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Reunimos al director y a sus protagonistas para hablar de la creatividad, la amistad, el éxito, el fracaso, la edad y de cómo mantenerse al día en un Hollywood que una vez más se encuentra en pleno cambio sísmico. ¡Acción!
Carla Nicol Vargas berrios |
15/08/2019
'Érase una vez...en Hollywood': charlamos con Brad Pitt, Leonardo DiCaprio y Quentin Tarantino
Alexi Lubomirski
Introducción
La cara de Quentin Tarantino está pegada a la mía. Sonríe, educado, pero aun así está muy cerca.“Mira”, me suelta, “se me han ocurrido unas cuantas cosas que estaría muy bien que me preguntaras”. Su voz es susurrante, conspiradora, pero como se trata de Tarantino la proyecta con la claridad de un actor. Las palabras salen de su boca con una urgencia que, en otra persona, describiría como ‘tarantinesca’. Pero aquí, claro, resulta redundante.
Estamos en el jardín de una casa de Hollywood. Hace un minuto veía a Tarantino, Brad Pitt y Leonardo DiCaprio al lado de la piscina, con la ciudad de Los Ángeles alzándose en el horizonte. Quiero charlar con ellos sobre la nueva película de Tarantino, Érase una vez en Hollywood (estreno 15 de agosto), y sobre lo que han aprendido durante el proceso creativo. Es la primera vez que los tres se reúnen desde que se acabó el rodaje el pasado noviembre.
Hace catorce meses, Tarantino estaba en Las Vegas, en una sala de convenciones llena de dueños de multicines para convencerlos de que reservaran su película para este verano. Aún no había rodado ni un minuto, pero eso no le impidió jactarse de lo que tenía entre manos: “En 2019... llevaré a los cines un dúo de estrellas como no se ha visto desde Robert Redford y Paul Newman”. Cuando entonces le oí, pensé: “Ya está Quentin haciendo de las suyas, exagerando”. Pero ahora, al ver a los tres posando, no puedo evitar pensar: “¡Qué narices! Tiene toda la razón. Al fin y al cabo, ¿qué son DiCaprio y Pitt sino los Newman y Redford de su generación? ¿Y qué es en realidad la película de Tarantino, sino un film con una de las mejores parejas de protagonistas desde que se estrenara el primer éxito de taquilla de Newman- Redford, Dos hombres y un destino, hace casi cincuenta años?”.
Cuando hablé por teléfono con Tarantino, me confesó: “Esta es la película que más se parece a Pulp Fiction”. Solo puedo revelar lo que eso significa en términos de estructura: múltiples personajes (algunos reales, otros imaginarios), líneas argumentales que parecen no estar relacionadas... hasta que se cruzan de manera sorprendente. “Probablemente sea también mi obra más personal”, prosigue Tarantino: “Alfonso [Cuarón] tuvo el barrio de Roma de Ciudad de México, en 1970. Yo, Los Ángeles, en 1969. Esta película soy yo. Ese es el año en que me formé como soy. Yo tenía seis años entonces. Este es mi mundo. Y esta es mi carta de amor a Los Ángeles”. La trama, en pocas palabras, es la siguiente: estamos en 1969, un año de tremenda agitación, no solo en las calles de EEUU, sino también en Hollywood.
La edad de oro de las productoras está llegando a su fin. El sistema original de estudio, estable y sólido durante 50 años, se ve colapsado a medida que la contracultura de los menores de 30 años rechaza líneas argumentales y protagonistas tradicionales. Es el año en que Easy Rider, Cowboy de medianoche y Grupo salvaje rompen moldes, celebran al antihéroe y ponen fin a la definición de ídolo de la gran pantalla.
En ese contexto conocemos a Rick Dalton (DiCaprio), una estrella en decadencia y un veterano de los telefilmes del Oeste. Rick, por una combinación de ego y malas decisiones, ha arruinado su oportunidad de pasar al estrellato cinematográfico. Con lo único que cuenta es con la amistad de Cliff Booth (Pitt), su doble de toda la vida en las escenas difíciles. Una noche, Rick se da cuenta de que tal vez esté a tan solo una fiesta de distancia de cambiar su carrera. Sus nuevos vecinos son la chica de oro del momento, Sharon Tate (Margot Robbie), y su marido, Roman Polanski (Rafal Zawierucha), que es, gracias a La semilla del diablo, el director de moda de la ciudad.
Las historias de Rick, Cliff y Tate se desarrollan a lo largo de tres días o, como dice Tarantino, en tres actos: El 8 de febrero, el 9 de febrero y, finalmente, el 8 de agosto, la noche en que Charles Manson (Damon Herriman) envió a cuatro miembros de su ‘familia’ a la casa de Polanski en Beverly Hills. Allí estaban Tate, el estilista Jay Sebring (Emile Hirsch) y otras tres personas. Fue la noche en la que, como escribió Joan Didion, “los años 60 terminaron bruscamente... aquel día estalló por fin la tensión. La paranoia se cumplió”. Érase una vez... en Hollywood es una película ambiciosa, una historia deslumbrante en la que todo el elenco está a la altura de su talento.
Allá vamos... Brad y Leo, ¿qué os atrajo del proyecto? Si he entendido bien, sois los únicos que habéis leído el guion completo.
Comentario
LEO DICAPRIO: En primer lugar, la oportunidad de trabajar con Tarantino. Y que se trata de una época fascinante. Es un homenaje a Hollywood. No creo que haya habido otra película sobre Hollywood como esta, que se moje así, metiéndose en la vida diaria de un actor y su especialista. 1969 fue un año fundamental en la historia del cine, y en el mundo. Rick y Cliff son de la vieja escuela de Hollywood, pero también quieren adaptarse al nuevo mundo de la revolución hippie y el amor libre. Me encantó la idea de enfrentarme a un actor en apuros que trata de encontrar su lugar en este nuevo mundo. Quentin capta magistralmente lo que sucedía en EEUU, pero también lo que estaba cambiando en Hollywood, a través de la mirada de los protagonistas. Cuando lo leí por primera vez, me cautivó. Los personajes tenían la impronta del inmenso conocimiento que tiene Quentin sobre la historia del cine [risas].
BRAD PITT: Es algo muy profundo, que va más allá de mi comprensión. Incluso el título, Érase una vez... en Hollywood, es un homenaje.
Quentin, ¿qué quieres decir con ese título? Por un lado, evoca un cuento de hadas. Por otro lado, se hace eco del western de Sergio Leone o de una película de gángsteres.
QUENTIN TARANTINO: Bueno, tiene algo de cuento de hadas, así que el título encaja bastante bien. Pero es también un pedazo de mis recuerdos.
ESQ: Brad, ¿qué te atrajo del guion?
BP: Es una época muy divertida. Y Quentin Tarantino mola. Con él sabes que estás en buenas manos. Te suelta esos discursos que te gustaría haber dicho tú, y en los que sigues pensando al día siguiente. Sentí que el guion era una evolución de su voz. Todos conocemos a Quentin Tarantino como un autor que realiza películas de forma singular y original, pero esto es una evolución y una amalgama de todo lo que nos gusta de sus otras ocho películas.
QT: No era mi intención, pero poco a poco empezó a suceder.
BP: Me sentí muy bien, como que me llegó al corazón.
LD: Muy cierto.
BP: Y hacerlo con Leo fue realmente genial y una oportunidad única. Luego estaba además que todos crecimos con la tradición del actor principal y su doble. Esa relación y ese oficio. Hay historias épicas de esos dúos: Burt Reynolds tenía a Hal Needham, Steve McQueen a Bud Ekins, Kurt Russell tenía a su hombre, Harrison Ford al suyo...Esos tipos fueron socios durante décadas. Y es algo que ya no se da en nuestra generación. Se cambia de especialista.
LD: Es también una auténtica historia de Hollywood en el sentido de que nuestros personajes son los voyeurs de la fama y el glamour de la meca del cine. Somos los forasteros, los que estamos allí cada día tratando de conseguir trabajo. Ese es el enfoque de Quentin, con personajes que bien podrían haber existido. Luego está todo eso de Manson que sucede a nuestro alrededor, la historia de Polanski y Tate.
Brad, ¿ha sido muy diferente trabajar ahora con Quentin que cuando rodasteis Malditos bastardos?
BP: Ha sido exactamente igual. Estoy muy a gusto en los platós de Quentin. Por el ambiente. Por las conversaciones que tenemos, que son muy divertidas. Ya sabes, todos llegamos a la mayoría de edad en esta industria más o menos a la vez.
LD: Todos somos hijos de los 90.
BP: Hablamos el mismo idioma y entendemos las mismas cosas. [Se gira hacia DiCaprio.] Uno de mis primeros trabajos fue como estrella invitada en tu programa.
LD: ¿En Los problemas crecen?
BP: Sí, cuando acababas de empezar.
Es asombroso que todos triunfaseis al mismo tiempo. Quentin, con Reservoir Dogs en 1992 y luego con Pulp Fiction en 1994. Brad, con Thelma & Louise, El río de la vida y Entrevista con el vampiro en 1991, 1992 y 1994. Y Leo, tú con ¿A quién ama Gilbert Grape? en 1993. Los tres habéis estado en la cima de Hollywood durante un cuarto de siglo.
QT: Brad aparece incluso en Amor a quemarropa en 1993. ¡El primer guion que escribí! [Risas].
LD: “No seas tan guay conmigo, capullo. La próxima vez, te mataré”. [DiCaprio se vuelve hacia Pitt y sonríe.] Me encanta esa frase.
BP: Da gusto entrar en los diálogos de Quentin. Por eso los actores quieren trabajar con él: deberías haber visto la cola de gente que quería salir en esta película. Ofrecían sus servicios solo para ser parte de esto, aunque solo fuera por un día. Quentin, todo el mundo alaba siempre lo alegres que son tus rodajes. Cuando quieres otra toma, sueltas: “¡Hagámoslo una vez más! ¿Por qué?”... Y entonces todo el equipo grita...
QT, BP, LD: “... ¡Porque nos encanta hacer películas!”.
BP: Tiene mucha fuerza, cierto.
LD: Sus rodajes son magnéticos. Ya no se entra en platós así, donde todo el mundo respeta el proceso. Es una forma de hacer películas que poco a poco se ha convertido en una antigualla. Quentin hace un esfuerzo enorme para que los personajes y la época cobren vida. También está esa libertad y energía que sentimos todos en su plató. Su forma de trabajar es ahora una rareza: tomarse el tiempo que sea hasta que salga bien. A toda costa.
CREANDO EL PERSONAJE
Quentin, respecto a los personajes, ¿qué descubrieron Brad y Leo que no estaba escrito en el guion?
QT: Bastante. Brad ya conocía las historias de los equipos con actores que hacían de especialistas. Por eso me dijo enseguida: “Esto es como Steve McQueen y Bud Ekins”. Lo que significa que el personaje de Leo es como una especie de versión de McQueen.
BP: Lo que me convierte a mí en una especie de versión de Bud Ekins.
QT: [Risas] Brad inmediatamente pensó que la idea era genial y realmente se metió de lleno. Pero hay algo interesante en lo que respecta a Cliff: tenemos a tres personas diferentes que representan los tres estratos sociales de Hollywood. Está Sharon, que vive la auténtica vida de la estrella de Hollywood. Después Rick, que está mejor de lo que él cree. Tiene una casa, algo de dinero y sigue trabajando. Cliff representa a un tipo que ha dedicado toda su vida a esta industria y no tiene nada. Es parte de Hollywood, pero vive en Panorama City en una caravana. Estos tres estratos sociales son importantes en la historia. Hay algo especial cuando se trata de Cliff, y de Brad interpretando a Cliff: él y yo somos casi de la misma edad, así que eso también le supone a Brad una serie de recuerdos. En 1969, los dos teníamos cinco o seis años. Ambos recordamos los mismos programas que emitían en la televisión y en la radio. Pero con Leonardo, que es más joven, tuve que buscar referencias. Eso le dio frescura, fue estimulante verle estudiando todos esos viejos westerns que le pasé. Se me ocurrió inventar una película que Rick podría haber protagonizado, Los catorce puños de McCluskey, una versión de bajo presupuesto de Doce del patíbulo. Le dije a Leo: “Si el rival de Rick, Steve McQueen, hace Los siete magníficos, Rick es el tipo de hombre que habría estado en la tercera secuela, como segundo protagonista”.
Quentin, tienes tacto. Se nota en cómo creas el personaje, al que luego añades las experiencias o recuerdos que le aporta el actor que lo interpreta. Brad, ¿qué has aportado a Cliff?
BP: Tuve flashbacks de cuando era crío, porque todo estaba allí. Por ejemplo, en la película, Cliff vive al lado de un autocine. En Misuri, crecí a unas calles del autocine, iba a la casa de un amigo para ver las películas desde su jardín. Creo que la escritura de Quentin desata muchos recuerdos.
¿Y qué has aportado tú, Leo?
LD: Crecí en esta industria y tengo muchos amigos actores a los que conozco desde que tenía 13 años. He visto todo tipo de pruebas y tribulaciones. Al leer el guion, reconocí inmediatamente muchas batallas: la búsqueda de tu propia identidad y del éxito en una industria que excluye al 99% de los actores de la élite que puede elegir. Tengo muchos amigos en esa situación, más de los que cualquiera pueda imaginar. Les encanta hacer películas, pero muy pocos pertenecen al club. Como Rick, que toda su vida ha querido ser miembro y se siente rechazado constantemente.
Entonces, ¿conoces a estos tipos...?
LD: Oh, sí. Pero lo que más me ha gustado es el afecto que hay entre Cliff y Rick. Porque, con todo, son como una familia. Han creado un vínculo que les va a permitir sobrevivir al pisoteo de sus sueños.
O
MIRADA INTERIOR
Algo que me encanta de esta película son los matices. Es una historia sobre tipos que actúan en películas del Oeste, en un momento en que el western, que siempre ha sido una metáfora de la hombría americana y de la idea del tipo duro, cambia radicalmente. Mira las diferentes versiones de los western que salieron en 1969, y lo que dicen sobre masculinidad y sobre los EEUU: Valor de ley, Dos hombres y un destino, Easy Rider, Cowboy de medianoche, Grupo salvaje, Y ahí estáis, Rick y Cliff, en una pieza de época inspirada en una dinámica esencial del Oeste: el dúo. Los amigos.
QT: Le hablé a Leonardo de los actores de la época, y hubo algo que le intrigó...
LD: ¿Lo de Ralph Meeker?
QT: No, lo de Pete Duel.
LD: Cierto.
QT: Empezó cuando Brad mencionó Los dos mosqueteros (1971-1973), una serie del Oeste que a los dos nos encantaba cuando éramos niños. Conversando nos dimos cuenta de que en ese programa los dos oímos hablar de suicidio por primera vez. En la vida real, Pete Duel, que interpretaba a Hannibal Heyes, se suicidó.
BP: Estaba en casa de mi abuela cuando me enteré. Era una casita muy pequeña. Me metí en el dormitorio oscuro y me puse a llorar. Estaba muy disgustado.
LD: Recuerdo esa conversación. No había oído hablar nunca ni de la serie ni de los actores, pero ambos comentaron que habían tenido exactamente la misma reacción.
QT: Ambos aprendimos con ocho años qué es el suicidio a través del actor Pete Duel...
LD: Para mí supuso algo muy fuerte. El suicidio. En esta ciudad. Lo he visto en muchos compañeros de profesión, cómo el desgaste y la frustración continua pueden empujarte a matarte. Quise que el suicidio fuera una posibilidad real para Rick.
QT: Al hablar del tema, nos dimos cuenta de por qué Pete Duel se mató. Era bipolar. Estaba bebiendo y se automedicaba. Entonces pensamos: “Tal vez Rick tenga un problema con la bebida”. No había escrito así el personaje, pero sus emociones cambiaban repentinamente. Ahora teníamos la causa.
Leo, hay una escena en la que una cría te llama por teléfono. Es un momento muy conmovedor.
LD: Mucho. El de Rick es un viaje no solo de aceptación, sino también de agradecimiento. Cuando estás en su posición, buscando ayuda para llegar al estrellato y las puertas se te siguen cerrando, al cabo de un tiempo empiezas a pensar: “¿Puedo ser feliz aquí?, ¿qué satisfacción espero?”. Es el viaje de Rick a través de sus sueños hechos añicos, los efectos de cuestionarse a sí mismo cada día. El odio a uno mismo. ¿Hay algún lugar donde se le aprecie por pertenecer a esta industria?, ¿le sirve de algo o es solo una continua fuente de decepción? Ese es el arco argumental que teníamos pensado para Rick. Pero, como dije, es el homenaje de Quentin a esta industria y a todos aquellos que se mantuvieron en ella, aunque sus sueños de juventud nunca se hicieran realidad.
ESQ: Es mejor haberlo intentado que no haberlo hecho, ¿no?
LD: En muchos sentidos creo que esa es la historia...
ÉXITO, IDENTIDAD, HOMBRÍA
Mencionaste el tema hace un minuto. A primera vista, se trata de una película sobre actores de 1969, sobre el cambio en Hollywood. Pero, en el fondo, esta es la historia de dos hombres luchando contra lo mismo que les sucede a otros muchos tipos de hoy en día: ¿Qué pasa cuando estoy en mitad de mi carrera profesional, en la mitad de mi vida, y la industria en la que trabajo ya no me quiere o el trabajo que he tenido durante décadas está cambiando o incluso desapareciendo?, ¿puedo reinventarme?, ¿seré capaz de hacerlo? Mucha gente vive ahora con esa angustia.
LD: Eso es.
BP: Exacto. ¿Quién soy ahora?, ¿dónde está mi identidad?
Porque para los hombres, la identidad proviene del trabajo. Interpretáis a dos tipos tratando de entender quiénes son, qué les queda y cuál es su propósito si pierden esa identidad. ¿Pueden reinventarse a sí mismos y determinar su futuro?
QT: Rick viene a la ciudad en 1955. Es joven y guapo. Piensa: “Estoy en Misuri. He de largarme de aquí e ir adonde van los tipos guapos a ganar dinero: a Hollywood. Cogeré unos vaqueros ajustados y me dejaré caer por el Schwab’s de Sunset Boulevard”.
BP: Ese era yo en el 86. [Sonríe.]
QT: Y funcionó, ¿no? ¡Bien por ti!
ESQ: Excepto que no era el Schwab’s. ¿Dónde ibas?
BP: Al Taco Bell. Espera, no... A Pizza Shakey’s.
¿Dónde estaba eso?
BP: [Sonríe.] Una muy buena pregunta. De hecho, había dos. Al principio, fui al local de North Hollywood. Luego gané algo de dinero y pude permitirme el de Hollywood, en Sunset Boulevard. Podías comer todo lo que quisieras por 1,49 dólares, esa era tu comida del día. Te llenabas al máximo, y así aguantabas hasta el día siguiente.
'Érase una vez...en Hollywood': charlamos con Brad Pitt, Leonardo DiCaprio y Quentin Tarantino
Alexi Lubomirski
QT: ¡Esas patatas mojo! Seguro que en aquella época también jugabas al billar en Barney’s.
BP: Sí, claro.
QT: El caso es que a Rick le vendieron lo mismo que a todos: para ser protagonista tienes que ser muy masculino y muy macho, sexy, guapo y tener un cuerpazo.
Bueno, para su generación, esa era la representación de la hombría, de la identidad masculina.
QT: Exactamente. Y lo que se necesitaba para protagonizar un western.
BP: De ahí salieron todos. Burt Reynolds, Clint Eastwood...
QT: Todos esos tipos. Y resulta que, ahora, en 1969, los cánones son justo lo contrario. Son tipos flacos y peludos. Hay una cierta pansexualidad en ellos. Son los hijos hippies de gente famosa, como Peter Fonda, Michael Douglas, Arlo Guthrie o Michael Sarrazin.
Es fascinante: por un lado está el ascenso del hombre guapo, pero también el del antihéroe. De nuevo, mira 1969. Dustin Hoffman interpreta a Ratso Rizzo en Cowboy de medianoche. Pero ¿quién fue en realidad la auténtica encarnación del antihéroe? ¡Charles Manson! Es peludo, carismático y joven. Y, además, liga. Da carpetazo a los sueños de todos esos tipos. ¡Manson lo usurpa todo! Incluso los titulares. Se hace más famoso que todos ellos juntos.
BP: ¡Exacto! Bien dicho, muy bien dicho.
Brad, hay un gran momento en la película en lo que respecta a Cliff. Rick nunca puede ver más allá de sí mismo, pero tú encarnas a un tipo que es más consciente del mundo exterior. Como cuando estás detenido en un semáforo y pasa delante de tu coche esa chica hippie de Manson. Es un gran momento, tus ojos lo dicen todo. Vemos a un hombre reconociendo que tiene delante a los nuevos protagonistas que van a tomar el escenario.
QT: Es exactamente así.
¿Cómo ves tú a Cliff?
BP: Está en paz consigo mismo. Se contenta con lo que tiene, con estar vivo; es el tipo de persona que siempre estará bien, pase lo que pase. Sabe salir de cualquier apuro y no pide mucho. Así que cuando ve a esa joven, sabe que llega algo nuevo y emocionante. No es la típica chica recatada y aburrida.
LD: Ahora que lo pienso, yo también he tenido esa clase de relaciones en la industria. Necesitas apoyo, necesitas a ese tipo con el que te puedes sentar a ver la tele durante cinco horas sin mediar palabra. En el rodaje, al momento conecté con Brad. Enseguida improvisamos un diálogo que lo cambió todo. Tal como estaba en el guion, yo iba al rodaje con una resaca de campeonato y de pronto descubro cómo va a ser mi futuro en la industria. Me deprimo. De repente Brad improvisa, me mira y me espeta: “Eres el puto Rick Dalton. Que no se te olvide”.
¿Cómo se te ocurrió, Brad?
BP: Fue algo que me sucedió a mí, a principios de los 90. Estaba en el plató quejándome de algo, bastante deprimido, y viene un tipo y me dice: “Deja de lloriquear. Eres el puto Brad Pitt. Ya me gustaría a mí ser el puto Brad Pitt”. Me hizo un favor. Necesitaba oírlo. Ese día, con DiCaprio, me vino un flash. Tal como había escrito Quentin la escena me lo recordó totalmente.
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Alexi Lubomirski
A LARGO PLAZO
Es interesante que, aunque el negocio esté en constante evolución, hay cosas invariables en Hollywood. Las inseguridades, las neurosis, ya sea en 1919 o en 2019, eso nunca cambia.
BP: He estado escuchando podcasts sobre la historia de Hollywood, la transición del cine mudo al sonoro, la llegada de la televisión, los musicales de los 60, la era de los directores de los 70. Y ahora tenemos el streaming. Veo un gran cambio en la forma en que se van a hacer las películas, en lo que se va a financiar. El sistema de estudio tiene enormes bancos de contenido, pero se han convertido, como en los años 20, en imperios corporativos que se han apoderado de la vena artística de la producción cinematográfica. Ahora hay dinero y un exceso de contenido, pero también mucha basura. Los artistas tienen la oportunidad de hacer guiones que no habrían podido rodarse hace diez años. Pero, por otra parte, las películas como las que hace Quentin están en peligro de extinción. Sí, la gente tiene más oportunidades. Pero también veo algo que me espanta: la cantidad de jóvenes que no han visto El padrino, Alguien voló sobre el nido del cuco o Todos los hombres del presidente, fundamentales para mí, y que tal vez nunca lleguen a ver. Las nuevas generaciones están acostumbradas a algo más corto, más rápido, inmediato. Los servicios de streaming funcionan de esa manera; si no te seduce algo, pasas a otra cosa. Lo que siempre me gustó de ir al cine fue dejarme llevar por la historia, sin prisa. No sé si toda esa forma de ver películas se ha ido al traste. Espero que no.
Si le dieras consejo a Rick y a Cliff, ¿cuál sería?
BP: ¡Dejad de beber! [risas]. Siempre hay una oportunidad. Tal vez no sea lo que esperabas, pero siempre hay ocasión de hacer algo magnífico y de dejar de lamentarte con que la culpa es de la industria, de la sociedad o del tiempo que te ha tocado vivir. Sabes, odio cuando te dicen: “Todo sucede por una razón”.
QT: Pero todo puede cambiar en un segundo. Brad, ¿te acuerdas de cuando te pregunté cómo fue el casting de Thelma & Louise? Y tú me contestaste: “En realidad, le dieron el papel a otro tipo”.
BP: A otros dos. El primero se fue para protagonizar otro filme. Y el segundo no lo quiso.
Habladme de la estructura de la película. La acción sucede en solo tres días, ¿no?
LD: Para mí eso fue muy difícil, porque no he hecho ninguna película en la que la narración tenga lugar en tan poco tiempo. Siempre me fijo en el principio, el clímax... [Mira a Pitt.] ¿Y tú?
QT: Bueno... En Titanic la acción pasa en un par de días...
LD: [Silencio] ¡Ciertoooo!
No recuerdo esa película. ¿De qué va?
BP: Eso, ¿cómo termina? [risas].
LD: [Se ríe. Mira a Pitt.] Supongo que tienes razón [más risas]. Me corrijo.
Hablemos de Charles Manson: es una película en tres actos, pero Manson se cierne sobre toda ella, como el arma de Chéjov.
QT: Sí, esta es una película sobre Hollywood en la misma línea que, por ejemplo, Profesión: el especialista, con Peter O’Toole y Barbara Hershey, o la mítica Cantando bajo la lluvia, y, sí, es una película amable. Pero lo que no queremos contarte es cómo encaja en ella la familia Manson. Ahí está la gracia. “¿Qué pinta aquí una figura tan rancia como la familia Manson?”, quiero que el público se haga esa pregunta y espero que esa sea una de las cosas que lo anime a ir a verla. Es como si tuviéramos un cuerpo perfecto, tomáramos una jeringuilla y le inyectamos un virus letal.
MOMENTOS FUGACES
Algo curioso sobre Manson: no era un extraño en Hollywood. Se cruzó con mucha gente famosa. Con Brian Wilson o con el hijo de Doris Day, Terry Melcher, el productor de discos. Vosotros lleváis aquí mucho tiempo. ¿Nunca os habéis cruzado con alguien o con algo curioso en todos estos años?
BP: Recuerdo que en los primeros días yo iba mucho con Brandon Lee. Él vivía en Echo Park y conducía un coche fúnebre. Salimos una noche y acabamos los dos en su casa hacia las seis de la mañana. Ya sabes, la típica noche que te has pasado con el alcohol. Empezó a contarme que sabía que se iba a morir joven, como su padre. Pensé que era la típica charla de bolinga a las tantas de la madrugada. Al año siguiente fue cuando sufrió ese fatal accidente en el rodaje de El cuervo que acabó con su vida.
Su padre, Bruce Lee, aparece en la cinta.
LD: Yo tengo un recuerdo tan premonitorio como triste. Adoraba a River Phoenix, era el gran actor de mi generación, y me moría por tener la oportunidad de estrecharle la mano. Una noche, en una fiesta en Silver Lake, lo vi subiendo las escaleras. Noté algo en su cara, venía caminando hacia mí y me quedé paralizado. Entonces la multitud se interpuso en su camino, y cuando volví a mirar, ya se había ido. Subí las escaleras y volví a bajar, pensando: “¿Adónde se ha ido?”. Él estaba... de camino al Viper Room.
BP: Os contaré uno de los mejores momentos que he tenido en esta ciudad: pasar dos días con Burt Reynolds en esta película.
QT: ¿Sí?
LD: Sí. Quentin lo eligió para interpretar a George Spahn.
QT: Sí. La última actuación de Burt Reynolds fue cuando vino a ensayar
esa toma. Estuvo increíble.
BP: Fue un auténtico placer.
HONRANDO A SUS MUERTOS
Brad, ¿qué recuerdas de esos días con Burt?
BP: Bueno, tienes que entender que, para mí, que crecí en los Ozarks viendo Los caraduras, era un referente. Siempre tenía algo agudo que decir, muy ingenioso. Estar con él me hizo recordar lo mucho que me gustaba de niño. Ensayar con él esos dos días me llegó muy hondo.
LD: Y para el caso, ¡Luke Perry! [Perry interpreta a Scott Lancer, otro actor ficticio de televisión]. Recuerdo a mi amigo Vinny, que también sale en la película. Entramos en el plató y los dos nos quedamos paralizados: “¡Oh Dios mío, ese es Luke Perry!”.
BP: “¡Es el puto Luke Perry!”. Éramos como niños en una tienda de golosinas. Cuando pasabas por los estudios de Sensación de vivir él era lo más. Actuar con él fue muy emocionante. Era amable y humilde, y estaba totalmente volcado en su papel. Tuve la oportunidad de sentarme a charlar con él. Fue algo muy especial.
QT: Fui al funeral, justo tres días después de haber montado la última escena de Luke. Eso me dio que pensar. Las bandas de grunge adoran Reservoir Dogs, creo que porque es una buena película para ver en el autocar cuando estás de gira. Kurt Cobain llegó al punto de agradecérmelo en su tercer álbum. Su gente me llamó y me propuso reunirnos, pero yo estaba en plena preproducción de Pulp Fiction, y le sugerí hacerlo en algún momento después.
Hace años entrevisté a Sylvester Stallone. En su biblioteca había un pequeño papel enmarcado en la pared. Era una carta que decía algo así como: “Querido Sr. Stallone, quiero felicitarle por sus nominaciones a los Premios de la Academia por Rocky. Firmado, Charlie Chaplin”. Resulta que, cuando Stallone fue nominado al Oscar al mejor guion y al mejor actor por Rocky, solo otras dos personas habían sido nominadas por escribir y actuar en una película: Orson Welles por Ciudadano Kane y Charlie Chaplin por El gran dictador.
LD: ¡¿Qué me dices?!
BP: ¡Qué fuerte!
ESQ: Esto fue en 1977, así que pregunté a Stallone: “¿Conociste a Chaplin?”. Y me respondió: “Fui tan idiota y era joven, que pensé: ‘Ya habrá tiempo’... Murió a los seis meses”.
BP: Vaya...
Stallone me confesó que era uno de los grandes arrepentimientos de su vida, no haber sabido aprovechar el momento.
LD: Parece que lo pillas todo.
¿No es de eso de lo que va la película, de aprovechar el tiempo al máximo y estar agradecido porque nunca sabes lo que te va a deparar la vida?
LD: Por supuesto.