el fantástico es que todas ellas causaron muertes y destrucción olvidadas, y finalmente no están justificadas.
Guillermo el Conquistador, por ejemplo, que sirvió como inspiración primaria de Aegon en el mundo real, conquistó Inglaterra bajo los términos de una lejano derecho de sangre al trono inglés así como el derecho divino propagado por la bendición papal. Al final, su conquista desoló Inglaterra, matando a más de 100.000 personas por una tierra a la que, al final, no tenía derecho. De manera similar, Alejandro Magno no tenía derecho a conquistar Persia, ni los romanos al Mar Mediterráneo ni Genghis Khan al mundo conocido.
Con la intersección de la profecía, sin embargo, una nueva luz se arroja sobre los esfuerzos de Aegon, cambiando la moralidad de alguien negro a algo más claro, gris oscuro al menos. La paz y la estabilidad que resulta de una conquista exitosa, normalmente un efecto colateral de un nuevo gobernante pero al final no siendo la intención principal, serían en este caso el objetivo directo de Aegon I.
Con el lanzamiento de Fuego y Sangre, George parecía que claramente quisiera los lectores picáramos en el cebo de comparar a varios reyes de la dinastía Targaryen. Mientras nos sentamos en la larga noche de nuestra lectura, esperando a ver cuándo George sacará Vientos de Invierno y sin nada más que hacer nuevo salvo comparar a monarcas Targaryen entre ellos, consideremos que la conquista de Aegon no fue motivada por temas menores como el orgullo, el nacionalismo o la arrogancia.
En su lugar, al menos parcialmente, nació del deseo de salvar los reinos de los hombres de una futura maldición que acabaría con todos. ¿Está justificado conquistar un reino para salvar a todos los hombres? Melisandre, al menos, le daría la razón.
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