El guionista es una de aquellas figuras pocas veces valoradas, pero de gran importancia para los medios audiovisuales. Si no que se lo digan a los norteamericanos que todavía tienen a sus guionistas en huelga. ¡Esto va por ti, señor guionista! Es evidente que el guionista es el que hace guiones. Pero los guiones no sólo son necesarios en las películas, sino que también se necesitan en las producciones televisivas o radiofónicas. Hoy en día, parece ser que faltan ideas, se precisan guiones creativos, por ello cada vez más se realizan adaptaciones de guiones ya existentes o de obras literarias. De ahí que muchos escritores se hayan convertido en guionistas de sus propias obras.
Funciones
El trabajo del guionista es claro, hacer el guión. Pero lo que no está tan claro es lo que ello significa, ya que o bien a partir de una idea propia o de la adaptación de una obra teatral o novela debe dar forma a una trama que tenga sentido, ya sea para cine, televisión o radio. También debe tener en cuenta que cada uno de estos soportes tiene sus limitaciones.
Además, como profesional, el guionista debe saber vender sus ideas, estar seguro de ellas y cumplir con las fechas de entrega.
Normalmente, los guionistas trabajan ya bien sea en casa, dando forma a su idea inicial, en los estudios de producción, desarrollando toda la trama por completo, o en el mismo set de rodaje, pues siempre pueden darse imprevistos y ser necesario remodelar el escrito. Además, generalmente los contratos suelen ser por obra, es decir, duran el mismo tiempo que el programa mientras se mantiene en fase de producción.
En cuanto a las series para la televisión, lo más usual es que una productora o la misma cadena le encargue la tarea de confeccionar un capítulo, ofreciéndole unos datos básicos sobre la trama, y si la idea gusta se le pide que desarrolle 12 capítulos más.
Asimismo, en algunos géneros concretos, como la telenovela, es necesario dividir el trabajo porque hay que ir creando con mucha rapidez. Aparecen tres tipos de guionista: argumentista, escaletista y dialoguista, según la fase de la creación de la historia en la que trabaje. Estos suelen estar coordinados por una o varias personas que finalmente van a responsabilizarse del producto final (coordinador de guiones).
Empleo
La situación del mercado laboral para los guionistas es favorable si tenemos en cuenta que los ámbitos profesionales son muy diversos.
La televisión ofrece muchas más posibilidades para los guionistas noveles, pues son muchos los géneros con los que cuenta, como teleseries, comedias, telenovelas, concursos, programas de entretenimiento, documentales o vídeos industriales.
El cine es uno de los campos más complicados, las productoras reciben miles de guiones cada día de gente que se cree un genio.
¿Se subestima al guionista? ¿Se prescinde de él, de su talento, de su conocimiento? ¿Puede cualquiera ser guionista? ¿Se le da la importancia que merece dentro de lo que significa hacer una película? ¿Cómo se aprende a ser un buen guionista?
Cuando se escribe un libro, la cosa es sencilla. Y es sencilla porque un libro, en la casi mayoría absoluta de los casos, lo escribe una sola persona. El escritor se enfrenta a sus propios demonios y egos, y en su trance de escribir, pues se olvida de los otros, del mundo. Se trata de una batalla única. Imagino que esta es una de las razones por la que Arriaga se ha definido en varias entrevistas como escritor y no como guionista. Pero incluso Arriaga, con esa declaración, no hace sino echar mano a un tecnicismo: cuando el guionista se sienta a escribir un guión, lo hace igualmente solo, aislado con su creatividad. Es escritor y es guionista, los dos al mismo tiempo. Pero solo. Unido o separados, está o están solos. Libro o guión. Uno u otro. Se trata del escritor contra el escritor mismo. Las diferencias en el caso del guión vienen después de ese acto creativo esencial. Vienen con la gente. Con la orquesta. Con la industria. Con los egos. Con las ideas de otros. Sí, escribir un libro es sencillo.
Una novela, por nombrar un género cualquiera, respeta a su escritor. Le alaba, no puede subestimarlo. No puede prescindir de él. Es él el que sabe, el único que sabe. Se trata del creador. Sin él no existiría. En el cine, por el contrario, se subestima al escritor, al guionista, al dialoguista. Incluso se prescinde de él. Es el primero al que se saca de la lista. ¿Para qué pagar a un guionista si podemos escribirlo nosotros mismos? Y es que, por alguna razón que todavía no descubro, la mayoría en el mundo cinematográfico se cree capaz de escribir un guión. Uno bueno. No escribirían un libro, pero si escriben un guión. Generalmente malo. Es verdad que todos tenemos ideas y conocemos historias. Las historias son, simplificando, las que nos definen. En esto coincidimos. Pero abramos los ojos de una buena vez: no todos somos capaces de contarlas bien. De recrearlas en nuestra cabeza, de darles articulación, vida, de hacerlas interesantes, genuinas, únicas. Todas las historias están contadas. Es el guionista, el buen escritor, quien las hace diferentes. Es él el que le insufla vida al muñeco de madera hasta convertirlo en niño. Sin costuras, sin bisagras, sin hilos. No cualquiera puede ser escritor. No cualquiera puede ser guionista. El problema es que cualquiera puede intentarlo. Y bueno, queda lo otro: de un buen guión puede salir cualquier cosa. De uno malo, una mala película.
Deben existir personas talentosas que pueden manejarse a sus anchas en cualquier actividad cinematográfica. Deben haber unos elegidos de Dios que lo hacen todo bien. Pero intuyo que son la excepción. No conozco a muchos que sean buenos escritores, buenos editores, buenos sonidistas y buenos fotógrafos, todo en uno. Así que a menos que se trate de uno de esos hombres orquesta, más admirados por su habilidad de coordinación que por la calidad de los resultados, es mejor que en un proyecto grupal alguien se dedique a tocar los violines mientras el otro el contrabajo. A lo que voy: un guionista desconoce muchas cosas técnicas. No le dice al sonidista cómo hacer su trabajo. No entra a realizar los presupuestos del productor. No cambia el ensamble del editor. No porque no pueda en ciertos casos. Sino porque intuye que hay otros con la facultad, el estudio y las ganas de hacerlo mejor. ¿Por qué entonces cualquiera le dice al guionista qué hacer y cómo hacerlo? Zapatero a su zapato.
La cuestión de los méritos. Quizá menos importante, pero digno de tocar. Más allá de que se trate de un buen o un mal libro, si la obra gusta, pues el escritor se llevará los créditos. Fulano ha escrito un buen libro. Si por el contrario, el libro no gusta, éste obtendrá descréditos, unos que quizás le encasillen en esa paila del infierno, subjetiva y cruel, donde se cocinan los malos escritores. En el cine, si el trabajo del guionista fue bueno, éste lo comparte. No hay cabida práctica para el egoísmo. Su trabajo es el alma de la película, pero lo comparte. En el mejor de los casos. Porque en la mayoría todo se lo lleva el director. Por el contrario, si el trabajo es malo, se trata de un mal guionista. Y ya. La película no sirve, no se entiende la historia. Está todo jodido. ¿Hace falta decir más?
Para finalizar, opino que no todos nacemos para ser escritores. Para contar. Así como hay gente buena en matemáticas y otras no, hay gente que puede escribir y lo desarrolla, hay otras que pueden y no saben cómo desarrollarlo y un último grupo que no puede. El último grupo no debería escribir. El primero debería ser imprescindible. El segundo debería tener herramientas, recursos, educación. Y no hablo de cursos preestablecidos, de fórmulas, de esquemas hágalo usted mismo. Hablo de enseñarle escribir de adentro hacia fuera. Enseñarle a conectar con el interior. Enseñarle a que hay muchas maneras de contar la misma historia. Se necesitan cursos que estimulen al guionista. Se necesita valorarlo. Respetarlo. Pues más que un oficio es algo con lo que se nace, un ideal, una semilla. A veces, una maldición. Una de la que se benefician muchos. Muchos.
El guión adaptado o adaptación cinematográfica
Es la adecuación de una historia a los requerimientos específicos de la narración cinematográfica. Comúnmente suele denominarse de este modo la transposición a guión cinematográfico de cuentos, novelas u obras teatrales.
La novela y el guión de cine
La novela ha sido y sigue siendo, una frecuente fuente de inspiración para el cine. Cientos de obras conocidas se han llevado a la pantalla. Desde los cuentos infantiles como «Blancanieves y los siete enanitos», hasta novelas como «El Quijote», «Oliver Twist», «La Colmena», y muchas más. Casi todos los personajes populares de la literatura han pasado a las imágenes. Los principales problemas para convertir una novela en guión de cine son la extensión y la complejidad psicológica de los personajes y de las situaciones. Para trasladar sin distorsionar, o para llevar al cine con dignidad, una novela larga como «Los Hermanos Karamazov» serían necesarias muchas horas de película. Para evitar ese problema, un buen guionista debe seleccionar la acción principal de la novela y procurar contarla en no mucho más de cien páginas. Esa es la medida aproximada de una película que dura hora y media. La novela antes citada se ha llevado al cine en varias ocasiones y nunca se ha podido entrar con profundidad en sus personajes. En cuanto a la extensión, la dificultad mayor es el tiempo y el metraje de la película. «El nombre de la rosa», de Humberto Eco, es una magnífica novela. Convertida en película se convierte en un thriller desacafeinado, escaso de contenido. No todas las películas se han de adaptar de la misma manera. Al ver la película El nombre de la rosa (1986) de Annaud, una digna película por otra parte, se aprecian elementos en todo el film, sobre todo al final en las secuencias de la biblioteca-laberinto, que están en la novela pero que no encajan en la película, lo que hace entrever que llegaron a filmarse pero no se montaron de forma coherente o se descartaron en la sala de montaje, como tantas veces en la historia del cine posiblemente para reducir el metraje. Este problema queda atenuado cuando las películas se hacen directamente para la televisión en forma de series de varios capítulos. Entonces admiten mayor extensión argumental. También existe la dificultad de fotografiar los sentimientos y pensamientos íntimos o poéticos que se describen en las novelas. En ocasiones hay directores que consiguen traducir en imágenes esos sentimientos, pero lo cierto es que son más adecuadas para llevar al cine las novelas en las que predominan las aventuras, las situaciones cómicas y las claramente dramáticas o sentimentales.
Teatro y guión de cine
En los primeros tiempos del cine se hicieron muchas películas basadas en obras de teatro. Los productores, antes de arriesgarse a buscar argumentos originales, consideraban más seguro proyectar en pantalla escenas de actores y actrices de teatro famosos representando obras dramáticas. Así, por ejemplo, se hicieron cortas películas interpretadas por la gran actriz dramática Sarah Bernhardt. El teatro llevado al cine se ha realizado de muchas formas, desde la adaptación libre de teatro al cine, como algunas adaptaciones de Shakespeare, Campanadas a media noche (1965) de Orson Welles, que se inspira en varias obras respetando personajes y ambientes, o totalmente libres como West Syde Stori (1961), de Jerome Robbins y Robert Wise que utiliza la idea de Shakespeare «Romeo y Julieta» con total libertad ambientándola en lugares y situaciones de un barrio de Nueva York, hasta versiones que reproducen en su totalidad el texto literario, incluso respetando el verso, como El perro del hortelano (1995) de Pilar Miró, según la obra de teatro de Lope de Vega.
Biografía-Biopic
Un buen número de películas reproducen historias de personajes conocidos o interesantes de dar a conocer. Una vida llevada al cine se denomina Biografía o Biopic. Es una línea argumental muy adecuada para realizar películas históricas, musicales, científicas o cómicas. Personajes históricos de los que su historia ha sido llevada innumerables veces al cine, como Napoleón, Colón, Juana de Arco, rivalizan con músicos, Mozart, Bethooven, o con escritores... viajeros, aventureros, Lawrence de Arabia, o científicos como Madame Curie y tantos otros.
Algunas de estas películas son de indudable valor cinematográfico y en algunos casos, por su importancia documental, histórica, ejemplificadora o científica, debieran ser llevadas a las aulas.
VENDER UN GUIÓN
-Vender un guión de cine en España es prácticamente imposible. El 90% de los directores (o más) dirigen sus propios guiones o trabajan con guionistas a partir de conceptos propios (eso incluye también que decidan adaptar un libro, por Ej.) Visto así, es obvio que el hueco que nos queda a los guionistas que no dirigimos es muy, muy pequeño. Por tanto, el problema no es que estés haciendo algo mal o que seas un “pésimo guionista” (¡será que no se ruedan malos guiones!). Lo que quieres hacer es casi tan complicado como tratar de ganar la lotería. Piénsalo… ¿cuántos guionistas hay en activo en España? ¿3.000? ¿Cuántos de ellos estarán moviendo guiones de largometraje? ¿1.500? ¿Cuántas películas se estrenan al año escritas por guionistas que no dirigen?
Los números están en nuestra contra.
Visto así, me parece claro que lo más inteligente que puede hacer un guionista es arrimarse a un director y hacer equipo con él. Y no me refiero a tratar de venderle un guión a… yo qué sé… Daniel Monzón o a cualquier otro director consolidado (estos suelen tener ya sus guionistas de confianza o trabajan por encargo), sino a unir esfuerzos con algún director primerizo o algún cortometrajista cuyo trabajo te interese y con el que puedas contactar fácilmente. Es la manera más fácil de ir por delante de muchos de tus competidores. Parece mentira, pero conozco varios casos de productores que después de intentar encontrar durante años un director de encargo para un guión, decidieron tirar la toalla porque en este país de “directores autores” nadie estaba dispuesto a hacerse cargo de él.
También, obviamente, puedes pasar a ser otro guionista/director. Y entonces, sí, todo dependerá de que algún productor se fije en tu trabajo y crea que puedes convertirte en el nuevo Amenábar.
CUÁNTO CUESTA UN GUIÓN?
Un guión de cine cuesta muchas horas de tu vida frente al ordenador, muchas llamadas a tu fisioterapeuta para que te arregle ese desastre de espalda, muchas reescrituras, muchas fiestas a las que decir no, muchos fines de semana de clausura voluntaria, muchas discusiones con tu pareja, más discusiones aún con tu productor (si lo tienes) y muchas frustraciones (si no lo tienes). En el mejor de los casos, un guión que se llega a rodar te cuesta un par de años de tu vida.
En el II Encuentro de Guionistas, como en cualquier evento similar, la mayor demanda de muchos de los asistentes era “Vale, pero ¿cuánto se cobra?”. Han de saber que no existen unas tarifas fijas. Cada cual puede cobrar lo que le venga en gana. Sobrevuela la idea de que 36.000 euros es una tarifa mínima bastante recomendable… Una cifra de referencia sobre la que empezar a negociar. Al no existir tarifas predeterminadas, nuestros queridos amigos los productores se aprovechan del desconocimiento de los que comienzan. El mayor error que suelen cometer los guionistas principiantes es creer que su guión vale lo mismo que ellos. ¿Qué le importa a un productor si tú has escrito cien guiones o ninguno? Ellos sólo compran uno. Compran ESE guión que les ha convencido tanto como para apostar por él. Si han sabido ver un potencial en esa historia y en ese desarrollo están reconociendo un talento implícito en el guionista. La obra ya está escrita. Ya tiene un valor por sí mismo… Evidentemente, una vez vendido el primero y con una carrera relativamente consolidada entramos en el tambaleante y maravilloso mundo de los cachés. Si tienes varias películas y cierto nombre puedes incluso llegar a los 60.000 euros. Si tienes un Goya y una reputación (merecida o no) pedir 200.000 euros para una gran producción no es una locura. Sólo conozco a un guionista que lo ha conseguido, pero ha pasado… en dos ocasiones (como mínimo).
SINTESIS:
Para vender un guion, no basta escribir bien. ¡Hay que moverlo! Y moverlo significa presentarlo a productoras. Objetivo: que lo conozcan. Porque si no lo conocen, dudosamente puede trascender el ámbito de lo escrito, por mucho potencial que pueda tener.
AUTOR: CYNTIAMILLI SANTILLAN |