María Navas (Milán, 1666-Madrid, el 5 de marzo de 1721) tuvo una vida intensa. Nacida en una familia de actores, se dedicó desde niña al teatro como actriz pero, en un tiempo que las mujeres no eran sujeto legal, ella fue autora y empresaria. Se casó tres veces, se retiró al convento y volvió a salir y, más inusual aún, hizo campaña política por el bando austríaco frente al francés en la Guerra de Sucesión. Por su lugar de nacimiento fue apodada la Milanesa
Fue una hija de la comedia, como se conocía a quienes habían aprendido el oficio en el ámbito familiar. Aprendizaje que consistía no solo en conocer el arte de actuar sino también la gestión y dirección empresarial. La mayor parte de las actrices del Siglo de Oro fueron hijas o familia de actores. En una profesión poco valorada en la época muy raramente se encontraban en las tablas personas de nivel social acomodado.
María era hija de Ana de Navas y de Alonso de Navas, actor, arpista y músico, y hermana de los también actores Juan y Salvador de Navas. Debutó en el teatro con doce años en Valencia con la compañía de José Verdugo en la que también actuaba su padre. Pronto quiso volar por sí misma y al año siguiente ya estaba en Madrid, actuando por cuenta propia, sin ninguna tutela masculina.
Se casó tres veces con escasa fortuna. La primera vez el matrimonio no llegó a consumarse, fue anulado por esa razón y porque se supo que el novio había sido fraile antes de actor. La segunda, con otro actor, Francisco Moreno, del que se tienen pocas noticias. La tercera, con Ventura de Castro, apuntador y representante de empresarios teatrales. Vivieron juntos poco tiempo por razón de sus respectivos trabajos y porque se separaron pronto.
No solo ejerció como actriz, también fue empresaria teatral en varias etapas de vida y autora de algunas de las piezas que representó. En 1694 su propia compañía fue contratada para representar en Lisboa Patrio de Armas, de la que era autora. En los años 1702, 1703 y 1704 volvió a ejercer de empresaria en Valencia. Fue requerida reiteradamente para trabajar en Madrid, como empresaria o a las órdenes de empresarios de prestigio y para representar obras de dramaturgos consagrados, caso de Calderón de la Barca, tanto en la corte como en los corrales de comedias. También actuó en Barcelona y Lisboa.
La compañía formada en 1702 la integraban un músico, un apuntador, un gracioso, un segundo barba, un guardarropa, una segunda dama, una tercera, una cuarta y una quinta dama, un reparto muy cercano al considerado ideal de una compañía activa. María estaba especializada en primeras damas. Como ocurría con frecuencia, la compañía se disolvió y se volvió a formar en ocasiones sucesivas y por distintas razones.
Famoso fue en aquellos años un escrito que circuló por los mentideros titulado Manifiesto. Redactado en primera persona como una autobiografía, en realidad era un libelo contra la mujer, la actriz y la empresaria. Pese a todo, se ensalzaban sus habilidades actorales que llevaban al público a confundir ficción con realidad.
Aunque la primera actuación pública y conocida de una mujer en un teatro español data de 1555, hay que recordar que hasta 1587 las mujeres tenían prohibido actuar en público “so pena de zinco años de destierro del reyno y de 100.000 maravedís” a quien las contratara. A partir de entonces se autorizaba la actuación de actrices siempre que estuvieran casadas y acompañadas de sus cónyuges. Condiciones que con el paso del tiempo se atenuarían notablemente.
Las limitaciones para que las mujeres pudieran actuar afectaban no solo a su estado civil, también las obligaba a vestir siempre con ropa de mujer. María se saltó también esta norma y, ocasionalmente, asumió el papel de galán.
“Se trocó en altivo y arrogante galán, dejando los papeles de mujer por los de hombre, ejecutando con tal arte los personajes de caballero, que los lindos se morían por ella viéndola en traje de hombre llevado con tanta elegancia y soltura”, escribió sobre ella un escritor contemporáneo.
Al margen de prohibiciones, el oficio de actor estaba socialmente mal visto. Eran tenidos por “gente perdida y estragada en vicios y maldades”. Ellos eran considerados truhanes, borrachos, caprichosos y lascivos y ellas, lascivas y coquetas.
La vida de María de Navas estuvo rodeada de escándalos. Fue desterrada de Valencia por protagonizar un escándalo amoroso, se traslado a Cádiz, donde tuvo amoríos con Florisel, un arpista de la compañía. En 1694 abandonó Madrid apresuradamente sin que se conozcan las razones que la empujaron para la huida, que debieron ser poderosas pues su ausencia supuso la disolución de la compañía de Agustín Manuel de Castilla.
En este ambiente, a caballo entre el éxito y el malditismo, no era raro que al final de sus vidas algunas actrices optaran por hacerse perdonar sus pecados retirándose al convento. Algo parecido debió sentir María cuando en 1700 se retira del teatro y entra en un convento de Madrid. La vocación le duró poco: meses después volvía a la escena. En 1701 actuaba en Valencia en la compañía de Juan Francisco Saelices. En 1704 vuelve a Madrid, donde permanece hasta 1709, momento en que se reencuentra con el marido. Ese mismo año muere Ventura de Castro.
El éxito de la actriz en Madrid en este tiempo debió de ser notable, tanto en el Corral de la Cruz como en el del Príncipe, donde representó alguna obra suya y otras de Chavarría y Prado. Trabajando en la compañía del primero recibió regalos por valor de 680 reales.
María disfrutó de un estatus pocas veces reconocido a las mujeres en la Cofradía de Nuestra Señora de la Novena. Esta cofradía, aprobada en 1634, era una especie de sindicato del gremio teatral que, al cobijarse bajo una denominación mariana, pretendía obtener una pátina de dignidad moral. Agrupaba a actores y autores de comedia y su afiliación era obligatoria para actuar en una compañía profesional.
La Cofradía era gestionada de forma muy jerárquica por un grupo de directivos, todos ellos hombres, pero en marzo de 1687 María fue elegida mayordoma de la Cofradía, hecho que sucedía por primera vez desde su constitución.
Para completar una vida de aventuras, el 9 de noviembre de 1710 María dejaba Madrid dirigiéndose a Zaragoza, con las tropas del archiduque de Austria, uno de los aspirantes al trono español a la muerte sin descendencia de Carlos II. Como, finalmente, la Guerra de Sucesión fue ganada por el otro aspirante, el Borbón Felipe V, tuvo que pedir perdón y, aunque se le permitió actuar, no pudo volver a Madrid hasta que el rey le levantó la sanción.
María de Navas fue, en suma, una mujer arriesgada y libre. Aunque a finales del siglo XVII abundan las actrices solteras o casadas que actúan sin tutela, entre todas ellas, María de Navas fue un modelo de independencia profesional y personal. Hizo lo que quiso y cuando quiso, lo que ni entonces ni mucho después era frecuente.