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El teatro.

viernes, 8 de noviembre de 2019

Trabajo de Guionista.-a



El guionista es una de aquellas figuras pocas veces valoradas, pero de gran importancia para los medios audiovisuales. Si no que se lo digan a los norteamericanos que todavía tienen a sus guionistas en huelga. ¡Esto va por ti, señor guionista!
Es evidente que el guionista es el que hace guiones. Pero los guiones no sólo son necesarios en las películas, sino que también se necesitan en las producciones televisivas o radiofónicas.
Hoy en día, parece ser que faltan ideas, se precisan guiones creativos, por ello cada vez más se realizan adaptaciones de guiones ya existentes o de obras literarias. De ahí que muchos escritores se hayan convertido en guionistas de sus propias obras.

Funciones

El trabajo del guionista es claro, hacer el guión. Pero lo que no está tan claro es lo que ello significa, ya que o bien a partir de una idea propia o de la adaptación de una obra teatral o novela debe dar forma a una trama que tenga sentido, ya sea para cine, televisión o radio. También debe tener en cuenta que cada uno de estos soportes tiene sus limitaciones.

Además, como profesional, el guionista debe saber vender sus ideas, estar seguro de ellas y cumplir con las fechas de entrega.

Normalmente, los guionistas trabajan ya bien sea en casa, dando forma a su idea inicial, en los estudios de producción, desarrollando toda la trama por completo, o en el mismo set de rodaje, pues siempre pueden darse imprevistos y ser necesario remodelar el escrito. Además, generalmente los contratos suelen ser por obra, es decir, duran el mismo tiempo que el programa mientras se mantiene en fase de producción.

En cuanto a las series para la televisión, lo más usual es que una productora o la misma cadena le encargue la tarea de confeccionar un capítulo, ofreciéndole unos datos básicos sobre la trama, y si la idea gusta se le pide que desarrolle 12 capítulos más.

Asimismo, en algunos géneros concretos, como la telenovela, es necesario dividir el trabajo porque hay que ir creando con mucha rapidez. Aparecen tres tipos de guionista: argumentista, escaletista y dialoguista, según la fase de la creación de la historia en la que trabaje. Estos suelen estar coordinados por una o varias personas que finalmente van a responsabilizarse del producto final (coordinador de guiones).

Empleo

La situación del mercado laboral para los guionistas es favorable si tenemos en cuenta que los ámbitos profesionales son muy diversos.

La televisión ofrece muchas más posibilidades para los guionistas noveles, pues son muchos los géneros con los que cuenta, como teleseries, comedias, telenovelas, concursos, programas de entretenimiento, documentales o vídeos industriales.

El cine es uno de los campos más complicados, las productoras reciben miles de guiones cada día de gente que se cree un genio.

¿Se subestima al guionista? ¿Se prescinde de él, de su talento, de su conocimiento? ¿Puede cualquiera ser guionista? ¿Se le da la importancia que merece dentro de lo que significa hacer una película? ¿Cómo se aprende a ser un buen guionista?

Cuando se escribe un libro, la cosa es sencilla. Y es sencilla porque un libro, en la casi mayoría absoluta de los casos, lo escribe una sola persona. El escritor se enfrenta a sus propios demonios y egos, y en su trance de escribir, pues se olvida de los otros, del mundo. Se trata de una batalla única. Imagino que esta es una de las razones por la que Arriaga se ha definido en varias entrevistas como escritor y no como guionista. Pero incluso Arriaga, con esa declaración, no hace sino echar mano a un tecnicismo: cuando el guionista se sienta a escribir un guión, lo hace igualmente solo, aislado con su creatividad. Es escritor y es guionista, los dos al mismo tiempo. Pero solo. Unido o separados, está o están solos. Libro o guión. Uno u otro. Se trata del escritor contra el escritor mismo. Las diferencias en el caso del guión vienen después de ese acto creativo esencial. Vienen con la gente. Con la orquesta. Con la industria. Con los egos. Con las ideas de otros. Sí, escribir un libro es sencillo.

Una novela, por nombrar un género cualquiera, respeta a su escritor. Le alaba, no puede subestimarlo. No puede prescindir de él. Es él el que sabe, el único que sabe. Se trata del creador. Sin él no existiría. En el cine, por el contrario, se subestima al escritor, al guionista, al dialoguista. Incluso se prescinde de él. Es el primero al que se saca de la lista. ¿Para qué pagar a un guionista si podemos escribirlo nosotros mismos? Y es que, por alguna razón que todavía no descubro, la mayoría en el mundo cinematográfico se cree capaz de escribir un guión. Uno bueno. No escribirían un libro, pero si escriben un guión. Generalmente malo. Es verdad que todos tenemos ideas y conocemos historias. Las historias son, simplificando, las que nos definen. En esto coincidimos. Pero abramos los ojos de una buena vez: no todos somos capaces de contarlas bien. De recrearlas en nuestra cabeza, de darles articulación, vida, de hacerlas interesantes, genuinas, únicas. Todas las historias están contadas. Es el guionista, el buen escritor, quien las hace diferentes. Es él el que le insufla vida al muñeco de madera hasta convertirlo en niño. Sin costuras, sin bisagras, sin hilos. No cualquiera puede ser escritor. No cualquiera puede ser guionista. El problema es que cualquiera puede intentarlo. Y bueno, queda lo otro: de un buen guión puede salir cualquier cosa. De uno malo, una mala película.

Deben existir personas talentosas que pueden manejarse a sus anchas en cualquier actividad cinematográfica. Deben haber unos elegidos de Dios que lo hacen todo bien. Pero intuyo que son la excepción. No conozco a muchos que sean buenos escritores, buenos editores, buenos sonidistas y buenos fotógrafos, todo en uno. Así que a menos que se trate de uno de esos hombres orquesta, más admirados por su habilidad de coordinación que por la calidad de los resultados, es mejor que en un proyecto grupal alguien se dedique a tocar los violines mientras el otro el contrabajo. A lo que voy: un guionista desconoce muchas cosas técnicas. No le dice al sonidista cómo hacer su trabajo. No entra a realizar los presupuestos del productor. No cambia el ensamble del editor. No porque no pueda en ciertos casos. Sino porque intuye que hay otros con la facultad, el estudio y las ganas de hacerlo mejor. ¿Por qué entonces cualquiera le dice al guionista qué hacer y cómo hacerlo? Zapatero a su zapato.

La cuestión de los méritos. Quizá menos importante, pero digno de tocar. Más allá de que se trate de un buen o un mal libro, si la obra gusta, pues el escritor se llevará los créditos. Fulano ha escrito un buen libro. Si por el contrario, el libro no gusta, éste obtendrá descréditos, unos que quizás le encasillen en esa paila del infierno, subjetiva y cruel, donde se cocinan los malos escritores. En el cine, si el trabajo del guionista fue bueno, éste lo comparte. No hay cabida práctica para el egoísmo. Su trabajo es el alma de la película, pero lo comparte. En el mejor de los casos. Porque en la mayoría todo se lo lleva el director. Por el contrario, si el trabajo es malo, se trata de un mal guionista. Y ya. La película no sirve, no se entiende la historia. Está todo jodido. ¿Hace falta decir más?

Para finalizar, opino que no todos nacemos para ser escritores. Para contar. Así como hay gente buena en matemáticas y otras no, hay gente que puede escribir y lo desarrolla, hay otras que pueden y no saben cómo desarrollarlo y un último grupo que no puede. El último grupo no debería escribir. El primero debería ser imprescindible. El segundo debería tener herramientas, recursos, educación. Y no hablo de cursos preestablecidos, de fórmulas, de esquemas hágalo usted mismo. Hablo de enseñarle escribir de adentro hacia fuera. Enseñarle a conectar con el interior. Enseñarle a que hay muchas maneras de contar la misma historia. Se necesitan cursos que estimulen al guionista. Se necesita valorarlo. Respetarlo. Pues más que un oficio es algo con lo que se nace, un ideal, una semilla. A veces, una maldición. Una de la que se benefician muchos. Muchos.

El guión adaptado o adaptación cinematográfica

Es la adecuación de una historia a los requerimientos específicos de la narración cinematográfica. Comúnmente suele denominarse de este modo la transposición a guión cinematográfico de cuentos, novelas u obras teatrales.

La novela y el guión de cine

La novela ha sido y sigue siendo, una frecuente fuente de inspiración para el cine. Cientos de obras conocidas se han llevado a la pantalla. Desde los cuentos infantiles como «Blancanieves y los siete enanitos», hasta novelas como «El Quijote», «Oliver Twist», «La Colmena», y muchas más. Casi todos los personajes populares de la literatura han pasado a las imágenes.
Los principales problemas para convertir una novela en guión de cine son la extensión y la complejidad psicológica de los personajes y de las situaciones. Para trasladar sin distorsionar, o para llevar al cine con dignidad, una novela larga como «Los Hermanos Karamazov» serían necesarias muchas horas de película. Para evitar ese problema, un buen guionista debe seleccionar la acción principal de la novela y procurar contarla en no mucho más de cien páginas. Esa es la medida aproximada de una película que dura hora y media. La novela antes citada se ha llevado al cine en varias ocasiones y nunca se ha podido entrar con profundidad en sus personajes.
En cuanto a la extensión, la dificultad mayor es el tiempo y el metraje de la película. «El nombre de la rosa», de Humberto Eco, es una magnífica novela. Convertida en película se convierte en un thriller desacafeinado, escaso de contenido. No todas las películas se han de adaptar de la misma manera. Al ver la película El nombre de la rosa (1986) de Annaud, una digna película por otra parte, se aprecian elementos en todo el film, sobre todo al final en las secuencias de la biblioteca-laberinto, que están en la novela pero que no encajan en la película, lo que hace entrever que llegaron a filmarse pero no se montaron de forma coherente o se descartaron en la sala de montaje, como tantas veces en la historia del cine posiblemente para reducir el metraje. Este problema queda atenuado cuando las películas se hacen directamente para la televisión en forma de series de varios capítulos. Entonces admiten mayor extensión argumental.
También existe la dificultad de fotografiar los sentimientos y pensamientos íntimos o poéticos que se describen en las novelas. En ocasiones hay directores que consiguen traducir en imágenes esos sentimientos, pero lo cierto es que son más adecuadas para llevar al cine las novelas en las que predominan las aventuras, las situaciones cómicas y las claramente dramáticas o sentimentales.

Teatro y guión de cine

En los primeros tiempos del cine se hicieron muchas películas basadas en obras de teatro. Los productores, antes de arriesgarse a buscar argumentos originales, consideraban más seguro proyectar en pantalla escenas de actores y actrices de teatro famosos representando obras dramáticas. Así, por ejemplo, se hicieron cortas películas interpretadas por la gran actriz dramática Sarah Bernhardt.
El teatro llevado al cine se ha realizado de muchas formas, desde la adaptación libre de teatro al cine, como algunas adaptaciones de Shakespeare, Campanadas a media noche (1965) de Orson Welles, que se inspira en varias obras respetando personajes y ambientes, o totalmente libres como West Syde Stori (1961), de Jerome Robbins y Robert Wise que utiliza la idea de Shakespeare «Romeo y Julieta» con total libertad ambientándola en lugares y situaciones de un barrio de Nueva York, hasta versiones que reproducen en su totalidad el texto literario, incluso respetando el verso, como El perro del hortelano (1995) de Pilar Miró, según la obra de teatro de Lope de Vega.

Biografía-Biopic

Un buen número de películas reproducen historias de personajes conocidos o interesantes de dar a conocer. Una vida llevada al cine se denomina Biografía o Biopic. Es una línea argumental muy adecuada para realizar películas históricas, musicales, científicas o cómicas. Personajes históricos de los que su historia ha sido llevada innumerables veces al cine, como Napoleón, Colón, Juana de Arco, rivalizan con músicos, Mozart, Bethooven, o con escritores... viajeros, aventureros, Lawrence de Arabia, o científicos como Madame Curie y tantos otros.

Algunas de estas películas son de indudable valor cinematográfico y en algunos casos, por su importancia documental, histórica, ejemplificadora o científica, debieran ser llevadas a las aulas.

VENDER UN GUIÓN

-Vender un guión de cine en España es prácticamente imposible. El 90% de los directores (o más) dirigen sus propios guiones o trabajan con guionistas a partir de conceptos propios (eso incluye también que decidan adaptar un libro, por Ej.) Visto así, es obvio que el hueco que nos queda a los guionistas que no dirigimos es muy, muy pequeño. Por tanto, el problema no es que estés haciendo algo mal o que seas un “pésimo guionista” (¡será que no se ruedan malos guiones!). Lo que quieres hacer es casi tan complicado como tratar de ganar la lotería. Piénsalo… ¿cuántos guionistas hay en activo en España? ¿3.000? ¿Cuántos de ellos estarán moviendo guiones de largometraje? ¿1.500? ¿Cuántas películas se estrenan al año escritas por guionistas que no dirigen?

Los números están en nuestra contra.

Visto así, me parece claro que lo más inteligente que puede hacer un guionista es arrimarse a un director y hacer equipo con él. Y no me refiero a tratar de venderle un guión a… yo qué sé… Daniel Monzón o a cualquier otro director consolidado (estos suelen tener ya sus guionistas de confianza o trabajan por encargo), sino a unir esfuerzos con algún director primerizo o algún cortometrajista cuyo trabajo te interese y con el que puedas contactar fácilmente. Es la manera más fácil de ir por delante de muchos de tus competidores. Parece mentira, pero conozco varios casos de productores que después de intentar encontrar durante años un director de encargo para un guión, decidieron tirar la toalla porque en este país de “directores autores” nadie estaba dispuesto a hacerse cargo de él.

También, obviamente, puedes pasar a ser otro guionista/director. Y entonces, sí, todo dependerá de que algún productor se fije en tu trabajo y crea que puedes convertirte en el nuevo Amenábar.

CUÁNTO CUESTA UN GUIÓN?

Un guión de cine cuesta muchas horas de tu vida frente al ordenador, muchas llamadas a tu fisioterapeuta para que te arregle ese desastre de espalda, muchas reescrituras, muchas fiestas a las que decir no, muchos fines de semana de clausura voluntaria, muchas discusiones con tu pareja, más discusiones aún con tu productor (si lo tienes) y muchas frustraciones (si no lo tienes). En el mejor de los casos, un guión que se llega a rodar te cuesta un par de años de tu vida.

En el II Encuentro de Guionistas, como en cualquier evento similar, la mayor demanda de muchos de los asistentes era “Vale, pero ¿cuánto se cobra?”.
Han de saber que no existen unas tarifas fijas. Cada cual puede cobrar lo que le venga en gana. Sobrevuela la idea de que 36.000 euros es una tarifa mínima bastante recomendable… Una cifra de referencia sobre la que empezar a negociar.
Al no existir tarifas predeterminadas, nuestros queridos amigos los productores se aprovechan del desconocimiento de los que comienzan. El mayor error que suelen cometer los guionistas principiantes es creer que su guión vale lo mismo que ellos. ¿Qué le importa a un productor si tú has escrito cien guiones o ninguno? Ellos sólo compran uno. Compran ESE guión que les ha convencido tanto como para apostar por él. Si han sabido ver un potencial en esa historia y en ese desarrollo están reconociendo un talento implícito en el guionista. La obra ya está escrita. Ya tiene un valor por sí mismo… Evidentemente, una vez vendido el primero y con una carrera relativamente consolidada entramos en el tambaleante y maravilloso mundo de los cachés.
Si tienes varias películas y cierto nombre puedes incluso llegar a los 60.000 euros. Si tienes un Goya y una reputación (merecida o no) pedir 200.000 euros para una gran producción no es una locura. Sólo conozco a un guionista que lo ha conseguido, pero ha pasado… en dos ocasiones (como mínimo).

SINTESIS:

Para vender un guion, no basta escribir bien. ¡Hay que moverlo! Y moverlo significa presentarlo a productoras. Objetivo: que lo conozcan. Porque si no lo conocen, dudosamente puede trascender el ámbito de lo escrito, por mucho potencial que pueda tener.


AUTOR: CYNTIAMILLI SANTILLAN

Un mundo de superhéroes viejos e hijos que no están a la altura.

"El legado de Júpiter", estreno de Netflix basado en el comic de Mark Millar
El guionista fue el creador de Kick-ass y la pluma detrás de la saga comiquera Civil War, que se adaptó a la pantalla como Captain America: Civil War.

El legado de Júpiter es la primera producción surgida de la productora Millarworld.

“Nada es tan intenso como dos hermanos, excepto quizá la relación de uno con los hijos”, reflexiona Mark Millar cuando se le consulta por El legado de Jupiter (Jupiter’s Legacy), la serie que se estrena en Netflix hoy (viernes 7) y que está basada en la serie de cómics que el guionista realizó junto al dibujante Frank Quitely (ambos con créditos de productor en la adaptación audiovisual). La serie, tanto en el papel como en la pantalla, presenta un mundo en que los superhéroes de la Tierra ya son bastante veteranos y deben pasar el manto a sus hijos, un grupo de muchachos que o no están a la altura de las circunstancias o no les interesa estarlo. Y enfrente tienen, además, un entorno cada vez más hostil, más letal, y una población que les reclama mano dura contra criminales de cualquier índole.

Utopian (Josh Duhamel) y Lady Liberty (Leslie Bibb, ver entrevista abajo) tratan de mantener el barco –y sobre todo, sus valores- a flote ante el mundo que cambió más allá de lo que sus poderes le permiten manejar. En el medio afloran las internas con el resto del grupo original de superhéroes, el hermano de Utopian en especial, y con la generación que le sigue. Un hijo al que no le da el cuero para emular a su padre, una hija que prefiere ser modelo publicitaria y meterse cuanta sustancia sintética le quepa entre pecho y espalda (algo que sucede en casi todos los capítulos, además), y una legión de advenedizos más acostumbrados al vip de los boliches que a cruzar golpes con supervillanos.

Jupiter’s Legacy es la primera producción surgida de la productora Millarworld, que adquirió Netflix en 2017. Así como Disney en su momento compró Marvel pensando en todas sus franquicias, o ya Warner Bros. era propietaria de DC, Netflix se aseguró una usina productora bastante probada: Mark Millar fue, además, el creador de Kick-ass y la pluma detrás de la saga comiquera Civil War, que se adaptó a la pantalla como Captain America: Civil War. También es el responsable detrás de Kingsman y Wanted. En suma, un tipo que sabe adaptar su ritmo narrativo a la pantalla. En Jupiter’s Legacy, las influencias de referentes del género como Superman o la Mujer Maravilla –e incluso de sagas como Kingdom Come- saltan a la vista, aunque el enfoque está más cerca del drama familiar que de la típica épica contra el villano de turno.

Aún más, que los protagonistas de la historia sean héroes veteranos es algo que empieza a verse con más frecuencia. Del lado de DC Comics, por ejemplo, Black Lightning también presentaba a un padre de familia que volvía a ponerse la máscara mientras su hija manifestaba poderes. Y en la más reciente –que en la Argentina aún no tiene fecha de estreno- Superman & Lois, el alter ego de Clark Kent está más preocupado por levantar una hipoteca, el desempleo y descifrar el comportamiento de sus hijos adolescentes que por detener el siguiente apocalipsis. “Es muy interesante que cuando la gente empieza a producir estos shows no está al tanto de esas tendencias”, señala el guionista en un mano a mano con Página/12. “Mirá, diez años atrás nadie hubiera previsto la onda Kick-ass, donde hay un pibe que siente que le falta un poco y que no alcanza su potencial, y le aparece su chance. Después apareció Zombieland, que es una especie de coming of age, y supongo que ahora las familias resultan más interesantes”, reflexiona con su marcado acento escocés. “Legacy es sobre la familia, sobre padres e hijos, y es casi shakepereano, porque la familia te ofrece mucho drama: si alguien pierde a un amigo, es triste; pero perder a tus padres o a un hijo es devastador. Así que para lo dramático, funciona, por eso hay series como Sucession que muestran los intríngulis de una familia”.

Millar tampoco oculta su interés en hablar de política en las páginas de su relato. Si en Civil War planteaba una alegoría del conflicto entre “halcones” y “palomas” en la política interior y exterior de Estados Unidos, El Legado de Jupiter refleja un cambio de era. “Hace un tiempo nadie hubiera imaginado que el Imperio Británico se iría, pero en unas décadas ya no le importaba a nadie”, recuerda el escocés. "Y ahora tenés la sensación de que Estados Unidos empieza a atravesar eso: está en un lugar extraño y yo quería hablar de eso”, plantea. Además de la decadencia norteamericana, Millar reconoce que también quería rescatar algunos puntos positivos que observa de la historia estadounidense. “Muchos de ellos siguen ahí -advierte-. Por otro lado, para mí Estados Unidos siempre fue el lugar más glamoroso que podía imaginar. Al crecer en Escocia, para mí era el lugar donde vivía Batman, así que a los 32 me mudé para allá para trabajar en Marvel y DC. Por eso también me resultaba movilizante situar el relato ahí”.


Mark Millar.

-Sus historietas parecen con una narrativa ya lista para proponer para una serie o una película. ¿Es una cuestión de estilo narrativo suyo?

-Es por muchas cosas. Cuando trabajaba para Marvel hice los Ultimates, que luego usaron para mucho de su universo cinematográfico. Y si parece una película, debe ser porque pienso de modo muy cinemático. Pero ahora me pasa lo opuesto: estamos trabajando en una serie o una película y pregunto a los otros productores “¿puedo hacer un cómic con esto?” Llevo trabajando años para Netflix y me sale así. Quizá cuando creo algo lo pienso como franquicia; que si es para tv, puedo hacerlo cómic y al revés. También creo que escribo con una estructura lineal muy clara que se adapta bien a una película de dos horas.

-¿Cuánto de Batman y Superman hay en el Utopian?

-Bueno, Superman es mi superhéroe favorito y Batman el segundo. Pero Superman tiene esto de cargar el peso del mundo sobre sus hombros, como Utopian. Además, el personaje tiene casi 100 años y es como si hubiera atravesado la Gran depresión, la segunda Guerra, y siempre dando ánimos al país, porque de eso trata el personaje. Quería un personaje que fuese sobre eso: antes la gente inventaba relatos mitológicos para darse ánimo e inspirarse; cuando EE.UU. está peleándola, los superhéroes los ayudan a darse ánimo.

-¿Qué aporta El legado de Júpiter al género de superhéroes?

-Habla sobre la cultura de la celebridad, algo que detesto. Esa gente que es famosa por hacer nada... En ese sentido, el Superman que es Utopian es increíble en su propio modo, pero tiene un hijo que no podrá ser nunca tan bueno como él, y una hija que sí, pero está muy ocupada siendo modelo. Y es un superhéroe que no puede volver la cosa atrás.

-¿Por qué detesta tanto la cultura de las celebrities?

-Porque no dejan de bombardearnos con ella. No podés prender la tele sin ver la cara de todas estas personas que ni me interesa quiénes son. Podríamos ver gente que dedica su vida a algo valioso, que hace cosas importantes. Y los vemos a estos. En la historia vemos a chicos que quieren ser superhéroes para ser cool, conocidos, y no por hacer el bien. ¿De qué sirve esto? La historia es un poco sobre la hija dándose cuenta de para qué sirve el servicio público, ser humilde en favor de los demás. Algo que sus padres ya saben. Creo que hay un mensaje ahí.

-Hay una reflexión sobre el rol de la gente con poderes en la sociedad, algo que ya tocaba en Civil War. ¿Por qué vuelve a este tema?

-Me gusta la pregunta porque la ética de los superpoderes es fascinante. ¿Sos todopoderoso y dejás que la gente muera de hambre? ¿Sabés que están torturando a alguien en una cárcel al otro lado del mundo y no hacés nada? Alguien con súper oído, súper fuerza, que vuela, ¡puede detenerlo! Eso es más importante que un ladrón de bancos. Pero, al mismo tiempo, hay un buen argumento ético del otro lado. Un superhéroe puede decir “no debo intervenir en todo porque si empiezo a decidir por todo lo que sucede en el mundo, se acaba el libre albedrío”. Eso es increíblemente peligroso; es fascista, incluso. Y ese balance, esa tensión que no se puede resolver, me gusta.

Leslie Bibb interpreta a Lady Liberty



Una supermujer agotada

“Rara vez en una serie te muestran el comienzo y el final de la historia: eso fue lo que me capturó del guión de El legado de Jupiter”, cuenta Leslie Bibb, quien interpreta a Grace/Lady Liberty, esposa y compañera de armas de Utopian, pero también la mujer que intenta por todos los medios mantener a su familia unida –sin mucho éxito, dicho sea de paso-. “En la serie ves una línea temporal que transcurre durante la Gran Depresión en, en la que se cuenta cómo ellos consiguen sus poderes, y la línea actual, el final, en la que ya tienen casi un siglo”, plantea la actriz desde Los Angeles, desde donde dialoga con Página/12.

No es una serie de ‘derrotemos al malo de turno’ sino un relato donde ves qué moviliza a los personajes, cómo se portan”, adelanta. Aunque hay piñas y vuelan rayos (y ella reparte lo suyo enfundada en un traje blanco y azul), no se trata estrictamente de una serie sobre derrotar a un villano. Incluso se podría argumentar que es una serie sin villano aparente. “¿Viste? Creo que si le preguntaras a los hijos de Utopian y Lady Liberty, te dirían que quizás ellos son los malos”.

Bibb no tiene ningún problema en reconocer que, hasta esta serie, los superhéroes no le movían un pelo. “La verdad es que no me identificaba con ellos, por eso cuando me preguntan en qué héroe basé a Grace, la verdad es que no lo hice; mi inspiración para componer el personaje vino de otro lado”, señala. “A la Grace joven la basé en una mezcla de Amelia Eartheart e Indiana Jones en Cazadores del arca perdida”, confiesa. “Era una leona ya entonces, así que tener poderes es la frutilla del postre”, observa.

Pero, por otro lado, en alguna entrevista Bibb señaló que parte del personaje estaba basado en su madre. “Dije eso, sí, pero no fue exactamente así”, comienza. “Mi madre murió en octubre de 2018 y eso me agarró entre un trabajo y otro, luego comencé a entrenar para esta serie y nunca tuve tiempo de sentarme a absorber el golpe, así que estaba dando una entrevista y me surgió decir eso”, cuenta. “La verdad es que una de las cosas que me encantan de mi personaje, sobre todo la Grace de los años '20, es que me recordaba a mi madre, quien dirigió una campaña política, era brillante, divertida, buscaba la verdad... Y cuando mi padre falleció, cuando yo era muy joven, tuvo que criar a tres hijas. ¡Era tan fuerte! Seguía siempre adelante, no aceptaba un ‘no’ por respuesta, pero a medida que envejeció se volvió más miedosa. Hacia el final de su vida yo pensaba ‘no quiero terminar así, con miedo’".

Creo que en el arco emocional y argumental de Grace vemos eso: todavía tiene el poder de su juventud, pero está más grande; le pasó la vida, y en el camino tomó algunas decisiones de las que quizás ni fue consciente- continúa la actriz-. Pero en cierto punto piensa: '¿quién soy?' En eso reconocí el camino de mi madre. Pero, honestamente, ni me di cuenta en el momento; recién después, meditando sobre el asunto, descubrí qué me había pasado con el personaje”.

“La Grace centenaria es una mujer rota, en cierto punto, pero todavía es curiosa, todavía hace las preguntas correctas, y es la argamasa que une a su familia: se mantiene cerca de los jóvenes y trata de conectar a Utopian con su hermano, con sus hijos, pero está agotada”, describe la actriz. No es una sensación que escape a la experiencia de decenas de miles de mujeres, saturadas por las exigencias de la vida diaria. “Ella está agotada y en su personaje ves a alguien que con el tiempo se dio cuenta de que no puede tenerlo todo: no puede ser una gran madre, una gran esposa, ser genial en su trabajo, una gran persona y encima tener tiempo para sus hobbies. Es mentira que podemos hacer todo... ¡y encima preparar la cena! A las mujeres nos dicen ‘podés tenerlo todo’ y lo cierto es que tenés que aceptar que algo no va a salir todo bien. Aún así, lo que me gusta de ella es que cuando nadie más en todo el mundo le discute nada a su marido, ella lo enfrenta y le dice que no está de acuerdo, y puede recordar la jovencita intensa que fue”.

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