La sala está llena. La obra va a empezar. Pero, ¿sabemos qué hacer con nuestras palomitas, dulces, patatas fritas y teléfonos móviles? Por si se diera el caso (que ya sabemos que no es el suyo), sobre todo si se encuentra de viaje por países europeos de antigua tradición teatral, vamos a recordar unas cuantas normas básicas de comportamiento, cortesía de Benedict Nightingale, crítico teatral del Times de Londres.
1. No basta con apagar su teléfono móvil en respuesta a la invitación que muy probablemente le haya hecho por megafonía una educada y sugerente voz. Asegúrese de que ya está apagado antes de entrar al teatro, aunque sólo sea por no ser humillado después en público por una Nuria Espert, un Rafael Amargo o cualquier otro personaje similar.
2. Nunca susurre y mucho menos hable durante la ejecución. Si es usted un poco duro de oído, cómprese algún complemento auditivo, pero no distraiga a su compañero para obtener información acerca de la trama de la obra. Y por favor, no tararee nunca las canciones, incluso aunque sean las de Abba en Mamma Mia.
3. No haga picnics. De hecho, no coma nada, ni siquiera las uñas, incluso si la obra es, por así decirlo, de mordérselas. Si tiene que comprar un helado en el descanso, asegúrese de que al comenzar la segunda parte ya lo ha terminado y se ha deshecho cuidadosamente del envoltorio. El ruido del papel rasgándose o arrugándose suena como un gato enloquecido arañando una puerta.
4. Si teme que le pueda entrar un ataque de tos en plena representación, lleve preparado un amplio pañuelo para taparse la boca y pastillas para calmarla. Un aficionado al teatro bien considerado preferiría sin duda asfixiarse, antes que interrumpir a un buen actor.
5. Pida siempre disculpas si tiene que obligar a alguien a levantarse para llegar a su asiento, pero si, además, es porque llega usted tarde (lo cual nunca debería ocurrir), no se enrolle con el vecino y limite sus disculpas a un rápido y apenado guiño.
6. No aplauda nunca la entrada ni salida de escena de actores, incluso aunque estos sean famosos o lo hagan con un estilo de esos que “invita a aplausos”. Este tipo de cosas están pasadas de moda y solo le harán quedar como un “buscafamosos” compulsivo.
7. No haga estrepitosas ovaciones de pie a menos que una actuación se acerque a lo que pudiéramos considerar como una experiencia única en la vida. En Estados Unidos esas ovaciones sin sentido se han convertido en habituales, hasta el punto de que si no se producen, indican desaprobación. Aquí no queremos que nada de eso ocurra.
8. Si tiene un amigo que actúa o es escritor o director de una comedia que esté usted viendo, no exagere con las risas ni los aplausos. El resto del público, por lo general, notará la artificialidad y lo más probable es que sus aspavientos contribuyan involuntariamente al fracaso de la obra.
9. Si asiste usted a una de esas casi siempre incómodas, falsamente brillantes ocasiones, llamadas “noche de estreno”, no pretenda ser un invitado importante, incluso aunque de verdad lo sea. Piense que los otros asistentes, sobre todo los actores, lo que quieren realmente es disfrutar del espectáculo. Y entiéndalo, el espectáculo no es usted.
10. Para ir al teatro, no hay necesidad de vestirse especialmente para la ocasión y desde luego mucho menos ponerse la chaqueta de las cenas ni el vestido de noche, como se estilaba hace años. Pero eso sí, intente ir un poco mejor vestido que los críticos, que a menudo tienen el aspecto de haber salido de una lavadora a media tarea.
11. Si en plena representación ve a un crítico echándose un sueñecito, por nada del mundo le despierte. Si duerme durante al menos media obra, el cargo de conciencia hará que su crítica sea, sin ningún lugar a dudas, más favorable que en condiciones normales.
12. Si en el silencio natural de la sala le molestan los sonidos de un crítico tomando notas en un bloc, sea comprensivo, es su trabajo. Pero si ve que usa uno de esos horribles bolis con luz, susúrrele con mucho tacto alguna frase educada como por ejemplo: “Eh, tu, pedazo de cegato, apaga eso inmediatamente”.
13. Si va al teatro acompañado de uno de esos niños de tipo locuaz, amordácelo sin contemplaciones. Si el niño es de los llamados inquietos, espósele y póngale grilletes. Y si resultara ser usted tan altruista e incauto como para llevar a toda una fiesta infantil a una matinée de Shakespeare, amenace previamente a los pequeños presuntos malhechores con entradas para una sesión de lectura intensiva del Ulises de Joyce o para un curso avanzado sobre ética de Apemantus.
14. No trate de ser más alto de lo que es, lo que significa que en el teatro, nada de sombrerería ni crestas en el pelo. Y si la cosa es tan grave que no puede remediarlo, pida un asiento de pasillo o en algún lugar donde no interfiera la visión de los demás.
15. Si entre los presentes descubre usted alguien con quien está enfadado, procure aplazar un encuentro violento con víctimas graves hasta que haya una pausa, preferentemente en el descanso. Pero tenga en cuenta que por lo general una fría mirada y un gesto despectivo, seguidos por una sonrisa de reproche, deberían ser suficientes.
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