22 de marzo, 2020
La primera noticia escrita que hasta ahora tenemos de William Shakespeare (1564-1616) lo vincula al arte teatral en 1592. Otro autor popular lo pinta como un joven que se creía “el único Sacude-escenas (Shakescenes) del país”. Desde sus inicios en el mundo del teatro, además de loas y aplausos, Shakespeare también fue blanco de críticas y burlas. Y es que el dramaturgo vivió en una época en que el teatro y las artes se desarrollaron notablemente bajo el patrocinio de Isabel I, reina de Inglaterra.
Cuando Shakespeare tenía 12 años, en Londres se inauguró The Theatre, la primera sala de renombre. Eso debió estimular grandemente la imaginación del joven William. Inaugurado el teatro The Rose en 1583, allí probablemente se representaron las primeras obras de Shakespeare. En el patio cabían 740 personas de pie y unas centenas más en las galerías. Entonces era habitual que las obras teatrales se escribieran en colaboración, y probablemente ese fue el caso de las primeras piezas de Shakespeare
En el medio literario, Shakespeare empezó a ser conocido primero como poeta, y con mucho éxito, pues un poema narrativo erótico-humorístico, Venus y Adonis, que publicó en 1592 o 1593, tuvo diez reediciones en veinte años".
Entre tabernas y pestes
Tanta importancia tenía el teatro que Edmund siguió los pasos de su hermano mayor, William, y se convirtió en player, que era como se llamaba entonces a los actores. Al pie del río Támesis, los teatros estaban cerca de burdeles, tabernas y arenas para peleas de gallo y para hostigar a osos y toros. Hacer teatro no era fácil, pues los sectores puritanos querían eliminarlo porque la práctica escénica les parecía amoral.
Sin embargo, la gente de teatro también buscaba reconocimiento social, y por eso casi todas las compañías contaban con un mecenas aristócrata que las apoyaba. En el medio literario, Shakespeare empezó a ser conocido primero como poeta, y con mucho éxito, pues un poema narrativo erótico-humorístico, Venus y Adonis, que publicó en 1592 o 1593, tuvo diez reediciones en veinte años.
En esos mismos años Londres sufrió el azote de graves epidemias, justo cuando el autor estaba forjando su destreza como escritor. En esas situaciones alarmantes se cerraban los teatros para evitar los contagios y las compañías teatrales iban de gira por el interior. En 1594 Shakespeare fue cofundador de una compañía teatral, los Lord Chamberlain’s Men, para la que escribía las obras y además las representaba como uno de los actores. De 1594 a 1603 actuaron treinta y tres veces para la mismísima reina de Inglaterra.
Autor, actor y empresario
Aunque la casa en la que vivían su mujer y su hijo estaba en Stratford-upon-Avon (a unos 130 kilómetros de Londres), Shakespeare prácticamente vivía en Londres debido al fervor teatral de la capital. Shakespeare siempre fue un emprendedor atraído por hacer dinero y por eso participó como accionista de un nuevo teatro, que abriría sus puertas en 1599, el Globe, en el que se podían ver las obras de pie, o sentado en un cojín, o en un asiento en las galerías.
En este teatro –con la forma de una O de madera–, de planta octogonal, cabían tres mil personas, lo que lo convertía en la sala más grande de entonces. Unos teatros eran sin techar y otros cubiertos, pero todos eran un buen negocio. Pero la actividad teatral debía sortear la censura, que buscaba evitar que los diálogos en las obras fueran motivo de sedición. Cuando ascendió al trono el rey Jacobo, los Chamberlain’s se convirtieron en los King’s Men y, por más de veinte años, Shakespeare alternó entre Londres y Stratford. Shakespeare ganó buen dinero y hasta el final de sus días tuvo una posición económica acomodada.
Shakespeare dominaba las fuentes históricas para crear los argumentos de sus obras de teatro, que muestran una gran capacidad expresiva y una profunda sabiduría. Sus textos demuestran que investigaba para cada obra, de modo que el conjunto de sus obras es informado y meditado. Atento lector como fue, reelaboró, adaptó y recicló historias hasta dar con una creación absolutamente original.
Antes que autor, Shakespeare fue un verdadero hombre de teatro: actor y guionista, director y productor, quien, con su popularidad, ayudó a mejorar la imagen de la profesión que entonces era considerada un oficio de maleantes".
Un excepcional ser humano común
Las obras teatrales de Shakespeare se caracterizan por la calidad de sus frases, contundentes, llenas de resonancias para los espectadores. Además, conocía bien a sus actores y escribía para que ellos reprodujeran sus palabras. En el siglo XVI las obras pertenecían a las compañías, pero los impresores, si conseguían una copia del manuscrito, podían publicarlas, a veces sin mucha prolijidad.
Debe señalarse que el auténtico logro literario se ganaba en la lírica, ya que el teatro era visto como un simple entretenimiento popular. Esto hace asombrarnos del poder verbal de Shakespeare; como afirma Andreu Jaume, tenemos que “aceptar que William Shakespeare, el poeta con el que nunca dejamos de indagarnos, fue alguien tan extraordinario y a la vez tan común como un ser humano”
Antes que autor, Shakespeare fue un verdadero hombre de teatro: actor y guionista, director y productor, quien, con su popularidad, ayudó a mejorar la imagen de la profesión que entonces era considerada un oficio de maleantes. Paul Edmondson ha dicho: “La obra shakesperiana, una obra hecha para actores”.
Su mano derecha fue Richard Burbage, quien encarnó por primera vez a Hamlet, Otelo y Lear. En ese tiempo, chicos jóvenes interpretaban los personajes femeninos, llamados boy actors, pues no había actrices. Como intérprete, Shakespeare sería lo que hoy llamamos un actor de reparto, y hasta interpretó algunos papeles menores: actuó como el fantasma del rey en Hamlet y como el viejo Adán en Como les guste.
Un lugar para el debate
Se sabe que los escenarios de entonces estaban prácticamente vacíos de decorados; solo se veían las entradas y salidas. La escenografía era parca, pues el énfasis recaía en la intensidad y fluidez de las escenas. Había una trampilla (por allí aparecían espectros o se cavaban tumbas) y una plataforma superior (ahí estaban los dioses o la amada en un balcón). Una compañía normalmente contaba con diez actores y tres chicos, pues era frecuente que un actor hiciera papeles dobles o triples.
“Shakespeare nos enseña en qué consiste lo humano”, ha dicho Edmondson, al clasificar los grandes temas que Shakespeare encaró: el amor, la guerra, la historia, la muerte, la transgresión y el perdón. De hecho, Richard Waswo ha señalado que “el Bardo de Avon es el teórico y analista del amor que precede a Freud”.
Shakespeare hizo del teatro un lugar para el debate. Por eso asistir a una representación de sus obras nos deja la sensación de que él tiene algo que decirnos sobre cualquier problemática humana. Según Terence Hawkes, “Shakespeare no significa, sino que nos significa”: su teatro nos da sentido, pues de él salimos con más sabiduría y más alertas en la vida.
El teatro de Shakespeare es un modo de producir un conocimiento profundo de nosotros mismos a través de una perspectiva reveladora de las cosas, gracias a una extraordinaria capacidad de contar historias entretenidas y llenas de expectativas. Como lo propone Cándido Pérez Gallego, Shakespeare será reconocido por “hacer del teatro un método de llegar a la verdad”. (I)
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